En Cumbal, Nariño, la inclusión financiera va de la mano con saberes ancestrales
En el municipio de Cumbal, Nariño, un proyecto dirigido a niños y jóvenes del Resguardo Indígena Chiles combina educación financiera con saberes ancestrales. Mientras se adentran en temas como ahorro, presupuesto y el valor del dinero, los participantes también honran las enseñanzas de sus taitas (ancestros).
Daniel Felipe Rodríguez Rincón
Cuando se habla de inclusión financiera es fácil perder el foco de lo esencial. Muchos informes destacan cifras de cuentas bancarias abiertas, créditos otorgados, descargas de aplicaciones o acceso a portales transaccionales. Sin embargo, estos números no dicen mucho sobre el impacto real del ahorro o la financiación en la calidad de vida de grupos históricamente vulnerables a la pobreza, como algunas comunidades indígenas.
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Cuando se habla de inclusión financiera es fácil perder el foco de lo esencial. Muchos informes destacan cifras de cuentas bancarias abiertas, créditos otorgados, descargas de aplicaciones o acceso a portales transaccionales. Sin embargo, estos números no dicen mucho sobre el impacto real del ahorro o la financiación en la calidad de vida de grupos históricamente vulnerables a la pobreza, como algunas comunidades indígenas.
Joel Fray Cuesta y su mamá viven en el resguardo indígena Chiles, ubicado en el municipio de Cumbal, Nariño, a unos pasos de la frontera con Ecuador. Él asiste a la institución educativa La Calera y contesta con rapidez cuando su profesor pregunta cuál es el mejor momento para coger leña, para sembrar o para cosechar dependiendo de la fase de la luna, como alguna vez lo concluyeron los taitas (o ancestros) de su etnia, los Pastos.
El niño, quien cursa quinto de primaria, cuenta que lo último que aprendió en el colegio fue a guardar las monedas que sobran en su casa en una alcancía “por si acaso”. “Están aprendiendo cómo es el ahorro, cómo es la responsabilidad, a que no malgasten la plata y aprendan a usarla”, afirma su madre, Fany Cuesta, con conocimiento de causa, ya que suele acompañar a su hijo al colegio durante toda la jornada. Joel tiene una discapacidad y debe ser trasladado en silla de ruedas.
Con un ecosistema financiero que avanza mucho más rápido que la construcción de vías para conectar a comunidades como la del resguardo indígena Chiles, por momentos se olvida que la inclusión financiera va más hacia crear soluciones que respondan a realidades específicas, que a llevar tarjetas de crédito o apps a donde no las hay (y, en muchos casos, no se necesitan).
Mezclando educación financiera y saberes ancestrales, una iniciativa busca que los niños y niñas de la Institución Educativa La Calera recuperen su historia, actividades ceremoniales y su lengua ancestral (el quechua), mientras realizan un acercamiento con buenas prácticas de manejo del dinero y tengan acercamientos con la banca digital, como una forma para cerrar brechas socioeconómicas y contribuir a la inclusión financiera.
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Finanzas con sentido étnico
¿Aprender sobre bancos y productos financieros puede desplazar la identidad indígena de una comunidad? La pregunta puede admitir muchas opiniones, pero el Banco Contactar cree haber encontrado una respuesta propia. Esta entidad financiera -que abrió sus puertas como banco en marzo de este año- llevó a Cumbal un modelo en el que la educación financiera y la sabiduría ancestral pueden fortalecerse en igual medida.
En el marco de la iniciativa ‘Mi Tierra: Finanzas con sentido étnico’, el propósito es que los cerca de 210 estudiantes y 20 docentes de la institución educativa La Calera aprendan de ahorro o a crear presupuestos desde las realidades de las economías tradicionales de estas comunidades. ¿Cómo luce esto en la práctica, es decir, en un salón de clase?
Para los pueblos de la etnia Pastos, las cuatro festividades cósmicas marcan los ciclos naturales, tanto de la Luna y sus fases como de las temporadas de siembra y cosecha. Estas son: Pawkar Raimi, Inti Raimi, Kolla Raimi y Capac Raimi.
Así las cosas, Pawkar Raimi, la fiesta del florecimiento, celebrada el 21 de marzo, se convierte en una oportunidad para hablar sobre el ahorro en el aula: así como la naturaleza florece y se prepara para el futuro, los estudiantes aprenden a reservar recursos para tiempos venideros.
El Inti Raimi, o “fiesta del sol”, sucede cada 21 de junio y simboliza el compartir. Al hablar de esta fecha, los profesores hacen hincapié en que el dinero también es una herramienta para ayudar a otros y construir comunidad.
De manera similar, el Kolla Raimi es la festividad de la luna e inicia el 21 de septiembre. Cuando se menciona esta festividad, los estudiantes aprenden sobre el uso de recursos de acuerdo con el ciclo lunar y su impacto en la naturaleza: la luna menguante es “buena” para cortar leña, mientras que la luna llena hace que las plantas se carguen de agua, por lo que la madera puede tardar en secar si se quiere usar para hacer fuego. Estas observaciones de la naturaleza se integran en temas como planificación de recursos, lo que ayuda a los alumnos a entender cómo adaptar sus finanzas a las condiciones de su entorno.
Finalmente, el Capac Raimi, celebrado el 21 de diciembre y conocido como la fiesta de la madurez (el paso de niños a adultos), es una forma de hablarles de responsabilidad a los estudiantes, tanto en la administración de sus ahorros como en el crecimiento personal.
Es por todo esto que el aprendizaje financiero adquiere una suerte de “sentido étnico”: los niños y jóvenes no sólo aprenden a administrar el dinero, sino a hacerlo de una forma algo más alineada con su identidad cultural.
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Bancos y comunidades indígenas
De acuerdo con las personas detrás del programa, las autoridades del Resguardo Indígena Chiles definieron qué conocimientos ancestrales deben rescatarse y el personal del Banco Contactar en Nariño fue el encargado de integrarlos en una cartilla de educación financiera y medioambiental.
Para Jorge Franklin Pantoja, rector de la institución en donde se realizan los talleres de educación financiera, algunos de estos saberes cuya conservación es esencial incluyen los usos y costumbres de los taitas, su tradición oral, la alimentación ancestral, los tejidos y el cultivo de especies nativas y plantas medicinales.
Así, las historias de la etnia Pastos, del Resguardo Indígena Chiles y de las festividades cósmicas fueron recopiladas en dicha cartilla que servirá también como fuente de consulta sobre temas como el valor del ahorro en la escuela y en el hogar, e incluirá un módulo de reciclaje de residuos y cuidado del medioambiente, pues la entidad financiera también se comprometió a rehabilitar una huerta en la Institución Educativa La Calera y a sensibilizar a los miembros del resguardo Chiles sobre reforestación y conservación de páramos.
Como explica el rector, lo más impactante del proyecto ha sido el cambio de percepción sobre el rol de los bancos en la comunidad, algo que dice mucho del legado de desconfianza y experiencias negativas que aún debe sortear el sector privado en Colombia para aumentar en inclusión financiera.
“Pensamos que los bancos únicamente hacen el trabajo de préstamos y manejo del dinero. Que el banco nos ayude a fortalecer nuestra identidad, nuestra cultura y nos ayude en el aspecto educativo es muy bueno. Hago este llamado: que no sea la única oportunidad de trabajar por la educación financiera y los demás bancos nos aporten un granito de arena”, dijo Pantoja, quien añade que la educación “lastimosamente es el tema más olvidado en áreas rurales”.
Según funcionarios de la entidad financiera, este libro se entregará al resguardo en diciembre de este año y contará con contenido en quechua y en español. Con los beneficiarios de la etnia Pastos, en Cumbal, más de 500 miembros de comunidades indígenas habrán sido impactados en el corto plazo con las intervenciones de la iniciativa ‘Mi Tierra’, incluido lo que ya se ha abordado en Huila (con la comunidad Yanacona del Resguardo Intillagta, en Pitalito) y Tolima (con la comunidad Pijao del Resguardo Pacandé, en Natagaima).
La tarea de la inclusión financiera es ardua y llena de obstáculos, así como los caminos de tierra que conducen al Resguardo Chiles. Como lo expresa el rector Pantoja, es necesario que más entidades se sumen a este esfuerzo, aportando recursos y conocimiento para que el acceso a la educación financiera y el desarrollo sostenible lleguen a más comunidades rurales en Colombia.
Así, más que limitarse a celebrar la apertura de oficinas o una mayor penetración de productos financieros, se labra un camino para poder avanzar hacia una mejor calidad de vida para quienes, como Joel y su familia, enfrentan necesidades socioeconómicas y ven en la educación una vía para progresar sin perder su identidad.
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