Costo de la energía solar y eólica ha bajado y los carros eléctricos son ganadores
Hay muchas posibilidades de que las proyecciones optimistas para la energía verde se hagan realidad, y también que las emisiones de carbono sigan aumentando.
La revolución de la energía verde está progresando más de lo esperado. El costo de la energía solar y eólica ha bajado drásticamente, y los vehículos eléctricos parecen ser los ganadores del mercado.
Estas son buenas noticias, pero mejorar la energía verde no es lo mismo que abordar el cambio climático. Hay muchas posibilidades de que las proyecciones optimistas para la energía verde se hagan realidad, y también que las emisiones de carbono sigan aumentando.
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Esto se debe en parte a que la innovación no se da solo en la energía verde sino también en la industria de los combustibles fósiles. La revolución del fracking en Estados Unidos ha sido un desarrollo positivo, al menos porque el gas suele ser más limpio que el carbón. No obstante, la quema de gas (y el propio proceso de fracking) crea problemas ambientales, incluidas emisiones de carbono. Es fácil imaginar que la revolución del fracking de EE.UU. se extienda a más países, impulsando así el uso del gas natural. A corto plazo, el gas sustituirá al carbón —que es mucho más sucio— pero a largo plazo, el fracking compite con formas más ecológicas de producción de energía.
En resumidas cuentas: si usted es un optimista de la innovación verde, quizás también debería serlo de la innovación en combustibles fósiles.
Una característica notable de la energía es que es fácil usar más y más. Si la energía fuera realmente barata, la gente viajaría más en avión, construiría más robots, desalinizaría más agua y terraformaría más superficie terrestre. Estas son ambiciones maravillosas, pero podrían llevar al mundo a usar más energía verde y más energía intensiva en carbono.
Tras el ataque de Rusia a Ucrania me he vuelto menos optimista sobre la voluntad de la gente de incurrir en cargas económicas para lograr mejores resultados energéticos. Los precios del petróleo y el gas han aumentado drásticamente debido a la guerra; sin embargo, no parece que muchos países estén buscando reanudar el uso de la energía nuclear, que es una forma de energía verde. Alemania no ha revocado su decisión anterior de cerrar sus plantas de energía nuclear, por ejemplo. Y aunque Francia podría ampliar su uso de energía nuclear, cuesta ver una fuerte tendencia pronuclear.
Una respuesta más común a la guerra y los aumentos de precios de la energía asociados ha sido aislar a los consumidores de los efectos de los precios más altos de la gasolina. Gavin Newsom, el gobernador de California, ha propuesto US$11.000 millones en vales de gasolina para los conductores en el estado, que difícilmente es un bastión del negacionismo climático.
En general, pocos políticos o votantes (fuera de las regiones productoras de petróleo y gas) parecen estar contentos con el aumento de los precios de los combustibles fósiles, aunque tales alzas podrían ser necesarias para reducir las emisiones de carbono. Incluso Alemania parece dispuesta a continuar como principal financiador de la guerra agresiva de Rusia en Ucrania, con sus atrocidades contra los civiles. Si esto es cierto en un país que sigue horrorizado por su pasado fascista, donde la ideología del “nunca más” sigue siendo fuerte, entonces es poco probable que los argumentos sobre la necesidad de energía verde tengan mucha influencia.
Para más información: Bonos de EPM caen a mínimos históricos por nuevo atraso de Hidroituango
El fondo soberano de riqueza de Noruega tipifica el mundo en el que vivimos. El país ha decidido que el fondo debería desinvertir en activos de combustibles fósiles. Sin embargo, la mayoría de los activos del fondo provienen de la venta de combustibles fósiles noruegos al resto del mundo.
Nuevamente, parece cada vez más fácil imaginar un mundo con maravillosas innovaciones en energía verde y muchas emisiones de carbono. La gente aplaudirá la innovación para no sentirse tan mal por el tema de las emisiones.
Lo más probable es que los países desarrollen sus suministros de energía de manera secuencial y continua. A nivel económico, Japón se desarrolló antes que China, que a su vez se industrializó antes que Vietnam. Puede ser que el mundo siempre tenga algunos países en crecimiento que querrán usar muchos combustibles fósiles, y una transición universal a la energía solar y buenas baterías podría estar lejos aún.
Las presiones de los precios podrían reforzar esta lógica básica. A medida que la energía verde se vuelve más común, las baterías pueden volverse más costosas, ya que se basan en una variedad de insumos físicos escasos. Al mismo tiempo, la holgura inicial en la demanda de petróleo y gas, durante una verdadera transición hacia la energía verde, hará que esos recursos sean muy baratos. ¿Es una apuesta tan segura que Uganda, en plena industrialización, tomará inmediata y directamente la ruta de la energía verde?
Así las cosas, hay razones para moderar todo el optimismo frente a la revolución de la energía verde. Claro, son buenas noticias, pero incluso si todo es cierto, no significa necesariamente que un mejor futuro energético sea inminente.
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La revolución de la energía verde está progresando más de lo esperado. El costo de la energía solar y eólica ha bajado drásticamente, y los vehículos eléctricos parecen ser los ganadores del mercado.
Estas son buenas noticias, pero mejorar la energía verde no es lo mismo que abordar el cambio climático. Hay muchas posibilidades de que las proyecciones optimistas para la energía verde se hagan realidad, y también que las emisiones de carbono sigan aumentando.
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Esto se debe en parte a que la innovación no se da solo en la energía verde sino también en la industria de los combustibles fósiles. La revolución del fracking en Estados Unidos ha sido un desarrollo positivo, al menos porque el gas suele ser más limpio que el carbón. No obstante, la quema de gas (y el propio proceso de fracking) crea problemas ambientales, incluidas emisiones de carbono. Es fácil imaginar que la revolución del fracking de EE.UU. se extienda a más países, impulsando así el uso del gas natural. A corto plazo, el gas sustituirá al carbón —que es mucho más sucio— pero a largo plazo, el fracking compite con formas más ecológicas de producción de energía.
En resumidas cuentas: si usted es un optimista de la innovación verde, quizás también debería serlo de la innovación en combustibles fósiles.
Una característica notable de la energía es que es fácil usar más y más. Si la energía fuera realmente barata, la gente viajaría más en avión, construiría más robots, desalinizaría más agua y terraformaría más superficie terrestre. Estas son ambiciones maravillosas, pero podrían llevar al mundo a usar más energía verde y más energía intensiva en carbono.
Tras el ataque de Rusia a Ucrania me he vuelto menos optimista sobre la voluntad de la gente de incurrir en cargas económicas para lograr mejores resultados energéticos. Los precios del petróleo y el gas han aumentado drásticamente debido a la guerra; sin embargo, no parece que muchos países estén buscando reanudar el uso de la energía nuclear, que es una forma de energía verde. Alemania no ha revocado su decisión anterior de cerrar sus plantas de energía nuclear, por ejemplo. Y aunque Francia podría ampliar su uso de energía nuclear, cuesta ver una fuerte tendencia pronuclear.
Una respuesta más común a la guerra y los aumentos de precios de la energía asociados ha sido aislar a los consumidores de los efectos de los precios más altos de la gasolina. Gavin Newsom, el gobernador de California, ha propuesto US$11.000 millones en vales de gasolina para los conductores en el estado, que difícilmente es un bastión del negacionismo climático.
En general, pocos políticos o votantes (fuera de las regiones productoras de petróleo y gas) parecen estar contentos con el aumento de los precios de los combustibles fósiles, aunque tales alzas podrían ser necesarias para reducir las emisiones de carbono. Incluso Alemania parece dispuesta a continuar como principal financiador de la guerra agresiva de Rusia en Ucrania, con sus atrocidades contra los civiles. Si esto es cierto en un país que sigue horrorizado por su pasado fascista, donde la ideología del “nunca más” sigue siendo fuerte, entonces es poco probable que los argumentos sobre la necesidad de energía verde tengan mucha influencia.
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El fondo soberano de riqueza de Noruega tipifica el mundo en el que vivimos. El país ha decidido que el fondo debería desinvertir en activos de combustibles fósiles. Sin embargo, la mayoría de los activos del fondo provienen de la venta de combustibles fósiles noruegos al resto del mundo.
Nuevamente, parece cada vez más fácil imaginar un mundo con maravillosas innovaciones en energía verde y muchas emisiones de carbono. La gente aplaudirá la innovación para no sentirse tan mal por el tema de las emisiones.
Lo más probable es que los países desarrollen sus suministros de energía de manera secuencial y continua. A nivel económico, Japón se desarrolló antes que China, que a su vez se industrializó antes que Vietnam. Puede ser que el mundo siempre tenga algunos países en crecimiento que querrán usar muchos combustibles fósiles, y una transición universal a la energía solar y buenas baterías podría estar lejos aún.
Las presiones de los precios podrían reforzar esta lógica básica. A medida que la energía verde se vuelve más común, las baterías pueden volverse más costosas, ya que se basan en una variedad de insumos físicos escasos. Al mismo tiempo, la holgura inicial en la demanda de petróleo y gas, durante una verdadera transición hacia la energía verde, hará que esos recursos sean muy baratos. ¿Es una apuesta tan segura que Uganda, en plena industrialización, tomará inmediata y directamente la ruta de la energía verde?
Así las cosas, hay razones para moderar todo el optimismo frente a la revolución de la energía verde. Claro, son buenas noticias, pero incluso si todo es cierto, no significa necesariamente que un mejor futuro energético sea inminente.
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