Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
“La moda, escribía el filósofo francés Gilles Lipovetsky, es como el ave fénix, que siempre renace de sus propias cenizas. Está en su naturaleza, en su lógica propia, vivir reconstruyéndose para adaptarse a las circunstancias, ya sea como industria o en sus manifestaciones más inmediatas; es decir, el vestir y la apariencia de las personas”. Las palabras son de William Cruz Bermeo, profesor de historia de la moda y del vestuario en la Universidad Pontificia Bolivariana.
Las crisis económicas y sociales han redireccionado la moda a lo largo de la historia. Un claro ejemplo han sido las guerras. En la Primera y Segunda se impulsaron nuevos modelos de feminidad y, según Cruz, esto se reflejó en un crecimiento de la industria cosmética y de un modelo andrógino. Otro ejemplo es la segunda posguerra (desde mediados de los años 40) que, según el experto, también alentó los ánimos en Italia para cimentar las bases que luego catapultarían al país a ser un centro mundial de creación y manufactura de moda.
Le interesa: descuentos y cupones en Reymon
En el fondo, la moda es una superviviente.
Como sucede en cada rincón de la actividad humana, esta industria también ha sido golpeada por la crisis desatada por la expansión del COVID-19 siguiendo la ecuación que define la tragedia de toda la economía: consumidores confinados, comercios cerrados, pérdida de poder adquisitivo, bajas en consumo y así.
Como en otros momentos de la historia, y como sucede en otros sectores de la producción, la industria se está reinventando para, una vez más, sobrevivir. Por ello, diseñadores y empresas están fabricando batas médicas y tapabocas para el sector salud y prendas especiales pensadas para un mundo en el que el aislamiento social y la bioseguridad son preocupaciones diarias. “Nada alejado de la respuesta de los diseñadores durante la ocupación alemana, que diseñaron monos, pantalones y faldas bifurcadas para ir en cicla; bolsos en bandolera, que eran más prácticos, capuchas, capas y hasta bolsos para llevar la máscara antigás”, señala Cruz.
La industria textil y de la confección nacional, que tiene cerca de 9.000 empresas y genera más 1’000.000 de empleos, dejó de lado la producción de prendas de vestir tradicionales y atendió el llamado que hizo el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo con los parámetros del Ministerio de Salud mediante la convocatoria “Empresarios por la vida y el empleo”, para fabricar prendas de protección médica.
“Ha sido muy satisfactorio encontrar la disposición de ayuda de todos los confeccionistas y textileros del país para reconvertir las empresas y mantener a sus trabajadores cumpliendo las normas de aislamiento que esta coyuntura exige”, dijo Marta Lucía Ramírez, vicepresidenta de la República, durante una de las intervenciones de estas semanas del presidente Iván Duque.
De acuerdo con el Mincomercio, 3.900 empresas, entre confecciones y plásticos, se han registrado en la convocatoria. Según Camilo Rodríguez, presidente de la Cámara Colombiana de la Confección y Afines, cerca del 9,9 % de las compañías del país están produciendo elementos biomédicos.
Las grandes generadoras de empleo
Carlos Eduardo Botero, presidente de Inexmoda —entidad organizadora de ferias como Colombiamoda y Colombiatex—, dice que “la industria de la moda nacional, después de un mes de cuarentena, sigue firme con su posición de poner en primer lugar la salud; tratando de mantener las nóminas de sus colaboradores, pero también está siendo proactiva en mirar cómo hace un proceso de reconversión. Veo empresas fabricando no sólo los clásicos tapabocas, sino explorando con ropa de protección”.
Una de ellas es el Grupo Éxito, que trabaja con 99 talleres de confección en seis departamentos, con una creación de cerca de 8.000 empleos, en su mayoría mujeres cabeza de familia. Actualmente, 50 talleres para sus marcas propias —ubicados en Antioquia, Valle del Cauca, Caldas y Tolima— están generando 3.000 empleos para la fabricación de mascarillas faciales de tela. Proyectan la creación de 20 millones de tapabocas, que serán entregados como dotación para sus empleados y estarán a la venta en almacenes. Un porcentaje de las ventas será donado a la cárcel de Yarumal, Antioquia.
Pablo Artunduaga, dueño de la empresa Praxedis de Artunduaga, ubicada en Ibagué, lleva 40 años en el mercado. Se dedicaba a la producción mensual de 500.000 prendas, elaborando desde la tela hasta la prenda final. Ahora, según dice, “estamos mirando cómo nos reinventamos en este negocio. Afortunadamente con nuestro aliado Éxito nos motivamos a fabricar tapabocas con nuestra tela, que impide que el agua penetre”.
Artunduaga explica que tuvieron que adaptar desde la maquinaria hasta la seguridad, tanto para la prenda, como para las personas. “Descontaminamos la planta dos veces al día, las personas se lavan las manos cada hora, usan tapabocas y se les toma la temperatura al entrar. Los pies quedan esterilizados y las máquinas tienen dos metros de distancia entre sí”.
Actualmente, están trabajando 60 personas, de las 700 que la integran, en la fabricación de millones de mascarillas mensuales. De acuerdo con el empresario, hasta el momento les han cumplido con los salarios a sus colaboradores.
“Tengo pedidos hasta de la Unión Europea para venderles tapabocas. Colombia necesita muchos y hasta que no tengamos cura nos toca usarlos. La economía no puede colapsar, pero sí debemos utilizar precauciones. Como la demanda estará caída, estaremos entre tapabocas y prendas. Estoy feliz porque estamos trabajando”, afirma.
Fabricato, reconocida empresa textil de Bello, Antioquia, que recién acaba de cumplir 100 años, también se reorientó para aprovechar algunas oportunidades del sector salud, reemplazando parcialmente otros segmentos, como la moda. “Estamos fabricando telas con acabado especial antifluido, que sirven para tapabocas y dotación para los profesionales del área médica. También estamos produciendo telas para las camillas”, cuenta Carlos Alberto de Jesús, presidente de la compañía.
Esta fábrica no tuvo que adecuar sus máquinas, pues esos productos hacen parte de su oferta regular. De los 2.000 trabajadores que tienen, están trabajando en producción unas 350 personas. “Estamos aplicando las medidas recomendadas por las autoridades de salud, como tomar la temperatura de los trabajadores a su ingreso, disminuir la concentración del personal en el transporte, ingreso, salida y comedor, pausa activa para lavarse las manos y mascarillas, entre otras”.
En este escenario también está Manufacturas Reymon S.A., que nació hace 25 años en un garaje. Yoban Burgos y su hermano la nutrieron hasta lo que es hoy: una empresa con 700 colaboradores directos, que funciona en el barrio Ricaurte, en Bogotá, y fabrica ropa interior. “Estamos muy preocupados porque esto de reinventarnos a ese nivel es muy tenaz, pero estamos afrontando la primera ola, en el manejo del personal, la salubridad e intentando mantener a todas las personas en sus casas con un salario para estar tranquilos, pero el nivel de liquidez no es tan alto”.
La reconversión empezó con tapabocas, pero están aprendiendo de indumentaria hospitalaria, conociendo fichas técnicas, composición y precios. Treinta personas se están encargando de la elaboración de los tapabocas. Antes la producción mensual de ropa interior era de 600.000 prendas, ahora están haciendo 10.000 tapabocas.
La empresa Moda Avanzada, ubicada en Medellín, fue fundada por el ingeniero Gustavo Velásquez Tobón hace 26 años. Se dedican a la fabricación de ropa casual masculina. “Tenemos 34 empleados directos y 17 talleres satélites (que emplean de cinco a 10 personas). Desde hace un tiempo venimos investigando sobre la producción de textiles sostenibles. Se trata de una necesidad que se está viendo en el mundo y que ahora es opcional, pero será un requisito más rápido de lo que esperamos. Empezamos a hacer búsqueda de proveedores en PET, café y empaques biodegradables, pero con la pandemia ese aspecto del negocio está quieto”, cuenta Manuela Velásquez, hija del fundador y administradora de la compañía.
Con la necesidad de mantener la nómina de sus empleados, empezaron a investigar sobre textiles quirúrgicos e iniciaron con la producción de tapabocas desechables. “Cambiamos la distribución del taller. Tenemos gente muy buena: ocho personas en máquina, tres en manual y dos en corte. La meta es sacar 3.000 tapabocas al día”.
Los demás están haciendo teletrabajo y las diseñadoras le están apostando a potencializar el comercio electrónico de la empresa, que tiene tres marcas: Siberian, Slova Jeans y Suru. “Los textiles quirúrgicos pueden ser otra línea de negocio. Es un mercado que se está abriendo y ya hemos hechos pruebas. La crisis con el coronavirus no es algo nuevo, hace 10 años fueron los aranceles de Ecuador. Muchas veces toca cambiar el chip”.
Además, sacaron una línea de tapabocas para otro tipo de público con diseños, bolsillo para el filtro y con nombres de pueblos, como Guaduas, Jardín, Barichara, Monguí y Mompox.
Julio Spataro es ingeniero industrial y gerente general de Spataro Napoli, de Cali, una empresa familiar de 50 años que se encarga de la confección de camisas para hombres y niños. La mitad de su mercado lo exporta a 21 países y tienen 700 colaboradores. Sin embargo, por la coyuntura, Spataro fue consciente de que la compra de ropa no era una prioridad, entonces buscó algo que sí se estaba vendiendo: elementos médicos. “Vimos un potencial en batas y pantalones. Estamos fabricando 30.000 por semana. Usamos la misma máquina, pero se cambió el orden y el armado de módulos para poner batas y pantalones”.
La arquitecta Adriana Garrido, preocupada por la escasez de protección para el personal médico, contactó a Spataro para que trabajaran en equipo para fabricar uniformes de protección y donarlos con la campaña “Héroes con bata”. “La campaña incluye 1.000 kits para médicos, que tiene tapabocas N95, una capa y un pantalón antifluidos reutilizables hasta por 20 lavadas”, dice Garrido. Spataro ofreció la mano de obra y, para completar el valor de los materiales y fabricaciones, lanzaron una campaña para que la gente donara y se pudieran entregar los implementos de protección.
Tejiendo Paz, un emprendimiento de excombatientes de las Farc, que desde Icononzo (Tolima) confeccionan ropa, también dijo estar presente en la coyuntura. Desde septiembre de 2018 la ropa se vende por redes sociales, a través de Manifiesta: Hecho en Colombia, una marca creada por las politólogas Ángela Herrera y Sara Arias.
“Decidimos parar nuestra producción normal de vestidos, kimonos y capas, y empezar a fabricar tapabocas. Por un lado, la iniciativa busca seguir generando ingresos para los excombatientes y, por otro, donar estos implementos a las comunidades más vulnerables como la cárcel La Picota, en Bogotá, el Hospital Universitario de Neiva, hogares geriátricos, habitantes del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) y para comunidades indígenas del Tolima”, explica Herrera.
El futuro
De acuerdo con José Manuel Restrepo, ministro de Comercio, Industria y Turismo, el reto que asumió la industria textil y de la confección nacional abrirá una oportunidad de exportación. “En la medida que produzcamos para nosotros, pero también si no llegamos a necesitar esa cantidad de productos, se abrirá un mercado, por lo menos, en América Latina, que viene detrás de nosotros en el pico de la pandemia y seguramente necesitará estos productos (uniformes de protección, tapabocas y geles)”.
Lo mismo cree el presidente de Inexmoda, quien agrega que se trata de una industria creativa, “con capacidad de reinventarse y explorar el comercio electrónico. Esperamos que esto funcione y la expectativa para los próximos meses es que esté fortalecida”.
Por otro lado, predecir el futuro en medio de una pandemia es di fícil. Sin embargo, Maite Cantero, directora de tendencias de Inexmoda, dice que el tema antiséptico en las prendas será fundamental durante el resto del año. “La ropa deportiva y la de estar en la casa toman fuerza e importancia. Se le abre la puerta a la moda sostenible y atemporal. Van a primar la funcionalidad y la seguridad. Las marcas que sean relevantes, memorables y solucionen un problema serán las que se van a mantener en el tiempo”.
Respecto a este punto que señala Cantero, hay empresas que fueron un paso más allá y pensaron en las necesidades de los consumidores cuando se deba salir a espacios como el mercado, el transporte público y el trabajo. Se enfocaron en prendas protectoras utilitarias y funcionales.
Es el caso de la empresa Maaji Swimwear, que pasó de crear vestidos de baño a tapabocas (donaron 10.000 a hospitales) para luego lanzar una línea de protección con más de 30 referencias, que incluye pantalones, chaquetas con tapabocas y enterizos. Utilizan tela reciclada de botellas PET, estampación digital y tapabocas con doble capa de tela para conseguir mejor protección. Incluso, María Fernanda Suárez, ministra de Minas y Energía, apareció en una entrevista en medios con una de sus chaquetas y resaltó el trabajo del emprendimiento creado en Medellín.
Al final, la pandemia, además de la enfermedad y la muerte, propone una serie de verbos que no son ajenos a esta industria y a estas historias: repensar, rediseñar, resurgir.