“Nunca pasé una hoja de vida”: el emprendedor que no quiso ser empleado
Hugo Cortés pasó de acondicionar consolas de videojuegos a crear dispositivos que le hacen la vida fácil a la gente en los parqueaderos, ya está en cuatro países y factura más de US$ 12 millones.
Edwin Bohórquez Aya
Más de 3 millones de vehículos interactúan con esta plataforma. Están en un poco más de 100 centros comerciales y además operan en cuatro países. De eso se trata la historia de la empresa y la historia del emprendedor que está hoy aquí en Emprendimiento y Liderazgo de El Espectador. Hugo Cortés, fundador de Ezytec y emprendedor Endeavor, bienvenido a esta conversación en el estudio de El Espectador.
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Más de 3 millones de vehículos interactúan con esta plataforma. Están en un poco más de 100 centros comerciales y además operan en cuatro países. De eso se trata la historia de la empresa y la historia del emprendedor que está hoy aquí en Emprendimiento y Liderazgo de El Espectador. Hugo Cortés, fundador de Ezytec y emprendedor Endeavor, bienvenido a esta conversación en el estudio de El Espectador.
¿Cómo está? ¿Cómo va?
Súper bien. No sé, no entiendo por qué muchos empresarios se quejan del país, a nosotros nos ha ido de maravilla. El año pasado crecimos más del 50% y este año va a crecer más del 35% de la facturación.
Primero que todo, contémosle a la gente que es Ezytec…
Es una compañía que este año se convirtió en mayor de edad. Este año cumplimos 18 años, nos volvimos mayores de edad y es una compañía que nació en el sistema de parqueaderos, o sea, es una compañía de automatización de ‘parking’ y está enfocada únicamente a los parqueaderos. Es una compañía que arrancó con el Centro Comercial Andino. Fue el primer cliente en el que le vendimos una solución completamente automática, donde en el país no existía algo así, absolutamente todo, desde el ingreso hasta la salida, pasando por cajeros automáticos que devolvían las vueltas al cliente de forma óptima. Podías pagar con billete $ 50.000 dos minutos de parqueo. En esa época no era por minutos, era por horas, que ahora se ha vuelto un veneno eso, no, uno se descuida y paga más que el restaurante. Y arrancamos con ellos, fue un éxito. De ahí comenzamos a ganarle a las empresas más grandes del mundo que se dedican a esto, españolas, americanas, alemanas, y ahorita tenemos más del 80% del mercado de los grandes centros comerciales del país, todos tienen la tecnología nuestra.
Hugo, ¿cómo comenzó todo? Le quiero preguntar porque usted es ingeniero, pero primero fue estudiante y también fue ahí cuando hizo sus primeros pinitos de emprendedor. ¿Cómo fue esa historia? ¿Cuándo realmente comenzó todo?
Yo nunca pasé una hoja de vida. Yo siempre he sido empresario, desde la universidad. Antes de terminar la universidad ya tenía empresa y la razón por la que nunca, nunca fui empleado fue porque cuando yo estaba en la mitad de la carrera, yo estaba estudiando Ingeniería electrónica en la Universidad Santo Tomás. LLegó la crisis de los 90. Mi papá es constructor y él tuvo que pasar por esa crisis y en ese año me dijo: hijo, este año no, este semestre no hay para la universidad. Yo iba en 5.º semestre. Un amigo de la universidad me dijo: venga, usted no se puede quedar sin estudiar, yo le presto para que pague su matrícula, usted me paga cuando termine o cuando quiera me paga, pero no se puede quedar, y todavía le agradezco a él. Me prestó para la universidad y yo pude pagar ese semestre y no me quedé sin estudiar. Pero eso fue como un banderazo para para que yo reaccionara y dijera: yo no puedo seguir dependiendo de que mi papá me pague.
Era un aviso…
Sí, un aviso muy significativo que me marcó toda la vida. Y yo dije: tengo que hacer algo, tengo que inventarme algo, porque no puede pasar otra vez que no tenga cómo pagar mi universidad. Y en ese momento yo comencé a hacer maquinitas de video, de las maquinitas que uno iba a la droguería, donde la mamá lo sacaba de la oreja a uno porque no llegaba a estudiar y se gastaba todas las moneditas que le daban. Ni siquiera comía onces por jugar en esas maquinitas.
Yo alcancé a vivir esa época. Monedas de $ 50. Uno en la droguería cambiaba la moneda y la daban una fichita, así como tipo galleta, y uno metía esa monedita para jugar unos minutos en esa máquina....
Entonces yo comencé a hacer esas máquinas de manera muy artesanal. Yo iba a una carpintería, pedía el mueble como yo lo quería, y me iba a la 9.ª, por ahí al centro de Bogotá, donde estaban todas las compraventas, compraba un televisor, no recuerdo, un Sony...
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Los que tenían barriga. Las generaciones de ahora no conocen esos televisores, pero antes los televisores tenían una barriga atrás...
Yo compraba un televisor de esos, los desbaraba, le quitaba todo el caparazón y ponía la pantalla en el mueble de madera. Y me iba a San Andresito y compraba un Nintendo o un Family. Yo desbarataba los controles y los convertía en un control para que los niños pudieran jugar…
El famoso joystick…
El famoso joystick en esa época, pues era lo de moda: Mario Bross, FIFA, Mortal Kombat, Street Fighter, el de boxeo eran los videojuegos. Y yo ponía esas maquinitas y me comenzó a ir muy bien. Una maquinita de esas recuerdo que al mes producía $ 100.000. Estoy hablando de los noventa, hace 30 años aproximadamente, y esa maquinita producía $ 100.000. Yo al de la droguería, como él me daba el espacio para ponerla, pues él tenía que pagar el recibo de luz, entonces yo le compartía el 30%. Recogía $ 30.000 para él, hacía los montoncitos de a mil, cogía el resto en una bolsa y me llevaba los $ 70.000. Yo hacía esa labor una sola vez al mes. Yo miraba y por ejemplo una máquina ya no daba los 100 sino 70, algo pasó, tal vez el juego ya no les gustó. Entonces cambiaba a otro juego y ponía otro juego ahí para que estuviera siempre con los $ 100.000, hacía el recorrido en un mes de diez máquinas que alcancé a tener antes de graduarme en la universidad y eso me representaba $ 650 a $ 700.000 mensuales en los noventa, en un día de trabajo.
Entonces yo dije: un ingeniero se ganaba $ 300.000 en un mes trabajando ocho horas y lo exprimían, no les pagaban horas extras y sí le tocaba trabajar hasta tarde, porque los ingenieros siempre les tocaba trasnochar; y en ese momento yo pensé: yo me gano en un día lo que se ganan dos ingenieros en un mes. ¿Entonces para qué pasar una hoja de vida? ¿Para qué busco trabajo? Y esa fue la razón por la cual nunca busque trabajo.
Usted tuvo una necesidad económica, identificó que tenía un talento, lo puso en ejecución, suplió la necesidad y de una u otra forma, y así es que han nacido los grandes emprendimientos.
Tal cual. Así es.
¿Y qué pasó después?
Después de 30 años, sigo haciendo máquinas. Ahorita hago máquinas, pero son las máquinas que hay en los parqueaderos para pagar el parqueadero. Son máquinas que reciben cualquier billete, moneda, tarjetas de crédito. Y ahora pues que está muy de moda los pagos electrónicos, recibe QR, Bancolombia, recibe todos los tipos de pago y no solamente los parqueaderos. Nosotros tenemos más de mil máquinas en todo el país en Compensar, en Colsubsidio, Cafam, Claro, Tigo, todas las máquinas que donde quiera que haya una caja humana puede haber una máquina nuestra. Y la ventaja de la máquina es que no se incapacita, nos roba, no jinetea la plata, etcétera. Entonces hacemos máquinas desde hace 30 años y sigue evolucionando hasta tener estas máquinas de talla mundial, máquinas que nada que envidiarle a las que vienen de otros países.
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Decíamos en la presentación de esta entrevista, de esta conversación, de este video podcast, que ya están en cuatro países: ¿En cuáles países y cómo ha sido esa llegada a esos mercados? ¿Por ejemplo, Paraguay, que es un país tan, de verdad, tan distinto al colombiano?
Sí, y Paraguay es pequeñito. O sea, caben dos Bogotá, tres Bogotá. Sí, es extraño, siempre me hacen la pregunta: ¿Y por qué Paraguay? Resulta que Tigo, Millicom, nosotros le vendíamos cajeros a ellos para el recaudo, para que recargaran en sus minutos y pago de facturas. Y Millicom dijo: venga, le interesa venderme cajeros para Paraguay. Y yo: bueno, hice el viaje a Paraguay, le vendimos unos cajeros en Paraguay y después allá hemos vendido el parqueadero del Aeropuerto Internacional de Asunción y tenemos cajeros por todo el país, los centros comerciales más grandes allá y nos comimos todo el mercado de Paraguay. Fue por eso.
En Ecuador pasó algo similar. Una cadena grande de centros comerciales que vino aquí a Colombia y se enamoraron de la solución, dijeron: queremos que nos lleve la solución allá, a Quito, al centro comercial más importante de Ecuador. Nos compró la tecnología y nos montamos allá. En Colombia, en este momento, tenemos más del 80% de, como te decía, de los centros comerciales más grandes del país. Entonces aquí ya no hay tanto cómo crecer, hay una renovación porque estas tecnologías se renuevan a los siete u ocho años, y últimamente con la entrada de la inteligencia artificial y del manejo de bases de datos, todo está cambiando muy rápido. Antes las tecnologías cambiaban cada 15 años, cada 12 años. Ahora está evolucionando muy rápido y eso nos ha hecho que busquemos otras fronteras. Lo más probable es que nos vayamos para México el otro año a hacer lo mismo que hicimos aquí, a ganarnos todo el mercado allá. Conocemos la competencia, ya conocemos todo el mercado y pienso que allá vamos a poder crecer muchísimo más de lo que hemos crecido aquí en Colombia.
Yo le quiero, tal vez pedir, que nos vayamos un poquito atrás porque usted también se quebró. Hablar con un empresario que no se haya quebrado, es casi que decir que no pasó por esa maestría de la vida. ¿Cómo fue esa quiebra, pero, sobre todo, cómo hizo para volver a comenzar y que la cosa sí funcionara?
Sí, como les decía yo, 30 años de emprendimiento, 18 años con esta compañía. Entonces, 12 años atrás, ¿qué pasó? En los primeros años pues yo recién graduado de la universidad, con 22 años, ya con empresa, crecí muy rápido, muy rápido. Yo recuerdo que antes de los 25 años ya tenía casa, carro y beca, más o menos.
Yo ya tenía un apartamento, muy bien situado, el condominio tenía piscina, tenía un Volkswagen Golf rojo cero kilómetros, un Manhattan. Y yo era muy técnico. Yo terminé la universidad y me dediqué a la parte de redes y comunicaciones. Entonces yo hice una especialización de la Javeriana en redes y comunicaciones, y después hice una maestría en los Andes en automatización industrial. Pero todo era muy técnico, todo era muy enfocado, muy técnico y uno técnico no sabía que tenía que cuidar el flujo de caja. Yo veía que hacía negocios, negocios, negocios y que la empresa iba muy bien porque nos llamaban y pedían más propuestas y teníamos más negocios, pero nunca entendí qué tenía que ver la caja. Pues en un momento, en un negocio mal hecho, un negocio de una compañía que se quebró, que nunca nos pagó después de 25 años, yo no supe qué hacer en ese momento. Entonces yo comencé a pedir prestado y comencé a colgarme en las cuotas del apartamento. Las tarjetas de crédito me reportaron en data crédito.
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Todo mal, todo mal...
Todo mal. Y eso fue una bola de nieve, así como subí como la espuma en tres años, esa caída se dio en menos de seis meses, había perdido todo lo que había hecho en tres años. Perdí todo. No reaccioné rápido. Después reportado, fue mucho más difícil volver a empezar, porque, pues los bancos no son el mejor aliado en ese momento. Los bancos son buen aliado cuando uno tiene plata, cuando uno está facturando. Ahorita la compañía ha facturado más de US$ 12 millones de dólares y ya se vuelve uno atractivo para los bancos.
Claro, ya lo buscan, ya no es como el escenario anterior que le cerraban a uno la puerta, sino los bancos, con ventas de US$ 12 millones, le abren la puerta hasta de la gerencia...
Sí, pero en esa época era muy difícil. Venga, es que usted no tiene. Y yo decía: Pues obvio que no tengo. Por eso vengo al banco pedir plata. Pero fue muy complicado. Entonces, el poco crédito que alcancé a tener a los pocos años, lo perdí. Volver a empezar fue complejo. Ese volver a empezar fue otros cuatro años como para estabilizarme. En ese instante fue el otro momento donde yo dije: voy a buscar trabajo, voy a buscar trabajo porque ya me quebré. El Volkswagen, obvio, me tocó venderlo, ya compré un sprint, por lo menos tenía dónde transportarme, y vendí el apartamento.
Me colgué muchas cuotas y se perdió el apartamento. Y en ese momento dije: voy a buscar trabajo. Cuando me puse a hacer las cuentas de cuánto debía, eran como $ 120 millones. En esa época, como en el 96, un ingeniero así, con mucha experiencia, ya tenía una maestría y una especialización, tal vez me iba a ganar por ahí $ 1′300.000, $ 1′400.000.
No había posibilidad…
Y yo sumaba y multiplicaba. ¿Cuántos años voy a tener que ahorrar el sueldo para poder pagar eso? Yo quería pagar. Yo quería pagar todo lo que debía. Y entonces dije: no es una opción buscar trabajo. Algunos amigos que me conocían me brindaron un apoyo, me dijeron: hagamos una empresa. Nosotros sabemos todo lo que ha hecho y cómo lo ha sacado adelante. Hagamos una empresa. Nosotros tenemos el 51%, vamos a poner la plata y usted se va quedar con el 49 %. Arrancamos otra compañía. Ellos eran expertos en otro tema, menos en tecnología, y ellos creían que si poníamos un aviso en El Tiempo en primera página diciendo que cableado estructurado con fibra óptica y con categoría cinco, que era lo más avanzado, y nos gastamos $ 2 millones en un aviso… pero llamaban tres personas.
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Ven, esos avisos allá no funcionaban….
Eso funcionaba cuando salió un ‘sale’ de Zara con el 40%, vendía muchísimo con ropa, con relojes, pero con tecnología no. Y se cansaron: como a los seis meses dijeron, venga, tenga las acciones quédese con el 100%, tranquilo, no nos debe nada y siga usted solo. Y seguí solo. Arranqué, en esos seis meses volví a tener algunos clientes, volví a dedicarme a hacer, pues siempre lo que me apasionaba son las máquinas, pero no era el momento y comencé a hacer otra vez cableado estructurado. Hice la fibra óptica que hay actualmente en el Palacio Nariño con Vicepresidencia.
En esa época fue que fundaron la Vicepresidencia de la República. Todo ese trabajo lo hice yo. Y ahí arranqué otra vez, terminé de pagar todo lo que debía. No me demoré diez años pagando, me demoré como año y medio, dos años. Pagué lo que debía. Pero me quedé con esa empresa en la que los otros socios eran parte de eso y yo dije: no sé. Entonces preferí hacer otra compañía que es la que de hoy en día existe: Ezytec. Y eso fue lo que ocurrió hace 18 años desde que salí de la universidad.
Pues qué buena historia Hugo, porque uno siempre dice que a veces a uno solo lo ven cuando están los gloriosos, pero no lo ven cuando están los dolorosos. Una cosa que me parece atractiva de su historia es que siempre hay un amigo. El amigo en la universidad, los amigos cuando está quebrado. Siempre es un amigo el que le ha extendió la mano.
Sí, sí. Por eso siempre hay que dejar las puertas abiertas en todos lados, porque uno nunca sabe cuándo lo necesite. Y hay cosas, todo en la vida le enseña a uno, ahorita la pandemia nos dejó una enseñanza muy grande. Nosotros hace tres años, cuando arrancó la pandemia, yo tenía una empresa espectacular, en el sentido de que la caja ahí sí ya me preocupé por el caja. Bueno, después de la quiebra y lo primero que hice fue entrar a estudiar y hice el MBA en el Inalde.
Pues antes de que sigamos les voy a aclarar: el flujo de caja es como el tanque de oxígeno, la plata que uno carga ahí en el bolsillo para poder pagar la nómina, para poder pagar los impuestos, para poder responder con todas las obligaciones mes a mes. Y cuando fue la pandemia nos decía en ese momento el presidente de la Andi que la mayoría de empresarios de Colombia solo tenían flujo de caja, es decir, plata, para dos semanas. Por eso tantas empresas se quebraron con la pandemia. Ahora sí lo dejo seguir…
Tal cual, y nosotros teníamos asegurado los costos fijos, arriendo, nómina, etcétera, la plata para pagar eso, siempre. Entonces, si yo en un año no vendía nada, no me salía ningún negocio, no le pasaba nada a la compañía porque todos los clientes que ya habíamos traído nos pagaban un mantenimiento de los equipos y las máquinas que les estamos instalando. Y ese valor que recibíamos mensualmente era equivalente a todos los costos fijos. Entonces muy bien cubiertos, muy bien cubiertos, pero llegó la pandemia y los centros comerciales cerrados.
Los dueños de los locales decían: yo no tengo cómo pagarle a usted la cuota administración porque no estoy vendiendo. Y tocó comenzar a hacerles descuentos. Pague la mitad de la cuota administración, no pague por estos dos meses. Y esa incertidumbre de que la otra semana abren, o se va a alargar esto, pues de lo primero que cogieron fue de nosotros. Yo no le voy a pagar mantenimiento y comenzaron a bajarnos, a bajarnos la cuota. Entonces, ¿y ahora cómo pago la nómina y todo lo demás? Y en ese momento yo, con un grupo de más de 25 ingenieros de sistemas que se volvieron impagables por todo el furor que hay ahorita de tecnología y todas las empresas grandes que se los estaban llevando, tenían unos sueldos muy altos. ¿Qué hacemos con toda esta gente? En ese momento yo dije: venga, todo lo que tengo actualmente es gracias a los centros comerciales. Pensemos en algo para ayudarlos, porque cuando se acabe la pandemia estos centros comerciales van a estar mal porque van a tener un déficit de tres meses, cuatro, seis. No sabíamos en ese momento cuánto era.
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Entonces no van a tener para invertir en tecnología, o sea, van a estar realmente muy mal. Y en ese momento dije: voy a inventar un sistema de parqueadero que ya lo tenía pensado desde muchos años antes, que la inversión sea menor, costo bajo de mantenimiento, bajo consumo de energía, costo de papel casi que cero.
O sea, todo lo vamos a bajar, en el negocio del parqueadero pues está el mantenimiento, pero al mismo tiempo gana por repuestos, por mantenimientos y esa es una economía que así funciona en todo el mundo. Pero a la hora que yo hiciera algo tecnológico, más avanzado, que tuviera menos mantenimientos, que tuviera menos repuestos, pues el negocio se iba a dañar más. Sin embargo, si no lo hacía yo, lo iba a hacer alguien. Entonces me aventé a hacerlo. Hacía unos años había estado yo en China, en Japón, algunos proveedores me invitaron a conocer sus plantas, y allá no habían máquinas, allá todo funcionaría con reconocimiento de placas, con reconocimiento facial.
Por eso siempre dicen que van 30 años más adelante que todos nosotros.
Sí, yo creo que, con todo el internet, la globalización, ahora estamos por ahí unos diez no más. El margen no es tan largo, pero igual seguimos muy atrasados y yo intenté montar un sistema de esos, pero algunos gerentes me decían: no, no, no, no, cómo se le ocurre que no va a entregar papel, qué pasa con el tema de seguridad. Eso funciona en Tailandia, en Japón, pero aquí no va a funcionar. Y los intentos que hice no se lograron. Bueno, llegó la pandemia y dije: este es el momento clave de hacerlo. La gente no quiere una tarjeta, no quiere un papel, no quiere tocar nada y menos una tarjeta que ha pasado diez veces por otra persona.
Y puse a los ingenieros a sacar este producto rápido, no sabemos cuánto va a demorar y los puse a trabajar y sacamos un sistema que se llama Simples, así lo denominé, que es sin fricción, sin contacto, sin trabas, sin nada. Y comencé a quitar todas las máquinas que hay en los centros comerciales en la entrada. Entonces uno llega, en algunos que ni siquiera está la talanquera odiosa que uno dice yo aquí vengo, pues voy a entrar, pa’ que me pone una barrera. Deberían darme la vía libre para que ingrese a comprar o almorzar o a disfrutar o lo que tenga que hacer. Y comencé a quitar todas las máquinas.
Colocaba un set de máquinas alrededor del vehículo para hacer un video 360 grados del vehículo, capturar la placa, el modelo del carro, el color, todo. O sea, un reconocimiento completo en dos segundos que se mueve el carro ingresando y ya, quitamos las entradas y las salidas. Entonces seguía en los cajeros. Yo llegaba y digitaba el número de mi placa. Ahí me aparecía mi carro. Pago, salida y me voy.
Y cambió para siempre ese modelo...
Y cambió para siempre ese modelo. Ya llevamos dos años y medio muy exitosos, ya tenemos más de 40 centros comerciales con ese modelo de tecnología. El próximo año vamos a cambiar otros 15 más. Este año cambiamos 32 centros comerciales y el reto es más grande. O sea, el reto era quitar todo. Ya quitamos las entradas, las salidas, el papel, la fricción. No sé si recuerda que a uno se le perdió la tarjeta y le cobran $ 60.000. Toca llevar la tarjeta de propiedad. Y ahora sigue el otro problema: uno llega al cajero, pone el billete y se lo escupe. Y no tengo más. Uno trata de arrugar, lo vuelve a meter. Entonces el reto ahora es quitemos los cajeros también, volvámonos el Netflix de los parqueaderos, que todo sea una plataforma, todo desde el celular. Entra, sale y le cobraron automáticamente por Nequi, DavidPlata, por la tarjeta de crédito, por Nubank, por donde quieran y ya no tengan que hacer filas. Entonces en ese reto llevamos todo un año e hicimos un chatbot que está muy de moda. A la gente le gusta más eso. El chatbot de WhatsApp avanzó mucho y WhatsApp se volvió una herramienta donde uno puede tener una app sin necesidad de tener que bajarla en el celular.
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Lo que hicimos fue quitar las aplicaciones, comenzamos a trabajar con WhatsApp porque aquí en un estudio que hicimos el 94% de la gente que tiene celular, usa WhatsApp, entonces ya teníamos la aplicación nosotros y en ese chatbot le metimos inteligencia artificial. Nos conectamos con la base de datos de la Registraduría para verificar su cédula y la fecha de expedición, para saber que los datos suyos son reales. Nos conectamos con el Runt, verificamos la placa del carro, la cruzamos con la cédula, sabemos si es usted el dueño. Miramos la foto que usted tiene guardada en el Runt, entonces comenzamos a meterle seguridad en los cajeros. Uno llega, hace un reconocimiento de rostro. Cuando usted registra, lo comparamos con la cédula y comenzamos a votar alertas por si alguien que o es usted va a pagar.
Si usted no es el dueño y va a intentar pagar, lanza alertas. El papelito se volvió el celular. Entonces tan pronto ingresas al centro comercial te llega el recibo digital, llega ahí con tu QR, la foto de tu carro, todo te llega. Esa es un asistente virtual. Te dice: acabas de parquear en el sótano dos en el B 27. El chatbot le va a decir dónde dejó su carro. El chatbot, como nosotros tenemos el número de su cédula, yo ya le voy a sugerir que pague con Nequi porque yo ya sé que usted tienen Nequi. Si le da clic y le digo: ¿quiere que ese ese le vuelva su pago recurrente? Nosotros tokenizamos la tarjeta, eso lo hacemos con Wompi, con Bancolombia, de manera muy segura. Esos datos quedan encriptados allá en Bancolombia y ya no tiene que volver a usted digitar datos, ni nada, para que no le roben la información y automáticamente ingrese y le cobran sin necesidad de sacar ni siquiera el celular.
Tremendo…
Ese es como el futuro de toda la parte de estacionamientos, que se pague desde ahí, vamos a estar conectados con las bases de datos de los locales. Entonces si usted va a Mario Hernández y su número de cédula aparece como cliente VIP, tan pronto ingresa al parqueadero, nosotros buscamos en la base de datos de Mario Hernández, hacemos ‘match’ y le decimos al comercio ¿qué quiere hacer con Edwin? Dígale que suba, que le vamos a regalar un cinturón y además le regalamos el parqueadero. Entonces todo el manejo de datos de inteligencia artificial, con este manejo de bases de datos, es el futuro y eso está avanzando a pasos agigantados.
Tremenda historia y sí, eso es innovación pura, el cómo están tomando las herramientas que están disponibles en el mercado y haciendo un ajuste y obviamente poniéndolo al servicio del negocio de ustedes.
Es momento, Hugo, de hacer El pitch. Aquí le voy a pedir que por favor revise muy bien eso que va a decir porque la audiencia de El Espectador va a ser la encargada de decidir si sí quedó convencida con su historia, con su negocio o no.
1. Tiene 60 segundos para vender su idea de negocio a la audiencia de El Espectador, para convencerlos de invertir en usted y en su negocio.
Como la IA asusta a todo el mundo, que se lo va a dejar sin trabajo, yo lo que quiero decirle es que la IA es una herramienta que nos facilita la vida, que nos ayuda a hacer la vida más fácil. Nada más molesto que hacer filas. El tiempo vale oro, el tiempo que le puede dedicar uno a la familia, que le puede dedicar a otras cosas y no en una fila. Entonces esta compañía se ha dedicado a quitar todas las fricciones a la gente para que todo sea muy fácil, todo sea fluya y todo sea fácil.
2. Hugo, ¿cuál fue su peor error, pero del que más aprendió?
Pienso que la parte administrativa, la parte financiera es supremamente importante en cualquier negocio. Uno, uno como técnico, o sea, todos los ingenieros y toda la gente que quiere emprender, no se enfoquen solamente en ser los chachos de lo que están haciendo y que son los más y los más. Toda la parte humana, del recurso humano, de la gente que lo va a apoyar a uno y toda la parte del manejo de las finanzas, del ‘pricing’ y todo eso es supremamente importante. Ese es un error que cometí alguna vez y que no volveré a cometer. Le recomiendo a todo el mundo que siempre lo tenga presente.
3. Hugo, si pudiera cambiar una regla de los negocios, cuál sería y por qué?
Interesante pregunta. A ver. Uno cuando emprende tiene muchísimas ideas y lo más difícil es buscar la plata. Y una de las reglas que deberían cambiar los bancos es que tengan que mirar en los estados financieros, algo que hace un computador, pero el computador no mira, no analiza si el negocio es bueno, si tiene proyección, si el emprendedor tiene pasión por lo que hace, entonces yo le cambiaría a los bancos esa regla para que apoyen más a los emprendimientos, para que podamos salir adelante más fácil y así crear un mejor país.
4. Hugo, si su negocio fuera una serie de televisión, ¿en qué género la ubicaría y cuántas temporada tendría?
A ver, esto es como tal vez ciencia ficción ahora. ¿Se acuerdan de Los Supersónicos, el celular y todo eso? O sea, esto ha avanzado demasiado, vamos como una escala logarítmica. Antes avanzaban las cosas cada 20 años, cada diez, ahora avanzan cada año. Entonces ya no podemos hacer temporadas anuales. Yo pienso que toca hacer unas temporadas de cada cuatro meses, porque como evoluciona tanto y todos los días, la ciencia nos da más herramientas para crecer. Entonces, yo creo que cada cuatro meses estaría bien sacar una nueva temporada.
5. Y Hugo, esta es la final. ¿En qué negocio se soñó estar y qué le hubiese gustado hacer ahí?
Yo desde que escogí la carrera electrónica, ese era mi sueño. Mi sueño era hacer máquinas, inventar. En algún momento dije: a mí me gustaría trabajar en un parque de Disney haciendo una rueda volante o un una montaña rusa. En algún momento pensé: Mi sueño es arreglar un televisor, destaparlo y repararlo. Pero finalmente lo que me enamoró y lo que me apasiona, es hacer máquinas y usar la tecnología para hacer la vida más fácil a la gente. La gente anda estresada en el tráfico, en la inseguridad, todo lo que podamos aportar para ayudar a la seguridad, ayudar a hacerle la vida más fácil, ese es como el sueño y ahí es donde estoy metido.
Hugo Cortez, fundador de Ezytech, gracias por venir aquí, a El Espectador, al estudio a contar esa historia que sin lugar a dudas es apasionante.
Muchas gracias Edwin por la invitación.
Si conoce historias de emprendedores y sus emprendimientos, escríbanos al correo de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) o al de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com). 👨🏻💻 🤓📚