El maíz y la seguridad alimentaria: ¿una apuesta que se quedó en el discurso?
Maíz y soya son la principal fuente de alimento para los animales, y el primero también es uno de los productos que más consumen los colombianos. Lo que pase con este renglón del agro tiene grandes consecuencias para la alimentación. ¿Cuáles son las dificultades que enfrenta el sector?
Desde la campaña y principios del Gobierno de Gustavo Petro se hablaba de la importancia del maíz para la seguridad alimentaria. “Estamos importando maíz, que nosotros podemos cultivar; para producirlo necesitaríamos un millón de hectáreas y, por ende, una reforma agraria”, dijo el presidente en octubre de 2022.
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Desde la campaña y principios del Gobierno de Gustavo Petro se hablaba de la importancia del maíz para la seguridad alimentaria. “Estamos importando maíz, que nosotros podemos cultivar; para producirlo necesitaríamos un millón de hectáreas y, por ende, una reforma agraria”, dijo el presidente en octubre de 2022.
Casi dos años han pasado y “el Gobierno se ha quedado corto” porque “no hemos visto medidas o acciones que estén enfocadas en hacer que el maíz sea el producto estrella”, asegura Henry Vanegas, gerente de la Federación Nacional de Cultivadores de Cereales, Leguminosas y Soya (Fenalce).
Este es un producto con un amplio potencial en el país porque están dadas las condiciones del suelo para su producción, además de tener un alto protagonismo en la seguridad alimentaria. Hace parte de la dieta de los colombianos no solo por su consumo directo o por ser base de varios alimentos (la arepa, por ejemplo), sino porque es la base de sustento de varias proteínas animales, como el pollo, la res y el cerdo.
Actualmente, la demanda nacional es de 8,5 millones de toneladas de maíz anuales, según Fenalce. De estas, 1,8 millones son de producción nacional y lo demás se importa. “El consumo per cápita es de 170 kg por persona al año: no hay ningún otro producto agroalimenticio que llegue, al menos, a la mitad de estas cifras”, sostiene Vanegas.
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Una producción que se reduce
Pese a esto, el gremio afirma que hay una alerta en el sector, pues el potencial de este cultivo se ha quedado en buenos deseos. En el primer semestre del año, incluso, se han reducido las hectáreas sembradas, como demuestran las cifras:
- Cayó el maíz amarillo tecnificado en 24 %, pasando de 63.864 hectáreas a 48.567.
- Bajó en 34 % el maíz blanco tecnificado, de 42.871 hectáreas a 28.422.
- La soya disminuyó en el 14 %, en comparación con el mismo periodo de 2023, pasó de 75.000 hectáreas a 64.395 hectáreas.
Dicha reducción se dio, principalmente, en el Valle del Cauca, Tolima, Huila y Meta, que era donde se esperaba que habría mayor aumento en el área de siembra.
Uno de los productores que tomó la decisión de cultivar menos maíz fue Mario Torres, de Aguachica (Cesar), quien viene de una familia de tradición arrocera, aunque decidió dedicarse al maíz durante 20 años. Hace una década sembraba unas 650 hectáreas, pero ahora se mantiene alrededor de las 320 en el primer semestre y 100 a 120 en el segundo. “Con este invierno será difícil trabajar con el maíz porque si no se le baja la humedad, se daña. Entonces sabemos que los rendimientos van a ser bajos. Trataré de cubrir los costos de producción para este semestre y esperar que quede alguito de ganancia. La situación es muy difícil y casi no hay centros de secamiento ni tratamiento de los granos”, explica Torres.
Las dificultades para producir maíz y soya
Que los cultivadores decidan sembrar menos maíz no es fortuito. La infraestructura, competitividad y los precios son el centro de los reclamos del sector. Estos dos productos son los principales insumos requeridos para la alimentación de los animales, pues el primero aporta la energía de los carbohidratos y el segundo, proteína.
🏭 Infraestructura:
Fenalce destaca que para crecer de forma sostenible se necesita infraestructura productiva, que consiste en secamiento y almacenamiento, pues permiten que el producto esté en las condiciones que requiere la industria.
“Lo más importante es el secamiento, que podamos contar con esos bienes públicos que son un gran apoyo para crecer de manera sostenida en el tiempo”, destaca Vanegas.
En este frente, el Gobierno asegura haber entregado recursos a los productores de maíz por un valor de $639.280 millones a través de crédito de fomento, de los cuales 39 % se dirigió a pequeños y medianos productores.
Como apoyo adicional, se les destinó para el cultivo del maíz, a través del Incentivo a la Capitalización Rural (ICR), un valor de $10.000 millones. El Ministerio de Agricultura expresa que así busca estimular las inversiones de capitalización en el campo para realizar nuevos proyectos encaminados a mejorar la competitividad, sostenibilidad y modernización de la actividad agropecuaria, como riego y drenaje, mejoramiento de suelos, infraestructura, maquinaria y equipos.
Además, en marzo de este año, la saliente ministra de Agricultura, Jhenifer Mojica, firmó un proyecto que dará vida a la fábrica doble propósito de secado de maíz y hojuela de maíz en Ciénaga de Oro, con una inversión de $37.000 millones para impulsar la producción del grano en Córdoba y Sucre.
🚢 Importaciones:
Por otro lado está el reto histórico de ser competitivos frente a las importaciones. El gremio busca que haya mecanismos de compensación que se asemejen a los subsidios que tienen los agricultores en Estados Unidos, principal lugar de origen de este alimento. Otras alternativas son las compensaciones relacionadas con la volatilidad del mercado, coberturas de precio internacional, medidas de aseguramiento, instrumentos para el manejo del riesgo para crear condiciones de igualdad y proteger la inversión del productor local.
Hay otra dificultad relacionada con dicho aspecto, se trata de la falta de estándares de calidad para la entrada del producto. Si en el país se produce maíz de grado uno (máxima calidad) para consumo humano, Fenalce considera que es aceptable que se importe uno de grado dos (menos calidad) para el consumo animal, pero no se deben permitir calidades inferiores (grados tres, cuatro y cinco).
La razón es que si no hay un filtro a la materia prima, como sucede ahora, el ingreso ilimitado de producto de mala calidad hace que baje el precio del maíz y los productores locales queden en condiciones de desventaja.
“Nosotros creemos que si se dan las condiciones de igualdad, eso estimulará al productor local para que siga sembrando y se puede lograr que la producción de comida vuelva a ser un buen negocio”, resalta el gerente gremial.
💸 Precios:
Finalmente, la fluctuación de los precios es lo que más golpea la producción de soya. Este era un cultivo que venía creciendo muy bien, pero hubo una caída de precios en el mercado internacional que también afectó el nacional. Y la reducción de la tasa de cambio frente al dólar el año pasado puso en ventaja las importaciones.
Las volatilidades en los mercados llevaron a que, en el caso del maíz, haya personas que el año pasado optaron por almacenar el grano a la espera de una mejoría en el precio. Pero al final hubo una caída debido a los buenos rendimientos que hubo en Estados Unidos y Brasil, relata el maicero Torres.
Los datos muestran la realidad de los precios: las importaciones representan menos cantidad de dólares, pero mayor número de toneladas. El maíz tuvo una baja de US$46,2 millones CIF, lo que representó una reducción del 24,8 % respecto al mismo mes del año anterior. Mientras que ingresaron 38.247 toneladas, equivalentes al 6,8 % de aumento en abril de 2024 frente al mismo periodo de 2023, de acuerdo con la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria (UPRA).
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Un proyecto posible
Para Vanegas, es claro que, si el Gobierno tiene una buena intención, es posible implementar las medidas necesarias y revisar y ajustar (no necesariamente renegociar) el TLC para proteger la producción local.
Las cuentas de Fenalce apuntan a que el país necesita medio millón de hectáreas produciendo entre siete y ocho toneladas cada una, dos veces al año. Argumentan que no es una meta difícil de lograr, pero que es fundamental el apoyo estatal.
“Si en realidad Colombia quiere convertirse en una potencia productora de alimentos y si queremos dinamizar la economía desde los territorios, el proyecto de país tiene que pensarse en soya y maíz. Hay que fomentar la producción local en lugar de la importación”, finaliza el gerente de Fenalce.
Los datos de la producción de maíz y soya
- Según Fenalce, en el primer semestre de este año el cultivo de maíz generó 144.123 empleos y el cultivo de soya, 51.516 empleos, decrecieron en el 35 y 14 %, respectivamente, frente al mismo periodo de 2023.
- Los precios internacionales cayeron alrededor de un 20 % entre junio de 2023 y de 2024, lo cual afecta la comercialización en el mercado interno y se suma a los altos costos del crédito, combustibles y la situación climática adversa.
- En 2023 las hectáreas sembradas de maíz y soya aumentaron en un 4,2 y 71,6 % frente a 2022, de acuerdo con los datos de la UPRA.
- La producción de maíz en 2023 fue de 1.608.193 toneladas, aumentó el 6,5 % y el rendimiento bajó en -1,2 %, frente al año anterior.
- La producción de soya en 2023 fue de 198.310 t, tuvo un aumento de 14,1 %, pero el rendimiento cayó en un -7,2 % frente a 2022.
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