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Si bien el negocio de los moteles persiste, incluso tras el fuerte impacto que les significó las restricciones de la pandemia, un número importante de estos establecimientos atraviesa por una compleja situación financiera.
Según lo descrito por el presidente de la agremiación de los moteles en Colombia (Inhotelcol), Jhon Alexander Alvarado, el panorama tiene a muchos contra las cuerdas, pues son diversos los factores que amenazan con acabar esta actividad en gran parte del país.
Las cifras, que hoy generan preocupación en el gremio, muestran que desde que golpeó el Covid-19 se han cerrado más de 100 establecimientos en ciudades como Bogotá, al pasar de 502 a 390 (una reducción del 22,3 %).
A esto se suma la baja asistencia, pues en los días de mayor demanda (viernes y sábado) se acostumbraba tener ocupaciones por encima del 90 %, mientras que ahora estas rondan el 70 %. En el resto de días la misma ha bajado a un 30 % o 20 %.
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“¡Qué Dios nos ayude!”, dice Alvarado al concluir que los costos operativos en los últimos años han aumentado en más de un 50 %.
Él explica que lo que hoy golpea con fuerza al gremio es una especie de cóctel que amenaza con la sostenibilidad del negocio. Uno que, de continuar, en algunos lugares del país podría llevar a que una parte importante de establecimientos no sobrevivan más de tres años.
El primero de estos ingredientes es la competencia (tanto legal como ilegal) que se ha experimentado con el auge de aplicaciones como Byhours y Airbnb.
La primera le permite a los hoteles alquilar habitaciones por horas que, de hecho, es el nicho de negocio que defienden los moteles. Se estima que hoy el 60 % de los hoteles prestan este servicio.
Aquí, por ejemplo, se puede pagar por una habitación en un hotel sin tantas estrellas y bien posicionado en el centro de la ciudad, un promedio de entre $60.000 a $70.000 por tres horas.
La segunda opción permite alquilar un apartamento en la capital, amoblado y con todos los servicios públicos, por menos de $100.000 la noche en sectores como Chapinero.
Para Alvarado es importante que en Colombia avance una regulación que permita una competencia más leal, pues no todos comparten las mismas cargas tributarias y costos operativos (como el pago por empleados), lo que hace que las tarifas que ofrezcan sean más altas o baratas.
El segundo ingrediente son los servicios públicos que, en sectores como la Costa y otras regiones cálidas, han registrado fuertes incrementos, especialmente en las facturas de energía. Allí, comenta el líder gremial, un establecimiento pequeño (de unas 20 habitaciones) antes pagaba de seis a ocho millones de pesos por la electricidad; ahora los recibos están llegando por casi 13 y 14 millones de pesos.
La solución que se ha propuesto es apoyar el consumo mediante la energía que se genere con paneles solares, pero no todos cuentan con los recursos para financiar esa inversión.
Algunos establecimientos han tenido que implementar estrategias como cobrar una tarifa extra por el uso del aire acondicionado. Sobre este tema, el presidente de Inhotelcol pide al Gobierno evaluar la posibilidad de apoyos para que estos establecimientos se sumen a la transición energética e implementan paneles solares.
En Bogotá la región Centro del país el problema está en los elevados costos del gas natural, la cual se ha incrementado en un 20 %, lo cual se traduce en un costo operacional importante teniendo en cuenta que estos locales funcionan con sistemas de calderas.
Un tercer factor es la seguridad pues, como lo analiza Alvarado, muchos temen salir de noche en la ciudad, por lo que también se pide apoyo a las autoridades para brindar confianza a los usuarios en los entornos en donde se encuentran ubicados los moteles.
“Estamos luchando, porque este gremio está especialmente formado por los propietarios de los edificios en donde se desarrolla la actividad motelera”, precisa.
A esto se suma la incertidumbre que les genera la eventual aprobación de la reforma laboral, pues la misma plantea el encarecimiento de los costos de contratación para actividades que se desarrollan en la noche. Teniendo los moteles un margen tan corto en sus ingresos para sostener su operación, el presidente gremial estima que muchos terminarán migrando a la clandestinidad.
El problema es que muchos no pueden vender, porque es difícil que alguien compre una mole que puede costar varios miles de millones de pesos, pero tampoco pueden cerrar, porque tienen que generar recursos que permitan cumplir con el pago de los impuestos, como el predial, asociados a estas edificaciones.
Muchos, explica, han optado por convertir los moteles en apartaestudios y apartamentos, pues esa actividad les representa mayores utilidades.
En suma, este negocio no atraviesa por su mejor momento, y su vigencia o continuo deterioro en el país dependerá de cómo avancen estas variables, así como el panorama macroeconómico del país, pues los estudios también muestran que los colombianos siguen moderando sus gastos.
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