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Hoy el mundo cuenta con más de 1’300.000 infectados por COVID-19 y 70.000 muertes. Todos los países afectados han intentado medidas de diverso tipo para hacer frente a la crisis de salud pública. No obstante, en el mediano plazo, también debemos salvar nuestros sistemas económicos, que no son sino la forma en la que nos organizamos las sociedades humanas para suplir nuestras necesidades día tras día. Estos, han sufrido un fuerte golpe con las medidas de contención. Sin gente, es verdad que no hay economía, pero en el mediano plazo, sin producción ni ingresos, no hay gente que sobreviva.
Las medidas tomadas son variopintas alrededor del mundo. En asuntos de salud pública, lo más efectivo para evitar los colapsos de los sistemas de salud ha sido el distanciamiento social radical, y al mismo tiempo, hacer la máxima cantidad de pruebas para identificar infectados y aislarlos de forma masiva. Sin embargo, esto ha generado la parálisis casi total de la actividad económica, sobre todo en economías con altos niveles de informalidad donde la gente debe salir para vivir. En consecuencia, las medidas económicas han tenido el foco principal en proteger no sólo a las personas en pobreza extrema, sino también a familias de clase media que al parar de trabajar no tienen como ganarse su día a día. Esto se ha realizado básicamente vía transferencias monetarias, líneas de financiamiento, seguros de desempleo, y políticas arrendador-arrendatario (donde somos un ejemplo para la región).
De otra parte, las empresas al ver sus ventas reducidas casi a cero se han visto con problemas de liquidez para sostener las nóminas y los costos fijos. Los gobiernos alrededor del mundo han generado políticas de liquidez vía sistema financiero para darles caja y evitar despidos. También se han generado rezagos o exenciones en pagos de impuestos y servicios públicos para evitar una quiebra masiva, que generaría a su vez desempleo masivo y un colapso económico total.
La salud del sistema financiero también es muy importante (así a la gente le parezca impopular). Las entidades financieras al ver reducidos los cumplimientos de crédito y sus rendimientos de inversión se ven en aprietos para mantener sus empleados y su funcionamiento. Funcionamiento del cual depende la protección de los ahorros de la población. En este frente, los bancos centrales han hecho su trabajo dando la liquidez necesaria al sistema para que no se detone por los impagos generalizados. Incluso, se están concibiendo créditos del banco central a los gobiernos sin el riesgo clásico de inflación, dada la naturaleza de la crisis (la gente estará encerrada comprando lo necesario para sobrevivir).
Todas estas medidas han incrementado los déficits de los gobiernos alrededor del mundo, dado que en el corto plazo sólo se ha tratado de salvar vidas y de ganar tiempo. ¿Tiempo para qué? Para que no colapsen los sistemas de salud con los contagiados que necesitan de apoyo médico de urgencias. Tiempo, para ampliar la capacidad instalada de los sistemas de salud y que así, se pueda empezar a convivir con una cantidad de infectados de COVID en la sociedad, controlando milimétricamente la expansión del virus como lo está haciendo Corea. Sólo de esta forma la actividad económica podrá retomar su curso, garantizando la recuperación del sistema productivo, y así, la sobrevivencia material de la mayoría de la población. No obstante, para este escenario la condición necesaria hacer testeos masivos.
La solución del problema devela el falso debate “vida vs economía”, con la posibilidad de convivir con el COVID-19 sin colapsar el sistema de salud (dada la ampliación de capacidad instalada), ni destruir el sistema económico. La clave está ahí, en no destruir nuestras economías por completo con un contagio masivo fuera de control, o con medidas de aislamiento que no habiliten el comienzo del contagio controlado y la reactivación económica. La verdadera catástrofe sería tener colapsado el sistema de salud, y al mismo tiempo, la destrucción total del sistema económico, lo cual produciría más muertes que la pandemia per sé. Para esto, el testeo masivo se necesita más antes que después.
Twitter @ilur91 / ilurrear@unal.edu.co
*Profesor Facultad de Ciencias Económicas e investigador del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia.