Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
(Liderazgo, sosteniblidad y gerencia) “Electrificarlo todo” es el grito de guerra de quienes buscan una solución viable a la crisis climática. Exige una rápida sustitución de los combustibles fósiles por energías renovables como la eólica, la solar, la geotérmica y la hidráulica, al tiempo que se adoptan tecnologías como los vehículos eléctricos, las bombas de calor y las redes eléctricas inteligentes. Pero, para hacer realidad este sueño ecológico, primero tendremos que construir muchas más infraestructuras de energías renovables, incluidos más parques eólicos y solares, aumentar la producción de vehículos eléctricos y fabricar miles de millones de baterías. Todo esto requerirá muchas materias primas. Aunque el litio y el cobalto suelen considerarse ingredientes clave en la carrera hacia las emisiones cero neto, el cobre es mucho más importante.
Si el acero proporciona el esqueleto de nuestro mundo y el hormigón su carne, el cobre es el sistema nervioso de la civilización, según Ed Conway.
“El cobre es el gran sustrato invisible que sustenta el mundo moderno, tal como lo conocemos”, escribe Ed Conway en su reciente libro Material World: The Six Raw Materials That Shape Modern Civilization. “Sin él, nos quedamos literalmente a oscuras. Si el acero proporciona el esqueleto de nuestro mundo y el hormigón su carne, el cobre es el sistema nervioso de la civilización, los circuitos y cables que nunca vemos, pero sin los que no podríamos funcionar”.
La energía verde requiere mucho cobre
Pero a medida que el mundo se orienta hacia energías más ecológicas, se espera que el consumo anual de cobre se duplique de aquí a 2035, superando los 50 millones de toneladas, y que las tecnologías de transición energética representen aproximadamente la mitad del incremento. En comparación con los sistemas de combustibles fósiles, la energía verde requiere mucho más cobre. Por ejemplo, mientras que un coche de combustión interna utiliza unos 25 kg de cobre, el vehículo eléctrico (VE) medio consume tres veces esa cantidad. La tecnología eólica es la forma de generación de energía más intensiva en cobre y se espera que sea la que más cobre consuma en el sector de las renovables durante la próxima década. Incluso los paneles solares dependen en gran medida del cobre, y el metal es esencial en las tecnologías geotérmica, de bioenergía y de almacenamiento de baterías.
El menor peso del aluminio lo hace ventajoso para los motores eléctricos, y ya se utiliza en algunos vehículos eléctricos.
Algunos expertos proponen el aluminio como alternativa viable al cobre en la transición hacia la energía verde. El aluminio, el cuarto metal más conductor después de la plata, el cobre y el oro, es un 60% más barato y pesa un tercio que el cobre, además de ser mucho más abundante. Su menor peso lo hace ventajoso para los motores eléctricos, y ya se utiliza en algunos vehículos eléctricos. El aluminio también se utiliza en líneas eléctricas de alta tensión por su asequibilidad y ligereza, lo que lo hace adecuado para la transmisión de energía a larga distancia. Sin embargo, presenta solo el 60% de la conductividad del cobre y su producción tiene una huella de carbono mucho mayor, por lo que no es un sustituto perfecto. Los científicos trabajan para aumentar la conductividad del aluminio añadiendo materiales como el grafeno o los nanotubos de carbono. Aunque los primeros resultados parecen prometedores, puede que pase algún tiempo antes de que esta línea de investigación dé sus frutos.
Recomendada: ¿Quién se beneficiará realmente de la Inteligencia Artificial?
El temor a la escasez de cobre no es nuevo
Hace tiempo que se teme que la escasez de cobre ponga en peligro nuestras ambiciones eléctricas. A finales del siglo XIX, en los albores de la era eléctrica, a Thomas Edison le preocupaba encontrar suficiente cable de cobre para instalar en las nuevas centrales eléctricas que estaba construyendo. La invención de la corriente alterna por su rival, Nikola Tesla, permitió enviar altos voltajes a través de cables de cobre muy finos, reduciendo la demanda de cobre y permitiendo a Edison seguir en el negocio.
Algunos expertos predicen que nos acercamos rápidamente a una crisis del cobre, en la que la demanda superará con creces a la oferta.
Pero hoy, algunos expertos predicen que nos acercamos rápidamente a una crisis del cobre, en la que la demanda superará con creces a la oferta. Conway escribe: “Según una estimación, si queremos satisfacer la demanda en las próximas décadas, puede que tengamos que construir otras tres minas como Chuqui cada año”. Se refiere a Chuquicamata, la mayor mina de cobre a cielo abierto del mundo, situada en el norte de Chile. Aunque se siguen descubriendo nuevos yacimientos de cobre, por ejemplo en Zambia, son menos ricos que los anteriores y pasarán muchos años antes de que alcancen su máxima productividad. Según un estudio de S&P Global, se tarda una media de 23 años en descubrir, explorar, autorizar, financiar y desarrollar nuevas minas de cobre. Y la opinión pública es cada vez más hostil a la minería del cobre a cielo abierto por sus daños medioambientales y las prácticas de explotación que se perciben, como han demostrado las recientes protestas y el malestar social en Panamá, Perú, Michigan y la República Democrática del Congo.
¿Es la minería de aguas profundas la solución?
En este contexto, la explotación minera de los fondos marinos cobra cada vez más fuerza. Los fondos marinos, sobre todo en el Pacífico, están cubiertos de nódulos polimetálicos, rocas con forma de patata que contienen cobre, manganeso, níquel, cobalto y otros oligoelementos. La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos está elaborando una normativa para la extracción de estos nódulos en aguas internacionales, bajo la presión de partidarios como China, Noruega, México y el Reino Unido para acelerar la aprobación de esta controvertida práctica, y con el apoyo de personalidades como el director de cine y explorador oceánico James Cameron; mientras tanto, países como Canadá, Chile, Finlandia, Alemania, Portugal y Suiza piden cautela y reclaman más estudios por los posibles daños a los ecosistemas marinos. Noruega ha aprobado recientemente la exploración minera de los fondos marinos en sus propias aguas, el primer país que lo hace.
Según un estudio de S&P Global, se tarda una media de 23 años en descubrir, explorar, autorizar, financiar y desarrollar nuevas minas de cobre.
Lo que nos lleva al quid del dilema de la humanidad. Aún no hemos extraído suficiente cobre y otros metales clave para “electrificarlo todo”, que es actualmente nuestro plan favorito para acabar con nuestra adicción a los combustibles fósiles y salvar el planeta. Pero conseguir todos los metales clave que necesitamos requerirá una enorme cantidad de minería, una actividad intrínsecamente destructiva, ya sea en la superficie o bajo las olas. Así que la pregunta es: ¿acelerarán la destrucción del mundo nuestros esfuerzos por salvarlo?
** ** Texto publicado originalmente en Open Mind del BBVA, replicado en El Espectador con autorización de BBVA Colombia.