El café silvestre y orgánico que nace de la resiliencia en Anzoátegui, Tolima
Carolina Hurtado es una caficultora emprendedora que se la jugó por el campo a pesar de las dificultades que trajo el conflicto armado a su familia. Esta es su historia y la de su marca: Silvestre.
Bajo la sombra de algunos árboles en Anzoátegui, Tolima, crece un café silvestre que se transformó en la marca y el emprendimiento de una mujer caficultora. Ella es Yeni Carolina Hurtado, la heredera de una tradición familiar relacionada con este grano.
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Bajo la sombra de algunos árboles en Anzoátegui, Tolima, crece un café silvestre que se transformó en la marca y el emprendimiento de una mujer caficultora. Ella es Yeni Carolina Hurtado, la heredera de una tradición familiar relacionada con este grano.
Sus abuelos y padres también cultivaron café: “Siempre estuvimos relacionados con él. Es algo que nos llamaba la atención, es el mundo al que no hemos dejado de pertenecer”, destaca la productora.
El nombre del producto, así como el fruto, es Silvestre. Esto se debe a que los cafetos estaban desde que llegó a la finca en la que vive, se adaptaron al clima. Hurtado comenzó a experimentar, quería hacer algo diferente a lo que ya estaba en el municipio, Anzoátegui. Por eso optó por el proceso natural, que se realiza con toda la cereza y no se despulpa.
La marca existe hace dos años, aunque uno de esos dos años estuvo en el proceso de encontrar la fermentación perfecta. Según la emprendedora, metía los frutos en unas canecas para hacerles fermentaciones anaeróbicas (sin oxígeno) durante determinado período. Ella decidió hacerlo durante 100 horas para sacar un café natural que cumpliera con el perfil que estaba buscando.
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“Es un café muy antiguo, se puede decir que son como los padres de los varietales. Es orgánico y está bajo sombra porque tenemos mucha conservación en la finca”, dice Hurtado.
Además, explica que cuando terminó el proceso evaluaron el perfil de tasa y dio 86 puntos (por encima de 80 se considera de especialidad), lo que fue “muy bueno para dichas características”.
Aunque hace un año encontró la receta deseada, señala que procura mejorar el proceso todos los días y aprender del grano que saca desde la vereda Fierro, en Anzoátegui, el municipio al que llegó tras ser desplazada por la violencia y que hoy es su hogar.
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Una vida más allá de la violencia
Cuando Hurtado tenía cuatro años la guerrilla controlaba el territorio en el que vivía por entonces. “Un día mi madre les abrió la puerta y le tocó hacerles de comer a ellos, porque no había opción. Después se la llevó el Ejército por ser supuestamente colaboradora del grupo al margen de la ley. Nunca entendieron que accedía a lo que pedía la guerrilla porque no había opción”.
Cuenta que una noche, cuando su madre estaba presa, su padre tomó la decisión de dejar la finca cafetera, aunque perdiera la tierra y los años que le dedicó, porque pensó que era lo mejor para sus tres hijos. “Recuerdo que estaba haciendo una borrasca cuando nos fuimos, lo dejamos todo. Caminamos durante ocho horas”, agrega.
El afán de su padre era evitar el reclutamiento forzado de sus dos hijos adolescentes. Su hermano mayor tenía 15 años y la hermana, 13. “Fueron muy buscados porque ya podían cargar con un fusil. Para ese entonces ya tenía cinco años”.
Tiempo después, ya con siete años, su familia se instaló en Anzoátegui, donde empezaron desde cero. Su padre consiguió otra finca pequeña gracias a los negocios que hacía.
“Esa violencia fue dura para nosotros, pero aprendimos de lo que vivimos para salir adelante. Todavía tenemos ese dolor”, afirma la productora. Al final, su hermano se convirtió en chef y su hermana es docente, mientras que ella optó por el campo, por el café y por su “Silvestre”.
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“El campo es una opción”
Para desarrollar la marca tuvo que aprender mucho sobre el mundo cafetero. Florindo Solórzano, su suegro, fue su maestro en este camino, por eso él está en el empaque. “Cuando se separaron mis padres, era muy niña, tenía como 15 años. Después me enamoré y me casé. Fue el señor Florindo el que me enseñó a ser resiliente, fue como un segundo padre para mí. Falleció antes de ver mi marca, pero sé que donde esté se siente orgulloso”.
Hurtado dice que uno de los mejores consejos que le dio Solórzano fue que no se dejara “manejar” por un hombre. Ese mensaje y la insistencia de su madre para que montara su propia empresa fueron pilares importantes para que Silvestre se volviera realidad,
En las cuatro hectáreas de su finca cultiva aguacate, pitaya y cacao porque sabe que es importante tener varias fuentes de ingresos en su empresa rural. El café de su marca lo vende a $50.000 la libra. La productora tiene dos hijas, una de ocho y otra de tres años.
En Colombia hay más de 550.000 familias que cafeteras. Solo en noviembre de 2024 la producción de café en el país fue de 1,76 millones de sacos, la más alta de los últimos 29 años para ese mes.
“La finca es una empresa. Me gustaría ayudar a que las mujeres vean que el campo es una opción y que no nos avergoncemos por ser campesinas y caficultoras. La economía no puede estar a cargo solo de los hombres, nosotras también lo necesitamos y podemos”, sostiene.
A sus 27 años, la emprendedora busca impulsar a más mujeres y sueña en grande. También quiere ayudar a que haya un mayor consumo de productos orgánicos para que las personas “se cuiden más”. Alimentos que no contaminan y que están hechos en una finca en la que hay conservación.
“Además, quiero que Silvestre esté en una subasta y que llegue a otros países del mundo”, concluye Carolina Hurtado.
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