Dilibeth Bonivento sirve el arroz que preparó para el almerzo de ella y sus cinco hijos. / Maria Camila Ramírez Cañón.
En la comunidad Macurema, del municipio de Riohacha, Dilibeth Bonivento cuida las ollas que dejó sobre unos ladrillos en su fogón de leña, mientras sus cinco hijos la rodean. Afuera, la arena de la extensa llanura desértica está apenas cubierta con una escasa vegetación. Entre el polvo asoman cactus. La sucesión en el paisaje la rompen las vías destapadas que serpentean desde la carretera principal hasta las rancherías wayuus en La Guajira.
Son más de las tres de la tarde cuando Dilibeth se acerca con un plato blanco y un cucharón de metal...