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De cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, el debate de estas semanas parece centrarse en las personalidades de los candidatos, los apoyos a los bloques tradicionales y las controversias sobre el voto en blanco. Pero más allá de estos temas coyunturales, desde el punto de vista económico se están discutiendo dos modelos de capitalismo. Sí, aunque para los más radicales parezca extraño, en casi todo el planeta la izquierda y la derecha juegan dentro del capitalismo.
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Claro, hay diferencias sustanciales entre estos polos, que pasan por la política fiscal, la distribución y límites del mercado, sobre todo en temas álgidos como educación y derechos sociales.
Es alrededor de estos puntos en donde hay una discusión teórica sobre cuál es la variedad de capitalismo que se requiere ante los retos del país. Al respecto hay diferentes perspectivas teóricas.
Si se les preguntara a influyentes economistas por su apoyo a las plataformas económicas de los candidatos, sus respuestas serían disímiles, pues no hay una única teoría en economía. Por un lado, figuras como Joseph Stiglitz, de la Universidad de Columbia (nobel 2001), o Thomas Piketty, del EHESS-PSE en Francia, mostrarían un claro apoyo por Gustavo Petro. De hecho, Piketty ya lo hizo público en redes sociales.
Por otra parte, importantes economistas como Gregory Mankiw, de Harvard (famoso por los libros de texto para los cursos de economía), o Thomas Sargent (nobel 2010) se inclinarían mas hacia las posturas económicas de Iván Duque.
Vale la pena anotar que ninguno de los economistas nombrados cree en la planificación central ni en el retorno a la URSS, y tampoco son enemigos de la propiedad privada. Básicamente, lo que los diferencia son posturas encontradas sobre la austeridad fiscal, la política tributaria, los derechos sociales, la redistribución y los alcances del mercado.
Tanto para Stiglitz como para Piketty, los altos niveles de desigualdad dentro del capitalismo se convierten en una piedra en el zapato para el estímulo de la demanda interna y la democracia. Esto no implica igualdad absoluta, sino la consolidación de una clase media que crezca a partir de ingresos del trabajo y no bajo los cimientos de arena de los altos niveles deuda. Adicionalmente, estos dos economistas son críticos de la excesiva austeridad fiscal, que no beneficia a todo el conjunto de la sociedad.
Por los lados de Mankiw, su defensa a ultranza del top 1 % de los más ricos, los bajos impuestos para los grandes capitales y la estricta disciplina fiscal es clave para mantener el crecimiento y el orden establecido.
En este marco de análisis, entonces, se pueden revisar varios temas económicos bajo el prisma de las necesidades del país y los enfoques de los dos candidatos.
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Un tema determinante para los próximos cuatro años es la política fiscal, un terreno en el que, ante la crisis del modelo de exportación de materias primas y la amplia dependencia del financiamiento externo, surgen retos para ambos candidatos con el fin de mantener la sostenibilidad de las finanzas públicas sin caer en la prisión de una austeridad excesiva que beneficia a unos pocos.
Bajo el enfoque económico del candidato del Centro Democrático se es más proclive a la austeridad fiscal, a eliminar impuestos a los grandes capitales y profundizar o refinar los esquemas de mercado en sectores como salud o educación para aliviar las cargas fiscales de un sistema que, a ojos de varios observadores (incluyendo el DNP), lleva un pesado lastre por cuenta de subsidios mal distribuidos y poco focalizados en los renglones de población en donde más se necesitan.
En este sentido, no es un mito que Duque sea el candidato más popular entre los mercados financieros, un terreno en el que las señales de excesiva disciplina fiscal y privatizaciones, sin importar sus consecuencias, son recibidas con beneplácito. Más aún cuando Colombia ha estado al borde de perder el grado de inversión ante las calificadoras de riesgo y los niveles de deuda sobre PIB alcanzaron máximos históricos.
Por los lados del candidato de la Colombia Humana, su equipo es consciente de que hay limitaciones fiscales y que la dependencia de la financiación externa es un gran obstáculo en este punto. Sin embargo, parece que su apuesta es dar cierto grado de flexibilidad a la regla fiscal sin afectar la sostenibilidad de las finanzas públicas. Este es un fino equilibrio en el que se debe tener gran responsabilidad y estrategia para evitar fuertes castigos de los mercados y resultados negativos.
La propuesta de Petro de reducir el IVA al 16 % de forma progresiva no es completamente descabellada si se parte de un enfoque de reactivar la demanda interna junto con menores impuestos para las pymes, pero esto requiere, necesariamente, de un esquema tributario progresivo para los grandes capitales, tarea que se hace normalmente para balancear las finanzas públicas en muchos países del Norte.
Ahora, es importante aclarar que flexibilizar la regla fiscal no debe ser interpretado completamente como un signo negativo, pues, de hecho, el mismo comité consultivo de la regla fiscal lo ha hecho prudentemente. Además, la elevación de este mecanismo a nivel constitucional tampoco permite cambios tajantes que deban temer los mercados.
Uno de los grandes retos de Petro consiste en ser capaz de enviar un mensaje de responsabilidad macroeconómica en política fiscal, en el que, más allá de la austeridad, prime la parsimonia en el gasto. En otras palabras, tener un criterio de sostenibilidad fiscal que no sacrifique bienes públicos estratégicos, sino más bien una redistribución de algunos rubros en las finanzas públicas.
Mas allá de hablar de una austeridad inteligente, una nueva etapa debería plantear una redistribución inteligente del gasto con una tributación justa. Muchos países lo han logrado y siguen siendo vistos con buenos ojos por los mercados.
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Lo que está en juego son dos modelos, dos enfoques de ver la economía dentro del capitalismo. Independientemente de cuál sea el candidato ganador en la segunda vuelta, lo que resulta claro es que hay necesidades en materia de política fiscal y las acciones que se tomen en este aspecto (bien sean las que han primado en las pasadas décadas o nuevos enfoques) tendrán un profundo impacto en la redistribución de los ingresos y la estimulación de la demanda, entre otros aspectos.
* Profesor Escuela de Economía, Universidad Nacional de Colombia.