La mirada de las ciudades regenerativas y el valor de la economía circular
“La ciudad del futuro propone la creación de nuevos laboratorios de innovación y diseño urbano que promuevan la producción de economías, de alimentos sostenibles y la aplicación de la permacultura y la inteligencia artificial”, dice el autor.
*Jorge López Conde (Arquitecto - Investigador - Consultor)
El origen del espacio urbano se vincula con la organización social fruto de la agricultura como actividad fundacional. Esto condujo a la creación de tiempo libre y la asignación de tareas para el bien común, mientras que la forma física de las ciudades estaba determinada por la geografía favorable a la protección y el comercio. Este diseño urbano se basaba en la necesidad de alimentos, agua y comunicación, a menudo cerca de ríos o mares. Paradójicamente, estas ciudades originales ahora enfrentan amenazas debido al cambio climático y la elevación del nivel del mar.
El Imperio Romano, con Roma a la vanguardia, estableció las bases de lo que hoy conocemos como Europa y nuestras ciudades modernas. La economía de mercado fruto de las transacciones de productos de km 0, que abarca desde la comida o inmuebles y llega hasta los capitales, tiene sus raíces en estas primeras interacciones comerciales.
La definición de Ciudad hoy, según la Real Academia Española, es el conjunto urbano, opuesto a lo rural, cuya población densa y numerosa no se dedica a actividades agrícolas.
Resulta sorprendente que, conociendo su origen, la definición actual de ciudad se articule con base a un opuesto y no a un resultado simbiótico o en equilibrio entre campo y ciudad.
¿Cuál es la definición para la ciudad del futuro?
La idea de “regeneración” emerge como un concepto clave, simbolizando un futuro donde las ciudades adoptan un enfoque circular y sostenible con su biorregión, en todos sus aspectos. Este cambio implica una transición de formas de vida y sistemas urbanos que no solo buscan minimizar el impacto ambiental, sino que activamente contribuyen a la restauración y mejora de los ecosistemas y comunidades de su contexto. La ciudad del futuro se visualiza no solo como un espacio habitable, sino como un organismo vivo, resiliente y autosuficiente que se integra armoniosamente con su entorno natural, marcando así un nuevo paradigma en la relación entre urbanismo, tecnología y sostenibilidad.
Redefinir la idea de ciudad para no construir el futuro en base a opuestos y si con acuerdos es fundamental. Regenerar esa nueva definición de ciudad y su lucha contra el cambio climático es la prioridad.
El 75% del consumo y del agotamiento de los recursos naturales tiene lugar en las ciudades que, a su vez, producen el 50% de los desechos globales. Las ciudades consumen el 50% de los recursos naturales para alimentación y son responsables de aproximadamente el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pese a ocupar el 1-2% de espacio en la tierra. El desafío es inmenso: la urbanización del planeta contribuye al 38% de las emisiones globales de CO2.
Nuevos modelos de ciudad y sostenibilidad
Frente a este desafío, surge la oportunidad de desarrollar sistemas alimentarios o productivos que rehabiliten las ciudades y su relación con el campo, volver a mirar la ciudad como un ecosistema y no como una forma abstracta de la modernidad. Conceptos como el urbanismo metabólico y la arquitectura termodinámica buscan transformar la ciudad en un ecosistema simbiótico, equilibrando necesidades humanas y ambientales.
Rem Koolhaas escribió en 2012 un artículo que tituló “El Campo”, y que fue el germen de su exposición en el Guggenheim de Nueva York: “El campo: El futuro”. Una exposición que se inauguró dos semanas antes del confinamiento global y que adelantaba o “ponía sobre la mesa” algunos de los aspectos más relevantes del cambio de mirada. Un adelanto del “fin de la ciudad como objeto moderno”, como lugar de innovación abstracto y por encima de la naturaleza. Un giro en el foco y la visión.
En el artículo plantea el error de la disciplina arquitectónica, lo que llama “pretexto”, al enfocarse en las cifras de personas que viven en la ciudad y que dejaron de habitar el campo. En esta cuestión de simetría o asimetría, plantea: ¿Qué dejaron detrás quienes se trasladaron a la ciudad?. Sobre esa pregunta planta, riega y hacer crecer diferentes conceptos sobre el que apoyar esta visión donde “el campo ha pasado a ser hoy, para la disciplina arquitectónica, la terra incognita de los mapas del siglo XVIII”. “El vaciamiento del campo está teniendo un impacto más drástico que la intensificación de la ciudad. Mientras que la ciudad es cada vez más ella misma, el campo se está transformando en algo nuevo: un escenario para la experimentación genética, la nostalgia industrializada, nuevos modelos de migración estacional, cuantiosos subsidios, incentivos fiscales, informantes digitales, agricultura flexible y homogeneización de especies. Sería difícil escribir un inventario tan radical de la ciudad. Hay 2.000 millones de personas que viven en el campo que no se dedican al sector primario y no conoces a qué se dedican.
La ciudad del futuro: visiones y proyectos
La Ciudad del Futuro se está diseñando en tiempo real, inspirándose en proyectos y políticas como la Nueva Bauhaus Europea. Vicene Guallart – Daniel Ibañez y el IAAC diseñan diferentes modelos, buscando cumplir los ODS y luchar contra el cambio climático construyendo prototipos escalables, integrando tecnologías de información y comunicación, inteligencia artificial, y bioingeniería.
La ciudad del futuro que plantean es un acuerdo simbiótico, en equilibrio, con el campo. Es una ciudad que debería comportarse como un bosque, con edificios que funcionan como árboles, integrando una infraestructura medioambiental que gestiona de manera integral la dieta metabólica urbana.
La ciudad del futuro será un ecosistema donde lo urbano y lo rural coexisten en armonía, fomentando estilos de vida sostenibles y saludables. Las “biociudades” y “ecociudades”, las “villas regenerativas”, incorporarán infraestructuras medioambientales, promoviendo un desarrollo resiliente y eco-civilizaciones.
La ciudad moderna está en guerra, en un punto de inflexión. Google, Facebook o Microsoft, Elon Musk, Jeff Bezos o Kanye West, también quieren ser nuestros caseros, los dueños y diseñadores.
Debemos reconceptualizarla, regenerarla, rediseñarla, no solo como un espacio habitable, sino como un entorno positivo, saludable y simbiótico con la biorregión que nos rodea. ¿Cómo deben adaptarse las ciudades al cambio climático?
El futuro urbano depende de nuestra capacidad para integrar innovaciones tecnológicas junto a necesidades termodinámicas y metabólicas, pero, sobre todo, ecológicas, creando ciudades que nutran tanto a sus habitantes como al planeta.
Existen muchas propuestas a nivel europeo. La EIT Climate-KIC dirige el Programa de Ciudades Piloto NetZeroCities, que actualmente apoya a más de 50 ciudades europeas en búsqueda de la neutralidad climática para 2030.
La Comisión Europea seleccionó 100 ciudades para participar en una misión para ser ciudades inteligentes y climáticamente neutras para 2030. Otras diez ciudades europeas han sido premiadas por sus planes y compromisos para lograr la neutralidad climática. Surgen modelos de nuevos barrios cuyos objetivos son ser positivos y mejorar, rehabilitando, las condiciones de partida e incluso dicha neutralidad.
Ese futuro de la ciudad debe ser correspondido por una nueva definición. Proponemos algunos términos para la Real Academia Española:
La ciudad del futuro como red que conquista los Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de la cultura, del cultivo. Volver a poner en el centro las necesidades esenciales y los límites del planeta. La ciudad relacionando las diferentes formas de vida y sus espiritualidades o visiones en el objetivo de la vida en común y en equilibrio simbiótico con el ecosistema y la Tierra.
La ciudad del futuro está mediada y atravesada por el clima. Una ciudad temperada y contenida en la temperatura. Nuestra forma de ciudad es la temperatura. La digestión de la forma de la ciudad es temperatura. Cada encuentro con la tierra, con el alimento, con la casa, con el día, con la vida, está mediado por el clima, el CO2 y nuestro final, nuestra ciudad.
La ciudad del futuro debe ser un catálogo de las potencias de obrar. La ciudad que aspiraba a funcionar como un sistema global de soluciones conectadas al ecosistema – la tierra, para desarrollar una vida en simbiosis con ella, hecha realidad. La ciudad para construir nuestro menú o su dieta y producir o cultivar una estética relacional, un tejido ecosistémico, una ilustración de redes de domésticidad.
La ciudad del futuro es un gradiente, una atmósfera, un gestor de vidas. La ciudad que supera el contorno, su límite dentro del límite. La ciudad que se digiere, que mira de frente y desde dentro a la naturaleza, a la propia ciudad, al campo. La ciudad que busca regenerarse, la reconexión a través de la recolección en el ecotono. La ciudad que supera la frontera periférica y de límite u opuesto entre la definición de ciudad y campo.
La ciudad del futuro como un ecosistema donde el microcosmos y el macrocosmos se encuentran en un contínuum de cooperación entre organismos.
La ciudad del futuro se plantea la necesidad de desarrollar nuevos modelos urbanos que promuevan la rehabilitación, la autonomía y la densidad, en simbiosis con el territorio y el patrimonio histórico-cultural de cada bioregión. Estos modelos deben cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los marcos reguladores más innovadores, centrándose en la soberanía y sostenibilidad. La ciudad del futuro propone la creación de nuevos laboratorios de innovación y diseño urbano que promuevan la producción de economías, de alimentos sostenibles y la aplicación de la permacultura y la inteligencia artificial.
La ciudad del futuro como una Metrópolis resiliente y regenerativa que utiliza tecnologías de construcción sostenible y materiales de bajo impacto ambiental, integrando principios de la Nueva Bauhaus Europea, para crear espacios urbanos que se adapten al cambio climático, promuevan la economía circular y mejoren la calidad de vida de sus habitantes.
*Jorge López Conde (Arquitecto - Investigador - Consultor)
** Texto publicado originalmente en Open Mind del BBVA, replicado en El Espectador con autorización de BBVA Colombia.
El origen del espacio urbano se vincula con la organización social fruto de la agricultura como actividad fundacional. Esto condujo a la creación de tiempo libre y la asignación de tareas para el bien común, mientras que la forma física de las ciudades estaba determinada por la geografía favorable a la protección y el comercio. Este diseño urbano se basaba en la necesidad de alimentos, agua y comunicación, a menudo cerca de ríos o mares. Paradójicamente, estas ciudades originales ahora enfrentan amenazas debido al cambio climático y la elevación del nivel del mar.
El Imperio Romano, con Roma a la vanguardia, estableció las bases de lo que hoy conocemos como Europa y nuestras ciudades modernas. La economía de mercado fruto de las transacciones de productos de km 0, que abarca desde la comida o inmuebles y llega hasta los capitales, tiene sus raíces en estas primeras interacciones comerciales.
La definición de Ciudad hoy, según la Real Academia Española, es el conjunto urbano, opuesto a lo rural, cuya población densa y numerosa no se dedica a actividades agrícolas.
Resulta sorprendente que, conociendo su origen, la definición actual de ciudad se articule con base a un opuesto y no a un resultado simbiótico o en equilibrio entre campo y ciudad.
¿Cuál es la definición para la ciudad del futuro?
La idea de “regeneración” emerge como un concepto clave, simbolizando un futuro donde las ciudades adoptan un enfoque circular y sostenible con su biorregión, en todos sus aspectos. Este cambio implica una transición de formas de vida y sistemas urbanos que no solo buscan minimizar el impacto ambiental, sino que activamente contribuyen a la restauración y mejora de los ecosistemas y comunidades de su contexto. La ciudad del futuro se visualiza no solo como un espacio habitable, sino como un organismo vivo, resiliente y autosuficiente que se integra armoniosamente con su entorno natural, marcando así un nuevo paradigma en la relación entre urbanismo, tecnología y sostenibilidad.
Redefinir la idea de ciudad para no construir el futuro en base a opuestos y si con acuerdos es fundamental. Regenerar esa nueva definición de ciudad y su lucha contra el cambio climático es la prioridad.
El 75% del consumo y del agotamiento de los recursos naturales tiene lugar en las ciudades que, a su vez, producen el 50% de los desechos globales. Las ciudades consumen el 50% de los recursos naturales para alimentación y son responsables de aproximadamente el 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, pese a ocupar el 1-2% de espacio en la tierra. El desafío es inmenso: la urbanización del planeta contribuye al 38% de las emisiones globales de CO2.
Nuevos modelos de ciudad y sostenibilidad
Frente a este desafío, surge la oportunidad de desarrollar sistemas alimentarios o productivos que rehabiliten las ciudades y su relación con el campo, volver a mirar la ciudad como un ecosistema y no como una forma abstracta de la modernidad. Conceptos como el urbanismo metabólico y la arquitectura termodinámica buscan transformar la ciudad en un ecosistema simbiótico, equilibrando necesidades humanas y ambientales.
Rem Koolhaas escribió en 2012 un artículo que tituló “El Campo”, y que fue el germen de su exposición en el Guggenheim de Nueva York: “El campo: El futuro”. Una exposición que se inauguró dos semanas antes del confinamiento global y que adelantaba o “ponía sobre la mesa” algunos de los aspectos más relevantes del cambio de mirada. Un adelanto del “fin de la ciudad como objeto moderno”, como lugar de innovación abstracto y por encima de la naturaleza. Un giro en el foco y la visión.
En el artículo plantea el error de la disciplina arquitectónica, lo que llama “pretexto”, al enfocarse en las cifras de personas que viven en la ciudad y que dejaron de habitar el campo. En esta cuestión de simetría o asimetría, plantea: ¿Qué dejaron detrás quienes se trasladaron a la ciudad?. Sobre esa pregunta planta, riega y hacer crecer diferentes conceptos sobre el que apoyar esta visión donde “el campo ha pasado a ser hoy, para la disciplina arquitectónica, la terra incognita de los mapas del siglo XVIII”. “El vaciamiento del campo está teniendo un impacto más drástico que la intensificación de la ciudad. Mientras que la ciudad es cada vez más ella misma, el campo se está transformando en algo nuevo: un escenario para la experimentación genética, la nostalgia industrializada, nuevos modelos de migración estacional, cuantiosos subsidios, incentivos fiscales, informantes digitales, agricultura flexible y homogeneización de especies. Sería difícil escribir un inventario tan radical de la ciudad. Hay 2.000 millones de personas que viven en el campo que no se dedican al sector primario y no conoces a qué se dedican.
La ciudad del futuro: visiones y proyectos
La Ciudad del Futuro se está diseñando en tiempo real, inspirándose en proyectos y políticas como la Nueva Bauhaus Europea. Vicene Guallart – Daniel Ibañez y el IAAC diseñan diferentes modelos, buscando cumplir los ODS y luchar contra el cambio climático construyendo prototipos escalables, integrando tecnologías de información y comunicación, inteligencia artificial, y bioingeniería.
La ciudad del futuro que plantean es un acuerdo simbiótico, en equilibrio, con el campo. Es una ciudad que debería comportarse como un bosque, con edificios que funcionan como árboles, integrando una infraestructura medioambiental que gestiona de manera integral la dieta metabólica urbana.
La ciudad del futuro será un ecosistema donde lo urbano y lo rural coexisten en armonía, fomentando estilos de vida sostenibles y saludables. Las “biociudades” y “ecociudades”, las “villas regenerativas”, incorporarán infraestructuras medioambientales, promoviendo un desarrollo resiliente y eco-civilizaciones.
La ciudad moderna está en guerra, en un punto de inflexión. Google, Facebook o Microsoft, Elon Musk, Jeff Bezos o Kanye West, también quieren ser nuestros caseros, los dueños y diseñadores.
Debemos reconceptualizarla, regenerarla, rediseñarla, no solo como un espacio habitable, sino como un entorno positivo, saludable y simbiótico con la biorregión que nos rodea. ¿Cómo deben adaptarse las ciudades al cambio climático?
El futuro urbano depende de nuestra capacidad para integrar innovaciones tecnológicas junto a necesidades termodinámicas y metabólicas, pero, sobre todo, ecológicas, creando ciudades que nutran tanto a sus habitantes como al planeta.
Existen muchas propuestas a nivel europeo. La EIT Climate-KIC dirige el Programa de Ciudades Piloto NetZeroCities, que actualmente apoya a más de 50 ciudades europeas en búsqueda de la neutralidad climática para 2030.
La Comisión Europea seleccionó 100 ciudades para participar en una misión para ser ciudades inteligentes y climáticamente neutras para 2030. Otras diez ciudades europeas han sido premiadas por sus planes y compromisos para lograr la neutralidad climática. Surgen modelos de nuevos barrios cuyos objetivos son ser positivos y mejorar, rehabilitando, las condiciones de partida e incluso dicha neutralidad.
Ese futuro de la ciudad debe ser correspondido por una nueva definición. Proponemos algunos términos para la Real Academia Española:
La ciudad del futuro como red que conquista los Objetivos de Desarrollo Sostenible a través de la cultura, del cultivo. Volver a poner en el centro las necesidades esenciales y los límites del planeta. La ciudad relacionando las diferentes formas de vida y sus espiritualidades o visiones en el objetivo de la vida en común y en equilibrio simbiótico con el ecosistema y la Tierra.
La ciudad del futuro está mediada y atravesada por el clima. Una ciudad temperada y contenida en la temperatura. Nuestra forma de ciudad es la temperatura. La digestión de la forma de la ciudad es temperatura. Cada encuentro con la tierra, con el alimento, con la casa, con el día, con la vida, está mediado por el clima, el CO2 y nuestro final, nuestra ciudad.
La ciudad del futuro debe ser un catálogo de las potencias de obrar. La ciudad que aspiraba a funcionar como un sistema global de soluciones conectadas al ecosistema – la tierra, para desarrollar una vida en simbiosis con ella, hecha realidad. La ciudad para construir nuestro menú o su dieta y producir o cultivar una estética relacional, un tejido ecosistémico, una ilustración de redes de domésticidad.
La ciudad del futuro es un gradiente, una atmósfera, un gestor de vidas. La ciudad que supera el contorno, su límite dentro del límite. La ciudad que se digiere, que mira de frente y desde dentro a la naturaleza, a la propia ciudad, al campo. La ciudad que busca regenerarse, la reconexión a través de la recolección en el ecotono. La ciudad que supera la frontera periférica y de límite u opuesto entre la definición de ciudad y campo.
La ciudad del futuro como un ecosistema donde el microcosmos y el macrocosmos se encuentran en un contínuum de cooperación entre organismos.
La ciudad del futuro se plantea la necesidad de desarrollar nuevos modelos urbanos que promuevan la rehabilitación, la autonomía y la densidad, en simbiosis con el territorio y el patrimonio histórico-cultural de cada bioregión. Estos modelos deben cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los marcos reguladores más innovadores, centrándose en la soberanía y sostenibilidad. La ciudad del futuro propone la creación de nuevos laboratorios de innovación y diseño urbano que promuevan la producción de economías, de alimentos sostenibles y la aplicación de la permacultura y la inteligencia artificial.
La ciudad del futuro como una Metrópolis resiliente y regenerativa que utiliza tecnologías de construcción sostenible y materiales de bajo impacto ambiental, integrando principios de la Nueva Bauhaus Europea, para crear espacios urbanos que se adapten al cambio climático, promuevan la economía circular y mejoren la calidad de vida de sus habitantes.
*Jorge López Conde (Arquitecto - Investigador - Consultor)
** Texto publicado originalmente en Open Mind del BBVA, replicado en El Espectador con autorización de BBVA Colombia.