China ya no quiere producir “baratijas”: ¿hacia dónde van sus manufacturas?
El ascenso de los “tres nuevos” (vehículos eléctricos, baterías de litio y paneles solares) marca un punto de partida para la transformación industrial que busca China y que, a su vez, puede impulsar una reconfiguración del comercio global. ¿Cómo avanza esta agenda?
Daniel Felipe Rodríguez Rincón
“Made in China”. Una frase que se repite casi hasta el hastío al mirar con detalle las etiquetas o, en su defecto, el reverso de aquello que está en su closet, cocina, baño o lugar de trabajo. Sin ir más lejos, es altamente probable que la pantalla a través de la cual está leyendo estas líneas haya sido fabricada en el gigante asiático.
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“Made in China”. Una frase que se repite casi hasta el hastío al mirar con detalle las etiquetas o, en su defecto, el reverso de aquello que está en su closet, cocina, baño o lugar de trabajo. Sin ir más lejos, es altamente probable que la pantalla a través de la cual está leyendo estas líneas haya sido fabricada en el gigante asiático.
Tres palabras que identifican una colosal industria manufacturera que sacó a un país del hambre, pero que se dejarán de ver con tanta frecuencia en ropa, muebles y electrodomésticos si los planes que actualmente avanzan en China llegan a buen puerto.
Los “tres viejos”
En 1949 China se refundó y, para aplacar los altos índices de pobreza e impulsar el desarrollo, decidió que su porvenir pasaba por la producción y la mano de obra. Con un quinto de la población mundial y la posterior creación de más de 300.000 bases industriales, el propósito de la nueva China estaba bien encaminado.
Apoyada en estos zancos, el país asiático se alzó como una de las principales economías del mundo.
La noticia de que había dónde fabricar más rápido y más barato se propagó y el resto es historia: un flujo de productos chinos de todas las clases, tamaños y colores fue creciendo exponencialmente en los mercados del mundo.
China, precisamente, se ha consolidado en los últimos años como el segundo socio comercial de Colombia en lo que a importaciones respecta. En 2023, las compras al gigante asiático representaron 21,6 % del total de las importaciones, solo después de Estados Unidos (25,5 %), según el consolidado anual del DANE.
Dejando a un lado a los dos productos que encabezan las compras de Colombia a China (teléfonos celulares y componentes electrónicos como transistores y semiconductores, de acuerdo con el DANE), solo basta con dar una vuelta por un centro comercial para toparse con anaqueles repletos de mercancía china.
No se echarán de menos la ropa, ni los muebles ni los electrodomésticos en la visita, y de seguro muchos de estos lucirán el renombrado “Made in China”.
Estas tres clases de productos, cabe resaltar, son los principales exportados por la industria de China durante gran parte de su historia moderna; manufacturas que, además, han sido la columna vertebral de un esquema industrial sobre el cual ha cabalgado el gigante asiático en su rápido ascenso por las cadenas de suministro globales.
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La fórmula funcionó: entre 1978 y 2011, la economía china creció a una media anual de 9,5 % y multiplicó 35 veces su tamaño. Aun así, el país se quiere replantear el paradigma de las manufacturas de “bajo valor agregado”.
Una mirada a la producción china
Según el Buró Nacional de Estadísticas de China, en 2023 los beneficios totales de empresas industriales alcanzaron los $7.685 millones de yuanes (US$1.060 millones aproximadamente), un retroceso de 2,3 % respecto al año anterior en este cálculo, que mide el superávit de ingresos deduciendo los costos de producción.
La industria manufacturera obtuvo un beneficio total de $5.764 millones de yuanes (US$795 millones aproximadamente), con lo cual se registró un descenso interanual de 2 % en un año en el que, vale la pena aclarar, el consumo global sigue en recuperación tras el descalabro durante la pandemia.
Particularmente, las ganancias de la fabricación de maquinaria y aparatos eléctricos aumentaron 15,7 % el año pasado, así como las de maquinaria de uso general (10,3 %), las de la producción de automóviles (5,9 %) y las de la industria textil (5,9 %).
Por su parte, las utilidades de la fabricación de computadores, equipos de comunicación y otros equipos electrónicos se redujeron un 8,6 % en el último año, así como las de la elaboración de productos minerales no metálicos (-23,9 %) y las de materias primas químicas y productos químicos (-34,1 %).
Entre otros datos relacionados, el inventario de productos terminados representó $6,14 billones de yuanes el año pasado, un aumento de 2,1 % según los datos oficiales.
Y, de enero a abril de 2024, la industria manufacturera obtuvo un beneficio total de $1.443 millones de yuanes, un aumento de 8 % respecto al mismo periodo de 2023.
Las anteriores cifras, por sí mismas, no indican que algo ande mal con la industria de ese país, al menos desde el punto de vista de la generación de capital. Sin embargo, el éxito de las manufacturas tradicionales suele ir acompañado de un alto costo ambiental.
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Además, con la actualización de las fábricas y la automatización como horizonte, la industria china ha cambiado gradualmente de intensiva en mano de obra a intensiva en tecnología.
Los “tres nuevos”
La industria manufacturera de China ha entrado en un nuevo capítulo en el que los vehículos eléctricos, las baterías de litio y los paneles de energía solar son los mejores ejemplos de una tendencia hacia los productos de alto valor agregado. Estos son el símbolo de la transformación de la industria china.
En China, el mercado de autos eléctricos más grande del mundo, las fábricas de vehículos de nuevas energías han florecido de la mano de apoyos gubernamentales y estímulos a la innovación. Esto va de la mano con un apetito global por este tipo de vehículos que ha explotado en años recientes y seguirá creciendo de cara al futuro.
Xiaomi, el conocido fabricante de dispositivos electrónicos, anunció en marzo de este año que se sumaría al abarrotado mercado chino de autos eléctricos con un sedán deportivo de alta tecnología.
Lei Jun, fundador de Xiaomi, aseguró en su momento que la compañía aspira a convertirse en uno de los cinco grandes fabricantes mundiales de automóviles en los próximos 15 a 20 años.
Y es que ser el tercer país con mayor producción de litio es un viento a favor de esta transformación industrial. Del total extraído de este metal (más de 39.000 toneladas), China utiliza cerca de 80 % en la producción de baterías.
La provincia costera de Jiangsu, al este de China, es un caso de éxito de la contrarrevolución de las manufacturas, pues allí se conjuga la producción de vehículos eléctricos, drones y nuevos materiales, entre otros.
WeRide, una empresa con sede en la ciudad de Wuxi, está haciendo realidad lo que hasta ahora solo se veía en películas: buses que se conducen solos. Esta compañía es la única en el mundo que tiene permisos para operar vehículos de conducción autónoma en China, Estados Unidos, Singapur y Emiratos Árabes.
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En una reciente visita a las oficinas de WeRide, Cai Yu, directivo de la Agencia Municipal de Transporte de Wuxi, le comentó a este diario que al menos 240 buses inteligentes recorren la mencionada metrópoli.
Y es que la automatización de las fábricas ha sido un catalizador de estas industrias emergentes en China, en donde cada vez hay menos operarios humanos y más máquinas al frente de las labores de la producción.
En este contexto, Wuxi también se ha convertido en la ciudad de las “arañas robot”, o mejor, los robots colaborativos que se encargan de ensamblar, atornillar, empaquetar o transportar objetos en líneas de producción.
CGXi es una empresa que provee estos brazos robóticos a fábricas de toda China. Ji Feng, cofundador y director ejecutivo de CGXi, comenta que si bien la competencia es “severa”, las nuevas tecnologías aplicadas a la industria es una de las grandes tendencias en el gigante asiático.
Paso a paso
Los “tres viejos” y los “tres nuevos” enmarcan dos etapas importantes en el desarrollo de la industria manufacturera china, y la transformación gradual que está ocurriendo entre ambos capítulos también refleja el nuevo estatus que quiere tener el gigante asiático en la producción mundial, desmarcándose de las mercancías tradicionales (y de bajo valor agregado) que otrora mantuvieron encendidas las calderas de sus fábricas, para apostarle a industrias emergentes propulsadas, en su mayoría, por energía solar.
Ya hay algunas cifras que hablan de este cambio lento, pero seguro: al comparar abril de 2024 con el mismo mes de 2023, la producción de acero laminado (-1,6 %), cemento (-8,6 %) o carbón (-2,9 %) cayó, y otros como el petróleo crudo (1,3 %), la industria textil (6,6 %) y la fabricación de maquinaria para uso general (3,7 %) crecen a un ritmo ciertamente menor que los productos relacionados directa o indirectamente a los “tres nuevos”.
Tal es el caso de los robots industriales (25,9 %), los vehículos de nueva energía (39,2 %), las células solares (11,1 %) o los microequipos de cómputo (9,9 %), como lo indica el más reciente reporte de producción industrial del Buró Nacional de Estadísticas.
La tendencia, entonces, ya se percibe y, de permanecer en el tiempo, puede operar una reconfiguración del comercio internacional, pues los huecos que deje China seguramente serán aprovechados y explotados por economías emergentes, principalmente.
* Enviado especial de El Espectador en Beijing, China.
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