Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
James Fry es presidente de LMC International, una de las consultoras en agronegocios más grandes del mundo. Visitó Colombia en el marco del aniversario de Fedepalma, que contrastó con la huelga de los trabajadores de Indupalma en Cesar, quienes piden contratación directa y no tercerización.
En diálogo con este diario, Fry explica por qué la soya o la palma son, para él, las ganadoras en el comercio agrícola mundial en los próximos años. Cree que si bien la deforestación cero es el ideal para atender la creciente demanda de aceites vegetales el mundo aún se enfrenta a dilemas a la hora de extender las áreas cultivadas.
El tema de su conferencia fue el comercio agrícola mundial en los próximos 20 años. ¿Quién ganará en ese comercio?
Algunos cultivos como el arroz o el trigo no necesitan más tierra. Se puede satisfacer su demanda global con mayores rendimientos por hectárea y con menos área. Alguna tierra dejará esos cultivos, que son perdedores en ese sentido. Hay zonas como Kazajistán en donde no se dan otros cultivos, así que se dejará el trigo y la tierra quedará para pastura. Se puede ver en qué tierra se podrá cambiar de un cultivo a otro. En donde no se puede, es necesario buscar nuevas fronteras. No es sólo cambiar el uso de la tierra, sino que se necesita nueva tierra. Teniendo en cuenta el potencial por cuestiones del clima diría que América Latina es el área que tendrá de lejos el mayor crecimiento en área (cultivada). Y los principales productos son soya, maíz y algo de palma de aceite.
Entiendo que productos como la soya y el maíz son esenciales para el alimento de los cerdos o las aves de corral. Pero en cuanto a seguridad alimentaria, ¿esos cultivos no desplazan la producción de lo que la gente consume directamente?
En la demanda por carnes, la que más crece es la de pescado, en segundo lugar está el pollo. En términos de beneficio ambiental, esos son los mejores convertidores de alimento en carne. Ahora, ¿qué pasa con el consumo directo de comida? Hoy, de alguna manera, es muy poca la comida que se consume sin ser procesada. La carne tiene algún tipo de proceso. El crecimiento de la demanda tiende a estar en los alimentos más complejos, no tanto en alimentos simples, como el pan. Sin embargo, hay un sector sobre el que recibimos consultas: son los cultivos de nuevas fuentes de proteína, como las lentejas o la quinua. Pero lo que no hemos logrado resolver es si es un nicho, una pequeña tendencia de comida saludable de Estados Unidos y Europa, de los ingresos altos, y si se va a expandir. Puede haber oportunidades ahí, pero son muy especializadas. Tristemente los gobiernos de los países ricos tienen programas para que los niños coman más saludable, pero no son muy receptivos. Es difícil que los niños aprendan a llevar una dieta balanceada. Si pueden escogen los fritos, la comida preparada.
¿Qué retos ve que persisten para tener cultivos de palma sostenibles?
Sabemos que el mundo necesitará más tierra y comida porque la población está creciendo. El reto es lograr eso con el menor daño. Es un dilema. Creo que se debería pensar en la noción de costo de oportunidad: las alternativas que hay para lograr algo y lo que se gana o se pierde. Los aceites vegetales son uno de los productos cuya demanda per cápita crece en todos los niveles de ingreso. ¿Se puede hacer la expansión de una forma ambiental y socialmente amigable? Ese es el reto: qué remover y qué no para obtener otros recursos.
¿La deforestación es en algún caso una alternativa para usted?
El ideal es no deforestar. Indonesia, que siempre es señalado con el dedo, tiene un montón de tierra que fue despejada mucho tiempo atrás. Frente al criticismo , los ambientalistas probablemente estarán de acuerdo con que esa tierra ya estaba despejada, para explotación forestal. En los países ricos hay hipocresía: tomamos la madera tropical, no nos quejamos cuando estaban despejando la tierra para madera, no comida, y ahora nos quejamos cuando tratan de usar parte de esa tierra que fue despejada para nosotros. Hoy creo que hay mucha tierra que no es selva, son pastos, donde se puede sembrar.
Y en el aspecto social, el miedo es que los dueños de la tierra se vuelvan empleados de las grandes empresas.
En Indonesia tienen grandes empresas, y luego hay una obligación, depende de la provincia, de dar cierto porcentaje de tierra (de la plantación) a los pequeños propietarios. Lo normal es 20 %. Eso implica para el pequeño productor que el Estado hace todo al principio: se asegura de que se siembre de forma adecuada. Lo que pasa después es que pueden recibir préstamos del gobierno, entregan sus racimos al molino de la plantación, los precios que se pagan son fijados por el gobierno a través de una fórmula, y pagan su crédito. Y luego tienen una opción: si quieren hacer toda la labranza, o quieren que la empresa de la plantación ayude con algunas de las tareas. En ese caso pagan a la plantación por hacer el trabajo, son dueños de la tierra y hacen su utilidad de acuerdo con el precio. Es un modelo que trata de resolver el dilema, para ser más productivos. Alguien tiene que construir el molino, que es costoso. Puede ser un buen matrimonio entre grandes y pequeños.