¿Cuál es la transformación que necesita el campo?
Parece haber un consenso en que una de las necesidades del agro en Colombia es aumentar su productividad. Pero, a la vez, esto pasa por temas como la conectividad con infraestructura física y digital, así como mejorar la calidad de vida y del empleo en la ruralidad. Varios de estos retos son deudas históricas del Estado con los campesinos.
El costo de vida se ha encarecido para los colombianos, afectando en mayor medida a los pobres y vulnerables. Esto se debe, principalmente, al alza de precios sostenida que han tenido los alimentos desde finales del año pasado. Y este hecho golpea a quienes menos ingresos tienen, que, a su vez, son los que más gastan dinero en ellos.
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El costo de vida se ha encarecido para los colombianos, afectando en mayor medida a los pobres y vulnerables. Esto se debe, principalmente, al alza de precios sostenida que han tenido los alimentos desde finales del año pasado. Y este hecho golpea a quienes menos ingresos tienen, que, a su vez, son los que más gastan dinero en ellos.
En mayo, los alimentos fue la categoría que más subió en la inflación (1,56 %) y, por ende, la que más contribuyó al alza en los precios, que fue del 9,07 % en comparación con el mismo mes de 2021.
Hablar de inflación es, por estos días, una conversación que incluye temas como la guerra en Ucrania, la crisis de los contenedores o qué está pasando con el campo colombiano. Allí, los productores se han visto afectados por las lluvias y casi todos se quejan de los altos precios de los insumos, que en su mayoría son importados.
Pero más allá de esas dificultades coyunturales, hay problemas estructurales de antaño, como la falta de vías terciarias, de conectividad e industrialización. En palabras de Cecilia López, presidenta del Centro de Investigación Social y Económica (CISOE), “el país lleva 30 años marginando al campo de una verdadera política que reconozca el potencial y los problemas que tenemos. Colombia tiene agua y gran cantidad de tierra fértil”.
Y esta discusión, si bien siempre es vigente e importante, cobra más relevancia en vísperas de un cambio de gobierno.
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El reto de un agro rentable y productivo
Los viejos y nuevos problemas del campo derivan en necesidades desatendidas que les impiden a los agricultores desarrollar toda su capacidad productiva. Solucionar esta realidad se vuelve más urgente en este contexto, porque de ello depende la seguridad alimentaria (producción rentable de alimentos) del país.
Hablamos con expertos en el tema sobre los factores que deberá tener en cuenta el próximo gobierno para atender este panorama.
Varias de las fuentes consultadas coincidieron en que una de las mayores razones de la improductividad de las tierras fértiles es que buena parte de estas se dedican a la ganadería extensiva. Muestra de esto es que del total del uso del suelo (50’102.269 hectáreas) se usaron 4’617.116 hectáreas para actividades agrícolas, lo que representa el 9 %. Mientras que 39’017.179 hectáreas (77,9 %) se dedicaron a las actividades pecuarias, según los últimos datos de la Encuesta Nacional Agropecuaria (ENA) realizada por el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) en 2019. De 5,3 millones de hectáreas sembradas se cosecharon 4,9, según datos de la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA).
Uno de los efectos colaterales de la ganadería extensiva es el impacto ambiental que genera, en términos de producción de gas metano y aprovechamiento de la tierra. Además de “reducir el hato ganadero que hay en el país, hay que hacer procesos de reconversión productiva de ganaderías extensivas a ganaderías sostenibles y sustentables”, explica Gabriel Tobón, profesor e investigador de la Pontificia Universidad Javeriana.
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Tecnología y conectividad
Sin duda, aumentar el número de hectáreas sembradas se verá reflejado en la productividad. Pero no solo se trata de eso, también hay que incrementar “los rendimientos a nivel de finca, mejorar la eficiencia a lo largo de la cadena de valor”, dice Ángela Penagos, directora del Centro de Investigación y Desarrollo en Sistemas Agroalimentarios de la U. de los Andes.
Para Penagos, “la innovación debe ser la columna vertebral de esta transformación a lo largo de la cadena de valor. Por ejemplo, el uso de buenas prácticas en el sistema productivo, mayor eficiencia de los procesos de recolección, distribución y transformación”.
No obstante, dicho cambio deriva en otra de las necesidades del campo: acceso a la tecnología. Hay que llevar “las tecnologías apropiadas y acordes a los contextos territoriales. También hay que fortalecer las instituciones encargadas de los desarrollos tecnológicos en el campo y distinguir a los grandes productores de los pequeños. Porque son estos últimos a los que el Estado les ha llegado menos, les falta integrarse a los circuitos más dinámicos de las economías regionales”, afirma Tobón.
Justamente para los pequeños y medianos productores es más difícil acceder a la tecnología para tecnificar sus procesos que van desde la siembra hasta la comercialización. Muchas veces lo logran a través de las agremiaciones y dependen de la capacidad y desarrollo de estas, que no es igual para todos los subsectores.
El panorama se hace todavía más complejo si se tiene en cuenta el acceso limitado a internet de los centros poblados y rurales dispersos. Solo en dos departamentos (Valle del Cauca y Quindío) más de la mitad de los hogares rurales cuenta con el servicio. Mientras que los de menos acceso son Amazonas (5,2 %), Guainía (5 %), Chocó (4 %), Vaupés (1,4 %) y Vichada (0,7 %), según los datos de pobreza multidimensional del DANE.
En definitiva, la conectividad es uno de los primeros pasos para llevar tecnología al campo. Su apropiación, la “educación de los productores en temas de optimización del uso de insumos o del desarrollo de canales de comercialización y mucho más pasa por la conectividad digital”, detalla Jorge Bedoya, presidente de la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC).
Por eso, según Bedoya, se debe invertir en bienes públicos para el agro en cuanto a la conectividad, no solo digital sino también vial. Hay un “déficit de vías terciarias de Colombia. Podemos ser muy productivos por unidad de área, pero si no hay vías se nos convierte en un lastre, se dañan los productos alimenticios o se deterioraran los que son para exportaciones, y eso se come la productividad”, agrega.
En resumidas cuentas, para Penagos, la conectividad física y digital y la infraestructura productiva y de comercialización, son fundamentales.
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El juego en el mercado global
Las ventas internacionales son una parte clave en la estrategia de aumentar la cadena de valor y la productividad del sector. Tanto así que parte de la estrategia del Gobierno en materia de reactivación general de la economía pasa por intentar convertir a Colombia en un peso pesado de las exportaciones de productos del agro y de alimentos procesados.
Actualmente los productos del campo colombiano con más protagonismo en el exterior son el café, el banano, las flores y los aguacates; todos clásicos en este campo. Por eso, otro reto es aumentar y diversificar la oferta nacional en el mercado internacional.
Para ello se debe “sofisticar la producción, generar valor agregado, garantizar la calidad del producto, promover procesos de estandarización y certificaciones de acuerdo a los países de destino, aplicar tecnologías que mejoren productividad y procesos productivos, entre otros”, explica Clara Inés Pardo, profesora de la Escuela de Administración de la Universidad del Rosario.
En general, es necesario mejorar la posición del país en el mercado internacional. Y también aumentar la capacidad de reacción frente a los precios de los insumos que dependen del mercado global de alimentos porque no hay producción nacional.
Las razones de esto pueden ser: que no se ha desarrollado la industria y hacerlo es una apuesta de mediano y largo plazo —como es el caso del maíz y los fertilizantes que contienen urea y potasio— o porque las condiciones de la tierra no lo permiten —como pasa con el trigo y los fertilizantes potásicos de los que “no tenemos reservas minerales en altas concentraciones”, según Manuel Iván Gómez, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Colombia—.
Aunque hay más alternativas para reducir el impacto de las alzas en los agroinsumos. Bedoya habla de que es un asunto de “minimizar los costos usando mejor los insumos en la fertilización de los suelos o control de plagas y enfermedades. Sin duda alguna redundará en mayor productividad”.
De otra parte, se debe “invertir, fomentar, capacitar y crear centros regionales de producción de insumos orgánicos. Hay muchas asociaciones que están produciendo sus propios abonos utilizando los recursos del medio, los mismos desechos que producen las fincas”, detalla Tobón.
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Apostarle a la sostenibilidad
Reducir el impacto ambiental de las actividades agrícolas deberá ser otra de las prioridades del gobierno entrante.
La ganadería, la agricultura, el cambio de uso del suelo y silvicultura —uso de los bosques— representan el 59 % de la emisión de gases de efecto invernadero y son las que más contribuyen a este factor en Colombia, según el “Informe bienal de actualización de cambio climático de Colombia (BUR 3)”.
Aumentar la sostenibilidad del sector será posible mediante “procesos agrícolas que reduzcan sus impactos ambientales, tecnologías que optimicen el uso de los recursos, promoción de la agricultura orgánica, buen uso del agua y de los recursos”, destaca Pardo.
Cecilia López finaliza diciendo que atender las necesidades del campo es impostergable. “En términos de producción, sostenibilidad y cumplimiento de las exigencias de la comunidad internacional en cuanto al cambio climático, necesitamos volver a mirar al campo en toda su complejidad y comprometernos a cerrar la brecha rural y urbana”.
Precisamente, lo que el campo necesita es que el próximo gobierno, sin importar qué candidato gane, impulse su desarrollo en todos los ámbitos. No solo se trata de hacerlo más productivo, sino también más equitativo, conectado, tecnológico, sostenible y sustentable.
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