El análisis y prevención de riesgos como una ventaja competitiva para las empresas
El cumplimiento normativo, o compliance (en inglés), es un mundo vasto y pleno en posibilidades, que más que operar dentro de la ley señala hacia la autorregulación, la imposición de parámetros éticos y una eficiencia más operativa para las organizaciones.
Hace apenas 30 años la palabra ciberseguridad podría pasar por una suerte de animal mitológico en el entorno corporativo: un término casi que reservado para entendidos o paranoicos.
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Hace apenas 30 años la palabra ciberseguridad podría pasar por una suerte de animal mitológico en el entorno corporativo: un término casi que reservado para entendidos o paranoicos.
Hoy, aunque aún falta muchísimo trabajo por hacer en este frente, el término tiende a ser paisaje, una presencia más en las actividades diarias de compañías y usuarios. La familiaridad y diseminación de este tema sirve un poco para ilustrar un punto: las amenazas y riesgos para las empresas evolucionan de la mano con el resto del mundo.
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Y lo cierto es que el mundo de hoy, con su rápido ritmo de evolución y cambio, presenta un extenso panorama de riesgos para las organizaciones: desde amenazas climáticas (otro escenario que hace 30 años podría ser inexistente para la amplia mayoría de empresas) hasta riesgos digitales, con una larga lista de asuntos en la mitad.
Es en este escenario en donde el mundo del cumplimiento normativo ha ido ganando un terreno significativo a nivel global. Popularmente conocido como compliance, su denominación en inglés, este asunto puede resumirse en “cómo prevenir riesgos en los frentes de trabajo de la empresa”. Así lo define Juan Carlos Moncada, presidente de America Compliance, una organización que agrupa a expertos en este tema, y que la próxima semana celebrará su quinto congreso anual para hablar de esta materia.
Ahora bien, mitigación de riesgos puede sonar algo abstracto y genérico, en la medida en la que todo muchas veces termina siendo nada. Pero viendo el panorama con algo más de detalle, Moncada habla de riesgos en campos como lavado de activos, cumplimiento tributario (para evitar elusión y evasión fiscal) y comercio internacional (cumplimiento de tratados y sanciones internacionales).
En la raíz del compliance hay un asunto fundamental: el reconocimiento de que las empresas, más allá de sus fines económicos (metas financieras y fiduciarias, por ejemplo) tienen responsabilidades sociales.
Así lo explica Gary Hammel, experto mundial en manejo empresarial: “Los negocios no tienen ningún derecho divino de existir. Son simplemente una creación social. Tienen que negociar sus permisos con la sociedad, lo que pueden y no pueden hacer. Una vez uno reconozca eso, que el acta constitutiva de cualquier negocio es con la sociedad y que tiene una responsabilidad no sólo de hacer dinero, sino también de incrementar la suma neta de la felicidad humana, significa que los negocios tendrán una vista mucho más expansiva de sus responsabilidades”.
Esta visión del compliance resulta atractiva e interesante porque impulsa el quehacer de una organización más allá de las imposiciones, omisiones y límites de la ley. Y esto puede resultar vital en un lugar como Colombia, en donde nadamos en un mar de leyes, pero seguimos siendo de los ejemplos en corrupción a nivel global, por ejemplo. En un país en donde cada uno lleva un conato de abogado por dentro ver más allá de la ley (para bien, claro) resulta refrescante, por decir lo menos.
“¿Por qué las empresas deberían pararles bolas a estos temas? Bueno, porque ayuda a reducir los riesgos asociados a la imposición de sanciones. Pero también porque ayuda a incrementar la eficiencia de una organización. Permite reducir los costos asociados al incumplimiento y lleva a un aumento de productividad. Pero también se trata de fomentar una cultura ética: como la ley lo regula todo, la gente dice yo esto cumpliendo la ley, pero resulta que estás impactando negativamente a muchos actores con tus acciones, así sean legales. La ley no es lo único que existe”, explica Moncada.
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Para este punto, entonces, el cumplimiento normativo también puede ser visto como una ventaja competitiva. Por ejemplo, para empresas que intentan entrar a mercados internacionales como la Unión Europea, resulta clave presentar políticas de cumplimiento con una serie de entornos altamente regulados. “Resulta que algunas, por no tener estándares de compliance, pues pierden frente a competidores de otras regiones que sí han invertido en esto”, asegura Moncada.
Para el experto es clave que el Estado estimule la adopción del cumplimiento normativo más allá de sus capacidades sancionatorias. No se trata de eliminar la regulación, pero fomentar la adopción de compliance al interior de las organizaciones puede ayudar a solucionar amplios problemas de corrupción, por sólo mencionar uno de los escenarios de riesgo para las empresas.
Durante el foro, que arranca el 24 de mayo en Bogotá, el Centro Nacional de Consultoría presentará los resultados de un estudio que mostrará el panorama del compliance en pequeñas y medianas empresas, pues esta suele ser una práctica que adoptan más fácilmente grandes organizaciones o compañías multinacionales, pero no tanto las pymes.
Estos datos llevan a preguntarse cómo está Colombia en el cumplimiento normativo a nivel de organizaciones públicas, de Estado: “Estamos a casi cero. Hay varias entidades que están tratando de mostrar este enfoque en su gestión, como la Gobernación de Antioquia o la Secretaría Jurídica de Bogotá. Pero en general no es un discurso que tenga mucha receptividad. Prevenir riesgos supone desistir de crearlos. Y eso requiere una voluntad que no sé si tenemos. Aquí pretendemos descargar todos nuestros problemas en la ley y esa es una salida equivocada. Por eso la lucha contra la corrupción es un total fracaso”, finaliza Moncada.
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