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Su historia ya es conocida: es el tercero de seis hijos. Nació en Caldas (Antioquia). Sus padres se divorciaron cuando estaba muy pequeño y quedó con su papá. A los trece años se fue de la casa y llegó a Bogotá a buscar a su mamá. Dice, sin rencores, que a su madre no le enseñaron qué era una familia y por eso no le pudo brindar ese amor, así que no convivió mucho con ella. Dejó el colegio en séptimo y se puso a trabajar como vendedor ambulante: lo primero que vendió fueron medias. Después ofrecía desde ropa para bebés hasta piñatas en la plaza de la Mariposa, en San Victorino.
Se sentía frustrado y como escape se fue a prestar servicio militar cuando tenía 19 años. Una tía monja le dijo que terminara el bachillerato. Lo hizo en un año, cuando dejó el alcohol. Esa decisión la define como el punto clave de su vida. Luego, una hermana le recomendó que se inscribiera en el Sena a estudiar diseño de modas. Cuando era pequeño les hacía vestidos a las barbies de sus primas con pañitos, papel regalo o lo que se le ocurriera. Ya sabía coser, aprendió de forma empírica. Se le hacen dos hoyuelos a cada lado de la cara mientras cuenta que ahora le enseña a coser a su mamá, pues cuando la conoció se dio cuenta de que venía de una familia de costureras.
Lo frenaba el estigma de que estudiar diseño inmediatamente lo haría aceptar ante el mundo que era gay. No le importó. Tuvo que dejar de trabajar porque un requisito del Sena era tener disponibilidad de tiempo. Recurrió a su mamá para que lo apoyara y él pudiera estudiar entre semana y trabajar los fines de semana. Funcionó durante tres meses, pero el esposo de su madre lo sacó. Así fue como llegó a Bosa.
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Abrigo morado y pantalón negro en satín, correas utilizadas en las maletas, ganchos grandes y encajes. Una frase en rojo sobresale en una camiseta blanca: “Nos están matando”. Con esa ropa de la colección TRASHiON, inspirada en las marchas estudiantiles y los asesinatos de los líderes sociales, fueron exhibidos sus diseños en la Semana de la Moda de Nueva York, en febrero de 2019. “Menos guerra, más libros”, “Educación de calidad”, “No más armas”, se leía en las camisetas de los modelos. Era la tercera pasarela de Christian Colorado en la capital de la moda.
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¿Cree en Dios?
“Sí. Siento que he aprendido mucho de varias religiones y me quedo con lo bueno. No soy ateo porque me pongo a ver cómo era mi vida antes y lo que me ha pasado ahora y solo me puedo decir: si esto no es Dios, no sé lo que sea. Tengo una tía que es monja y es la que me guía. Si Dios existe, te envía una versión más pequeña de él y yo siento que es ella. La que me dijo que yo iba a ser diseñador”.
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La casa era de dos pisos sin acabados. Por dentro estaba pintada de color durazno. Compartía baño con una señora que vivía a su lado. Y en el otro residía una familia. Las calles estaban sin pavimentar y al frente había una cancha de tejo. Era un inquilinato en Bosa El Recreo, uno de los barrios de la localidad. En el Sena tenía un grupo de nueve compañeros, de quienes habla con orgullo.
Cuando terminó de estudiar en el Sena no se sentía preparado para lanzarse a la agresiva industria de la moda. Así que empezó a trabajar con diseñadores que lo inspiraran, que fueran lo que él quería llegar a ser.
“Christian Colorado demuestra que las reglas deben ser sueños e igualdad para todos. En vez de ser el gran diseñador, y de que no era el estudiante estrella, no por no tener talento, sino porque no era el estudiante rígido que entregaba todo perfecto, es el que tiene el talento innato, con contrastes, caídas y levantadas. Siento que el gran poder de Christian es ser un referente social. Comprueba y demuestra que los sueños se cumplen, que sí hay un camino y que las adversidades se usan en pro del crecimiento. A pesar de que muchos te digan que no, que no puedes, que no perteneces al contexto que hace esto, él demuestra que sí se puede y permite que otros lo puedan lograr”, lo describe Natalia Ochoa, profesora del diseñador en el Sena y directora de The Bosa York Dream.
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Estuvo viviendo un tiempo en Medellín, como asistente de un diseñador. Volvieron la frustración y las preguntas sobre quién era y qué estaba haciendo con su vida. Se devolvió a Bogotá y empezó a trabajar independientemente. Le pedían vestidos a la medida con diseños inspirados en los de Carolina Herrera. En 2015 la vida de Colorado cambió.
Ese año subió a su cuenta de Instagram fotos de su colección. Poco después, las personas que hacen el styling de Maluma lo contactaron para que lo vistiera para unas fotos, y gracias a ese empujón su marca Christian Colorado empezó a posicionarse. Estuvo en Colombiamoda, en Medellín, y BCapital, en Bogotá, y lo invitaron a la Semana de la Moda de El Salvador. Era la primera vez que salía del país. Una semana antes de irse para El Salvador lo buscaron de Nickelodeon para que hiciera una colección inspirada en Bob Esponja, el personaje animado del que también es fan. En octubre de 2017 le llegó una invitación para participar en la Semana de la Moda de Nueva York.
¿Cómo surgió la idea de la camiseta con las palabras “Nueva York-París-Bosa”?
“Me daba mucha risa porque uno siempre ve esos bolsos que dicen: Milán-Tokio-París. Mis compañeros me decían que mi nombre sonaba a diseñador. Y dije: soy Christian Colorado. Nueva York-París-Bosa. Así nació la camiseta. A la gente le encanta porque pone a Bosa en el mismo nivel que las capitales de la moda. En esa localidad encuentras un lenguaje auténtico, y me representa”.
La gente que compró la camiseta les preguntaba si lo habían logrado, cómo había sido, y muchos se fidelizaron con el producto y sus diferentes diseños. Ahora la compran para ponérsela al momento de cumplir un sueño, por ejemplo conocer la torre Eiffel, en París. La camiseta es un símbolo, y Bosa, un concepto.
En The Bosa York Dream participan egresados del Sena, desde las personas que ayudan a Christian a coser y preparar sus colecciones hasta el joven que estampa las camisetas que han llegado a muchos lugares del mundo. El proyecto ha generado empleo y permite que Christian dicte conferencias sobre cómo emprender y sobre su vida. Siente que su misión es inspirar a otros. Lo quiere internacionalizar. Se ríe contando que hace poco iba caminando por la calle cuando un carro se le paró al frente, una señora le dijo: ‘Señor Colorado, lo vi en televisión. Venga me da la mano, felicitaciones”. No sabe qué decir y solo sonríe.
“Christian Colorado es una persona feliz, exitosa en lo que hace en estos momentos, aporta un granito de arena para el cambio en la sociedad y está tratando de reducir las brechas en su profesión. Veo una persona plena y soñadora”, así se definió el diseñor. Cuando se mira al espejo siente que el niño de ojos negros y brillantes que creció rápido, volvió.