Alrededor del 54% de los puestos de trabajo en el sector bancario tienen un alto potencial de automatización, dijo el banco el miércoles en un nuevo informe sobre IA. Según Citigroup, otro 12% de las funciones del sector podrían mejorarse con esta tecnología.
En el último año, los mayores bancos del mundo han empezado a experimentar lentamente con la IA, alentados por la promesa de que les ayudará a aumentar la productividad de su personal y a reducir costos.
En Citigroup, por ejemplo, la empresa ha dicho que equipará a sus 40.000 programadores con la capacidad de experimentar con diferentes tecnologías de IA, y la empresa ha dicho que ha utilizado la IA generativa ―que puede producir frases, ensayos o poesía basándose en preguntas u órdenes sencillas de un usuario― para examinar rápidamente cientos de páginas de propuestas normativas.
JPMorgan Chase está captando talento y su director ejecutivo, Jamie Dimon, ha dicho que cree que la tecnología permitirá a los empleadores reducir la semana laboral a solo 3,5 días. Deutsche Bank AG utiliza inteligencia artificial para analizar las carteras de clientes ricos. Y ING Groep NV la usa para buscar posibles morosos.
La IA generativa “tiene el potencial de revolucionar el sector bancario y mejorar la rentabilidad”, afirma David Griffiths, director de Tecnología de Citigroup, en un comunicado que acompaña al nuevo informe. “En Citi, estamos centrados en implementar la IA de una manera segura y responsable para amplificar el poder de Citi y nuestra gente”.
Incluso si la IA reemplaza algunos roles en el sector, dijo Citigroup, la tecnología podría no conducir a una disminución en la cantidad de personal. Es probable que las empresas financieras necesiten contratar a un grupo de gestores de IA y responsables de cumplimiento centrados en la IA que les ayuden a garantizar que el uso que hacen de la tecnología se ajusta a la normativa.
Además, las nuevas tecnologías no siempre han provocado recortes de plantilla. En un ejemplo que ofreció Citigroup, el número de cajeros humanos se disparó entre los años setenta y mediados de la década de 2000, incluso después de la introducción de los cajeros automáticos.
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