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Más de 3,5 millones de colombianos cayeron en condición de pobreza por cuenta de la pandemia del COVID-19. De acuerdo con las estadísticas reveladas ayer por el DANE, esta población pasó de 17,4 millones de personas a 21,2 millones en 2020, el aumento más significativo de un año a otro desde que se tienen mediciones.
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Una de las cifras más esperadas por los analistas resultó peor de lo previsto, pues aumentó 6,8 puntos porcentuales hasta 42,5 %, convirtiendo a 2020 en el peor año de la década. La pérdida adquisitiva de los hogares terminó por desmejorar, además, la desigualdad en el país, que es, de por sí, una de las más altas del mundo. El coeficiente de Gini llegó a 0,54, una cifra nunca antes vista en la historia del indicador, que comenzó a calcularse en 2012.
Algo similar sucedió con la pobreza extrema, que se ubicó en 15,1 % a nivel nacional, en 14,2 % para las cabeceras municipales y en 18,2 % para los centros poblados y rural disperso. El país pasó de 4,6 millones de personas en esta condición a 7,4 millones.
Las estadísticas del DANE revelaron que la mayor recesión económica de los últimos 120 años tuvo efectos devastadores en las ciudades, principalmente en Bogotá, que los subsidios lograron contener el incremento de la pobreza en el campo y que en cuestiones de pobreza las mujeres resultaron más afectadas que los hombres. También demostraron que, como lo predijo el Gobierno, las ayudas monetarias giradas en 2020 evitaron que millones de personas cayeran en pobreza.
Por un lado, aunque esa condición es más alta en centros poblados y rural disperso (42,9 %) que en las cabeceras municipales (42,4 %), la variación fue mayor en las ciudades, donde aumentó 10,1 puntos porcentuales respecto a 2019 (32,3 %).
El mayor problema lo tiene Bogotá. Más de un millón de personas que ahora están en condición de pobreza viven en la capital, lo que significa un aporte de 31,3 % al total. Lo mismo sucedió con la pobreza extrema: de los 2,8 millones de colombianos adicionales, Bogotá puso más de 764.000.
También es importante el aporte a la pobreza nacional de Cali (10,6 %), Medellín (9,4 %) y Barranquilla (8,7 %). Sin embargo, es mayor la incidencia de la pobreza en Quibdó, Riohacha, Santa Marta, Cúcuta y Valledupar, donde más de la mitad de la población es pobre. Aunque, si se revisa la variación, en Barranquilla, Bucaramanga y Cali fue donde más personas cayeron en esta condición.
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En la zona rural ocurrió todo lo contrario, la pobreza se redujo 13,5 % y la pobreza extrema cayó 3,9 %. Sin embargo, para Roberto Angulo, miembro de la Comisión de Expertos en Pobreza, “no se puede cantar victoria con los datos de la zona rural. Lo que dicen las cifras de pobreza del DANE es que si cortamos las transferencias en esa zona, la pobreza inmediatamente se dispara 7,1 puntos porcentuales (p. p.) y la pobreza extrema 9,7 p. p.”.
Además, en los hogares con jefatura femenina la pobreza llegó a 46,7 %, mientras que en los de jefatura masculina aumentó hasta 40,1 %, una diferencia de 6,6 puntos porcentuales. Las mismas brechas en pobreza se ven entre jefes de hogar que solo tienen primaria (49,6 %) y los que tienen educación universitaria o posgrado (15,7 %), y entre quienes están afiliados a seguridad social (18,2 %) y los que no (52,4 %).
El DANE calculó también el efecto que tuvieron en la reducción de la pobreza los pagos ordinarios y extraordinarios de Familias en Acción, Jóvenes en Acción, Colombia Mayor, Compensación del IVA, Ingreso Solidario y otros subsidios locales de emergencia para dar sustento a los hogares más vulnerables. De no haberse implementado tales políticas, el colapso de la economía habría sido mayor y la cifra de pobreza hoy sería de 46,1 % y la de pobreza extrema de 19,8 %, es decir, se evitó un aumento de 3,6 puntos porcentuales y de 4,7 puntos porcentuales, respectivamente.
Por zonas, la pobreza se mitigó 2,6 % en las cabeceras y 7,1 % en la zona rural. La pobreza extrema se redujo 3,3 % en las cabeceras y 9,7 % en la zona rural.
Vale la pena recordar que Planeación Nacional, el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcularon que la mitigación de la pobreza estaría entre 3 y 4 puntos porcentuales, mientras que la de pobreza extrema sería hasta de 4,5 puntos porcentuales.
Los analistas insistieron en que, aunque se vieron los efectos de la inversión en política social, también quedó en evidencia que la operación de la economía a media marcha para contener la propagación del virus y las cuarentenas continuas golpearon las cuentas de los hogares. “Como lo hemos señalado en incontables ocasiones, las medidas restrictivas durante la pandemia han tenido un impacto evidente en los ingresos de los hogares colombianos y en el recrudecimiento de la pobreza en el país”, dijo Mauricio Santamaría, presidente de ANIF.
Recuperar lo perdido
Una de las mayores pérdidas con el aumento de la pobreza está en el tiempo y el esfuerzo invertidos en la última década. Entre 2001 y 2015, la pobreza monetaria en Colombia se redujo cerca de 22 puntos porcentuales (1,6 por año, en promedio). El logro fue resultado de varios factores, especialmente de haber alcanzado elevadas tasas de crecimiento económico (4,3 % en promedio, durante ese período) y de los avances en el monto y la cobertura de algunos renglones del gasto social.
Pero, ¿qué tan difícil puede ser corregir esta tendencia? Según Luis Fernando Mejía, director de Fedesarrollo, mientras la economía se recupere y aumente el empleo formal, no debería tomar tanto tiempo retornar a las cifras prepandemia, dado que una parte del choque fue transitoria. “Si crecemos 4,8 %, la tasa de desempleo llegaría al 11 %, según nuestras proyecciones, y en un escenario así, reducir la pobreza no nos tomaría más de dos o tres años. La velocidad depende de eso”.
Del mismo modo, es necesario mantener los programas de protección social de vieja data y también los que se introdujeron con la pandemia, como lo ha propuesta el Gobierno, pero con correcciones en focalización y cobertura. Fedesarrollo advirtió que el 52 % de los hogares pobres no reciben ninguna transferencia o programa del Estado, sin mencionar que 36,2 % de las ayudas monetarias llegan a hogares no pobres (índice de error de inclusión).
En esa misma línea, el PNUD también recomendó mantener las transferencias monetarias para hogares pobres y vulnerables en 2021, y fortalecer la calidad del empleo; después de todo, los más afectados son los trabajadores informales. Finalmente, advirtió la necesidad de extender estos ejercicios a otras regiones del país.
¿De dónde sale la cifra?
Para 2020, según los cálculos del DANE, la línea de pobreza monetaria nacional se estableció en un ingreso per capita de $332.000 mensuales, lo que es lo mismo que decir que un hogar de cuatro personas tenga ingresos menores a $1,3 millones grupales. Para la pobreza extrema se definió en $145.000, o $580.000 por hogar.
Este valor se define con base en dos componentes: el costo de una canasta básica de alimentos que garantice una dieta mínima de 2.100 calorías diarias junto a otros bienes y el costo de otros servicios no alimentarios también básicos, como vivienda.
El director del DANE, Juan Daniel Oviedo, explicó que, según la metodología de la entidad, un hogar se clasifica como pobre si sus fuentes de ingresos sumadas (salarios, rentas, pensiones, etc.) y divididas entre el número de miembros (padres, hijos, abuelos, que viven de ese presupuesto) es inferior a $327.000, y como pobre extremo si esa cifra es menor a $135.000.
Sin embargo, dicho valor también varía de ciudad a ciudad. En Bogotá, por ejemplo, la línea de pobreza es de $455.000 per capita y la de pobreza extrema es de $178.000; mientras que en Valledupar son de $332.030 y $136.608, respectivamente.