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Lúcido, brillante, buen amigo, hombre generoso y amable, honesto, universal. Esas son algunas de las palabras que han llovido en las últimas horas para recordar al ingeniero y economista Guillermo Perry, quien falleció el viernes a los 73 años a causa de un infarto.
Resumir la trayectoria de una de las personas más influyentes en el desarrollo económico y social del país se antoja difícil pero necesario. Se trató de un hombre polifacético, destacado tanto en su papel académico como en su gestión desde lo público.
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Nació en octubre de 1945, en Samacá, Boyacá, adonde la familia Perry llegó a finales del siglo XIX a desarrollar la industria siderúrgica. Guillermo Perry estudió ingeniería eléctrica, aunque lo suyo realmente fue la economía: cursó maestría en la Universidad de los Andes y doctorado en MIT (Instituto de Tecnología de Massachusetts).
Como lo contó en una de sus últimas entrevistas, con Isabel López Giraldo, para su serie “Historias de vida”, publicada por El Espectador, su interés por lo político se gestó en los años sesenta, en plenas protestas en contra de la guerra de Vietnam, el movimiento hippie y mayo del 68 en Francia.
A su regreso al país, trabajó en Planeación Nacional, durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo, recordado, entre otras cosas, por los cambios en la estructura estatal y el talante tecnócrata en las instituciones. Perry estuvo ahí.
Las cosas cambiaron con la llegada de Misael Pastrana. Como dijo Perry a López Giraldo, en esa administración “no se tomaba en serio lo técnico”, por lo que, junto con otros compañeros, decidió renunciar: un acto de dignidad que se repetiría más adelante en su vida.
Participó de la creación del influyente tanque de pensamiento Fedesarrollo, y luego regresaría a la escena pública en el gobierno de Alfonso López Michelsen, del cual la altísima inflación sería uno de los principales retos.
“Con escasos 30 años, me tocó defender la reforma más impopular imaginable en los medios y en las Asambleas gremiales”, recordó en su diálogo con Isabel López. Como ministro de Minas, también formó parte de la administración de Virgilio Barco.
Con motivo del deceso de Perry, Eduardo Pizano, expresidente de Naturgás, precisamente recordó la labor del exministro de Barco como “artífice de la utilización del gas natural en Colombia”, del que hoy son usuarios cerca del 80 % de los hogares del país.
Corrían los años ochenta, época en la cual, según Perry, él y muchos más aprendieron a “vivir en peligro”, al tiempo que perdían amigos como Enrique Low Murtra y Luis Carlos Galán.
Guillermo Perry “fue protagonista de los esfuerzos de modernización y construcción institucional en un país convulsionado, asediado por la guerra, el narcotráfico y la mala política”, escribió Alejandro Gaviria, exministro y rector de la Universidad de los Andes, en el prólogo del último libro de Perry: Decidí contarlo.
Los siguientes años estarían llenos de momentos dignos de superlativos. Como le contó a Isabel López, “la experiencia profesional más importante y más grata” de la vida para Perry fue su participación en la Asamblea Nacional Constituyente.
Su contribución fue en lo económico y social, como ponente en subcomisión y plenaria de los derechos colectivos (medio ambiente, espacio público, patrimonio público, libre competencia económica) “y las acciones populares que permiten a los ciudadanos defenderlos”.
También, del nuevo régimen de servicios públicos. “Colombia fue el primer país en el mundo cuya Constitución dice que el sector privado y la comunidad tienen derecho a prestar los servicios públicos, bajo regulación y supervisión estatal. Y que el Estado debe garantizar la prestación de calidad a todos los ciudadanos, incluyendo a través de tarifas subsidiadas para familias de ingresos bajos”, explicó en la entrevista de la serie “Historias de vida”.
Después de esa gran satisfacción, vendría su mayor decepción. Perry fungió como ministro de Hacienda del gobierno de Ernesto Samper, enlodado este último por el escándalo del llamado proceso 8.000. Perry dijo tener la convicción de que la entrada de dineros del narcotráfico a la campaña presidencial no había podido suceder a espaldas del candidato, luego presidente.
Perry renunció y afirmó haberle sugerido a Samper hacer lo mismo. “Decidí desde entonces no volver nunca al sector público, ni participar activamente en política”, le dijo a Isabel López. Ella misma, en el libro Decidí contarlo, no dejó de destacar que de todas formas Perry siguió siendo influyente para el país con su trabajo académico y participación en comisiones asesoras de gobierno.
Estuvo 11 años en el Banco Mundial, como economista jefe para América Latina y el Caribe del Banco Mundial. “Fue la época intelectualmente más productiva de mi vida, aun más que los períodos en Fedesarrollo y el CEDE (Centro de Estudios de Desarrollo Económico)”, confesó en “Historias de vida”.
Hasta sus últimos días, Guillermo Perry se entregó al trabajo de investigación y la docencia, esto último en la Universidad de los Andes, que por supuesto lamentó el fallecimiento del “profesor distinguido de la Facultad de Economía”. Fue también un apasionado por los viajes y deportes como el tenis y la natación. Quizá aún más por la literatura.
Cuidar a la familia y amigos, así como la salud, estuvo entre las recomendaciones que dejó para los jóvenes. También, estudiar y trabajar en lo que les guste. A los privilegiados de tener educación universitaria: trabajar por el país… Un consejo que Guillermo Perry, sin duda, tuvo la autoridad para dar, con la legitimidad que da hablar desde el ejemplo. Paz en su tumba.