El laberinto laboral de las mujeres migrantes en Colombia
Aunque tienen mayor nivel de educación que sus pares masculinos, las mujeres venezolanas en Colombia ganan menos y en su búsqueda se enfrentan a estereotipos machistas, además de la xenofobia. Un estudio de Cuso Internacional aborda esta realidad.
María Alejandra Medina
Las mujeres, en relación con el trabajo, se enfrentan a desigualdades como una mayor tasa de desempleo que los hombres, sobrecargas de labores no remuneradas que repercuten en su capacidad de generar ingresos y en la pobreza de tiempo, entre otros factores. Se trata de problemáticas que se han agravado durante la pandemia, con una afectación particular para las mujeres migrantes en Colombia. “No queremos decir que las mujeres colombianas están mejor que las venezolanas, sino que las mujeres venezolanas están aun peor en materia laboral”, afirma Alejandro Matos, director de la organización no gubernamental Cuso Internacional en Colombia.
Le puede interesar: Desempleo: ¿por qué está afectando más a las mujeres?
En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Cuso, con el apoyo del gobierno de Canadá, presenta el estudio “Dinámicas laborales de las mujeres migrantes venezolanas en Colombia”, que llama la atención sobre la vulnerabilidad y las barreras que ellas enfrentan particularmente. Por ejemplo, aunque las mujeres venezolanas trabajan en promedio más horas que sus pares colombianas y tienen más estudio que sus pares venezolanos, reciben menos pago (casi la mitad que las mujeres colombianas y 20 % menos que los migrantes venezolanos), sumado a una tasa de informalidad (en términos de protección social) superior al 90 %, frente a la tasa de las mujeres colombianas, que también es alarmante: 60 %. Esto, con base en datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Por las limitaciones del ejercicio estadístico del DANE en el contexto de la pandemia, Stefano Farné y Paola Ríos, investigadores de la Universidad Externado y autores del estudio, acudieron a otras fuentes de información, como entrevistas con 25 migrantes venezolanas. Ríos explica que, si bien las mujeres con nacionalidad colombiana que retornaron de Venezuela pueden no enfrentar obstáculos para la inserción laboral como la falta de documentación, hay otras barreras que sí pueden ser comunes. “Una de las personas que entrevistamos, a pesar de que tiene la cédula colombiana, dijo que en tres oportunidades que buscó trabajo, cuando se dieron cuenta de que nació en Venezuela, le dijeron que no querían venezolanos”, dice la investigadora.
El desconocimiento del sistema laboral colombiano, de la normativa, de los canales de búsqueda y hasta de cómo se llaman las vacantes, así como las dificultades para homologar o acreditar estudios o experiencia, son solo algunos de los obstáculos que la población migrante también puede enfrentar. La sobrecarga de los trabajos de cuidado —por ejemplo, de los hijos pequeños, más aun cuando no hay redes de amigos o familiares que puedan desempeñar esa labor— y los estereotipos machistas son problemas que afectan particularmente a las migrantes a la hora de buscar trabajo, pues se traducen en falta de tiempo o discriminación por parte de los potenciales empleadores. Las entrevistas evidenciaron, por ejemplo, casos de acoso sexual en el lugar de trabajo o en los procesos de selección.
“Me trató horrible, me dijo que nosotras veníamos era a quitarles los maridos a las mujeres colombianas, también que teníamos mucha mala maña, que también nos llevamos a los jefes y todo eso, y que veníamos a prostituirnos más que todo”, dice una de las entrevistadas, de 24 años, sobre su experiencia con una empleadora.
Por otro lado, es indudable que la pandemia afectó el sistema laboral como un todo, con la destrucción de más de 5 millones de puestos de trabajo en el peor momento. Según datos de Equilibrium CenDE, citados por el estudio de Cuso, “prácticamente la mitad de los hombres y mujeres venezolanos perdieron su empleo en el período de la cuarentena”. Los migrantes enfrentan esta realidad con vulnerabilidades particulares, como menor capacidad de ahorro, menos redes de apoyo y mayores restricciones para ser receptores de ayudas estatales. Ahora, la reactivación puede no beneficiar a hombres y mujeres por igual, debido a que sectores que emplean en gran parte mano de obra femenina, como comercio, turismo y entretenimiento, aún tienen muchas restricciones.
Entre las recomendaciones de Cuso para enfrentar estas realidades está “mantener los esfuerzos institucionales y avanzar en una mayor integración económica y social de la población migrante”, y que se haga de forma progresiva. También “impulsar el acompañamiento a los prestadores autorizados del Servicio Público de Empleo, para que la población migrante tenga más oportunidades para acceder a las vacantes disponibles” y que el sistema bancario trabaje más por la inclusión financiera de esta población, pues la carencia de medios de pago es otro factor que desincentiva la contratación de migrantes.
A los empleadores, el llamado es a romper imaginarios que fomentan la xenofobia y a tener en cuenta el talento de la población migrante que está siendo desperdiciado, en especial el de las mujeres, que son quienes más altos niveles de educación han alcanzado. Contratar población migrante “representa una baja rotación de puestos de trabajo, contar altos niveles de formación y cualificación, así como altos indicadores de efectividad, de productividad y un alto sentido de pertenencia con la empresa”, según uno de los beneficios identificados por el estudio “Casos exitosos en materia de inclusión laboral de población migrante de Venezuela en Colombia”, presentado por la Fundación ANDI, Fundación Corona y el Programa de Alianzas para la Reconciliación de USAID y ACDI/VOCA, publicado en julio pasado. Como dice Matos: “Esta es una gran oportunidad para Colombia. El desarrollo pasa por la migración”.
Las mujeres, en relación con el trabajo, se enfrentan a desigualdades como una mayor tasa de desempleo que los hombres, sobrecargas de labores no remuneradas que repercuten en su capacidad de generar ingresos y en la pobreza de tiempo, entre otros factores. Se trata de problemáticas que se han agravado durante la pandemia, con una afectación particular para las mujeres migrantes en Colombia. “No queremos decir que las mujeres colombianas están mejor que las venezolanas, sino que las mujeres venezolanas están aun peor en materia laboral”, afirma Alejandro Matos, director de la organización no gubernamental Cuso Internacional en Colombia.
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En el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Cuso, con el apoyo del gobierno de Canadá, presenta el estudio “Dinámicas laborales de las mujeres migrantes venezolanas en Colombia”, que llama la atención sobre la vulnerabilidad y las barreras que ellas enfrentan particularmente. Por ejemplo, aunque las mujeres venezolanas trabajan en promedio más horas que sus pares colombianas y tienen más estudio que sus pares venezolanos, reciben menos pago (casi la mitad que las mujeres colombianas y 20 % menos que los migrantes venezolanos), sumado a una tasa de informalidad (en términos de protección social) superior al 90 %, frente a la tasa de las mujeres colombianas, que también es alarmante: 60 %. Esto, con base en datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE).
Por las limitaciones del ejercicio estadístico del DANE en el contexto de la pandemia, Stefano Farné y Paola Ríos, investigadores de la Universidad Externado y autores del estudio, acudieron a otras fuentes de información, como entrevistas con 25 migrantes venezolanas. Ríos explica que, si bien las mujeres con nacionalidad colombiana que retornaron de Venezuela pueden no enfrentar obstáculos para la inserción laboral como la falta de documentación, hay otras barreras que sí pueden ser comunes. “Una de las personas que entrevistamos, a pesar de que tiene la cédula colombiana, dijo que en tres oportunidades que buscó trabajo, cuando se dieron cuenta de que nació en Venezuela, le dijeron que no querían venezolanos”, dice la investigadora.
El desconocimiento del sistema laboral colombiano, de la normativa, de los canales de búsqueda y hasta de cómo se llaman las vacantes, así como las dificultades para homologar o acreditar estudios o experiencia, son solo algunos de los obstáculos que la población migrante también puede enfrentar. La sobrecarga de los trabajos de cuidado —por ejemplo, de los hijos pequeños, más aun cuando no hay redes de amigos o familiares que puedan desempeñar esa labor— y los estereotipos machistas son problemas que afectan particularmente a las migrantes a la hora de buscar trabajo, pues se traducen en falta de tiempo o discriminación por parte de los potenciales empleadores. Las entrevistas evidenciaron, por ejemplo, casos de acoso sexual en el lugar de trabajo o en los procesos de selección.
“Me trató horrible, me dijo que nosotras veníamos era a quitarles los maridos a las mujeres colombianas, también que teníamos mucha mala maña, que también nos llevamos a los jefes y todo eso, y que veníamos a prostituirnos más que todo”, dice una de las entrevistadas, de 24 años, sobre su experiencia con una empleadora.
Por otro lado, es indudable que la pandemia afectó el sistema laboral como un todo, con la destrucción de más de 5 millones de puestos de trabajo en el peor momento. Según datos de Equilibrium CenDE, citados por el estudio de Cuso, “prácticamente la mitad de los hombres y mujeres venezolanos perdieron su empleo en el período de la cuarentena”. Los migrantes enfrentan esta realidad con vulnerabilidades particulares, como menor capacidad de ahorro, menos redes de apoyo y mayores restricciones para ser receptores de ayudas estatales. Ahora, la reactivación puede no beneficiar a hombres y mujeres por igual, debido a que sectores que emplean en gran parte mano de obra femenina, como comercio, turismo y entretenimiento, aún tienen muchas restricciones.
Entre las recomendaciones de Cuso para enfrentar estas realidades está “mantener los esfuerzos institucionales y avanzar en una mayor integración económica y social de la población migrante”, y que se haga de forma progresiva. También “impulsar el acompañamiento a los prestadores autorizados del Servicio Público de Empleo, para que la población migrante tenga más oportunidades para acceder a las vacantes disponibles” y que el sistema bancario trabaje más por la inclusión financiera de esta población, pues la carencia de medios de pago es otro factor que desincentiva la contratación de migrantes.
A los empleadores, el llamado es a romper imaginarios que fomentan la xenofobia y a tener en cuenta el talento de la población migrante que está siendo desperdiciado, en especial el de las mujeres, que son quienes más altos niveles de educación han alcanzado. Contratar población migrante “representa una baja rotación de puestos de trabajo, contar altos niveles de formación y cualificación, así como altos indicadores de efectividad, de productividad y un alto sentido de pertenencia con la empresa”, según uno de los beneficios identificados por el estudio “Casos exitosos en materia de inclusión laboral de población migrante de Venezuela en Colombia”, presentado por la Fundación ANDI, Fundación Corona y el Programa de Alianzas para la Reconciliación de USAID y ACDI/VOCA, publicado en julio pasado. Como dice Matos: “Esta es una gran oportunidad para Colombia. El desarrollo pasa por la migración”.