Nutresa, Gilinski y el GEA: lo que se puede aprender de la guerra de las OPA
Con el fin de la guerra de las OPA hay que mirar hacia delante. Nutresa tiene una buena ruta hacia el crecimiento y, en general, todo el proceso deja lecciones para el empresariado colombiano.
Luis Carlos Bravo *
Con el reciente intercambio de acciones entre el Grupo Empresarial Antioqueño y el grupo inversionista liderado por la familia Gilinski comienza a resolverse la transacción de adquisición de Nutresa que, por su tamaño, antecedentes y la forma en que se concretó, ha sido un referente para el mercado colombiano.
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Con el reciente intercambio de acciones entre el Grupo Empresarial Antioqueño y el grupo inversionista liderado por la familia Gilinski comienza a resolverse la transacción de adquisición de Nutresa que, por su tamaño, antecedentes y la forma en que se concretó, ha sido un referente para el mercado colombiano.
La transacción comenzó en noviembre de 2021, cuando el grupo inversionista presentó la primera oferta pública de adquisición por Nutresa, de carácter hostil, por no haber sido acordada previamente con la administración de la empresa.
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Este fue el inicio de un proceso largo en el que la familia Gilinski lideró el uso de una compleja artillería para adquirir la empresa, incluyendo una serie de ofertas públicas sucesivas, así como ofertas paralelas por Sura y Argos, compañías en las que participa el grupo antioqueño y, por supuesto, instrumentos de carácter legal.
Gilinski y sus socios querían adquirir la empresa, y lo lograron. El grupo antioqueño no quería venderla, pero finalmente cedió a cambio de una protección de la propiedad que tiene en compañías relacionadas.
El valor socioemocional de Nutresa
Nutresa es una empresa emblemática que, desde su fundación hace más de 100 años, ha hecho las cosas bien y ha logrado convertirse en un referente de la industria de alimentos en Latinoamérica.
A lo largo de este tiempo complementó su crecimiento orgánico con adquisiciones estratégicas de empresas en Colombia y el exterior, incluyendo algunas de alto reconocimiento como Productos Zenú, Café La Bastilla, Doria, Rica Rondo, Hamburguesas El Corral y Meals, así como internacionales, como Nestlé en Costa Rica y el fabricante de galletas norteamericano Fehr Holdings.
La venta de la empresa a un inversionista que no es de las entrañas del grupo antioqueño genera un impacto similar al que viven los empresarios familiares cuando piensan en la venta de su compañía y que va más allá de consideraciones meramente económicas.
La literatura habla de la riqueza socioemocional de una empresa de familia (SEW, por su sigla en inglés) que reúne aspectos como el orgullo, el apego emocional, los lazos sociales y la identidad que genera entre sus accionistas, sus empleados y la comunidad cercana.
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En palabras simples, Nutresa tiene, además de un valor económico, un elevado valor socioemocional para su comunidad cercana, especialmente los antioqueños.
Tal vez por eso, al igual que ocurre en las empresas de familia, la idea de venderla no convencía y cualquier oferta parecía baja: ningún precio era suficiente para compensar el ceder la propiedad de una compañía tan emblemática.
Cosechar y mirar hacia delante
En términos económicos, la transacción para los accionistas de Nutresa fue positiva. La primera oferta que recibieron por la empresa fue de US$7,71 por acción, que representó, para quienes tomaron la decisión de vender en ese momento sus acciones, una valorización superior al 50 % con relación al precio que había mostrado la acción en bolsa previamente.
En el caso de quienes aún no han vendido sus acciones, el precio actual es más del doble del que tenía al inicio de la transacción, con lo cual si venden podrán alcanzar una rentabilidad superior al 35 % anual en estos dos años.
Por lo anterior, la decisión del grupo antioqueño de desprenderse de la propiedad de Nutresa puede verse con dos lentes.
El primero, el económico, muestra un resultado exitoso. La buena gestión de la empresa y la defensa tenaz que lideró su administración durante este proceso elevaron el precio de adquisición considerablemente y crearon valor para los accionistas.
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El segundo, el socioemocional, deja un sinsabor. La empresa tendrá ahora a otros propietarios que tomarán decisiones de negocios con criterios posiblemente diferentes. Pero, en mi opinión, este segundo lente también devela algunos aspectos positivos de la transacción para el grupo.
Uno de ellos es directo. El acuerdo permite fortalecer la propiedad de otras empresas emblemáticas y muy exitosas, como Sura y Argos. Un segundo elemento, muy valioso, es la posibilidad de retomar la senda de crecimiento del grupo. Ahora sus directivos podrán enfocarse nuevamente en la gestión de los negocios, sin tener que enfrentar más las incertidumbres que generó el proceso cada vez que el grupo comprador intentaba algo nuevo.
Así, una forma de ver la transacción es mirando hacia delante y no hacia atrás. En el caso de las empresas de familia, la literatura habla de “saber cosechar”, es decir, reconocer que existen momentos en los que la venta de la empresa puede ser un buen camino, no para rendirse o salir derrotado, sino más bien para continuar incrementando el impacto que un grupo puede tener para su comunidad cercana.
Nutresa se vendió, pero el talento empresarial del grupo que lideró su crecimiento sigue intacto. Ahora, más que nunca, el reto es mirar hacia el futuro y convertir este hito en una plataforma de futuros logros.
Enseñanzas para los empresarios
Son varias las enseñanzas que este caso deja para los hombres de negocios.
La primera de ellas, y tal vez la más importante, es que la administración de una empresa, comenzando por su junta directiva, debe propender por generar un impacto positivo para la sociedad, estando siempre al servicio de la totalidad de los accionistas.
No se entiende todavía por qué en noviembre de 2021, cuando se presentó la primera oferta de adquisición por Nutresa, la administración afirmó que un precio 50 % superior al precio en bolsa no era una buena oferta. Debe ser preocupación fundamental de todos los directivos hacer un seguimiento al valor económico justo que tiene la empresa que lideran y saber comunicarlo a todos los propietarios.
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Es importante cuando la empresa cotiza en la bolsa de valores, para que el precio de la acción refleje verdaderamente el valor que tiene la empresa, pero es aún más importante en el caso de empresas privadas familiares, en las cuales una desalineación de los accionistas puede resultar en desunión y pérdida de valor para todos.
La segunda enseñanza que destaco de todo este proceso es que las empresas valen lo que el mercado está dispuesto a pagar por ellas. Las defensas tácticas frente al potencial comprador sirvieron para elevar el precio de la transacción, pero no fueron suficientes para impedir la compra.
Así, todo empresario que toma la decisión de no vender su compañía, automáticamente decide comprarla y debe actuar en consecuencia. Todo empresario se compra su empresa cada día.
El último mensaje es sencillo. Cada empresa se merece los mejores propietarios posibles. Por eso, la tarea del empresario es conocer el valor de su empresa, gestionar dicho valor para que crezca en el tiempo y preparar el momento en el que dejará de ser el propietario ideal para ella. Hay que saber sembrar, cuidar y cosechar.
* Profesor de finanzas estratégicas de la Universidad de los Andes.
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