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En Colombia se emprende por muchas variables, como por ejemplo, oportunidad o necesidad; no es fácil conseguir recursos para echar a andar las ideas y menos cuando la incertidumbre se va tomando el camino de los negocios. Pero, más allá de esas típicas variables, ¿qué pasa cuando esa persona que emprende es mujer, cabeza de familia y tiene que, además, tratar de sacar a flote su negocio mientras hace tareas del hogar que no le remuneran económicamente? Pues de eso se trata el estudio “Cuidadoras y Proveedoras, Caracterización de la incidencia del trabajo de cuidado no remunerado en las personas emprendedoras en Santiago de Cali”.
Por eso, para conocer un poco de los hallazgos y las recomendaciones, entrevistamos a Soraya Husain-Talero, directora de Investigaciones de la Fundación WWB Colombia, quien estuvo al frente de, precisamente, la investiogación. Algunos datos para comenzar: “Los negocios a cargo de mujeres obtienen en promedio 30,7% menos ingresos en ventas que los negocios a cargo de hombres” y “hacemos un llamado a generar/apoyar/financiar estrategias que reconozcan el trabajo de cuidado no remunerado en los hogares y que posibilite mejorar las condiciones de vida de esas emprendedoras y sus familias”.
En conversación con Emprendimiento y liderazgo de El Espectador, esto fue lo que nos contestó Husain-Talero:
¿Qué pasa en el desarrollo y crecimiento de una mujer emprendedora cuando es mamá?
Cuando una mujer emprendedora es mamá, la primera dificultad para su desarrollo y crecimiento tiene que ver con el trabajo de cuidado no remunerado, que afecta en mayor medida a las mujeres. En Colombia se mantiene esta brecha, donde las mujeres dedican al día 7 horas 44 minutos a cuidados, mientras los hombres ocupan 3 horas y 6 minutos (DANE, 2022). De esta manera, las mujeres tienen menos disponibilidad para trabajar en sus negocios y experimentan un “doble presencia” pues están ofreciendo cuidados a sus dependientes, a la misma vez que trabajan en sus negocios. O terminan teniendo unas jornadas mucho más extensas, sacrificando sus tiempos de descanso o autocuidado para dedicarlo al negocio.
El estudio realizado con Digna, Trabajo y Género reveló que las mujeres presentan el doble de intensidad de trabajo de cuidado no remunerado que los hombres, sin importar la edad de las mujeres. Esto a su vez genera una mayor carga a nivel mental y emocional y en términos de los negocios se traduce en menores ingresos.
Además, se evidencia que las mujeres emprendedoras que son madres tienen más retos que las mujeres que no lo son; el problema no es la maternidad sino las redes de apoyo que tienen estas mujeres para delegar el cuidado. Y es aquí donde se hace necesario fortalecer los sistemas de cuidado a nivel comunitario, público y privado, para que las mujeres puedan acceder a ellos más fácilmente y de esta manera poder dedicarle más tiempo a sus negocios, por supuesto, si así lo desean. Esto también implica incorporar una mirada que se aleje de concebir a las labores de cuidado como tarea exclusiva de las mujeres, e incluya a los hombres como partícipes de esta importante labor.
Las mujeres, a nivel general, inician sus emprendimientos a edades más tempranas y eso se cruza con la maternidad, por lo cual desarrollan sus emprendimientos en sus viviendas para poder conciliar el trabajo productivo y reproductivo.
¿Qué sucede cuando esa mujer es afrodescendiente o negra entre los 18 y 39 años?
A partir del estudio realizado encontramos que las mujeres pertenecientes a un grupo étnico (específicamente indígenas y negras o afrodescendientes) en Santiago de Cali, tienen las mayores intensidades de trabajo de cuidado. A su vez, las que se encuentran en el grupo etario de 18 y 39 años, experimentan mayores cargas de cuidado. Esto se puede asociar a distintos factores. Las mujeres, a nivel general, inician sus emprendimientos a edades más tempranas y eso se cruza con la maternidad, por lo cual desarrollan sus emprendimientos en sus viviendas para poder conciliar el trabajo productivo y reproductivo. Posiblemente, gran parte de estas mujeres han tenido trayectorias que han estado atravesadas por procesos de migración interna, y esto significa que sus redes de apoyo a nivel de su barrio o comunidad son escasas, por lo cuál la posibilidad de delegar el cuidado a otras personas es escasa.
Asimismo, dado que los niveles de ingreso son bajos, el acceso a cuidados privados también es bastante difícil. No obstante, los cuidados comunitarios adquieren una gran relevancia en estos contextos y han permitido que las mujeres puedan desempeñarse en distintos ámbitos.
¿Las mujeres en Cali emprenden por necesidad o por oportunidad?
Ambas razones son relevantes. Aquí es importante resaltar que los emprendimientos en la ciudad son completamente heterogéneos y es fundamental integrar esta diversidad en los campos de investigación, formación y articulación de iniciativas para las personas emprendedoras en la ciudad. Por supuesto, la falta de oportunidades de empleo, la informalidad y las cargas de cuidado, hacen que las mujeres decidan emprender con el propósito de generar ingresos económicos. Pero esto también puede estar relacionado con oportunidades que vieron en el mercado o en su contexto.
El estudio de Caracterización de Emprendimientos en contextos vulnerables precisamente indagó sobre este aspecto (este estudio fue representativo para la ciudad de Cali). Y entre las principales motivaciones que plantean las mujeres para emprender se encuentran:
· Vio una oportunidad de negocio - 87% de las mujeres
· Para complementar el ingreso familiar o mejorar sus propios ingresos - 78.5% de las mujeres
· Para ganarse la vida porque el trabajo escasea o perdió el empleo o no pudo conseguir empleo - 69.9% de las mujeres
Estas mujeres ¿Por qué deciden emprender con un micronegocio y no tratar de buscar un empleo?
Por diversas razones:
· La oferta en el mercado laboral no permite tener el tiempo suficiente para conciliar el tiempo entre un empleo y el trabajo de cuidado no remunerado en su hogar, lo que hace que se tomen decisiones para estar más cerca de las personas que requieren de cuidado en sus hogares.
· Los empleos por lo general no tienen horarios flexibles, especialmente en caso de eventualidades.
· Las mujeres realizan cuentas no solo en términos del ingreso económico, sino también en términos de los tiempos que se demoran en llegar a los empleos, y en ocasiones esto es bastante alto por lo que prefieren invertir ese tiempo a las labores de cuidado no remunerado.
· Por falta de habilidades, que se traducen en una remuneración baja por lo cual el emprendimiento puede ser una mejor opción.
· Por la falta de redes de apoyo y opciones asequibles para el cuidado de las personas dependientes. Muchas veces, las opciones existentes son demasiado costosas por lo que les resulta más favorable continuar con los emprendimientos desde el hogar.
· Por una decisión personal posiblemente asociada a experiencias en trabajos previos u oportunidades que detectaron en el mercado o en su contexto.
Los resultados del estudio demuestran que las mujeres que tienen sus negocios en sus viviendas presentan los índices más altos de trabajo de cuidado (el 57%, en comparación con el 35% de los hombres”).
¿Cómo se distribuye el tiempo de una emprendedora: hijos, negocio, tareas del hogar? ¿Qué pasaría si todo ese tiempo fuera remunerado?
El tiempo de una mujer emprendedora pasa entre el cuidado de las hijas o hijos o personas dependientes, la atención de su negocio y las tareas del hogar. El tiempo que utiliza para realizar cada una de estas actividades es diferente al de hombres emprendedores, que incluso pueden llegar a tener más tiempo para actividades de ocio, experiencia que las mujeres emprendedoras no poseen. Los resultados del estudio demuestran que las mujeres que tienen sus negocios en sus viviendas presentan los índices más altos de trabajo de cuidado (el 57%, en comparación con el 35% de los hombres”).
Con todo esto dicho, ¿cómo es la brecha entre hombres y mujeres si estamos hablando de emprendimiento?
De acuerdo con los resultados obtenidos en la encuesta de Emprendimientos en contextos vulnerables y cuyos datos analizamos de la mano con el Equipo de Digna, Trabajo y Género de la Universidad de los Andes, los negocios a cargo de mujeres obtienen en promedio 30,7% menos ingresos en ventas que los negocios a cargo de hombres. Sin embargo, la dedicación en horas entre negocios entre hombres y mujeres es similar: los primeros dedican una hora más al negocio, es decir, una dedicación en horas mayor en solo 4% que la dedicación de las mujeres. La dedicación a horas de trabajo remunerado y la alta carga de cuidado muestra cómo las mujeres deben cumplir ambos roles: cuidadoras y proveedoras del hogar.
¿Cómo está el emprendimiento respecto a las edades de los emprendedores?
En promedio, la población emprendedora de Cali creó sus negocios a los 38 años, sin diferencias entre hombres y mujeres. Sin embargo, la edad al emprender de la población se reduce cuando incrementa el índice de trabajo de cuidado, dando como resultado que la concentración de trabajo de cuidado es aún mayor para las mujeres, en particular aquellas que emprendieron por debajo de los 29 años, es decir, mujeres jóvenes. En el documento Cuidadoras y Proveedoras se muestra que la edad al emprender se reduce cuando incrementa el índice de trabajo de cuidado en su hogar: entre los 18 a los 29 años tiene un puntaje de 28,5, de 60 años o más tiene 20,8.
¿Cuál debería ser la estrategia para nivelar las cargas y reducir las brechas?
Encontramos varias estrategias: la primera tiene que ver con fortalecer los sistemas de cuidado para que todas las mujeres emprendedoras puedan acceder a ellos fácilmente. Lo segundo es generar estrategias que faciliten la re-negociación espacial del cuidado en los negocios, los cuál abarca dos niveles. El primero tiene que ver en sus hogares, con la negociación entre las personas integrantes de la familia para hacerse cargo de algunas actividades, delegarlas y continuar procesos de formación en liderazgo para apoyar el empoderamiento y autonomía económica. El segundo nivel tiene que ver con el que se ubica fuera del hogar y en el que pueden intervenir el mercado y el Estado para apoyar a las mujeres emprendedoras.
La tercera estrategia sería articular estrategias de empleabilidad de fomento del crecimiento empresarial con perspectiva de género, focalizadas para mujeres jóvenes; así como estrategias de protección económica para la población mayor emprendedora y que se ajusten a las necesidades propias de cada ciclo de vida de las mujeres o de aquellas personas emprendedoras que están al cuidado de otras en sus hogares.
¿Cómo insertar educación de calidad en todo este modelo de emprendimiento para mejorar no solo la vida de las mujeres sino su capacidad para desarrollar negocios con potencial de crecimiento?
La mejor manera de posicionar el tema del emprendimiento es procurando que esto sea algo transversal a todo el ciclo vital de las personas, es decir, que se imparta desde la primaria, como forma de motivar a conocer los pasos, las dinámicas, a revisar las posibles oportunidades y dentro de dicha estrategia, se imparta educación financiera que reconozca las dinámicas de los territorios. Esta sería una primera medida para tener en cuenta y de esa forma, brindar herramientas (así sea básicas) de emprendimiento en todas las etapas de la vida. Para ello, se debería garantizar el acceso a todas las personas a educación de calidad.
¿Cómo podrían entrar entidades como Innpulsa o el Sena en el fortalecimiento de todo este ecosistema que va más allá de los negocios y termina fusionado
con la familia? ¿Qué papel pueden jugar organizaciones privadas?
El papel de todas las organizaciones es importante y valioso teniendo en cuenta el deber ser de la estrategia para reducir las brechas de desigualdad. Optamos porque cada entidad sea del ámbito público y privado tiene una responsabilidad y hacemos un llamado a generar/apoyar/financiar estrategias que reconozcan el trabajo de cuidado no remunerado en los hogares y que posibilite mejorar las condiciones de vida de esas emprendedoras y sus familias; puesto que sabemos algunos de los efectos negativos de quienes cuidan: enfermedades crónicas graves a medida que aumenta la edad, dificultades de movilidad, y menos tiempo para el ocio y el autocuidado, incluso para continuar fortaleciendo sus habilidades en pro del mejoramiento y expansión de sus emprendimientos.
En ese sentido, Innpulsa y el Sena deben contar, por un lado, con políticas de equidad de género dentro de sus equipos de trabajo, como parte de una estrategia integral que tenga en cuenta no solo de cara a las ofertas, sino también dentro de la misma institución y su funcionamiento. Y, por otro lado, transversalizar la perspectiva de género en toda la oferta institucional para el fomento de personas emprendedoras, donde el cuidado sea un tema fundamental y prioritario a lo largo de las carreras técnicas y tecnológicas que ya posee. Así como también en productos que apoyen y respondan a los contextos y dinámicas de los territorios.
Bajo ese aspecto es relevante contar con procesos de investigación claros, que reconozcan las necesidades y problemáticas por las que atraviesa esta población, ya que, al no contar con la formalización necesaria para entrar dentro de las estadísticas y estudios de la Cámara de Comercio, resulta vital que organizaciones privadas promuevan este tipo de iniciativas.
Si conoce historias de emprendedores y sus emprendimientos, escríbanos al correo de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) o al de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com). 👨🏻💻 🤓📚