Finanzas para la economía popular: del “gota a gota” a los microcréditos
¿Cómo darle un enfoque realmente “micro” al financiamiento formal en Colombia? En detalle, esta es la nueva estrategia del sistema financiero para beneficiar a informales y pequeños comercios.
¿Qué puede aprender el sistema financiero de las tradicionales “cadenas de ahorro” que congregan a familias completas, barrios, grupos de amigos y lugares de trabajo en todo el país?
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¿Qué puede aprender el sistema financiero de las tradicionales “cadenas de ahorro” que congregan a familias completas, barrios, grupos de amigos y lugares de trabajo en todo el país?
Primero: que muchos colombianos son conscientes de la importancia de ahorrar y de ser “buena paga” para hacer realidad sus metas; segundo: que existen evidentes necesidades de financiación en muchos segmentos de la población, las cuales no están siendo atendidas de manera innovadora o flexible, y tercero: que hay quienes prefieren esquemas asociativos, basados en la cooperación y la solidaridad, por sobre la oferta crediticia de las entidades bancarias tradicionales.
A estas conclusiones también llegaron las carteras de Hacienda, Agricultura y Comercio, así como la Banca de las Oportunidades y el resto de las entidades financieras y cooperativas que componen el Grupo Bicentenario, de cara a la creación de una nueva política de inclusión crediticia para la economía popular.
‘Creo, un crédito para conocernos’ es la estrategia de inclusión crediticia para la economía popular del Gobierno para combatir los préstamos “gota a gota” y superar los obstáculos de financiación formal en la economía popular, y sus objetivos y alcances fueron presentados este martes.
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Economía popular: ¿qué es y qué la aqueja?
Un término que se popularizó en el país con la llegada del Gobierno Petro y cuyo gabinete suele mencionar en la gran mayoría de sus alocuciones.
Cuando le hablen de economía popular piense en las peluquerías de barrio, en los tenderos, en los vendedores ambulantes, en los trabajadores independientes, en los pequeños productores agropecuarios, en las pequeñas panaderías o en las asociaciones de recicladores.
Más precisamente, el Plan Nacional de Desarrollo 2022-2026 (que actualmente se encuentra en curso en el Congreso de la República) indica que la economía popular se refiere a “los oficios y ocupaciones mercantiles (producción, distribución y comercialización de bienes y servicios) y no mercantiles (domésticas o comunitarias) desarrolladas por unidades económicas de baja escala (personales, familiares, micronegocios o microempresas) en cualquier sector económico”.
Como lo señaló Germán Umaña, ministro de Comercio, Industria y Turismo, la economía popular participa en un 50 % del PIB nacional y provee entre un 80 % y 90 % del empleo total.
Estas unidades productivas de baja escala, como todo negocio, necesitan capital para aliviar necesidades inmediatas de caja, para pagarle a un proveedor o a un empleado, para surtir sus productos o para poner en marcha algún encargo de un cliente.
Sin embargo, de esos 5,3 millones de micronegocios en el país (según cifras del Dane), solo un 30 % accede a crédito formal. De ahí que uno de cada cuatro micronegocios que solicita un crédito lo haga a través de fuentes informales, conocidas comúnmente como “gota a gota”, según datos de la entidad.
“Los negocios ambulantes, tenderos, recicladores y productores agropecuarios de bajos ingresos necesitan acceder a financiación y desarrollar capacidades financieras para hacer crecer sus negocios o proyectos productivos. Muchos de ellos están a merced del “gota a gota”. Por esta razón, buscamos ofrecer diferentes alternativas que se conviertan en la puerta de entrada al sistema financiero”, señaló Paola Arias, directora de Banca de las Oportunidades.
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Una visión “micro” del crédito
Durante años, se pensó que los microcréditos (préstamos de capital de relativo bajo monto) atendían exitosamente las necesidades de financiación de esas unidades productivas de baja escala en el país. Sin embargo, para el Gobierno Nacional, los microcréditos no son tan “micro” como se necesitan.
En el caso del agro, por ejemplo, Cecilia López, ministra de Agricultura, señaló: “¿Qué se entendía por pequeño productor cuando llegué al Ministerio? Un productor que tuviera créditos entre $8 y $10 millones, pero un pequeño campesino no ve esa cantidad de dinero junta en toda su vida. Esto demuestra que la pequeña agricultura estaba al margen de la financiación”.
A su turno, Diego Guevara, viceministro de Hacienda, sostuvo que los microcréditos deben ser vistos más allá de su rol como formalizadores: “Deben tener en cuenta las dinámicas personales, asociativas o grupales de las unidades productivas de baja escala, y reconocer y dignificar su labor”, precisó.
Parece lógico, entonces, que el Grupo Bicentenario, en cabeza del Gobierno Nacional, esté promoviendo una mayor focalización y segmentación del crédito que ofrecen las entidades que forman parte del Grupo Bicentenario.
Nuevos créditos e incentivos
La estrategia del Gobierno Nacional contempla productos financieros diseñados especialmente para resolver las necesidades de unidades productivas personales (con miras a generar ese primer crédito relacionado con capital de trabajo), grupales (para apoyar aquellos micronegocios con un número reducido de miembros que necesitan liquidez) y asociativas (proyectos de inversión que generen mayor competitividad y crecimiento económico de una comunidad).
Para mejorar la segmentación del crédito microempresarial, el Gobierno Nacional definió tres grandes grupos de líneas de crédito:
1. Hasta 6 salarios mínimos: ‘Crédito popular productivo rural’ y ‘Crédito popular productivo urbano’.
2. De seis a 25 salarios mínimos: ‘Crédito productivo rural’ y ‘Crédito productivo urbano’.
3. Más de 25 salarios mínimos (hasta 120 salarios mínimos): ‘Crédito productivo’.
“Las entidades del Grupo Bicentenario tendrán tasas de interés máximas para estos microempresarios y esperamos que en el futuro se puedan seguir bajando”, dijo Ocampo.
Así mismo, se contemplan líneas de redescuento que actualicen las condiciones de microcréditos otorgados en el pasado y que, a la fecha, informales o pequeños comercios están pagando.
Para mayo de este año, el Grupo Bicentenario espera llegar a las 100.000 operaciones de crédito bajo esta nueva política para la economía popular, distribuidas así:
- Finagro: 34.000 créditos de hasta $4 millones para microempresas rurales. Con beneficios como garantía silenciosa del deudor, con redescuentos usando el Indicador Bancario de Referencia – 1 % y subsidio a la tasa del 10 %.
50 % los créditos otorgados bajo esta línea serán para mujeres y se contará con incentivos por buen hábito de pago como: subsidio del 5 % al abono del capital cuando se haya pagado el 70 % de la deuda.
- Bancóldex: 66.000 créditos de hasta $2 millones de pesos. El Fondo Nacional de Garantías estará a cargo del beneficio de garantía silenciosa. Tasa del IVR – 2,7 %. Redescuentos del IVR - 3 %. Subsidio a la tasa del 5 % y subsidio del 8 % por buen pago.
Cabe resaltar que la estrategia ‘CREO, un crédito para conocernos’ contempla líneas de redescuento para actualizar las condiciones de microcréditos ya otorgados.
Así mismo, Paola Arias detalló que desde el Grupo Bicentenario se viene trabajando con el Fondo Mujer Emprende para incluir incentivos con enfoque de género, teniendo en cuenta la preponderancia de las mujeres dentro de la economía popular.
“Las entidades del Grupo también analizan la posibilidad de desarrollar esquemas de incentivos con desmonte progresivo, porque lo que se quiere es que esas primeras operaciones permitan que micronegocios se consoliden y accedan a servicios financieros diferentes”, añadió la directora de Banca de las Oportunidades.
La meta del Gobierno Nacional y el Grupo Bicentenario es la colocación de un millón de créditos para la economía popular durante el cuatrienio. Al término de 2023, se habrán realizado 100.000 operaciones de crédito.
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Más allá del crédito
Hay que reconocer el triunfo del Grupo Bicentenario al juntar a Gobierno, entidades financieras públicas, bancos de carácter privado, sector cooperativo, entre otros actores, en una misma política pública de financiación productiva que tendrá un impacto positivo en la soberanía alimentaria, el crecimiento económico y metas de industrialización (y agroindustrialización) del país.
Eso sí, más allá de las facilidades para acceso a crédito formal, la estrategia debe resolver dos asuntos urgentes: volver a ganar la confianza de los pequeños emprendedores, rurales y urbanos, que el sistema financiero invisibilizó en el pasado por cuenta de una mala focalización del microcrédito, y brindarles acompañamiento (y educación) en esta nueva ruta que emprenden al interior de un sistema financiero cuya oferta se irá tornando más y más especializada.
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