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En los últimos dos años, el paisaje laboral y demográfico de la población campesina en Colombia ha cambiado de manera profunda y acelerada. Aunque todavía representan una cuarta parte de la población nacional, su número se ha reducido en cuatro millones desde 2022. Esta paradoja (un aumento en la tasa de ocupación frente a un éxodo masivo del campo) no solo desafía la estabilidad rural, sino que también pone en entredicho las dinámicas económicas y sociales del país.
Según el informe de empleo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en el trimestre de agosto a octubre de 2024, la población campesina mayor de 15 años era de 11,4 millones de personas, equivalente a un cuarto de la torta de los 52,6 millones de habitantes del país.
Sin embargo, mientras la población general creció en más de un millón desde 2022, la población campesina en edad laboral disminuyó en cuatro millones. De este grupo, más de ocho de cada diez viven en zonas rurales dispersas o centros poblados (7,3 millones), mientras que el resto reside en cabeceras municipales (4 millones). Esta distribución parece respaldar una idea: la autoidentificación como campesino no necesariamente está ligada al lugar de residencia.
A pesar de esta disminución, el mercado laboral ofrece un respiro: la tasa de ocupación campesina aumentó 0,5 puntos porcentuales en los últimos dos años, alcanzando 56,6 % en 2024.
La tasa de desocupación también cayó, pasando de 8,7 % a 7,4 %, aunque aún persisten enormes desigualdades de género, una disparidad que resalta la urgencia de cerrar brechas estructurales en el campo.
Con una participación de 79 % de los hombres y 42 % de las mujeres, la brecha laboral de la población campesina en la tasa de ocupación es de 37,2 puntos porcentuales, ya que cerca de siete de cada diez hombres está ocupado, en contraste con menos de cuatro de cada diez mujeres.
El informe del DANE no evidencia los motivos de la disminución de la población campesina ni el aumento en la tasa de ocupación. Sin embargo, entender este fenómeno no es solo una cuestión estadística, sino un llamado a proteger el tejido social y económico del país.
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El crecimiento del sector agro
El sector agropecuario, por su parte, ofrece un contraste alentador. En medio de un 2024 marcado por extremos climáticos (sequías que devastaron la Amazonía y lluvias que dejaron estragos en varias regiones), el agro ha mostrado una resiliencia notable. Este sector registró el segundo mejor crecimiento del PIB en el tercer trimestre, contribuyendo con 1,1 puntos porcentuales a 2,1 % de expansión total del país.
Según Piedad Urdinola, directora del DANE, el agro ha mantenido un ritmo dinámico con un crecimiento anual de 10,7 %. Productos como el plátano, el arroz, el aguacate Hass y el café han liderado este crecimiento, junto con un aumento en la producción de huevo, leche, ganado bovino y pescado.
La ministra de Agricultura, Martha Carvajalino, atribuye este dinamismo a la diversificación estratégica, “una combinación de cultivos permanentes y transitorios” que ha permitido enfrentar los desafíos climáticos con mayor estabilidad.
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Sin embargo, el contraste es evidente: mientras el agro avanza, la población campesina retrocede. El problema es amplio, pero una posible explicación de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) es la migración a las ciudades y la autoidentificación como campesino.
Las cifras de empleo del DANE muestran que, en solo dos años, el número de campesinos en cabeceras municipales cayó de 5,74 millones a 4 millones, y en zonas rurales, de 9,8 millones a 7,3 millones. Una reducción de casi 30 % en solo dos años.
Por ende, la hipótesis se enmarca en que persona puede autoidentificarse como campesina por sus actividades económicas, conocimientos y vínculos con el campo, independientemente de su residencia en cabeceras.
Otro motivo podría ser la diversificación de las actividades económicas no agrícolas en zonas rurales, lo que aumenta la tasa de ocupación, un reflejo del crecimiento del sector. ¿O, por el contrario, sería un indicio de problemas metodológicos o de medición en los datos del DANE?
Por otro lado, también podría deberse a motivos de desplazamiento y exclusión, en la que la población campesina se ve obligada a abandonar sus tierras, pero los que quedan logran mantenerse ocupados en las actividades disponibles, según lo señaló la investigadora Blanca Rubio en la Revista Nueva Sociedad.
La dramática reducción de la población campesina no solo plantea interrogantes sobre el futuro del campo colombiano, sino que también resalta la necesidad de políticas que aborden las causas detrás de este éxodo. Por ahora, la migración hacia las ciudades, la diversificación de actividades económicas rurales y la migración dibujan un panorama que exige respuestas integrales y urgentes.
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