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Construyamos juntos la siguiente imagen: se ve a un emprendedor, de camiseta, jeans y tenis, moviéndose sobre un escenario con cientos de jóvenes aplaudiéndolo. Es como una especie de ‘rocsktar’ sin serlo. Cuenta, como si la conversación fuera de pasillo, cómo pasaba noches enteras sin dormir, alimentándose mal, en medio del caos del garaje en donde todo comenzó, cuando nadie creía en su idea. Ahora habla de “quemar dinero”, de los miles o millones de usuarios que tiene su negocio, de cómo va buscando millones de dólares en las distintas rondas de inversión que hay en el mundo, de estas charlas porque todas las incubadoras y aceleradoras de emprendimientos lo buscan insistentemente para contar su historia.
A esta escena también hay que sumarle un discurso con el que crecimos un par de generaciones que escuchamos a los millonarios de Silicon Valley: a veces no es ni siquiera necesario ir o terminar la universidad si se tiene una buena idea. Si, la que lo cambie todo. Así leímos a muchos de los hoy acaudalados de las redes sociales, a algunos de los que hicieron historia con el desarrollo de dispositivos electrónicos o a los que crearon modelos para poner en uso lo que los demás tenían guardado en la casa. Y les funcionó. Y entonces muchos y muchas creímos que ese era y es el modelo a seguir. Pero, después de hacer esta imagen, ¿qué cree que pasa por la salud mental de algunos de estos emprendedores de ato impacto?
“Según los resultados arrojados por la herramienta de encuesta en línea y con base en el Índice ‘WHO-5′ desarrollado por la OMS, la mayor incidencia se mueve en niveles medios de bienestar subjetivo (66%). Se observa un número considerable de Emprendedores de Alto Impacto, EAI, (20%) que indicó tener un bajo bienestar subjetivo y un 28% que exhibe severos síntomas de malestar psicológico, medido en términos de aceptación de sí mismo, la existencia de relaciones positivas con otros, el desarrollo de autonomía para la toma de decisiones, el control sobre su entorno, el establecimiento de objetivos o metas en la vida y la búsqueda del crecimiento personal. Por otra parte, los/las EAI presentan niveles moderados de burnout (agotamiento), aunque un 20% tiene claros síntomas de burnout severo”.
Este ha sido uno de los hallazgos del informe elaborado por el BID Lab llamado “El factor invisible: bienestar y salud mental para fortalecer el ecosistema emprendedor de alto impacto en América Latina y el Caribe”. A los encuestados los dividieron en dos grupos: lo que están en bajo bienestar y los que están en alto bienestar. Del primer grupo, el 100% de estos emprendedores y emprendedoras tienen síntomas severos de “estrés, inseguridad, apatía, pesimismo, sensación de estar abrumado/a, incapacidad de poner límite al horario de trabajo, baja energía, físicamente enfermo/a, sensación de fatiga, entre otros”. Del segundo, el 30% dicen haber sufrido los síntomas anteriormente descritos.
Del primer grupo, el 64% presenta síntomas de burnout severo y 35% moderado. Eso quiere decir que lo sufren por: “Trabajar largas horas, sensación de querer cambiar de trabajo, pensar obligaciones profesionales después del trabajo, estrés y agotamiento en el trabajo, no tener tiempo para actividades fuera del trabajo, sensación de apatía, dolor de cabeza, aburrimiento, falta de concentración, insomnio, fastidio, náuseas, sensación de ansiedad, sensación de aislamiento, disminución de la inmunidad, malhumor, depresión, sensación de impotencia”. Del segundo grupo, los del alto bienestar, allí el “55% no presenta síntomas, 40% síntomas moderados y solo un 5% síntomas severos”.
¿Están satisfechos?
¿Qué tan satisfecho o satisfecha está con el emprendimiento? De primer grupo el “43% se encuentra insatisfecho/a con el emprendimiento”. Del segundo grupo “100% se siente satisfecho/a con el emprendimiento”. ¿Y quiénes son todas estas personas? Del primer grupo el 67% mujeres y 33% hombres con mayoría de jóvenes menores a 34 años, 50% casados, 43% solteros, 7% divorciados y de todos, un 43% tiene hijos. En el segundo grupo eran el 67% hombres y 33% mujeres, más presencia de adultos mayores a 45 años, el 65% era casados, 25% solteros y 10% divorciados. El 70% con hijos.
En el estudio también concluyeron que el estrés es causado por “el factor financiero, enfocado en escalar y lograr levantar mayor financiamiento”, “a lo que se suman las características de su trabajo y las presiones de familiares o su entorno”. Gustavo, uno de los entrevistados, lo dijo casi que de manera detallada: “El estrés lo afecta todo: la creatividad, las conversaciones, la eficiencia y competitividad. A mayor estrés menor capacidad y baja tolerancia a los retos”. Jorge, desde Brasil, lo resumió así: “Lo más retador es equilibrar el estar totalmente presente en cada espacio y en cada momento. El estrés es un enemigo silencioso que poco a poco te martilla la tranquilidad y las relaciones con tu entorno. Cada vez es más difícil encontrar cómo recargar energía y cómo descansar para estar al 200%”.
En testimoniales de muchos de los y las emprendedoras, aparece un contraste para tener en cuenta: “La soledad de emprender es un gran desafío. Todos quieren ser parte de los logros, pero muy pocos quieren estar en el desafío diario”, “Inseguridad financiera”, “Exigencia por parte de los clientes”, “Intereses de socios y toma de decisiones frente a las renuncias”, “Tener que estudiar una carrera terciaria (Ingeniería en sistemas) a la vez que hago mi emprendimiento, por presión familiar y económica”, “Alto nivel de cambio en reglas de juego fiscal e incertidumbre. Personal poco flexible y poco consciente de las situaciones del entorno. Situaciones laborales, incapacidades, cambio de la virtualidad a la presencialidad”, “Problemas dentro de la empresa con la línea de servicio. Falta de tiempo para lograr todo”. A eso se suma: “Presión por los resultados, la gente siempre tiene las agendas explotadas y no tienen tiempo, es alienante, la gente lo sabe pero sigue haciendo esfuerzos en adaptarse en lugar de empezar a cuestionar las formas de hacer las cosas que no están ni hacen bien a las personas”, “Incertidumbre sobre cuáles son los siguientes pasos a dar en la empresa”.
La salud, al final, es la más necesaria de todas para poder seguir adelante. Y el cómo, así como se pone voluntad para hacer empresa, hay que tener disciplina para cambiar el rumbo. La misma Andreína, de Colombia, lo dijo: “Una vez tuve un burnout , era muy joven y no sabía que estaba tan agotada. Y es que pensaba que cada hora de trabajo impulsaría la compañía y no importaba si no dormía, no hacía ejercicio, pasaba el día sin comer -a veces solo una vez al día-, no me cuidaba. Productividad tóxica. Ahora me esfuerzo para darme tiempo para meditar e ir al gimnasio. Me costó muchos libros, retiros, para aprenderlo y vivirlo de primera mano”.
Así que, ¿qué se puede hacer para mejorar no solo la salud mental de los emprendedores sino su entorno que también resulta afectado? La respuesta también aparece en este documento, gracias a las respuestas de los mismos emprendedores, en donde se refieren a afrontar el estrés y la ansiedad: “La estrategia más común identificada que utilizan los/las EAI participantes tiene que ver con estilos de vida (84%). Especialmente los ayuda hacer ejercicio, escuchar música, leer, caminar, dormir más y mejor, comer más sano y reducir el café, el alcohol o el tabaco. La segunda estrategia más utilizada es la conexión social (32%), que incluye el pasar tiempo con la familia, la pareja, amigos/as, realizar actividades grupales online o presenciales, participar en grupos de interés temáticos o hobbies. Le siguen prácticas de espiritualidad y religiosidad (30%), incluyendo hacer yoga, meditación, rezar o asistir a ceremonias religiosas, y algunos hacen terapias y trabajo psicoterapeútico con especialistas para reconocer sus emociones (27%)”.
Al final esta es una realidad que tiene inicio, cuando se crea el negocio, pero no tiene final ni en las formas ni en los fondos, a menos que caigan en el cierre de la empresa. No hay una fórmula a seguir, todos los casos son diferentes, mientras unos disfrutan la presión a otros les acaba las familias. Jairo, de Colombia, soltó una realidad más que sensata: “Cuando eres CEO nadie piensa en ti. Tú eres quien piensa en los otros. Siento que nadie piensa en mí. Sería bueno que alguien piense en nosotros los emprendedores”.
Y entonces, ¿qué hacemos?
¿Y cuál es el papel de cada actor principal en toda esta realidad? Lo escribieron los autores de este estudio del BID Lab, César Buenadicha, Juan Pablo López Gross, Carolina Carrasco, Isabela Echeverry y Mara Balestrini: “Promover el bienestar y la salud mental del ecosistema de emprendedores/as de alto impacto de ALC, y de la población en general, especialmente de sectores vulnerables, es sin duda un gran desafío. La pandemia del COVID-19 ha puesto en evidencia la urgencia de atenderlo y la necesidad de invertir más y mejor para mejorar la situación. Sin duda, estamos ante una ventana de oportunidad única en la que los gobiernos, el sector privado y emprendedor, la sociedad civil, así como los organismos internacionales, están más conscientes de la necesidad y de acuerdo en que es fundamental aumentar la inversión y ampliar el acceso a herramientas de apoyo. Ahora, toca avanzar de las palabras a la acción”.
El documento cita datos de la División de Protección Social y Salud del BID, que asegura que “la inversión en salud mental en América Latina es baja en relación con la carga del total de enfermedades atribuible a estos trastornos. Los trastornos mentales representan un 20% del total de la carga por todas las enfermedades en la región, pero el gasto en servicios de bienestar y salud mental es sólo un 2% del total que los países latinoamericanos invierten en salud. Después de décadas de ser considerada “la próxima urgencia”, siempre superada por alguna otra necesidad en las decisiones de gasto público, y debido a los profundos impactos de la pandemia, es urgente priorizarla”.
¿Y entonces qué va a pasar? “Particularmente desde BID Lab, como laboratorio de innovación del Grupo BID, se buscará definir una estrategia que permita crear, en coordinación con el sector público del banco y BID Invest, una nueva línea de trabajo con este enfoque. Dentro de su vertical estratégica de salud, se impulsará el apoyo en bienestar y salud mental, tanto del ecosistema emprendedor de alto impacto en la región, como para poblaciones pobres y vulnerables, especialmente desde un enfoque de género y diversidad. Como las tres acciones iniciales se buscará i) realizar un mapeo regional para identificar actores trabajando en la temática y levantar datos e información relevante; ii) explorar oportunidades de financiamiento para proyectos innovadores que estén probando nuevos modelos y el uso de tecnología, ofreciendo productos o herramientas que permitan ampliar cada vez más el acceso a servicios de apoyo y escalar el impacto; y iii) BID Lab buscará generar conocimiento, visibilizar la temática y promover nuevas redes de conexiones para incentivar a startups, fondos de inversión, incubadoras, aceleradoras y otros actores del ecosistema, para que incluyan y prioricen el enfoque de bienestar y salud mental en sus actividades y modelos de negocio”.
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