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Parece que cada burbuja de activos tiene una anécdota famosa de alguien que afirma, estando en la cima, que un colapso es imposible. En la burbuja del mercado de valores que condujo a la Gran Depresión, fue el economista Irving Fisher, quien declaró en el New York Times que las acciones "han alcanzado lo que parece una meseta permanentemente alta" unos días antes de un colapso que haría que las acciones perdieran el 89 % de su valor.
En 2007 y 2008, muchas declaraciones optimistas del actual director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, resultaron ser desastrosamente erróneas. En la gran burbuja del bitcoin de finales de 2017, el honor es para John McAfee, fundador de la compañía de seguridad informática McAfee LLC, y apasionado evangelizador de las criptomonedas. El 7 de diciembre de 2017, escribió:
Unos días después, el precio del bitcoin alcanzó brevemente los US$19.511, antes de que comenzara una caída épica que haría que la criptomoneda original perdiera aproximadamente el 82 % de ese valor al momento de escribir esta columna.
Además, vale la pena señalar que incluso si se han aferrado a todos sus bitcoins (en inglés algunos lo llaman "HODLed"), los primeros inversores han salido adelante en la última burbuja; el precio actual, aunque increíblemente por debajo del nivel máximo, sigue siendo más del triple de lo que era cuando comenzó el 2017. Y si vendieron algunas de sus tenencias en o cerca del nivel máximo, como muchos dicen haber hecho, están en una mejor condición financiera.
Pero para los inversores ordinarios, que no tienden a entrar en la etapa inicial en nuevas tecnologías potencialmente revolucionarias o a tener la inteligencia o la suerte de acertarle a los tiempos del mercado, la burbuja del bitcoin debería servir como una experiencia de aprendizaje. La lección más importante es: las burbujas financieras son reales, y harán que los ahorros de tu vida desaparezcan si no tienes cuidado.
Formalmente, una burbuja de activos es sólo un rápido aumento y una abrupta caída de los precios. Los defensores de la teoría del mercado eficiente argumentan que estos movimientos de precios se basan en cambios en las creencias de los inversores sobre el verdadero valor de un activo. Pero es difícil identificar una razón por la que cualquier inversor racional hubiera modificado tan abruptamente su evaluación del poder de ganancias a largo plazo de las empresas en 1929, o de la viabilidad a largo plazo de las empresas de puntocom en el año 2000, o del valor a largo plazo de las viviendas en 2007.
Del mismo modo, no había ninguna razón obvia por la que tuviera sentido que el mundo creyera que el bitcoin era la moneda del futuro el 17 de diciembre de 2017, sino que pensarlo era una quinta parte menos probable que hoy en día. El bitcoin no fue eclipsado por un competidor, ya que las principales criptomonedas alternativas tuvieron caídas de precios aún mayores. Los reguladores tampoco han tomado medidas enérgicas contra el bitcoin; de hecho, la estructura reguladora se ha adaptado bastante a la tecnología. Tampoco han surgido fallos tecnológicos críticos: sí, la red bitcoin ha registrado congestión, pero este problema se había previsto mucho antes del colapso.
En cambio, parece abrumadoramente probable que el espectacular ascenso y caída del bitcoin se debiera no a un optimismo racional seguido de un pesimismo sensato, sino a algún tipo de irracionalidad colectiva del mercado, una combinación de comportamiento de manada, especulación inescrupulosa y la entrada en el mercado de un gran número de nuevos inversores mal informados.
Fue este último tipo de inversor el que salió más perjudicado. Son muchas las historias de horror sobre personas de todo el mundo que volcaron sus modestos ahorros de toda una vida a lo que parecía una apuesta segura, sólo para verla desvanecerse, una parte hacia los bolsillos de la aristocracia de los primeros inversores de bitcoins, y la otra, haciéndose humo.
¿Cómo pueden los inversores promedio evitar este destino? Las burbujas son extremadamente difíciles de detectar; si fuera fácil, no existirían en primer lugar. Pero hay dos estrategias importantes que los inversores pueden usar para limitar su riesgo.
Primero, comprender que no existe tal cosa como una apuesta segura. La optimista historia del bitcoin, repetida a menudo por el ejército de evangelizadores en línea fanáticos de la criptomoneda, era que el bitcoin iba a reemplazar al dinero fiduciario estándar como la principal moneda mundial. Pero esa historia siempre tuvo grandes vacíos. El hecho que sea un activo con alta volatilidad y altos rendimientos esperados a largo plazo hacen que la moneda sea mala, ya que la volatilidad a corto plazo la hace menos útil para hacer pagos; notará que nadie compra pizzas con lingotes de oro o acciones de Apple. En segundo lugar, la criptomoneda es una nueva tecnología impresionante, pero existen importantes limitaciones tecnológicas relacionadas con la seguridad y el uso que aún no se han superado.
Dado que nada es una apuesta segura, los inversores regulares deben mantenerse diversificados. Está bien poner un poco de tus ahorros en algo como los bitcoins, por si el precio sube mucho, pero que no sea una parte tan grande. El dolor potencial de un colapso debe ser mucho mayor que el miedo a perderse una oportunidad. Yo mismo perdí dinero en el colapso del bitcoin (todavía tengo mis bitcoins y no los he vendido). Simplemente no perdí demasiado, porque sólo invertí una parte muy pequeña de mis activos.
Al final, la burbuja del bitcoin puede haber sido algo beneficioso para la sociedad. La cantidad total de riqueza involucrada –unos cuantos cientos de miles de millones de dólares, repartidos por todo el mundo– era pequeña en comparación con la burbuja inmobiliaria de la década del 2000 o la burbuja de las puntocom de la década de 1990, lo que significa que el impacto será limitado. Y la experiencia de una burbuja financiera tan clásica y perfecta puede ser suficiente para enseñar a la generación de los millennials lo que sus antepasados aprendieron mucho más dolorosamente: si algo parece demasiado bueno para ser verdad, normalmente lo es.