Economía en tiempos electorales: pensar más allá de los lugares comunes
Si bien hay temas coyunturales, como la inflación, los candidatos deberían proponer más en temas como empleos garantizados, así como tener una amplia conversación en reducción de la pobreza que sobrepase el horizonte de los subsidios y las transferencias condicionadas.
Diego Guevara *
A menos de seis meses de las elecciones presidenciales y a la espera de las consultas de marzo, que definirán a los candidatos que quedan en el partidor final para mayo, las discusiones entre los precandidatos en materia económica han recorrido lugares comunes.
Ahora bien, no se puede negar que temas fundamentales como la dependencia minero-energética y la transición hacia una economía baja en carbono, que hace algunos años quedaban en el patio trasero ante las coyunturas locales del conflicto y la paz, hoy han marcado una parte importante de la agenda. Por otro lado, la coyuntura macroeconómica de la inflación global ha suscitado algún debate en lo relativo al aumento del salario mínimo.
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Pero más allá de estos temas de moda, lo cierto es que la agenda económica debería ser central en las decisiones de los electores: las elecciones no deberían orbitar exclusivamente alrededor de la seguridad, temática que ha dominado las inclinaciones de los votantes colombianos en buena parte del siglo XXI.
Hoy hay temas que deberían ser centrales en las agendas de las campañas presidenciales, como el empleo, la desigualdad, la pobreza, la informalidad digital y el peso de la deuda. Sin embargo, muchos de estos temas parecen pasar de agache en los discursos de los presidenciables, quizá por su complejidad, pero también porque antes de marzo pocos quieren gastar toda su artillería.
Para nadie es un secreto que, con el nivel de dos cifras del desempleo colombiano, que se catapultó con la pandemia, hoy muchos connacionales están formando una nueva e invisible ola de migración o migración temporal a países centrales.
Cada vez es más común que miles de colombianos viajen a Estados Unidos o a Europa por el tiempo de permanencia legal que dan las visas o los permisos de estadía corta para trabajar de manera irregular y retornar al país con divisas apreciadas ante el peso, como el dólar o el euro.
Lea también: Propuestas para una nueva reforma tributaria
Hoy para nadie es un secreto que las remesas son muy importantes para la economía local y si bien en muchas de estas cifras se camuflan dineros ilícitos, una gran parte son los flujos del trabajo de colombianos que emigran de manera temporal o definitiva. Este escenario es solo un ejemplo del drama del desempleo local que debe tener mayor discusión en la agenda local.
Si bien la Misión de Empleo, que publicó sus resultados recientemente, presenta elementos interesantes como la pensión universal, su espíritu no se despega de las recomendaciones sobre flexibilidad laboral que por años han dado los tanques de pensamiento cercanos a los gremios y a la ortodoxia económica, y que poco o nada han aportado. Hoy, después de la crisis de la pandemia, los candidatos deberían estar discutiendo propuestas de empleador de última instancia y trabajo público garantizado.
Por otro lado, cualquier propuesta de ampliación de cobertura en educación superior, que puede ir de los créditos educativos a la educación gratuita y universal (según la perspectiva ideológica del candidato), debería venir acompañada de programas de primeros empleos garantizados que permitan una transición más amortiguada de los jóvenes al adverso mercado laboral colombiano. No tiene sentido que miles de jóvenes que han tenido educación superior pública o privada terminen sepultando sus habilidades en call centers o aplicaciones de la economía digital con trabajos precarios.
Y acá viene un segundo punto clave que debería empezar a tomar vuelo y es el de la economía de las TIC (tecnología de la información y la comunicación), en donde un número creciente de colombianos mueve sus emprendimientos digitales de manera informal, ya sea en tiendas virtuales de redes sociales o a través de ventas de servicios o contenidos al exterior mediante diferentes plataformas. Eso sin contar, por el lado formal, las diferentes empresas que hoy desde el país tratan de vender software y servicios al resto del mundo.
La economía de las TIC va más allá de la ilusión que se vendió con la economía naranja y es un sector de la producción que se debe tratar con mayor seriedad y que, a la vez, requiere mayores ojos del regulador en términos de tributación y formalidad.
Finalmente, hoy pocos candidatos tienen propuestas concretas para retomar la senda descendente de las cifras de pobreza, que se han perdido en el último lustro. Las transferencias condicionadas han sido una herramienta clave para la lucha contra la pobreza, que se ha extendido por más de una década, pero hay que mirar propuestas basadas en la creación de empleos y una visión más activa del Estado en facilitar la creación de puestos de trabajo que permitan, en la próxima década, el marchitamiento de los subsidios condicionados.
Lea también: ¿Cómo generará mejores empleos el próximo Gobierno?
Cifras de pobreza nunca vistas, pero que se camuflan en la desigualdad espacial de las grandes urbes y la Colombia rural, deben ser temas centrales en los que aún falta mucho.
No es fácil traer ideas nuevas cuando el déficit fiscal y el de cuenta corriente del país pondrán contra las cuerdas al Gobierno que llegue, sin importar su visión de la economía. Pero si se rompen dogmas y se buscan alianzas regionales y dinámicas de fortalecimiento del consumo y la producción interna, se pueden tener cambios marginales que aporten a mejorar las condiciones de miles de colombianos en una economía globalizada en la que cada vez más las agendas económicas no están sujetas a la democracia de los votantes, sino a las tensiones y presiones de los grandes capitales financieros.
* Profesor de la U. Nacional de Colombia. / @diegoguevaro
A menos de seis meses de las elecciones presidenciales y a la espera de las consultas de marzo, que definirán a los candidatos que quedan en el partidor final para mayo, las discusiones entre los precandidatos en materia económica han recorrido lugares comunes.
Ahora bien, no se puede negar que temas fundamentales como la dependencia minero-energética y la transición hacia una economía baja en carbono, que hace algunos años quedaban en el patio trasero ante las coyunturas locales del conflicto y la paz, hoy han marcado una parte importante de la agenda. Por otro lado, la coyuntura macroeconómica de la inflación global ha suscitado algún debate en lo relativo al aumento del salario mínimo.
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Pero más allá de estos temas de moda, lo cierto es que la agenda económica debería ser central en las decisiones de los electores: las elecciones no deberían orbitar exclusivamente alrededor de la seguridad, temática que ha dominado las inclinaciones de los votantes colombianos en buena parte del siglo XXI.
Hoy hay temas que deberían ser centrales en las agendas de las campañas presidenciales, como el empleo, la desigualdad, la pobreza, la informalidad digital y el peso de la deuda. Sin embargo, muchos de estos temas parecen pasar de agache en los discursos de los presidenciables, quizá por su complejidad, pero también porque antes de marzo pocos quieren gastar toda su artillería.
Para nadie es un secreto que, con el nivel de dos cifras del desempleo colombiano, que se catapultó con la pandemia, hoy muchos connacionales están formando una nueva e invisible ola de migración o migración temporal a países centrales.
Cada vez es más común que miles de colombianos viajen a Estados Unidos o a Europa por el tiempo de permanencia legal que dan las visas o los permisos de estadía corta para trabajar de manera irregular y retornar al país con divisas apreciadas ante el peso, como el dólar o el euro.
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Hoy para nadie es un secreto que las remesas son muy importantes para la economía local y si bien en muchas de estas cifras se camuflan dineros ilícitos, una gran parte son los flujos del trabajo de colombianos que emigran de manera temporal o definitiva. Este escenario es solo un ejemplo del drama del desempleo local que debe tener mayor discusión en la agenda local.
Si bien la Misión de Empleo, que publicó sus resultados recientemente, presenta elementos interesantes como la pensión universal, su espíritu no se despega de las recomendaciones sobre flexibilidad laboral que por años han dado los tanques de pensamiento cercanos a los gremios y a la ortodoxia económica, y que poco o nada han aportado. Hoy, después de la crisis de la pandemia, los candidatos deberían estar discutiendo propuestas de empleador de última instancia y trabajo público garantizado.
Por otro lado, cualquier propuesta de ampliación de cobertura en educación superior, que puede ir de los créditos educativos a la educación gratuita y universal (según la perspectiva ideológica del candidato), debería venir acompañada de programas de primeros empleos garantizados que permitan una transición más amortiguada de los jóvenes al adverso mercado laboral colombiano. No tiene sentido que miles de jóvenes que han tenido educación superior pública o privada terminen sepultando sus habilidades en call centers o aplicaciones de la economía digital con trabajos precarios.
Y acá viene un segundo punto clave que debería empezar a tomar vuelo y es el de la economía de las TIC (tecnología de la información y la comunicación), en donde un número creciente de colombianos mueve sus emprendimientos digitales de manera informal, ya sea en tiendas virtuales de redes sociales o a través de ventas de servicios o contenidos al exterior mediante diferentes plataformas. Eso sin contar, por el lado formal, las diferentes empresas que hoy desde el país tratan de vender software y servicios al resto del mundo.
La economía de las TIC va más allá de la ilusión que se vendió con la economía naranja y es un sector de la producción que se debe tratar con mayor seriedad y que, a la vez, requiere mayores ojos del regulador en términos de tributación y formalidad.
Finalmente, hoy pocos candidatos tienen propuestas concretas para retomar la senda descendente de las cifras de pobreza, que se han perdido en el último lustro. Las transferencias condicionadas han sido una herramienta clave para la lucha contra la pobreza, que se ha extendido por más de una década, pero hay que mirar propuestas basadas en la creación de empleos y una visión más activa del Estado en facilitar la creación de puestos de trabajo que permitan, en la próxima década, el marchitamiento de los subsidios condicionados.
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Cifras de pobreza nunca vistas, pero que se camuflan en la desigualdad espacial de las grandes urbes y la Colombia rural, deben ser temas centrales en los que aún falta mucho.
No es fácil traer ideas nuevas cuando el déficit fiscal y el de cuenta corriente del país pondrán contra las cuerdas al Gobierno que llegue, sin importar su visión de la economía. Pero si se rompen dogmas y se buscan alianzas regionales y dinámicas de fortalecimiento del consumo y la producción interna, se pueden tener cambios marginales que aporten a mejorar las condiciones de miles de colombianos en una economía globalizada en la que cada vez más las agendas económicas no están sujetas a la democracia de los votantes, sino a las tensiones y presiones de los grandes capitales financieros.
* Profesor de la U. Nacional de Colombia. / @diegoguevaro