Tres emprendimientos de café hechos por comunidades indígenas en Colombia
Conozca la historia de estas ideas de negocio que buscan visibilizar sus tradiciones en un solo sorbo, a propósito de la reciente entrega de Expo Café 2024.
Laura Camila Calvo
Desde lo más alto de la Sierra
Sobre los 1.400 y los 1.600 metros al nivel del mar, las notas de cacao y las firmes montañas se preparan para recibir una cosecha del café conocida como variedad caturra. De octubre a enero, los hombres, las mujeres y los niños de la comunidad Kogui recogen los granos que se cosechan una vez al año. “En la Sierra Nevada de Santa Marta, el café llegó aproximadamente hace unos 60 años, no se cultivaba por nuestras comunidades y tampoco sabíamos que se podía vender. Cuando los hermanos menores del interior, por la violencia que se vivía en el país, llegaron al lugar, empezaron a sembrarlo en la parte baja”, así lo recuerda José Antonio Nacogui Eslonavita, caficultor y representante de la comunidad indígena Kogui.
José viste su yakna (atuendo tradicional de la comunidad) y representa el trabajo de los indígenas en la producción del café Conexión de la Sierra Nevada. El nombre de la marca tiene que ver con la cercanía espiritual de la comunidad con la madre naturaleza y el respeto a la tierra, pues durante un año esperan la cosecha de este. Notas cítricas, especiadas y dulces; cuerpo ligero y cremoso, mango biche y frutos rojos son el conjunto armónico de aromas y sensaciones que describen el producto cosechado por este indígena.
“Una taza se cultiva a los 1.800 metros sobre el nivel del mar, al tener este producto a esa altura no llega la enfermedad del café”, afirma Nacogui para referirse a la roya, un hongo que afecta a los “cafetos”, denominación para referirse a la planta que deja como resultado este alimento.
Según la Federación Nacional de Cafeteros, esta plaga causa pérdidas entre el 30 % y 80 % de los cultivos. “La zona cafetera del Magdalena comprende los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Aracataca y Fundación, región que posee gran biodiversidad y un ecosistema con las condiciones ideales para la producción de cafés especiales”. Es por eso que, para José, como líder indígena y uno de los principales caficultores de su comunidad, es importante que la gente conozca que la Sierra Nevada no es solo un destino turístico, sino una región próspera que produce un café suave con saberes ancestrales.
Por su parte, Maryori Varela, de familia cafetera de la región del Palmor, finca dónde se produce el café Conexión Sierra Nevada y representante legal de la misma, espera que a futuro, la región se posicione como una de las más importantes del país, pues como bien dice ella, “mucha gente no sabe que en la Sierra se produce café”. En el mes de julio la marca se lanzó al mercado y el mensaje de Varela es que las personas que quieran comercializar café, vayan y lo compren directamente al productor y no lo hagan a través de las cooperativas o federaciones.
“Desde que se siembra café, nuestro pueblo vive en paz”: Leidy Agreda Santa Cruz
Si los hermanos menores del interior (nombre que utilizan los Kogui para denominar a otros pueblos) llegaron a la Sierra Nevada debido a la violencia y comenzaron a cultivar café, en el departamento de Nariño, su cultivo, evitó que el narcotráfico y los grupos al margen de la ley siguieran permeando la violencia en el resguardo Inga de Aponte en el municipio del Tablón de Gómez.
Leidy Marcela Agreda Santa Cruz, mujer indígena de la comunidad, recuerda que el café le abrió paso a la paz “fueron los mismos indígenas quienes “desterraron” a los grupos armados. Ahí se empezó a ver de qué manera los sueños se podían hacer realidad, desde la producción hasta la siembra de café caturra, donde también se destacan otros tipos como la variedad Colombia y Castilla, que son propios de nuestro territorio”.
Es importante destacar que el municipio Tablón de Gómez se compone de 22.282 hectáreas que durante la década del 80 se caracterizó por el cultivo de amapola, que hace parte de los principales sembrados ilícitos establecidos en el país.
Hernando Santa Cruz, gobernador del municipio, contó cómo el resguardo hizo la transición de un cultivo ilícito a uno lícito. Esta iniciativa se dio gracias a un joven conocido como Hernando Chindoy quien organizó y dirigió el proceso para que los Ingas de Aponte sembraran café en lugar de amapola. “Desde el 2004 no tenemos cultivos ilícitos dentro de nuestro territorio. Nos dedicamos a sembrar café y hoy podemos decir que somos cultivadores del mismo. Tenemos aproximadamente 15 o 16 años de experiencia en siembra”.
A propósito de esto, una investigación realizada por las comunidades de los resguardos Inga y en apoyo con el Ministerio de Justicia dejó ver que “la llegada de los cultivos, que se dieron entre 1980 y 1999, marcó una ruptura con estas prácticas tradicionales y tuvo como antecedentes importantes los inicios de la exploración petrolera, la llegada de colonos, y diversas dificultades para la comercialización de los cultivos tradicionales”, lo cual dejó en evidencia la necesidad de una economía indígena que respondiera a las prácticas y saberes de la comunidad, que al final de ejercicio se vio perjudicada por los distintos escenarios de violencia que envolvían al país durante esa época.
Con esta situación sobre la mesa, La Unidad para las Víctimas impulsó a la comunidad para crear una cadena conjunta donde ellos mismos pudieran tostar, moler, empacar y comercializar su propio café sin intervención de terceros. “Todos los líderes de mi territorio tomaron como iniciativa, el blanco y negro, los colores de mi Pacha (vestimenta tradicional). El negro simboliza la tierra, y el blanco significa nuestra pureza y honestidad”, agrega Leidy con relación a los colores del empaque del café Inga de Aponte.
Este tipo de café se cultiva a 2.180 metros a nivel del mar, tostado medio y es de tipo especial, esto quiere decir que se caracteriza por la sostenibilidad de su producción y las buenas prácticas en el cultivo. “Para nosotros no es coger y sembrar. Nosotros hablamos con la madre tierra para que el café conecté con ella. Detrás de su cultivo hay una historia muy bonita, de resistencia y resiliencia, donde cada persona que lo prueba conoce en un recorrido por el paladar a una comunidad que ha luchado por salir adelante”, manifestó Agreda Santa Cruz.
Con sabor ancestral para el mundo
A estas iniciativas, se suma también la de la Organización Nacional Indígena de Colombia, institución que busca la pervivencia de las comunidades, la cual procura por sus derechos y su reivindicación política, encaminándose a impulsar las economías de cada pueblo, con sus saberes y conocimientos de la tierra.
Liliana Hurtado, del pueblo Nasa y perteneciente al resguardo indígena de Juantamo, expuso también en la feria gastronómica el café Semilla Nativa, el cual representa 115 pueblos nativos que hacen parte del liderazgo de la organización. “Las fases lunares son las protagonistas de nuestra cosecha, con ellas se ha podido ver cómo mejorar nuestra madre tierra para que nos regale el fruto que nos ha servido tanto a todos durante este tiempo”
Parte de las prácticas empleadas para llevarlo a las tazas colombianas se han visto reflejadas en el producto final que es un café 100% orgánico, donde no se utilizan pesticidas ni fertilizantes sintéticos, sino que le hacen oda a los conocimientos y técnicas ancestrales para la siembra y la cosecha del grano.
Isabel Cristina Martínez, miembro de la Organización Nacional Indígena de Colombia, aseguró que el mercado del café es muy competitivo y espera que a futuro Semilla Nativa Indígena pueda “ser una red de caficultores indígenas autosostenible dentro de los pueblos”.
¿Cómo se encuentra el país en materia cafetera?
Colombia ocupa el tercer puesto como mayor productor de café a nivel mundial, siendo Huila, Antioquia, Tolima y Cauca los departamentos más productivos, con un 54,8 % del área cultivada a nivel nacional, no obstante, más del 54 % de los productores cafeteros se encuentran inmersos en condiciones de pobreza o vulnerabilidad, según un informe de la Superintendencia de Economía Solidaria.
A esto se le suman los diversos esfuerzos por crear redes y asociaciones que representen y dignifiquen las economías de los pueblos originarios. Una publicación del portal Perfect Daily Grind menciona que “las comunidades indígenas son uno de los grupos menos representados en el sector cafetero, en Colombia la población indígena asciende a 1,5 millones de personas, lo que representa alrededor del 3,4 % de la población total. En las zonas rurales, muchas de estas comunidades dependen de la industria cafetera para su subsistencia”.
De ahí que el sector gastronómico entienda y desarrolle iniciativas donde se destaque la importancia de exposiciones, eventos y ferias que permitan acercar al consumidor al conocimiento y la representación de las economías propias de los territorios indígenas, por medio de sus cultivos.
Si conoce historias de emprendedores y sus emprendimientos, escríbanos al correo de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) o al de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com). 👨🏻💻 🤓📚
Desde lo más alto de la Sierra
Sobre los 1.400 y los 1.600 metros al nivel del mar, las notas de cacao y las firmes montañas se preparan para recibir una cosecha del café conocida como variedad caturra. De octubre a enero, los hombres, las mujeres y los niños de la comunidad Kogui recogen los granos que se cosechan una vez al año. “En la Sierra Nevada de Santa Marta, el café llegó aproximadamente hace unos 60 años, no se cultivaba por nuestras comunidades y tampoco sabíamos que se podía vender. Cuando los hermanos menores del interior, por la violencia que se vivía en el país, llegaron al lugar, empezaron a sembrarlo en la parte baja”, así lo recuerda José Antonio Nacogui Eslonavita, caficultor y representante de la comunidad indígena Kogui.
José viste su yakna (atuendo tradicional de la comunidad) y representa el trabajo de los indígenas en la producción del café Conexión de la Sierra Nevada. El nombre de la marca tiene que ver con la cercanía espiritual de la comunidad con la madre naturaleza y el respeto a la tierra, pues durante un año esperan la cosecha de este. Notas cítricas, especiadas y dulces; cuerpo ligero y cremoso, mango biche y frutos rojos son el conjunto armónico de aromas y sensaciones que describen el producto cosechado por este indígena.
“Una taza se cultiva a los 1.800 metros sobre el nivel del mar, al tener este producto a esa altura no llega la enfermedad del café”, afirma Nacogui para referirse a la roya, un hongo que afecta a los “cafetos”, denominación para referirse a la planta que deja como resultado este alimento.
Según la Federación Nacional de Cafeteros, esta plaga causa pérdidas entre el 30 % y 80 % de los cultivos. “La zona cafetera del Magdalena comprende los municipios de Santa Marta, Ciénaga, Aracataca y Fundación, región que posee gran biodiversidad y un ecosistema con las condiciones ideales para la producción de cafés especiales”. Es por eso que, para José, como líder indígena y uno de los principales caficultores de su comunidad, es importante que la gente conozca que la Sierra Nevada no es solo un destino turístico, sino una región próspera que produce un café suave con saberes ancestrales.
Por su parte, Maryori Varela, de familia cafetera de la región del Palmor, finca dónde se produce el café Conexión Sierra Nevada y representante legal de la misma, espera que a futuro, la región se posicione como una de las más importantes del país, pues como bien dice ella, “mucha gente no sabe que en la Sierra se produce café”. En el mes de julio la marca se lanzó al mercado y el mensaje de Varela es que las personas que quieran comercializar café, vayan y lo compren directamente al productor y no lo hagan a través de las cooperativas o federaciones.
“Desde que se siembra café, nuestro pueblo vive en paz”: Leidy Agreda Santa Cruz
Si los hermanos menores del interior (nombre que utilizan los Kogui para denominar a otros pueblos) llegaron a la Sierra Nevada debido a la violencia y comenzaron a cultivar café, en el departamento de Nariño, su cultivo, evitó que el narcotráfico y los grupos al margen de la ley siguieran permeando la violencia en el resguardo Inga de Aponte en el municipio del Tablón de Gómez.
Leidy Marcela Agreda Santa Cruz, mujer indígena de la comunidad, recuerda que el café le abrió paso a la paz “fueron los mismos indígenas quienes “desterraron” a los grupos armados. Ahí se empezó a ver de qué manera los sueños se podían hacer realidad, desde la producción hasta la siembra de café caturra, donde también se destacan otros tipos como la variedad Colombia y Castilla, que son propios de nuestro territorio”.
Es importante destacar que el municipio Tablón de Gómez se compone de 22.282 hectáreas que durante la década del 80 se caracterizó por el cultivo de amapola, que hace parte de los principales sembrados ilícitos establecidos en el país.
Hernando Santa Cruz, gobernador del municipio, contó cómo el resguardo hizo la transición de un cultivo ilícito a uno lícito. Esta iniciativa se dio gracias a un joven conocido como Hernando Chindoy quien organizó y dirigió el proceso para que los Ingas de Aponte sembraran café en lugar de amapola. “Desde el 2004 no tenemos cultivos ilícitos dentro de nuestro territorio. Nos dedicamos a sembrar café y hoy podemos decir que somos cultivadores del mismo. Tenemos aproximadamente 15 o 16 años de experiencia en siembra”.
A propósito de esto, una investigación realizada por las comunidades de los resguardos Inga y en apoyo con el Ministerio de Justicia dejó ver que “la llegada de los cultivos, que se dieron entre 1980 y 1999, marcó una ruptura con estas prácticas tradicionales y tuvo como antecedentes importantes los inicios de la exploración petrolera, la llegada de colonos, y diversas dificultades para la comercialización de los cultivos tradicionales”, lo cual dejó en evidencia la necesidad de una economía indígena que respondiera a las prácticas y saberes de la comunidad, que al final de ejercicio se vio perjudicada por los distintos escenarios de violencia que envolvían al país durante esa época.
Con esta situación sobre la mesa, La Unidad para las Víctimas impulsó a la comunidad para crear una cadena conjunta donde ellos mismos pudieran tostar, moler, empacar y comercializar su propio café sin intervención de terceros. “Todos los líderes de mi territorio tomaron como iniciativa, el blanco y negro, los colores de mi Pacha (vestimenta tradicional). El negro simboliza la tierra, y el blanco significa nuestra pureza y honestidad”, agrega Leidy con relación a los colores del empaque del café Inga de Aponte.
Este tipo de café se cultiva a 2.180 metros a nivel del mar, tostado medio y es de tipo especial, esto quiere decir que se caracteriza por la sostenibilidad de su producción y las buenas prácticas en el cultivo. “Para nosotros no es coger y sembrar. Nosotros hablamos con la madre tierra para que el café conecté con ella. Detrás de su cultivo hay una historia muy bonita, de resistencia y resiliencia, donde cada persona que lo prueba conoce en un recorrido por el paladar a una comunidad que ha luchado por salir adelante”, manifestó Agreda Santa Cruz.
Con sabor ancestral para el mundo
A estas iniciativas, se suma también la de la Organización Nacional Indígena de Colombia, institución que busca la pervivencia de las comunidades, la cual procura por sus derechos y su reivindicación política, encaminándose a impulsar las economías de cada pueblo, con sus saberes y conocimientos de la tierra.
Liliana Hurtado, del pueblo Nasa y perteneciente al resguardo indígena de Juantamo, expuso también en la feria gastronómica el café Semilla Nativa, el cual representa 115 pueblos nativos que hacen parte del liderazgo de la organización. “Las fases lunares son las protagonistas de nuestra cosecha, con ellas se ha podido ver cómo mejorar nuestra madre tierra para que nos regale el fruto que nos ha servido tanto a todos durante este tiempo”
Parte de las prácticas empleadas para llevarlo a las tazas colombianas se han visto reflejadas en el producto final que es un café 100% orgánico, donde no se utilizan pesticidas ni fertilizantes sintéticos, sino que le hacen oda a los conocimientos y técnicas ancestrales para la siembra y la cosecha del grano.
Isabel Cristina Martínez, miembro de la Organización Nacional Indígena de Colombia, aseguró que el mercado del café es muy competitivo y espera que a futuro Semilla Nativa Indígena pueda “ser una red de caficultores indígenas autosostenible dentro de los pueblos”.
¿Cómo se encuentra el país en materia cafetera?
Colombia ocupa el tercer puesto como mayor productor de café a nivel mundial, siendo Huila, Antioquia, Tolima y Cauca los departamentos más productivos, con un 54,8 % del área cultivada a nivel nacional, no obstante, más del 54 % de los productores cafeteros se encuentran inmersos en condiciones de pobreza o vulnerabilidad, según un informe de la Superintendencia de Economía Solidaria.
A esto se le suman los diversos esfuerzos por crear redes y asociaciones que representen y dignifiquen las economías de los pueblos originarios. Una publicación del portal Perfect Daily Grind menciona que “las comunidades indígenas son uno de los grupos menos representados en el sector cafetero, en Colombia la población indígena asciende a 1,5 millones de personas, lo que representa alrededor del 3,4 % de la población total. En las zonas rurales, muchas de estas comunidades dependen de la industria cafetera para su subsistencia”.
De ahí que el sector gastronómico entienda y desarrolle iniciativas donde se destaque la importancia de exposiciones, eventos y ferias que permitan acercar al consumidor al conocimiento y la representación de las economías propias de los territorios indígenas, por medio de sus cultivos.
Si conoce historias de emprendedores y sus emprendimientos, escríbanos al correo de Edwin Bohórquez Aya (ebohorquez@elespectador.com) o al de Tatiana Gómez Fuentes (tgomez@elespectador.com). 👨🏻💻 🤓📚