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Este 15 de mayo se cumplen seis años de la entrada en vigencia del Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos, el pacto comercial más importante, pero a su vez más polémico, que tiene Colombia. Se puede decir que son 12 años de generación de discordia, pues desde que empezó a negociarse, en 2006, siempre ha habido insatisfechos. (Lea Metal mecánico, el sector que se podría quedar sin TLC con EE.UU.)
Por un lado, están los que indican que los únicos beneficiados son los estadounidenses y que en cambio la industria local es la que más ha perdido. Por otro lado, están los gremios exportadores que lo respaldan (el 63 % lo ve como positivo, según la Cámara de Comercio Colombo Americana), pero advierten que no se ha sabido explotar su potencial. Entre las principales críticas está que la canasta exportadora es principalmente petróleo.
En efecto, este es uno de los grandes problemas que ha tenido el TLC, pues en sus primeros dos años, el 70 % de las exportaciones de Colombia a Estados Unidos eran combustibles, mientras que lo que entraba a Colombia eran principalmente manufacturas. Esta realidad incómoda se convirtió luego en una tragedia, pues en el segundo semestre de 2014 comenzó la crisis de los precios internacionales del crudo, en la que cayeron de US$100 a US$60 en tan solo seis meses.
Fue una crisis que provocó una caída de más del 23 % en los envíos de Colombia hacia ese destino entre 2013 y 2014 (de US$18.500 a US$14.000 millones), y de otro 30 % un año después (bajando hasta US$9.800 millones de envíos a Estados Unidos en 2015). En solo 18 meses las exportaciones a Estados Unidos (destino que representa el 30 % del total de exportaciones colombianas) cayeron casi 50 % debido al desplome del precio del crudo.
Esta caída motivó una apuesta contundente para utilizar el TLC con Estados Unidos para diversificar las exportaciones colombianas, y ya hay efectos medibles: las no minero-energéticas crecieron 18 % entre 2012 y 2017, al pasar de US$3.415 millones a US$4.031 millones. Además, también ha crecido su peso sobre el total de envíos, pues hace seis años representaban apenas el 15,6 % de las exportaciones totales y ahora su participación llega al 38,2 %.
Por estos antecedentes el aniversario de 2018 es tan importante, pues se da en una coyuntura especial: desde hace unos meses el precio del petróleo ha vuelto a subir, al punto de que ya se encuentra por encima de US$77. Es una situación que puede generar un punto de inflexión para el comercio internacional colombiano, ya que se debe decidir si el futuro del pacto comercial seguirá por el camino de los hidrocarburos o si continuarán los esfuerzos por diversificar la economía.
Se trata de una coyuntura especialmente tentadora pues, antes de que los precios del crudo estuvieran por encima de los US$70, el sector petrolero nacional ya mostraba signos de recuperación. Uno de los más dicientes es que ya se exporte más petróleo a Estados Unidos que Venezuela: según la Administración Energética estadounidense Colombia le vendió a Estados Unidos 426.000 barriles diarios durante febrero de 2018, mientras que el país vecino solo mandó 409.000 barriles diarios. De manera que esta industria se encuentra en óptimas condiciones para aprovechar el TLC y los precios internacionales, lo que podría volverlo de nuevo el centro de las políticas comerciales.
Sin embargo, María Claudia Lacouture, exministra de Comercio y directora de la Cámara de Comercio Colombo Americana (AmCham), explica que “es claro que es muy tentador para el país volver a concentrarse en las exportaciones de petróleo debido al reciente repunte de los precios, y es aún más tentador si se tiene en cuenta que el dólar se mantiene por encima de los $2.800. Sin embargo, sería retroceder, cometer los mismos errores. Se debe seguir diversificando la canasta exportadora y para esto es crucial incentivar la cultura de innovación en los empresarios, para que Colombia se vuelva más competitiva frente a los demás países que mandan sus productos a Estados Unidos”.
Lacouture agrega que “debido a que ya se cumplieron más de cinco años de acuerdo, hay más de 5.500 nuevas subpartidas colombianas (10.500 en total) que pueden entrar con cero arancel, lo que muestra que no tiene sentido volver a concentrarnos en el petróleo. Ahora hay grandes oportunidades para las exportaciones no minero-energéticas, pues vemos que hay gran potencial en productos como pescados (como la tilapia), frutas y demás productos agropecuarios”.
Por su parte el presidente de la Asociación Nacional de Comercio Exterior (Analdex), Javier Díaz, explicó que “volver a concentrarnos en el petróleo es cometer dos veces el mismo error, pues implicaría que el futuro de esta relación comercial seguirá atado al volátil comportamiento del precio del crudo. Se debe fortalecer la estrategia de la diversificación de las exportaciones y hay que seguir impulsando a las empresas colombianas para que se atrevan a mandar sus productos a este destino”.
Díaz agrega que “muchos dicen que el TLC no ha servido, pero lo que no se dan cuenta es que sin este acuerdo comercial las exportaciones se habrían desplomado. Sin el pacto comercial, los productos colombianos no habrían podido competir con los demás artículos que entran a Estados Unidos. Puede que los resultados no hayan sido tan sobresalientes, pero hay que entender que los pactos comerciales son tan solo herramientas: funcionan bien o mal dependiendo del usuario. De manera que lo que hay que hacer es prepararnos para ser más competitivos, para así poder explotar todo el potencial del acuerdo”.
Los analistas coinciden en que el petróleo, por más tentador que sea en este momento, no puede ser el futuro del TLC con Estados Unidos. Esto sugiere que el siguiente gobierno deberá seguir centrando su atención en las exportaciones no minero-energéticas, solucionando los cuellos de botella e imprimiéndoles innovación y competitividad a los productos que entren al principal destino comercial de Colombia.