El “boom” de las baterías podría ser la próxima revolución energética

Los carros eléctricos son uno de los motores de un engranaje en el que participan mineras, fabricantes de automotores y empresas de tecnología.

Santiago La Rotta.
15 de agosto de 2017 - 03:00 a. m.
 Litio procesado, proveniente de una mina en Australia. / Bloomberg
Litio procesado, proveniente de una mina en Australia. / Bloomberg
Foto: Bloomberg - Carla Gottgens
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Baterías para carros eléctricos, celulares y computadores, así como para operaciones industriales, son algunos de los segmentos que están empujando un sector que podría duplicar su tamaño a escala global en menos de cinco años. (Lea "Nueva generación de baterías impulsaría naves espaciales y autos")

La fabricación de baterías (principalmente de ion de litio) es apenas la punta del iceberg en un movimiento industrial que bien podría redefinir el panorama de generación de energía, así como la explotación de minerales como el propio litio, pero también de cobalto, cobre grafito, aluminio, níquel o manganeso.

Por ejemplo, Tesla anunció recientemente la creación de una megafábrica de baterías en Nevada (EE.UU.), que contará con una producción de 25 gigavatios/hora. A los pocos días, la empresa alemana Terra E Holding GmbH subió las apuestas al revelar un proyecto para una nueva instalación en Europa que superaría en nueve gigavatios/hora la meta fijada por Tesla.

Estas son apenas dos de las noticias que tienen a grandes compañías de explotación de recursos fósiles pensando en un lucrativo futuro del lado de energías más limpias.

Hace un par de semanas, Ivan Glasenberg, CEO de Glencore (el mayor exportador de carbón del mundo y uno de los más grandes productores de cobalto), se refirió al tema al decir que “parece que va a ser el área de gran crecimiento, sin duda. Es un área a la que la gente tiene que ingresar definitivamente”.

La paradoja más evidente acá es que buena parte de las expectativas e inversiones de las grandes mineras interesadas en este mercado están del lado de los carros eléctricos, que a su vez absorberán una gran porción de las baterías fabricadas por compañías como Tesla y Terra E.

Se calcula que, en promedio, un carro eléctrico tiene tres veces más cobre que uno con motor de combustión interna. Buena parte de esta diferencia está en la batería, que concentra 38 kilogramos de este metal, así como 11 kilogramos de cobalto y de níquel.

El panorama de los autos eléctricos hoy cuenta con un amplio abanico de participantes, desde las marcas de lujo, hasta modelos de segmento medio. Por ejemplo, el pasado julio, Volvo anunció que todos sus vehículos serán eléctricos desde 2019. En apenas tres años, las ventas de este tipo de carros se han triplicado: en el mundo ruedan más de dos millones de estos dispositivos y sólo en 2016 se vendieron 750.000 unidades, de acuerdo con datos de la Agencia Internacional de Energía.

La expectativa y esperanza que genera este panorama también se ha visto reflejada en la cotización de las materias primas que alimentarán esta suerte de revolución energética. En la Bolsa de Metales de Londres el cobalto ha registrado un alza de 70 % durante el año (frente a 37 % registrado en 2016), mientras que el cobre ha experimentado una subida de 14 %, según datos compilados por Bloomberg.

Ahora, el boom de las baterías eléctricas no sólo está vinculado a la industria automotriz, sino también a la generación de energía en redes con fuentes alternativas, como viento o luz solar.

La idea es que estos dispositivos ayuden a normalizar el flujo eléctrico cuando las plantas eólicas o solares no estén produciendo lo suficiente por razones climáticas o durante mantenimientos programados.

El interés creciente en las baterías impulsa no sólo la producción, sino la investigación de nuevas aleaciones y tecnologías para ampliar la capacidad, pero reduciendo los tiempos de carga de estos dispositivos.

Se trata de una suerte de unicornio industrial que bien podría manifestarse bajo la forma de baterías de estado sólido de iones de litio. En pocas palabras, este desarrollo prescinde de los electrolitos líquidos presentes en celulares y tabletas para reemplazarlos, como su nombre lo dice, con un material sólido.

Esto reduce en gran parte el riesgo de fuego en las baterías y mejora su desempeño en bajas temperaturas, aunque también presenta problemas de conductividad en la corriente eléctrica. Pero la tecnología promete, al menos lo suficiente para que empresas como Honda y Toyota se encuentren fabricando prototipos.

Ahora, el crecimiento en la producción de baterías también trae enormes retos industriales en el reciclaje de estos minerales, así como la mejora en las prácticas de extracción. Se estima que un teléfono celular está compuesto en 40 % por metales. Del total de elementos que hay en este dispositivo, más de 20 % no son reaprovechados en las plantas de reciclaje.

Según un informe de 2016 de Amnistía Internacional, al menos 40.000 niños trabajan en las minas de la República Democrática del Congo, de donde sale 50 % del cobalto del mundo. Este material termina alimentando la cadena de producción de grandes fabricantes de tecnología.

Por Santiago La Rotta.

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