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El panorama para el turismo en 2020 no podía ser mejor. Venía de 2019 con cifras récord en visitantes extranjeros (4’515.932) y una ocupación hotelera que alcanzó el 57,8 %, de acuerdo con cifras del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit).
El reto de la cartera era alcanzar los cinco millones de viajeros no residentes, implementar el uso de las tecnologías y continuar posicionando el turismo como el “nuevo petróleo” (con todas las críticas que pueda generar esta afirmación). Y en medio de la esperanza y las proyecciones positivas llegó el COVID-19. La música, de repente, se detuvo.
Antes de la pandemia, la Organización Mundial del Turismo (OMT) había previsto un crecimiento positivo del sector del 3 al 4 % para 2020. Con el coronavirus y los cierres a escala mundial, el turismo se contrajo un 22 % en el primer semestre del año y podría caer del 60 al 80 % durante el total de 2020.
El impacto del virus en el turismo es muy alto, al ser una industria que depende, necesariamente, del movimiento humano, traducido en vuelos, transporte terrestre, fronteras abiertas… La caída de la demanda de viajes internacionales podría generar pérdidas económicas de US$910.000 millones y US$1,2 billones en ingresos por exportaciones del turismo. Incluso, se prevé la pérdida de 100 a 120 millones de empleos directos, según ha dicho la OMT.
Las afectaciones en Colombia se empezaron a notar desde que comenzó la emergencia. Por ejemplo, entre enero y mayo de 2019 al país llegaron más de 1,8 millones de visitantes no residentes: en el mismo período de 2020 se presentó una caída del 40 %, de acuerdo con cifras del Mincit. El Gobierno ha lanzado más de treinta medidas para mitigar el impacto en el sector.
Entre las estrategias de la cartera para reactivar el sector se encuentra la implementación del turismo sostenible con un proyecto de ley que se presentará en las siguientes semanas. Además, las proyecciones apuntan a que la demanda nacional se recupere antes que la exterior.
¿Qué dicen en las regiones?
Hélida León es la gerente de Ecodestinos, una empresa de turismo de naturaleza que tiene más de veinte años, con presencia nacional, y busca apoyar los emprendimientos locales de las comunidades con las que trabaja.
“Enero, febrero y marzo fueron meses muy buenos en los que tuvimos ventas que nos han ayudado a superar parte de la pandemia. Hemos seguido pagando nóminas y seguridad social, pero sí hemos tenido que reducir salarios y suspender trabajos. Esperamos que en agosto y septiembre podamos volver a vincular a las personas”, dice León.
Durante este tiempo en que la industria está quieta, León cuenta que han estado trabajando en el desarrollo de una página web y en la campaña “Ventana digital de comercios locales” para recibir ingresos y ofrecer mediante una “ecotienda” virtual los emprendimientos de las comunidades artesanas, como las hamacas de San Jacinto o la mochila arhuaca.
Por su parte, Cristina Consuegra y Alexis Pradié fundaron hace seis años el emprendimiento Galavanta Tailored Travel, enfocado en turismo de experiencia. En estos tiempos de reinvención y supervivencia, presentan una propuesta que le apuesta a que colombianos viajen y conozcan los patrimonios turísticos del país, como los paisajes de Casanare, Nuquí, la Sierra Nevada o Barichara, entre otros destinos, que, según cuenta Consuegra, eran del interés de los extranjeros.
“Reorganizamos nuestra empresa para abrir esas experiencias a colombianos, renegociamos tarifas y bajamos los precios, pero manteniendo la calidad. La idea es incentivar a los colombianos a conocer su país. También queremos apoyar a las comunidades que dependían de los turistas extranjeros”, explica la cartagenera Consuegra.
En 2019 recibieron el reconocimiento a la mejor agencia en los Premios Nacionales de Turismo de Procolombia. Su público eran turistas de Estados Unidos, Francia y Canadá, principalmente. También tienen una apuesta para mitigar el impacto ambiental que generan sus recorridos, mediante la reducción del uso de plásticos y el apoyo a la conservación en las regiones donde trabajan.
Iván Duarte, director de Unique Colombia, agencia operadora creada hace nueve años que funciona en Santa Marta y La Guajira, y ofrece experiencias de naturaleza, cultura y bienestar, cuenta que, al igual que Galavanta, estaba enfocada en turistas extranjeros. Sin embargo, la empresa, que brinda sus servicios en la finca La Jorará, se está preparando para la reactivación, especialmente con turistas nacionales.
“Es un golpe fuerte desde marzo. Estamos trabajando en buscar cómo contribuir a la naturaleza, las personas y toda la cadena. Sabemos que el sector se va a reactivar y debemos estar listos para los viajeros locales. Es una oportunidad para que los colombianos conozcan su país. He mantenido a nuestro equipo de catorce personas y hemos conseguido donaciones para ayudar a las comunidades kogui y arhuaca”.
Duarte dice que decidió no endeudarse con líneas de crédito, pero que sí sintió el apoyo del Gobierno con dos auxilios de nómina y que está aplicando al subsidio a la prima. Por ahora, sus colaboradores se están capacitando para implementar los protocolos de bioseguridad, lanzó una tienda en línea para ofrecer productos de la Sierra Nevada y espera que “de aquí a septiembre veamos la luz”.
Sin embargo, la crisis representa un retroceso en los esfuerzos que se adelantaban en el país por promover el turismo como fuente de ingresos en zonas que estaban marcadas por economías ilegales y como una manera de resignificar lugares que fueron epicentro del conflicto armado.
Es el caso de Duberney Moreno, quien fue guerrillero de la columna móvil Teófilo Forero de las Farc por más de diez años. Al dejar las armas, se convirtió en guía de rafting por el río Pato, en San Vicente del Caguán (Caquetá), y lidera el equipo de excombatientes de esa guerrilla que compitió en el Mundial de ese deporte en el río Tully, en Australia.
También es uno de los creadores del emprendimiento de ecoturismo Caguán Expeditions, que lleva dos años operando, y es uno de los de ocho guías de rafting. Moreno dice que antes del COVID-19 estaban creciendo y se beneficiaban personas que brindan servicios de alojamiento, comida, artesanías, senderismo y avistamiento de aves, entre otros.
“Todo se paró y volvimos a ser solo ocho por la pandemia. Teníamos un campeonato en el río Samaná y un viaje a Costa Rica para hacer un curso de instructores de rafting. Nuestra ventaja es que íbamos poco a poco con el turismo y todavía no dependíamos de él”, dice Moreno.
Por el momento, los integrantes del emprendimiento, al estar en el ETCR de Miravalle, pueden hacer otras actividades del campo o artesanías. “Les hacemos mantenimiento y aseos a los implementos, para el día en que podamos volver a operar: no tenemos afán. Queremos participar en otros campeonatos y no olvidar lo que hemos aprendido”.
El biólogo Fernando Carrillo, de la Fundación Aroma Verde, quien lleva ocho años operando y ofrece turismo de naturaleza y comunitario en Guainía y Vaupés, dice que, tras el cierre de las fronteras, los resguardos indígenas tomaron la decisión de aislarse y prohibir el ingreso de personas externas.
“Las comunidades indígenas no necesitan la cultura occidental ni nuestra economía. Es una región que no depende del turismo. Los que estamos sufriendo el aislamiento en el turismo comunitario y de naturaleza somos los operadores y una pequeña área de comunidades que tenían dependencia del turismo, como La Ceiba, Remanso y Venado; zonas en las que antes se practicaba minería ilegal. Ahora hay proyectos como la ruta de la miel para que realicen otras actividades y reciban ingresos”.
Carrillo señala que lleva cuatro meses sin actividad productiva del turismo y que ha vivido de sus ahorros. En cuanto a los beneficios del Gobierno, explica que se han presentado a convocatorias, pero que en beneficios como ayudas con las nóminas no aplican, porque son una empresa pequeña o no cumplen con los requisitos.
Los empresarios coinciden en que están utilizando las redes sociales y plataformas digitales para capacitarse y trabajan por implementar los protocolos de bioseguridad para la reapertura. Davis Armando Ruiz, vicepresidente de la Red Nacional de Turismo Comunitario, explica que, pese a la afectación de las comunidades al estar vacías, sin recibir ingresos ni poder dar a conocer su cultura, “no podemos arriesgar una población sin tener claros los protocolos. La comunicación será fundamental para acordar con las comunidades la reapertura. El turismo comunitario permite ofrecer espacios retirados y sin aglomeraciones”.
Desde el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo lanzaron el sello de calidad de bioseguridad “Check in Certificado”, con el respaldo de la OMT, para construir rutas seguras. “El objetivo es generar confianza entre los viajeros y reducir los riesgos de contagios. Tenemos cinco actividades acreditadas, ocho en proceso y más de 190 solicitudes. Esperamos que 5.700 tengan el sello en 2020”, asegura José Manuel Restrepo, ministro de Comercio.
De acuerdo con el jefe de cartera, la reactivación de los vuelos y el transporte terrestre son fundamentales para mejorar las cifras del turismo. La expectativa es que al cierre de este año se alcance la cifra de 1,7 millones de visitantes no residentes.
“El 9 % de los colombianos viajan a destinos nacionales, según el DANE. Para finales de 2020 esperamos que 2,9 millones de personas realicen viajes nacionales y 8,5 millones para 2022”, agrega el ministro. Para ello, desde el Mincit trabajarán en la promoción de destinos, narrativas regionales y herramientas virtuales e innovación.
Por su parte, desde Procolombia trabajan con empresarios y emprendedores dedicados al turismo comunitario para apoyarlos en el proceso de internacionalización y con una convocatoria que, según dice Flavia Santoro, presidenta de la entidad, “es para identificar los mejores proyectos de turismo comunitario y así crear el mapa con la oferta de este producto. Sabemos que ese turismo tendrá la posibilidad de marcar una tendencia tras la coyuntura, dado que los viajeros buscarán conectarse con la naturaleza y cultura de un destino, pero generando un impacto positivo en sus comunidades”.
Pese a las expectativas que tiene el Gobierno para finales de 2020 en materia de reactivación del sector, las promociones del turismo nacional pueden no ser suficientes, si se tiene en cuenta que se espera una contracción de la economía (que podría estar por el orden del 5,5 %), lo que implica, en términos generales, desempleo y reducciones en poder adquisitivo, así como en consumo.
El freno inducido en la economía podría limitar las buenas noticias de un sector que, además de su importancia macroeconómica, representa opciones de legalidad y diversificación para comunidades en regiones que han estado marcadas por la ilegalidad y la marginación.