El lento avance de Colombia para cerrar brechas de género
Si bien hay mejoras en las legislaciones, en la práctica, la desigualdad, sobre todo laboral, sigue imperando.
Redacción Economía y Negocios
América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo, pero sobre todo para las mujeres, según reveló el Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, en su último informe.
“La única dimensión donde no observamos cierre de brechas en las ediciones anteriores del Informe Latinoamericano es la de Género”, afirmó Ignacia Fernández, directora del Rimisp.
El documento muestra que si bien en los últimos años algunos indicadores socioeconómicos han mejorado, en igualdad de género ha habido estancamiento y hasta retrocesos.
El informe, que analizó cuantitativa y cualitativamente 27 indicadores en seis dimensiones socioeconómicas, asegura que de 8.774 localidades estudiadas en solo 13 la participación laboral femenina es superior a la masculina, mientras que en apenas 10% de las localidades estudiadas las mujeres tienen ingresos promedio superiores a los de los hombres. Asimismo, incluso en territorios aventajados, mujeres con más escolaridad tienen menos ingresos que los hombres.
Para el caso colombiano, el informe destaca que en los últimos seis años, de 2009 a 2015, la tasa global de participación laboral de mujeres ha aumentado de 49,6% a 54,7%. Este crecimiento en cinco puntos porcentuales contrasta con los 1,7 que subió la tasa global de participación de hombres en el mismo periodo. Aun así, esta última sigue siendo significativamente mayor (72,8% y 74,5%, respectivamente).
En cuanto a desempleo, el Rimisp observó una reducción favorable respecto a las mujeres, que pasaron de un tasa de 16,1% 11,7% en este periodo, lo cual, sin embargo, sigue siendo elevado en comparación con los hombres, cuya tasa pasó de 9,4% a 6,9% en el mismo periodo, de acuerdo con el Dane.
“Esta desigualdad no solo se relaciona con los activos o dotaciones de las mujeres y con su capacidad de agencia, sino también con factores propios del territorio, tales como: la estructura productiva, las instituciones formales e informales y los agentes presentes en el territorio”, de acuerdo con el Rimisp.
Para toda la región, el centro de estudios encontró que ha habido mejoras en asuntos como la igualdad formal de derechos entre hombres y mujeres, pero no en cuanto a las disparidades de ingresos, la responsabilidad por las labores domésticas y el cuidado de personas, la violencia doméstica, el embarazo adolescente y la capacidad de agencia femenina.
En diálogo con este diario, Fernández, contó sobre dos estudios de caso que Rimisp realizó en Colombia, en el bajo Cauca Antioqueño y Nariño. “Hay hallazgos con respecto a la capacidad que han tenido las organizaciones de mujeres de revertir esas tendencias de desigualdad. Vemos que les va mejor que el promedio de los territorios con condiciones similares. La respuesta que hallamos es que las asociaciones de mujeres con capacidad de liderazgo han impactado sobre la política pública”.
“Aunque la oferta de empleo formal es limitada y el desempleo es apremiante, las transformaciones productivas de estos territorios han abierto espacios para nuevas actividades y actores económicos, en especial a mujeres y población indígena, lo que ha permitido a las mujeres: incursionar en nuevos ámbitos, rescatar oficios que habían sido desvalorizados y fortalecer sus capacidades de organización y asociatividad. Tanto en el Bajo Cauca como en Nariño existen políticas públicas para la equidad de género que se han fortalecido, a pesar del conflicto armado y los desplazamientos”, precisó el Rimisp.
Este centro de estudio, que ha participado en informes como el de la Misión para la Transformación del Campo, se define como “una red de articulación y generación de conocimiento para el desarrollo de los territorios latinoamericanos”. Abrió oficina esta semana en Colombia, y, según Fernández, la idea es ayudar a la formulación de política pública en el país a través de sus estudios.
América Latina sigue siendo la región más desigual del mundo, pero sobre todo para las mujeres, según reveló el Rimisp-Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural, en su último informe.
“La única dimensión donde no observamos cierre de brechas en las ediciones anteriores del Informe Latinoamericano es la de Género”, afirmó Ignacia Fernández, directora del Rimisp.
El documento muestra que si bien en los últimos años algunos indicadores socioeconómicos han mejorado, en igualdad de género ha habido estancamiento y hasta retrocesos.
El informe, que analizó cuantitativa y cualitativamente 27 indicadores en seis dimensiones socioeconómicas, asegura que de 8.774 localidades estudiadas en solo 13 la participación laboral femenina es superior a la masculina, mientras que en apenas 10% de las localidades estudiadas las mujeres tienen ingresos promedio superiores a los de los hombres. Asimismo, incluso en territorios aventajados, mujeres con más escolaridad tienen menos ingresos que los hombres.
Para el caso colombiano, el informe destaca que en los últimos seis años, de 2009 a 2015, la tasa global de participación laboral de mujeres ha aumentado de 49,6% a 54,7%. Este crecimiento en cinco puntos porcentuales contrasta con los 1,7 que subió la tasa global de participación de hombres en el mismo periodo. Aun así, esta última sigue siendo significativamente mayor (72,8% y 74,5%, respectivamente).
En cuanto a desempleo, el Rimisp observó una reducción favorable respecto a las mujeres, que pasaron de un tasa de 16,1% 11,7% en este periodo, lo cual, sin embargo, sigue siendo elevado en comparación con los hombres, cuya tasa pasó de 9,4% a 6,9% en el mismo periodo, de acuerdo con el Dane.
“Esta desigualdad no solo se relaciona con los activos o dotaciones de las mujeres y con su capacidad de agencia, sino también con factores propios del territorio, tales como: la estructura productiva, las instituciones formales e informales y los agentes presentes en el territorio”, de acuerdo con el Rimisp.
Para toda la región, el centro de estudios encontró que ha habido mejoras en asuntos como la igualdad formal de derechos entre hombres y mujeres, pero no en cuanto a las disparidades de ingresos, la responsabilidad por las labores domésticas y el cuidado de personas, la violencia doméstica, el embarazo adolescente y la capacidad de agencia femenina.
En diálogo con este diario, Fernández, contó sobre dos estudios de caso que Rimisp realizó en Colombia, en el bajo Cauca Antioqueño y Nariño. “Hay hallazgos con respecto a la capacidad que han tenido las organizaciones de mujeres de revertir esas tendencias de desigualdad. Vemos que les va mejor que el promedio de los territorios con condiciones similares. La respuesta que hallamos es que las asociaciones de mujeres con capacidad de liderazgo han impactado sobre la política pública”.
“Aunque la oferta de empleo formal es limitada y el desempleo es apremiante, las transformaciones productivas de estos territorios han abierto espacios para nuevas actividades y actores económicos, en especial a mujeres y población indígena, lo que ha permitido a las mujeres: incursionar en nuevos ámbitos, rescatar oficios que habían sido desvalorizados y fortalecer sus capacidades de organización y asociatividad. Tanto en el Bajo Cauca como en Nariño existen políticas públicas para la equidad de género que se han fortalecido, a pesar del conflicto armado y los desplazamientos”, precisó el Rimisp.
Este centro de estudio, que ha participado en informes como el de la Misión para la Transformación del Campo, se define como “una red de articulación y generación de conocimiento para el desarrollo de los territorios latinoamericanos”. Abrió oficina esta semana en Colombia, y, según Fernández, la idea es ayudar a la formulación de política pública en el país a través de sus estudios.