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Con unas cuatro décadas en el mundo de los negocios, Jaime Gilinski ha puesto en marcha dos de las que podrían ser sus mayores jugadas. Y esto es todo un decir para un hombre de 63 años con una fortuna que supera los US$4.000 millones.
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Las Ofertas Públicas de Adquisiciones que lanzó la familia podrían llevarlo al corazón de algunas de las empresas más grandes del país (Nutresa y Grupo Sura), además de asestar una suerte de golpe de estado en el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA), que hoy controla estos conglomerados, además de otros pesos pesados como Bancolombia o Argos, por solo poner dos referencias.
El peso de los Gilinski
Los comienzos de la carrera de Jaime Gilinski (su hijo, Gabriel, también participa en los actuales negocios familiares) bien pueden rastrearse a la década de 1980, cuando regresó de estudiar en la escuela de Negocios de la Universidad de Harvard.
Quizá la primera gran movida en la que participó fue la adquisición en 1991 de las oficinas locales del Banco Internacional de Crédito y Comercio (BCCI, por su sigla en inglés), en conjunto con su padre, Isaac.
Este nombre es importante en esta historia por dos razones: una, que la compra dejó en pie las últimas oficinas de una institución internacional que terminó desapareciendo en una explosión de escándalos, y que a la vez alimentó la compra de Bancolombia años después. Y la segunda, porque en el BCCI tenía participación de la familia real de Abu Dabi, que hoy forma parte del músculo financiero con el cual los Gilinski van por el control mayoritario de Nutresa (máximo 62,6 % de las acciones) y una porción nada despreciable de Sura (máximo 31,6 % de los títulos).
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Este emirato árabe fue el principal accionista en BCCI durante buena parte de su existencia, además de su mayor depositario y sujeto de crédito. De acuerdo con Gilinski (padre), su relación con Abu Dabi viene madurando desde hace más de una década. “Desde casi 2005 es decir, unos 15 años, he estado viajando, conociendo y estableciendo relaciones con esa parte del mundo”, le dijo el empresario a Bloomberg.
El BCCI dejó de existir a escala global en medio de investigaciones por fraude y condenas contra personas cercanas a su fundador, Agha Hasan Abedi, un empresario paquistaní quien falleció en 1995 sin enfrentar mayores juicios por la debacle del banco. Para ilustrar la escala del asunto vienen bien las palabras de un memo interno del Banco de Inglaterra, escrito en 1982, en el que se describía al BCCI como el equivalente financiero del Titanic.
Y, sin embargo, a pesar del hundimiento del Titanic financiero, el BCCI prosperó localmente y sirvió de impulso para que los Gilinski se hicieran con el Banco de Colombia, que en 1994 aún estaba en manos del Estado. La movida contó con la participación de más de 80 inversionistas institucionales.
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El banco, que fue adquirido por US$375 millones, fue vendido de nuevo en 1997 al Sindicato Antioqueño (hoy más conocido como Grupo Empresarial Antioqueño). La transacción excedió los US$400 millones y desencadenó un pleito legal que terminó por saldarse en 2010, en el que hubo acusaciones por asuntos como autopréstamos, falsedad en documentos y evasión de obligaciones.
El Sindicato fusionó el Banco de Colombia con el Banco Industrial de Colombia (BIC), para darle nacimiento a lo que hoy se conoce como Bancolombia, uno de los mayores operadores financieros del país y una de las partes fundamentales del GEA moderno.
Buena parte de la especulación sobre el porqué de las OPA hostiles que tienen contra las cuerdas a Nutresa, Sura y al GEA incluye una especie de reconquista de Bancolombia. En otras palabras, los fantasmas de los negocios pasados.
El GEA es complicado de entender, pero, en esencia, son tres conglomerados: el Grupo Argos, el Grupo Sura y el Grupo Nutresa (y también está el fondo de pensiones Protección).
Además de su tamaño en el mercado local y en otros países de Latinoamérica, se destaca por hacer enroques accionarios entre sí: una compañía tiene acciones en otra y viceversa. El mecanismo ha sido ideado, justamente, para evitar toma de acciones como las que hoy han propuesto los Gilinski.
Por ejemplo, en el Grupo Nutresa el 35,25 % de las acciones las tiene el Grupo Sura y el 9,8 % el Grupo Argos. En el caso del Grupo Sura, el 27,6 % de las acciones las tiene el Grupo Argos y el 13 % lo tiene el Grupo Nutresa. Y el Grupo Argos el 36 % de las acciones las tiene el Grupo Sura y el 13 % lo tiene el Grupo Nutresa.
Entonces, ¿el objetivo final es Bancolombia? No hay una respuesta clara hasta el momento. Pero lo siguiente puede arrojar alguna luz. En una entrevista Jaime Gilinski aseguró que su asociación con Abu Dabi se daba para concentrarse en Nutresa. Estas palabras son del 22 de noviembre. Poco más de una semana después se anunciaba la OPA por el Grupo Sura.
El valor y la oportunidad
Más allá de las peleas financieras del pasado (que no son poca cosa, pues incluyeron reclamaciones por más de US$100 millones, en valores de los años 90), lo cierto es que las jugadas de Gilinski llegan en momentos en los que el mercado accionario colombiano pasa por una especie de período de somnolencia.
La Bolsa de Valores de Colombia lleva unos años perdiendo más acciones que sumando nuevas compañías y títulos, con salidas notables como las de Isagén y Pacific Rubiales o la de prácticamente todos los títulos del Grupo Éxito, luego de que el Grupo Pan de Azúcar se hiciera con el 96,57 % de los títulos.
La falta de dinamismo en la bolsa también se puede ver, de cierta forma, en el abismo que hay entre las cotizaciones de las acciones de Nutresa y de Sura, y la posición y perspectiva que tienen ambos grupos. Es decir, el clásico abismo entre el valor real y el accionario.
Las ofertas hechas en las OPA de Nutresa y Sura ofrecen un valor superior a la valorización actual de las acciones (algo que se conoce como prima) del 38 y 27 %, respectivamente.
Según datos recopilados por Bloomberg, las acciones de Nutresa, por ejemplo, han perdido más de la mitad de su valor en la última década. Esto en paralelo con la expansión de un grupo que hoy tiene presencia en 45 plantas de producción en 14 países, con un crecimiento del 11 % en ventas registrado en 2020 (frente a los números de 2019).
La pregunta de fondo acá es ¿cómo las visiones en bolsa dejan de reconocer de un momento a otro la promesa de valor que por años estas empresas han entregado no solo a sus beneficiarios, sino que han aportado al desarrollo del país y por lo que realmente deberían valorarlas?
El propio Gilinski le dijo a Bloomberg que “el mercado no ha reflejado lo que creemos que es el valor de la empresa”, refiriéndose a Nutresa. Las OPA buscan reflejar un poco más ese valor, además de aprovechar una oportunidad de oro para hacerse con uno o dos grandes grupos de empresas que, además, abren la llave al control de otros grandes jugadores en la economía colombiana.
Al final, la jugada de Gilinski bien puede ser un regreso a Bancolombia o genuinamente aprovechar el abismo entre las valoraciones bursátiles y reales de dos conglomerados claves. O las dos. No tienen por qué ser binarias.