El coronavirus nos confronta como especie humana
El virus encuentra que, en los países donde predomina el trabajo informal, el confinamiento hace que el hambre se convierta en la mayor amenaza para la vida, porque el día que no se vende no se come.
César Giraldo*
Con la pandemia del coronavirus el capitalismo se detiene, y los mercados financieros se aterrorizan porque la máquina de extracción de rentas empieza a atascarse. Para el virus los mercados no existen, simplemente somos seres vivos sobre los cuales puede reproducirse. Se trata de un proceso natural, que ha existido desde que florece la vida en la tierra.
La explicación de la crisis se encuentra en las instituciones humanas que constituyen el tejido de la sociedad por la cual circula el virus. Si bien se trata de una pandemia universal, los dispositivos para enfrentarla son nacionales, y por eso las consecuencias varían de país a país. Los sistemas de atención sanitaria tienen capacidad de respuesta distinta y las condiciones sociodemográficas sobre los que actúan son diferentes. En unos casos los grados de pobreza y malnutrición son mayores lo que hace que el virus se ensañe con los más deprimidos, en otros, la población de tercera edad es más abundante y sufre con mayor rigor las consecuencias de la infección.
Los países cierran las fronteras cuando para el virus no existen fronteras. Los países centrales concentran los recursos biomédicos, y si bien el virus comenzó su recorrido por allí, ahora se está extendiendo hacia las regiones periféricas. El virus no conoce de diferencias de clases sociales, género, etnia, o color de piel. Las diferencias están en los países donde se han privatizado las instituciones sociales, lo que ha producido sistemas de salud tercerizados, donde los prestadores tienen baja capacidad de respuesta institucional porque trabajan bajo de lógica de minimizar los costos para aumentar la ganancia de los aseguradores, donde los profesionales están precarizados y reciben poca protección, y donde la salud pública está reducida a la mínima expresión, porque un asegurador paga por evento, no por prevenir.
El virus encuentra que, en los países donde predomina el trabajo informal, el confinamiento hace que el hambre se convierta en la mayor amenaza para la vida, porque el día que no se vende no se come. Y es que la vida está por encima del mercado. El virus ataca a la humanidad. Siempre ha sido así. No es el primer virus ni será el último. Lo que ha cambiado es la organización social, económica y política: la globalización, el mercado, la privatización de las instituciones que proveen los bienes sociales.
Lea: Colombia en cuidados intensivos
Las pandemias están relacionadas con la globalización, es lo que muestra la historia, y dado el contexto social, político y económico, pueden acelerar cambios profundos. Los imperios de la antigüedad repartieron las pestes por el mundo que conquistaron. Desde la "peste de Atenas" en el siglo V a.c., la cual se desató con el hacinamiento de los refugiados que arribaron a dicha ciudad cuando fue asediada por Esparta, lo que produjo profundos cambios en el mundo helénico, hasta la peste de Justiniano, siglo VI d.c., que dio la estocada final al imperio romano de oriente.
En el siglo XIV el fin del feudalismo fue acelerado por la peste negra proveniente de Asia, porque generó escasez de mano de obra, lo que produjo un aumento de la remuneración de los campesinos y dio comienzo a su liberación de las cadenas feudales. Los procesos de urbanización posteriores facilitaron diversas pestes por la concentración humana, las cuales obligaron a las autoridades políticas a asumir la administración de lo social, en la medida en que tuvieron que separar a la población infectada (lo que dio origen a la cuarentena), y encargarse del agua potable, el alcantarillado y las basuras.
Lea también: Estos son los requisitos para reactivar obras de infraestructura: ENTerritorio
La globalización del siglo XXI tiene también sus particularidades, que le dan una dinámica especial al coronavirus. El virus puede viajar de un continente al otro en cuestión de horas, de manera que ahora la pandemia es mundial y de forma simultánea, y produce una parálisis en los mercados de capitales que hace que las bolsas de valores se derrumben.
El virus nos confronta como especie humana. Así como cuando una persona se replantea la vida cuando sabe que tiene una enfermedad potencialmente terminal, debemos replantearnos nuestro estilo de vida como humanidad con el coronavirus. Los paradigmas vigentes hay que revisarlos. Debemos rescatar la solidaridad, los derechos universales, y no continuar con individualismo mercantil, de sálvese quien pueda (si tiene los recursos financieros para pagar su salvación).
*Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas e Investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia
Con la pandemia del coronavirus el capitalismo se detiene, y los mercados financieros se aterrorizan porque la máquina de extracción de rentas empieza a atascarse. Para el virus los mercados no existen, simplemente somos seres vivos sobre los cuales puede reproducirse. Se trata de un proceso natural, que ha existido desde que florece la vida en la tierra.
La explicación de la crisis se encuentra en las instituciones humanas que constituyen el tejido de la sociedad por la cual circula el virus. Si bien se trata de una pandemia universal, los dispositivos para enfrentarla son nacionales, y por eso las consecuencias varían de país a país. Los sistemas de atención sanitaria tienen capacidad de respuesta distinta y las condiciones sociodemográficas sobre los que actúan son diferentes. En unos casos los grados de pobreza y malnutrición son mayores lo que hace que el virus se ensañe con los más deprimidos, en otros, la población de tercera edad es más abundante y sufre con mayor rigor las consecuencias de la infección.
Los países cierran las fronteras cuando para el virus no existen fronteras. Los países centrales concentran los recursos biomédicos, y si bien el virus comenzó su recorrido por allí, ahora se está extendiendo hacia las regiones periféricas. El virus no conoce de diferencias de clases sociales, género, etnia, o color de piel. Las diferencias están en los países donde se han privatizado las instituciones sociales, lo que ha producido sistemas de salud tercerizados, donde los prestadores tienen baja capacidad de respuesta institucional porque trabajan bajo de lógica de minimizar los costos para aumentar la ganancia de los aseguradores, donde los profesionales están precarizados y reciben poca protección, y donde la salud pública está reducida a la mínima expresión, porque un asegurador paga por evento, no por prevenir.
El virus encuentra que, en los países donde predomina el trabajo informal, el confinamiento hace que el hambre se convierta en la mayor amenaza para la vida, porque el día que no se vende no se come. Y es que la vida está por encima del mercado. El virus ataca a la humanidad. Siempre ha sido así. No es el primer virus ni será el último. Lo que ha cambiado es la organización social, económica y política: la globalización, el mercado, la privatización de las instituciones que proveen los bienes sociales.
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Las pandemias están relacionadas con la globalización, es lo que muestra la historia, y dado el contexto social, político y económico, pueden acelerar cambios profundos. Los imperios de la antigüedad repartieron las pestes por el mundo que conquistaron. Desde la "peste de Atenas" en el siglo V a.c., la cual se desató con el hacinamiento de los refugiados que arribaron a dicha ciudad cuando fue asediada por Esparta, lo que produjo profundos cambios en el mundo helénico, hasta la peste de Justiniano, siglo VI d.c., que dio la estocada final al imperio romano de oriente.
En el siglo XIV el fin del feudalismo fue acelerado por la peste negra proveniente de Asia, porque generó escasez de mano de obra, lo que produjo un aumento de la remuneración de los campesinos y dio comienzo a su liberación de las cadenas feudales. Los procesos de urbanización posteriores facilitaron diversas pestes por la concentración humana, las cuales obligaron a las autoridades políticas a asumir la administración de lo social, en la medida en que tuvieron que separar a la población infectada (lo que dio origen a la cuarentena), y encargarse del agua potable, el alcantarillado y las basuras.
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La globalización del siglo XXI tiene también sus particularidades, que le dan una dinámica especial al coronavirus. El virus puede viajar de un continente al otro en cuestión de horas, de manera que ahora la pandemia es mundial y de forma simultánea, y produce una parálisis en los mercados de capitales que hace que las bolsas de valores se derrumben.
El virus nos confronta como especie humana. Así como cuando una persona se replantea la vida cuando sabe que tiene una enfermedad potencialmente terminal, debemos replantearnos nuestro estilo de vida como humanidad con el coronavirus. Los paradigmas vigentes hay que revisarlos. Debemos rescatar la solidaridad, los derechos universales, y no continuar con individualismo mercantil, de sálvese quien pueda (si tiene los recursos financieros para pagar su salvación).
*Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas e Investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia