El buen negocio de impulsar una economía verde
Las decisiones de la administración Biden en EE. UU. sobre cambio climático son un impulso para el mercado global de tecnologías limpias, que hoy cuenta con apuestas en renglones como baterías y autos eléctricos, así como promesas futuras en asuntos como el hidrógeno verde.
Santiago La Rotta
La decisión de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, de regresar al Acuerdo de París marca un momento de necesaria esperanza en el escenario climático del planeta, por un lado. Por el otro, también se convierte en un impulso para la industria de las energías limpias en una variedad de renglones, que van desde producción y almacenamiento de electricidad, pasando por transporte, hasta opciones de alimentación para industrias pesadas, como acero y cemento, entre otras.
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La decisión de Joe Biden, presidente de Estados Unidos, de regresar al Acuerdo de París marca un momento de necesaria esperanza en el escenario climático del planeta, por un lado. Por el otro, también se convierte en un impulso para la industria de las energías limpias en una variedad de renglones, que van desde producción y almacenamiento de electricidad, pasando por transporte, hasta opciones de alimentación para industrias pesadas, como acero y cemento, entre otras.
Además de volverse a subir al bus del Acuerdo de París (el marco global de acciones que pretende evitar un incremento en la temperatura del planeta en más de 1,5 grados, entre otras metas), el gobierno Biden pretende impulsar un plan de inversión en tecnologías limpias por unos US$2 billones.
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La administración Biden ha enmarcado esta propuesta no solo como un plan de acción en el terreno del cambio climático, sino en el de la reactivación económica partiendo de la premisa que invertir en tecnologías limpias es un buen negocio en términos económicos y geopolíticos.
Para hacerse una idea, las proyecciones más recientes de la unidad de análisis climático de Bloomberg (conocida como NEF) estima que para 2050 el mundo invertirá poco más de US$15 billones en nuevas instalaciones para generar energía; de este monto, unos US$11 billones (73 %) irán destinados a energías renovables (US$5,9 billones para eólica y US$4,2 billones para solar). El 45 % de este nuevo capital se concentrará en la región Asia Pacífico y de este porcentaje 72 % se repartirá entre India y China.
La paradoja china
Hasta hoy China representa el mayor inversionista, productor y consumidor de tecnologías limpias de generación de energía: se calcula que dos de cada tres turbinas eólicas y paneles solares que se fabrican en el mundo se instalan en este país.
Se estima que, aproximadamente, la mitad de los más de siete millones de vehículos eléctricos que ruedan en el mundo lo hacen por carreteras y calles chinas y que casi el 100 % de los buses eléctricos operan en este país, de acuerdo con cálculos de la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla en inglés).
Al mismo tiempo, este es el país más contaminante del planeta (lugar que le arrebató a Estados Unidos desde 2007) y quema más carbón que el resto del mundo combinado. Para ponerlo en perspectiva, China está construyendo nuevas termoeléctricas de carbón que producirán más energía con este combustible que la capacidad instalada actual que tienen Estados Unidos y China en este renglón.
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El carbón ha sido una de las fuentes que más ha impulsado el llamado milagro económico chino, un término que engloba asuntos como el crecimiento por cuatro del PIB en una década o la quintuplicación de las exportaciones en 10 años. La ONU estima que en casi 20 años (1990-2008) China logró que al menos 500 millones de sus ciudadanos salieran de la pobreza extrema.
Gracias al milagro económico chino, el habitante promedio de Shanghái posee hoy en día dos aparatos de aire acondicionado en su hogar y cerca de 1,5 computadores. En Beijing, los números prepandemia mostraban que cada mes se registraba la entrada de más de 20.000 carros y unas 37 ciudades chinas se encontraban expandiendo sus líneas de metro o de trenes de alta velocidad. Este último método de transporte ya cubre 700 ciudades y su expansión es tan rápida, que está consumiendo herramientas y partes especializadas al mismo ritmo que lo hacen los mercados europeos y estadounidense combinados, según cálculos del diario “The New York Times”.
Esta revolución económica seguirá siendo impulsada por carbón, pero ya está funcionando en una buena medida mediante tecnologías limpias, que no solo serán desarrolladas para el mercado local, sino que buscan convertirse en una nueva punta de lanza para el mayor exportador de mercancías del planeta, según una clasificación de la Organización Mundial del Comercio.
A pesar de su enorme pasivo ambiental, la dirigencia china se ha planteado la meta de llegar a su pico de emisiones antes de 2030 y tener una economía neutral en carbón para 2060. Buena parte de este camino lo recorrerá a punta de paneles solares, turbinas eólicas, baterías eléctricas y, según proyecciones de analistas, hidrógeno verde.
Dos de los cuatro jugadores más grandes en el mercado de las baterías de iones de litio en el mundo son chinos (CATL y BYD, que también es el fabricante más grande de carros eléctricos).
La visión Biden
Hace apenas una semana, unos 150 líderes empresariales, académicos y de organizaciones climáticas le insistieron al presidente Biden que invertir en contrarrestar el cambio climático implica crear nuevos puestos de trabajo. “La crisis climática presenta retos enormes, pero también es la mejor oportunidad económica para impulsar la innovación, la creación de nuevas empresas y puestos de trabajo en nuestras comunidades”. Los firmantes de la comunicación incluyen a Jeff Bezos, fundador de Amazon; la cabeza de Ford, Bill Ford, o el CEO de Salesforce, Marc Benioff.
Biden espera crear al menos un millón de empleos en la industria automotriz, relacionados exclusivamente con tecnologías de electrificación. También busca que la generación de energía en el país esté libre de carbón para 2035 y que las ciudades con más de 100.000 habitantes cuenten con transporte público con cero emisiones de gases de efecto invernadero.
Asimismo, busca hacerles competencia a otros países en la investigación de nuevas formas de energía, que incluyen el hidrógeno verde. El Departamento de Energía de ese país está invirtiendo al menos US$100 millones en investigación sobre este tema.
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Este elemento representa una oportunidad en creación y almacenamiento de energía, aunque sus efectos y bondades puede que no repercutan, sino en el mediano o largo plazo, pues todo el proceso continúa siendo muy costoso.
Sin embargo, esta tecnología podría tener un impacto tremendo en sectores que han sido prácticamente impermeables a la descarbonización, como la fabricación de acero, cemento y químicos, entre otras industrias pesadas, que consumen vastas cantidades de energía, bien sea bajo la forma de electricidad o calor.
“Hay una tremenda oportunidad para que la generación baja en carbono ayude a descarbonizar el transporte y la industria a través de electrificación directa e hidrógeno verde”, concluye Seb Henbest, economista jefe de BloombergNEF.