Sembrar virtual para reducir pobreza rural
SiembraCo es un emprendimiento que busca mejorar las condiciones de los agricultores al conectarlos con compradores para intentar brindarles mayor estabilidad y mejores precios, a la vez que involucra al cliente final con el proceso del cultivo. Seguridad alimentaria y reducción de la pobreza rural, sus prioridades.
Poder cultivar sin tener fincas, manejar empleados o conocer mucho sobre agro. Aunque pareciera casi un contrasentido, la idea del emprendimiento SiembraCo es usar la tecnología para impulsar el desarrollo en el campo, con la gente que está en el terreno, pero conectando a través de tecnología a personas que pueden querer sembrar y producir, pero no tienen los medios más inmediatos o el conocimiento.
De fondo, la idea es permitir producir haciendo clic. “Las personas pueden tener un cultivo virtual en la página de SiembraCo y nosotros lo asignamos a agricultores de pequeña y mediana escala que lo hacen posible. Durante todo el proceso, nosotros controlamos y verificamos las buenas prácticas agrícolas, les damos soporte técnico a los agricultores, estabilidad en sus ingresos y un canal de comercio justo”, explica Camilo Ramos, cofundador de esta empresa.
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Este emprendimiento procura ofrecer una alternativa a las dificultades históricas del sector, como la falta de financiación, el poco acceso a la tecnología de la información y a los canales de comercialización. Por eso le apuntaron a una “solución integral para los agricultores y que les diera beneficios a los clientes”.
Con esta idea de negocio SiembraCo ganó el Premio Hult Prize, de la fundación Clinton Global Foundation, uno de los concursos de emprendimiento social más relevantes en el mundo. De esta forma, se convirtieron en el primer equipo colombiano en ganar este reconocimiento que les significó la entrada de un capital semilla de US$150.000. Además, esta iniciativa contó con el apoyo del Centro de Emprendimiento de la Universidad del Rosario.
Ojo al campo
El fin de la pobreza es el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta es una problemática particularmente delicada en los campos, pues son territorios que no solo presentan mayores índices que las poblaciones urbanas, sino que suelen tener mayor incidencia en las mujeres.
De acuerdo con la ONU, “los índices de pobreza en las áreas rurales son del 17,2 %, más del triple de los mismos índices para las áreas urbanas”.
El campo es el escenario en donde también entran en juego tensiones como la seguridad alimentaria y la crisis climática: en un mundo que parece dirigirse hacia un inexorable desastre ambiental de proporciones globales la pequeña agricultura podría ofrecer opciones de adaptación, resiliencia y desarrollo económico.
“Llevamos mejores ingresos y estabilidad a los agricultores, porque la incertidumbre en el campo es muy alta. Entonces con nosotros sabe cuánto se va a ganar, y eso contribuye con su desarrollo económico”, explica Ramos, a la vez que asegura que el proyecto también contribuye en seguridad alimentaria porque sus productos son frescos, de calidad, saludables, con insumos bio, enfocados en las buenas prácticas agrícolas, producción sostenible y cuidado del suelo y el agua.
En el lado económico del asunto, el empredimiento procura mejorar los precios del agricultor para que tengan el doble de ingresos, en comparación con el canal tradicional. No quieren “tener los precios más baratos, pero sí ser los más justos”. Incluso el consumidor final puede llegar a beneficiarse de precios que están por debajo de los del mercado gracias a que eliminan los intermediarios entre el campesino y el comprador.
Lea también: Pobreza en Latinoamérica: así cayeron 200 millones de personas en ella en 2021
En este momento son 191 los campesinos articulados a este emprendimiento, que se encuentran, principalmente, en Boyacá y Huila. “Uno de nuestros sueños como fundadores es ser una ventana para la sustitución de cultivos ilícitos, entonces queremos llegar a las zonas alejadas donde se ha dado el conflicto armado, como Chocó, Amazonas, Caquetá y Putumayo, para llevar una solución para sus agricultores. También queremos ir a otros países de Latinoamérica. Nuestra mayor meta es que para 2030 impactemos positivamente a 12 millones de personas, entre clientes, agricultores, transportadores, usuarios y beneficiarios”, expresa Ramos.
Agro, pobreza e inflación
Además de los problemas históricos en el campo, en el escenario actual los alimentos cumplen un papel fundamental para la estabilidad de toda la economía por cuenta de su peso en la inflación.
Para 2021, la comida subió 17,2 % de precio, el renglón que más impulsó la inflación general que, según el DANE, se ubicó en 5,6 % para el total del año pasado.
Aunque toda la población se ve afectada por un incremento en los precios de los alimentos, esto golpea especialmente a los más pobres y vulnerables, porque son ellos quienes gastan una mayor porción de sus ingresos en comida.
Para 2020 (las cifras más recientes), el DANE informó que la incidencia de la pobreza monetaria en centros poblados y rural disperso fue del 42,9 % y bajó 4,6 % frente al mismo dato de 2019. La reducción se dio porque los subsidios que dio el Gobierno Nacional, a raíz de la pandemia, generaron un “efecto de volatilidad o ilusorio de pobreza”, según Roberto Angulo, experto en pobreza y socio fundador de la firma Inclusión.
El agro fue uno de los pocos sectores que no se detuvo en medio de la crisis por covid-19 y el PIB agropecuario no dejó de crecer durante este tiempo, aunque sí sintió la caída en la demanda de alimentos por parte de los sectores de la economía relacionados con los hoteles y restaurantes, que sí tuvieron que cerrar. Además, durante la cuarentena el canal tradicional de distribución “empezó a reflejar sus debilidades y deficiencias. Hubo riesgo de desabastecimiento y supermercados que se quedaron sin alimentos”, afirma Ramos.
¿Cómo funciona la siembra virtual?
Los productos que más venden actualmente son tomate, fríjol, auyama, pepino, sandía, melón, maracuyá y plátano. El emprendimiento arrancó con nueve, ya cuenta con 35 y espera tener 70 a finales de este año. Los productores también pueden tener otros cultivos y, en caso de que se requiera, los pueden vender desde SiembraCo, aunque este no es su principal modelo.
Empezaron con productos de ciclo corto, como tomate, melón o maíz, cuyas cosechas se tardan entre cuatro y seis meses. Se podían sembrar en la página web luego de hacer el debido registro. Por ejemplo, alguien elegía comprar fríjol, que tiene un costo de $15.000. Esto se traduce en 15 plantas que producen, más o menos, dos kilos de fríjol seco.
Puede leer: La pobreza en Colombia en medio de la pandemia
Después de la siembra virtual se agrupan los pedidos y se les asignan a los agricultores asociados. “No es rentable sembrar solo 15, no es eficiente ni sostenible, por eso las agrupamos para lograr el punto de equilibrio. Una vez asignado, le decimos al cliente cuándo se va a sembrar, en qué municipio y por cuál agricultor. Durante el proceso actualizamos la información relevante para el cultivo”, cuenta Ramos.
Una vez lista se le informa al comprador y se le pregunta qué quiere hacer con la cosecha. Se le puede enviar a la casa, la puede donar y contribuir a la seguridad alimentaria o puede venderla. A veces ocurre que alguien compra y ese pedido ya había sido asignado, pero no tenía comprador, entonces el cliente se gana ese tiempo y la cosecha estaría lista más rápido.
Los precios se establecen teniendo en cuenta los costos de producción, el valor de la tierra, la mano de obra, los insumos, el transporte y demás. “Incluimos la rentabilidad del agricultor y nuestra comisión, después hacemos una trazabilidad según la densidad del cultivo y los costos para establecer el precio por planta”, ese es el funcionamiento en palabras de Ramos.
En caso de que se pierda el cultivo, la pérdida no la asume el agricultor, sino que es SiembraCo quien responde y están en búsqueda de una póliza que cubra dichos riesgos. Más allá de esto, todos los días se enfrentan a retos logísticos, de producción, climáticos y demás. Aunque ahora lo que más necesitan son compradores, porque hay muchos agricultores que quieren ser parte de la empresa, “pero necesitamos vender más para tener más cultivos”.
Los datos de la pobreza en Colombia
- En 2020 se evidenció uno de los incrementos más sensibles en pobreza y pobreza extrema, las dos mediciones que el DANE realiza en el país con base en los ingresos de las personas. Las nuevas cifras, que corresponden a 2021, serán divulgadas en abril de 2022.
- De acuerdo con los datos más recientes del DANE, en 2020 más de 3,5 millones de colombianos entraron a la categoría de pobres (medida desde su perspectiva monetaria). Esto llevó a que la incidencia de la pobreza se ubicara en 42,5 %, con 21,2 millones de personas en este renglón a escala nacional.
- Por otra parte, la pobreza extrema se ubicó en 15,1 % en 2020, lo que representa a 7,4 millones de personas en esta condición. Esto significa que 2,8 millones de personas entraron a esa clasificación en un solo año.
- En 2020, la incidencia de la pobreza monetaria en el entorno rural tuvo un descenso de cinco puntos frente a las cifras de 2019, mientras que la incidencia de la pobreza extrema en el campo colombiano fue de 18,2 %.
- La mejoría durante 2020 se le atribuyó al buen desempeño del agro en el PIB (de los pocos sectores que no se contrajo) y a las ayudas sociales del Estado. Para 2020, el DANE estimó que 108.030 personas salieron de la pobreza extrema en el campo.
Este texto hace parte del gran especial de aniversario de los 135 años de El Espectador, que analiza cómo podemos tener un futuro más sostenible. Encuentre aquí el especial completo.
Poder cultivar sin tener fincas, manejar empleados o conocer mucho sobre agro. Aunque pareciera casi un contrasentido, la idea del emprendimiento SiembraCo es usar la tecnología para impulsar el desarrollo en el campo, con la gente que está en el terreno, pero conectando a través de tecnología a personas que pueden querer sembrar y producir, pero no tienen los medios más inmediatos o el conocimiento.
De fondo, la idea es permitir producir haciendo clic. “Las personas pueden tener un cultivo virtual en la página de SiembraCo y nosotros lo asignamos a agricultores de pequeña y mediana escala que lo hacen posible. Durante todo el proceso, nosotros controlamos y verificamos las buenas prácticas agrícolas, les damos soporte técnico a los agricultores, estabilidad en sus ingresos y un canal de comercio justo”, explica Camilo Ramos, cofundador de esta empresa.
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Este emprendimiento procura ofrecer una alternativa a las dificultades históricas del sector, como la falta de financiación, el poco acceso a la tecnología de la información y a los canales de comercialización. Por eso le apuntaron a una “solución integral para los agricultores y que les diera beneficios a los clientes”.
Con esta idea de negocio SiembraCo ganó el Premio Hult Prize, de la fundación Clinton Global Foundation, uno de los concursos de emprendimiento social más relevantes en el mundo. De esta forma, se convirtieron en el primer equipo colombiano en ganar este reconocimiento que les significó la entrada de un capital semilla de US$150.000. Además, esta iniciativa contó con el apoyo del Centro de Emprendimiento de la Universidad del Rosario.
Ojo al campo
El fin de la pobreza es el primer Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Esta es una problemática particularmente delicada en los campos, pues son territorios que no solo presentan mayores índices que las poblaciones urbanas, sino que suelen tener mayor incidencia en las mujeres.
De acuerdo con la ONU, “los índices de pobreza en las áreas rurales son del 17,2 %, más del triple de los mismos índices para las áreas urbanas”.
El campo es el escenario en donde también entran en juego tensiones como la seguridad alimentaria y la crisis climática: en un mundo que parece dirigirse hacia un inexorable desastre ambiental de proporciones globales la pequeña agricultura podría ofrecer opciones de adaptación, resiliencia y desarrollo económico.
“Llevamos mejores ingresos y estabilidad a los agricultores, porque la incertidumbre en el campo es muy alta. Entonces con nosotros sabe cuánto se va a ganar, y eso contribuye con su desarrollo económico”, explica Ramos, a la vez que asegura que el proyecto también contribuye en seguridad alimentaria porque sus productos son frescos, de calidad, saludables, con insumos bio, enfocados en las buenas prácticas agrícolas, producción sostenible y cuidado del suelo y el agua.
En el lado económico del asunto, el empredimiento procura mejorar los precios del agricultor para que tengan el doble de ingresos, en comparación con el canal tradicional. No quieren “tener los precios más baratos, pero sí ser los más justos”. Incluso el consumidor final puede llegar a beneficiarse de precios que están por debajo de los del mercado gracias a que eliminan los intermediarios entre el campesino y el comprador.
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En este momento son 191 los campesinos articulados a este emprendimiento, que se encuentran, principalmente, en Boyacá y Huila. “Uno de nuestros sueños como fundadores es ser una ventana para la sustitución de cultivos ilícitos, entonces queremos llegar a las zonas alejadas donde se ha dado el conflicto armado, como Chocó, Amazonas, Caquetá y Putumayo, para llevar una solución para sus agricultores. También queremos ir a otros países de Latinoamérica. Nuestra mayor meta es que para 2030 impactemos positivamente a 12 millones de personas, entre clientes, agricultores, transportadores, usuarios y beneficiarios”, expresa Ramos.
Agro, pobreza e inflación
Además de los problemas históricos en el campo, en el escenario actual los alimentos cumplen un papel fundamental para la estabilidad de toda la economía por cuenta de su peso en la inflación.
Para 2021, la comida subió 17,2 % de precio, el renglón que más impulsó la inflación general que, según el DANE, se ubicó en 5,6 % para el total del año pasado.
Aunque toda la población se ve afectada por un incremento en los precios de los alimentos, esto golpea especialmente a los más pobres y vulnerables, porque son ellos quienes gastan una mayor porción de sus ingresos en comida.
Para 2020 (las cifras más recientes), el DANE informó que la incidencia de la pobreza monetaria en centros poblados y rural disperso fue del 42,9 % y bajó 4,6 % frente al mismo dato de 2019. La reducción se dio porque los subsidios que dio el Gobierno Nacional, a raíz de la pandemia, generaron un “efecto de volatilidad o ilusorio de pobreza”, según Roberto Angulo, experto en pobreza y socio fundador de la firma Inclusión.
El agro fue uno de los pocos sectores que no se detuvo en medio de la crisis por covid-19 y el PIB agropecuario no dejó de crecer durante este tiempo, aunque sí sintió la caída en la demanda de alimentos por parte de los sectores de la economía relacionados con los hoteles y restaurantes, que sí tuvieron que cerrar. Además, durante la cuarentena el canal tradicional de distribución “empezó a reflejar sus debilidades y deficiencias. Hubo riesgo de desabastecimiento y supermercados que se quedaron sin alimentos”, afirma Ramos.
¿Cómo funciona la siembra virtual?
Los productos que más venden actualmente son tomate, fríjol, auyama, pepino, sandía, melón, maracuyá y plátano. El emprendimiento arrancó con nueve, ya cuenta con 35 y espera tener 70 a finales de este año. Los productores también pueden tener otros cultivos y, en caso de que se requiera, los pueden vender desde SiembraCo, aunque este no es su principal modelo.
Empezaron con productos de ciclo corto, como tomate, melón o maíz, cuyas cosechas se tardan entre cuatro y seis meses. Se podían sembrar en la página web luego de hacer el debido registro. Por ejemplo, alguien elegía comprar fríjol, que tiene un costo de $15.000. Esto se traduce en 15 plantas que producen, más o menos, dos kilos de fríjol seco.
Puede leer: La pobreza en Colombia en medio de la pandemia
Después de la siembra virtual se agrupan los pedidos y se les asignan a los agricultores asociados. “No es rentable sembrar solo 15, no es eficiente ni sostenible, por eso las agrupamos para lograr el punto de equilibrio. Una vez asignado, le decimos al cliente cuándo se va a sembrar, en qué municipio y por cuál agricultor. Durante el proceso actualizamos la información relevante para el cultivo”, cuenta Ramos.
Una vez lista se le informa al comprador y se le pregunta qué quiere hacer con la cosecha. Se le puede enviar a la casa, la puede donar y contribuir a la seguridad alimentaria o puede venderla. A veces ocurre que alguien compra y ese pedido ya había sido asignado, pero no tenía comprador, entonces el cliente se gana ese tiempo y la cosecha estaría lista más rápido.
Los precios se establecen teniendo en cuenta los costos de producción, el valor de la tierra, la mano de obra, los insumos, el transporte y demás. “Incluimos la rentabilidad del agricultor y nuestra comisión, después hacemos una trazabilidad según la densidad del cultivo y los costos para establecer el precio por planta”, ese es el funcionamiento en palabras de Ramos.
En caso de que se pierda el cultivo, la pérdida no la asume el agricultor, sino que es SiembraCo quien responde y están en búsqueda de una póliza que cubra dichos riesgos. Más allá de esto, todos los días se enfrentan a retos logísticos, de producción, climáticos y demás. Aunque ahora lo que más necesitan son compradores, porque hay muchos agricultores que quieren ser parte de la empresa, “pero necesitamos vender más para tener más cultivos”.
Los datos de la pobreza en Colombia
- En 2020 se evidenció uno de los incrementos más sensibles en pobreza y pobreza extrema, las dos mediciones que el DANE realiza en el país con base en los ingresos de las personas. Las nuevas cifras, que corresponden a 2021, serán divulgadas en abril de 2022.
- De acuerdo con los datos más recientes del DANE, en 2020 más de 3,5 millones de colombianos entraron a la categoría de pobres (medida desde su perspectiva monetaria). Esto llevó a que la incidencia de la pobreza se ubicara en 42,5 %, con 21,2 millones de personas en este renglón a escala nacional.
- Por otra parte, la pobreza extrema se ubicó en 15,1 % en 2020, lo que representa a 7,4 millones de personas en esta condición. Esto significa que 2,8 millones de personas entraron a esa clasificación en un solo año.
- En 2020, la incidencia de la pobreza monetaria en el entorno rural tuvo un descenso de cinco puntos frente a las cifras de 2019, mientras que la incidencia de la pobreza extrema en el campo colombiano fue de 18,2 %.
- La mejoría durante 2020 se le atribuyó al buen desempeño del agro en el PIB (de los pocos sectores que no se contrajo) y a las ayudas sociales del Estado. Para 2020, el DANE estimó que 108.030 personas salieron de la pobreza extrema en el campo.
Este texto hace parte del gran especial de aniversario de los 135 años de El Espectador, que analiza cómo podemos tener un futuro más sostenible. Encuentre aquí el especial completo.