Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Un sonido puede tardar años en reverberar en un público, un ritmo puede conmover masas al instante o morir en las cuatro paredes que habita su creador: el camino de la música es incierto por naturaleza y lo es aún más cuando la persuasión azarosa del arte se enreda en los negocios. Es el caso de la música colombiana, que no por casualidad y sí con mucho esfuerzo parece estar en un momento en el que los negocios la aclaman y no al revés.
Parece cumplirse aquel consejo que años atrás Frank Zappa lanzó como un latigazo a la gran industria: “Incluso si no te gusta o no entiendes lo que es ese disco que llega a tu puerta, la persona que está en la silla ejecutiva puede no ser el árbitro final de los gustos de una población entera”. (Lea "Bogotá Music Market 2017 espera concretar negocios por US$ 2 millones")
Sin duda, el camino de las grandes disqueras sigue mandando la parada. Pero hay un boom del otro lado de la industria que ya no se muestra rezagado. Lo alternativo —en todo sentido— ha demostrado que puede ser la norma del negocio. Como dice Luis Daniel Vega, director de Señal Cumbia y productor del sello Festina Lente Discos, “es un gran momento de esa industria que no pertenece a los grandes músculos financieros, de la música que uno llama ‘independiente’, de la música de los pequeños nichos a nivel de producción estética y de búsquedas. Hay muchos ojos posados en esas nuevas tendencias musicales colombianas del rock, del folclor, la música experimental, y no todo tiene que ver con las grandes industrias”.
No se trata de una competencia entre lo comercial y lo independiente. Que exista lo uno y lo otro no es, ni tiene que ser, excluyente. Al contrario, se trata de que la industria musical tenga tantas rutas como el proceso artístico. “Hay que apuntarles a varios caminos simultáneamente, porque es la naturaleza esencial de la música. Porque la música es reactiva a lo que la rodea, al momento histórico, al estado técnico de los instrumentos, a la sensibilidad”, dice Santiago Jiménez, vocalista de la banda Tristán Alumbra.
Lo que en estos últimos 10 años han entendido los artistas y músicos que emprenden un camino distinto al de la gran industria es que es posible hacer música de manera independiente y que eso no excluye sus creaciones de un comportamiento empresarial. “Sí, todavía hay músicos que dicen que esto no es un negocio, pero hay que bajarse de ese bus porque para que uno pueda concentrarse en la creación, para que uno pueda crear, tiene que buscar la forma de que esto sea viable. Uno tiene que buscarle la comba al palo para vivir del proyecto, concentrarse en la creación y seguir produciendo”, dice Andrés Meza, vocalista de Rompefuego.
Pero esto no es sólo resultado de un impulso artístico, de amor al arte. El trabajo que desde hace más de 10 años han hecho sellos discográficos, casas productoras y escenarios en conjunto ha creado un gran músculo para visibilizar el lado oculto de la música colombiana. El ejemplo de María Clara Espinel, mánager y gestora de la Chiva Gantiva, explica cómo funciona este mecanismo: “Un sello disquero del cual fui fundadora, que es Polen, que fue el sello de Bomba Estéreo cuando inició, se creó hace 10 años. Tenía un interés en desarrollar artistas independientes: en ese tiempo era una locura pensarlo. El dueño de Polen empezó a mover la música en mercados internacionales. Un artista como Bomba Estéreo no tenía una gran casa disquera, pero en cada país tenía un aliado pequeño y en su territorio podía desarrollar bien el trabajo”.
El mercado cultural que ponen a rodar eventos como el Bogotá Music Market (BOmm), que se realizó esta semana, Circulart o las distintas convocatorias públicas es resultado de una industria creciente. Según la Cámara de Comercio de Bogotá, en la ciudad existen 1.663 empresas pertenecientes al sector de la música.
En la capital se concentra cerca del 45 % de la industria de música en vivo del país y el 52 % de la producción de música grabada. De estas compañías, 919 se dedican a actividades de espectáculos musicales en vivo, 284 realizan actividades de grabación de sonido y edición de música, 226 se dedican a la creación musical, 169 realizan actividades de programación y transmisión en el servicio de radiodifusión sonora, 44 fabrican instrumentos musicales y 21 producen copias a partir de grabaciones originales.
En el marco del BOmm, 253 artistas colombianos se acercaron a 190 compradores nacionales e internacionales interesados en hacer circular su talento en los principales escenarios del mundo. Gonzalo Prieto, vocalista de la banda Colectro, cuenta que por el camino de las ruedas de negocios pudo llegar en tres años al Festival de Glastonbury: “A manera de chiste cuento que me tomó 45 minutos con citas de 15 minutos. Yo estoy camellándoles a los mercados culturales desde hace rato, aquí y en Medellín, y en mi proceso ha sido esencial porque aquí han surgido muchas cosas”.
Mario Ruiz, vocalista de Doctor Krápula, señala que “hace 19 años no existía una rueda de negocios de la música. La música no se consideraba una industria, no se consideraba parte de la economía, ni siquiera el arte tenía buenos presupuestos y los escenarios no existían. Tú organizas algo como el BOmm o un festival y tienes muchos lugares para tocar. En la época en que yo hice el grupo con mis amigos nos tocaba rentar casas abandonadas para hacer conciertos, porque no había sitios”.
Pero el éxito de muchos artistas que en otros espacios no tienen cabida se debe también al auge de las plataformas digitales y de las redes sociales. Andrés Meza, vocalista de Rompefuego, se abrió camino a punta de videos de Youtube. Si nadie lo conocía y nadie lo iba a dar conocer, entonces él mismo lo haría. Su estrategia, aunque parece simple, es completamente inusual para un músico: “Este país no es rockero por antonomasia, entonces, lo que yo hice fue armar mi disco como yo lo quería y me puse a pensar: ¿cómo hago para que esto no se quede debajo de mi cama? Me di cuenta de que podía hacer algo en la parte digital. Entonces, antes de sacar el álbum empecé a hablar de temáticas de actualidad en videos de un minuto, escogía la música del disco, le cambiaba las letras y le ponía cosas de actualidad, y después de cinco meses, cuando tenía una comunidad creada, saqué el disco y eso hizo que mi proyecto saliera”.
Componer, grabar, cantar, tocar y hacer shows son la esencia de un artista. Sin embargo, la música, el arte y en general toda la industria cultural están necesariamente impregnados de la tecnología y de los medios digitales. Entender las posibilidades que ofrecen estas herramientas no sólo ha revolucionado las formas de visibilizar a un artista, sino que también modifica su proceso de creación y su método de trabajo. “Hay unos cambios en la industria también gracias a las redes, porque los consumidores se enloquecen con una cosa como los youtubers. Que un youtuber diga que un artista es bueno hace mucho en su camino”, dice María Clara Espinel. (Lea "Industria musical logró crecimiento récord de 5,9% en 2016")
El cliché que persiste es que, aun así, la música no da para comer, salvo a los grandes. Pero como dice Mario Ruiz: “Un emprendimiento también arranca con sacrificios, lo que pasa es que la gente cree que es sólo del arte. Yo creo que siempre es viable de acuerdo al nivel de vida que te planteas: si como artista produces siete pesos, tienes que tener un nivel de vida de cuatro para planear tu proyecto”.
Pero, además, asumir que la música es un negocio permite entender que gracias a ella se puede comer, pero no necesariamente es la que produce el dinero. ¿Cómo? Muchos artistas no han sido solventes económicamente por sus discos o sus shows, pero sí por la imagen y el impacto que generan. Meza dice que “tú puedes tener tu proyecto y aparte de lo que creas generar negocios. Conozco bandas que llevan muchos años trabajando y aún no son solventes económicamente, pero gracias a su trabajo y a lo que han hecho las han contratado marcas y agencias para que presenten programas, para que trabajen como creativas, para que asesoren marcas, y de pronto la banda en sí no factura, pero les da nombre para que los contraten. Entonces no hay que darse látigo. Creo que si uno enfoca bien su proyecto, le da un buen diferencial y trabaja fuerte, se van a abrir puertas para vivir de esto”.