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Aunque el golpe de la pandemia fue estruendoso en ámbitos como la salud y la economía, también dejó ecos positivos en otros campos. Ejemplo de esto es la presión que ejerció en las empresas para que adoptaran herramientas tecnológicas y así continuar con su operación y logística en medio del aislamiento y el distanciamiento social. Este es uno de varios ejemplos de lo que se conoce como transformación digital.
Expertos consultados por este medio estiman que la aceleración que produjo la pandemia, para que la adopción de nuevas tecnologías se diera en el tejido empresarial colombiano, permitió hacer en poco más de un año lo que en condiciones normales hubiera demorado más de cinco.
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Este fenómeno también lo comprobó Google, empresa que realizó un estudio junto con la asesora económica Alphabeta, y descubrió que Colombia hace parte del listado de “velocistas digitales”, un grupo de 16 países (en el que también están otros latinos como Argentina, Brasil, Chile, México y Perú) que, al emplear nuevas tecnologías, tienen el potencial de acelerar su desarrollo económico.
En entrevista con El Espectador, Giovanni Stella (director de Google en Colombia) dice que este estudio prevé que Colombia generaría US$114.000 millones adicionales si logra una acertada transformación digital de aquí a 2030, lo que se traduciría en un impacto cercano al 22 % de su producto interno bruto (PIB).
Stella considera que Colombia vive un momento único en el que necesita “hacer su propio esprint en transformación digital”, un punto en el que o continúa a pasos firmes hasta llegar a la recta final, o se queda atrapada y desacelera. Es decir, no se puede confiar en el empujón que le dio los cambios de la pandemia, sino que tiene que diseñar una estrategia para continuar en su marcha.
Para el componente empresarial, añade el directivo, el país necesitará trabajar en cuatro grandes categorías, de las que, advierte, tendrán que caracterizarse por ser sostenibles e inclusivas.
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La primera de estas es la del capital físico; es decir, políticas encaminadas a garantizar el acceso a internet y a un costo asequible (hay que recordar que en Colombia persiste una considerable brecha digital, en la que se ven más afectadas las poblaciones rurales y dispersas). Además de dispositivos tecnológicos idóneos para el desarrollo de ciertas actividades.
La segunda es la del capital humano, donde se busca reforzar la formación de habilidades digitales en los colombianos. Un estudio realizado por el Ministerio de las TIC encontró, por ejemplo, que en el país persiste una alta brecha en programas de formación para desarrolladores, jefes de sistemas, programadores, analistas y científicos de datos. También se estima que para el año 2025 Colombia tendría un déficit de 200.000 profesionales TIC, pues el 70 % de los empleadores tiene problemas para satisfacer su demanda de estos nuevos puestos de trabajo.
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La tercera categoría es competitividad. Aquí, según Stella, es necesario que el país implemente políticas que fomenten mercados competitivos, regímenes fiscales que sean previsibles y que se basen en normas internacionales, además de mercados abiertos y con normas reguladoras.
El último pilar de esta estrategia de transformación digital es la tecnología. En este rubro el país necesitaría seguir promoviendo la innovación tecnológica, así como la adopción de iniciativas que aumenten el uso de los datos y la inteligencia artificial. Sumado a esto, se debería promover el uso de servicios en la nube, pues se ha demostrado que esta tiene un potencial enorme para el desarrollo de las compañías.
Como una suma a los esfuerzos que realizará el país para alcanzar esa meta de transformación digital, Stella recordó que Sundar Pichai, CEO de Google, anunció que la tecnológica invertirá US$1.200 millones en infraestructura en América y gran parte de esos recursos llegarán a Colombia.
De cara al futuro, también se espera que innovaciones que incursionan en la actualidad, como el despliegue de la red 5G, la nube y los dispositivos IoT, entre otras que hacen a las empresas más eficientes, impulsen al país en su carrera por consolidar su transformación digital.
Sin embargo, este es un juego en el que todos ponen, pues la responsabilidad no puede recaer solamente en las empresas o en el Estado, sino que también debe incluir a otros actores, como la academia y la población en general; de lo contrario, la transformación digital en Colombia podría convertirse en una mesa con las patas chuecas.
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Un breve ejemplo de esto es lo que ocurrió hace algunas semanas en el Banco Itaú, donde su proceso de transformación digital (llevar servicios de la banca física al mundo virtual) les reveló la necesidad de adelantar un despido colectivo y prescindir de 288 de sus trabajadores. Sin embargo, ese análisis también les indicó que necesitan contratar a 200 nuevos empleados capacitados en áreas como análisis de big data, inteligencia artificial, digitalización, nuevas tecnologías y gestión de la información. Lo que se evidencia aquí es que el mercado laboral no está respondiendo a las necesidades del sector privado; algo en lo que podría entrar a jugar el Estado y la academia, favoreciendo y promoviendo la capacitación de los trabajadores del futuro.
En suma, Colombia se encuentra en una etapa de la carrera donde, como velocista digital, ha demostrado avanzar a buen ritmo en su proceso de transformación; pero no es suficiente y se requieren grandes esfuerzos (desde diferentes sectores de la sociedad) para alcanzar la meta y consolidar una adopción digital que le signifique recursos por US$114.000 para el año 2030.