El dilema calidad vs. cantidad en la vivienda VIS
La explosión de este segmento hace necesario verlo más allá de los números. Es preciso romper paradigmas. Contemplar el diseño, la innovación y el hábitat puede ser el camino para crear espacios de mayor calidad. Más y mejor vivienda es posible.
Daniel Felipe Rodríguez Rincón
Pese a tener una naturaleza social, la vivienda VIS siempre está presente en el debate sobre el crecimiento económico del país. Pese a que su objetivo es brindar a los hogares de menores ingresos la oportunidad de tener vivienda propia, su éxito se suele medir en ventas y cierres financieros, y pese a que es el segmento con la mayor demanda en Colombia, la oferta muchas veces no contempla las necesidades reales de las familias.
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Pese a tener una naturaleza social, la vivienda VIS siempre está presente en el debate sobre el crecimiento económico del país. Pese a que su objetivo es brindar a los hogares de menores ingresos la oportunidad de tener vivienda propia, su éxito se suele medir en ventas y cierres financieros, y pese a que es el segmento con la mayor demanda en Colombia, la oferta muchas veces no contempla las necesidades reales de las familias.
Estas son algunas de las paradojas en torno a la vivienda VIS. Traerlas a colación no implica negar que se trata de un mercado que necesita ser sostenible, por lo menos en lo financiero.
Sin embargo, en un momento complejo para la construcción de vivienda (debido a presiones económicas de todo tipo), la búsqueda de soluciones no debe perder de vista algo fundamental: lo social.
¿El país está ofreciéndoles a las familias una vivienda social pensada en el bienestar y no solo en las utilidades y el crecimiento de un sector en el PIB?
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Para expertos en arquitectura, gremios, académicos y promotores de proyectos, la calidad del segmento VIS está a medio camino. Pero podría mejorar gracias al diseño, el hábitat y un compromiso decidido de los actores involucrados.
🏗️No a la vivienda “a granel”
Silvia Mendoza, presidenta de la Sociedad Colombiana de Arquitectos, afirma que “el aporte de la vivienda social no se debe ver desde lo cuantitativo: solo por el número de unidades que entregue. Resulta esencial verla como una solución de bienestar, que produce salud y es amable con la vida. Los desarrolladores trabajan con presupuestos, pero un buen comienzo es entender que están resolviendo un problema vital para la sociedad”.
Las dinámicas actuales de planeación urbana dictan que, ante un suelo cada vez más caro y escaso, se haga el mayor número posible de viviendas en un predio. Si sumamos esto a la utilización de sistemas constructivos industrializados, que dieron paso a torres de gran altura, tenemos como resultado que la tipología de vivienda social en Colombia sea, prácticamente, una sola.
Inmuebles de metrajes similares y distribuciones parecidas; con salas-comedores, cocinas que se pisan con zonas de ropas, una o dos habitaciones, obra gris con tendencia a “oscurecerse” (menos acabados y menor calidad), etcétera.
En suma, una oferta uniforme, poco flexible, que contrasta con la diversidad de las familias colombianas y de las condiciones de vida en el país (desde el clima hasta la topografía). Por esto, el paradigma a superar es la vivienda “everfit”: “Pensar que el mismo diseño de vivienda debe servir para todos los tipos de hogar, para alojar a una familia de dos o para un hogar numeroso es un error. Hay que ofrecer varios modelos de vivienda, que se adecúen al tipo de hogar que lo habitará y que les permita flexibilidad para ajustarlo a las cambiantes necesidades de una familia, tanto su crecimiento o decrecimiento”, señala Karin De Poortere, arquitecta con maestría en Planificación y Desarrollo del University College de Londres y asesora de ONU-Hábitat.
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🏘️El potencial de la vivienda incremental
Construir una vivienda flexible, que se vaya adaptando a las formas de habitar de una familia a lo largo del tiempo, es posible.
Un punto de partida es mirar al pasado y ver cómo se desarrollaron ciudades como Bogotá a lo largo de los años: en grandes lotes (con servicios públicos) que fueron albergando barrios populares, donde las viviendas —de puertas para adentro— iban adaptándose a medida que familiares provenientes de otras regiones llegaban al inmueble, por ejemplo. En la jerga de los arquitectos, esto se denomina vivienda incremental y sería una solución con gran potencial en Colombia.
“A través de la vivienda incremental se obtienen múltiples beneficios, al permitir que las familias de menores recursos puedan acceder a una casa y la puedan ir acomodando a sus necesidades. Esta se ha promovido en países como Chile, con desarrollos más densos y de baja altura para poder pagar suelos más céntricos. Son casas que se entregan con un espacio para crecimiento”, explica De Poortere.
Para la experta, se podrían crear viviendas incrementales de doble altura, con un área base de unos 40 a 45 metros cuadrados, lo que permitiría crear un segundo piso cuando sea necesario. Con el tiempo, y en la medida de los recursos de la familia, esta vivienda podría doblar su área hasta los 80 u 85 metros cuadrados con un entrepiso.
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🤝Economía local y búsqueda de eficiencias
La necesaria vinculación entre los proyectos de vivienda social y las familias que los habitarán podría empezar, incluso, desde la construcción. Un mayor impulso a las economías locales podría resolver el dilema de costo-calidad en este segmento.
La arquitecta Ana Elvira Vélez, quien se ha dedicado a la construcción de vivienda social en Colombia por más de 30 años, propone esquemas de abastecimiento que prioricen materias primas de la región, mano de obra local o productos terminados hechos por la comunidad.
“La cantidad trae rentabilidad porque economiza procesos. Pero ya hay constructoras preocupadas por la calidad que han encontrado sistemas constructivos en los que, en vez de traer un material desde las ciudades principales, prefieren buscar un proveedor en la región o vinculan mano de obra local que, puede o no estar calificada, pero puede encargarse de los oficios más sencillos durante una obra”, asevera Vélez.
En esto coincide Laura Andrea Cristancho, coordinadora del programa virtual de Economía del Politécnico Grancolombiano, para quien las unidades de vivienda social deberían incorporar sistemas de aprovechamiento cíclico del agua y uso de materiales reciclados que deriven en ahorros en facturas de servicios públicos.
“Tecnologías para un uso responsable de los recursos naturales beneficiarían el sostenimiento de las familias una vez empiezan a habitar su vivienda. O también, frente al alto costo de las viviendas para las familias, se podría explorar un esquema de ‘pago en especie’, donde las familias puedan aportar su mano de obra en la construcción de su vivienda”, añade Cristancho.
💡Proyectos “fuera de la caja”
Hablar de calidad de la vivienda VIS, en las diferentes aristas de la sostenibilidad, no es un horizonte lejano. De hecho, ciudades como Ibagué y Bogotá ya tienen buenos ejemplos de eso.
En la capital del Tolima, por ejemplo, la constructora La Carolina está desarrollando Ayanti, un proyecto de vivienda VIS que pretende contribuir a la seguridad alimentaria de sus ocupantes. La idea es que las familias que habiten allí puedan subsistir mediante un modelo de negocios de agricultura urbana.
Otro proyecto que ha roto esquemas y permite imaginar cómo transformar barrios ya desarrollados es Suramérica, desarrollado por Compensar, que está ubicado en el barrio 20 de Julio, en Bogotá.
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¿Qué tiene de especial? Desarrolló un concepto de “acupuntura urbana”; es decir, crear un nuevo proyecto en un contexto urbano ya desarrollado como lo es el 20 de Julio.
“Allí iban a vivir muchas familias que se dedican a las artesanías, por eso el primer piso de las viviendas es un local comercial y el segundo ya es donde se habita. También hay bodegas subterráneas donde pueden guardar sus elementos de trabajo y espacios comunes como jardines y zonas verdes que elevan esa calidad”, destaca Carlos Andrés Rodríguez, gerente de Vivienda y Subsidios de Compensar.
⭐La calidad es posible
Los expertos consultados para este artículo coinciden en una cosa: el país debe avanzar en parámetros normativos que orienten el diseño, la gestión y la construcción de vivienda social adecuada y establezcan bases (y criterios oficiales) para garantizar la calidad.
De esta manera, desarrolladores y promotores tendrían claras las condiciones que son irrenunciables o no negociables en cualquier proyecto VIS o VIP, porque están ligadas a los derechos sociales, culturales y económicos, así como a la vida y la dignidad, de las familias que formarán hogares en estos inmuebles.
Por lo pronto, dar rienda suelta a la creatividad y proponer soluciones disruptivas es enriquecer las discusiones sobre la vivienda VIS, en aras de que los futuros proyectos que se levanten en el territorio nacional tengan las condiciones espaciales, ambientales y socioculturales que les permitan vivir dignamente a sus ocupantes.
Las ideas mencionadas aquí confirman que la oferta de vivienda VIS puede explorar nuevos caminos tendientes a afrontar simultáneamente las presiones económicas mientras contribuye a resolver el déficit habitacional.
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