Hidroituango, en cuidados intensivos
Tres profesores universitarios expertos en geología e ingeniería analizaron la situación que afronta el proyecto de generación de energía más grande que se está construyendo en Colombia.
Pablo Correa - Alejandra Medina
“Hidroituango será la batería de Colombia en las próximas décadas”. Así resume la importancia de este proyecto para la seguridad energética del país Santiago Ortega, profesor de la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Por eso la emergencia que se presentó en los últimos días, y que ha puesto en riesgo la obra, así como a las comunidades asentadas en las márgenes del río Cauca, debe ser motivo de preocupación para todos los colombianos.
Hidroituango, diseñada para generar 2400 MW, cerca del 16 % de la energía que va a necesitar el país en la próxima década, estaba a punto de concluirse. Por tratarse de una fuente de energía confiable y relativamente limpia en términos ambientales, garantizaría suplir la demanda interna que crece con la población, evitando recurrir a centrales térmicas basadas en carbón, verdaderamente contaminantes.
Pero las cosas no salieron como estaban planeadas. Como lo señala el geólogo y profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional en Medellín, Oswaldo Ordóñez, ocurrió algo inesperado, “ese 5 % de incertidumbre”, que es imposible de controlar en cualquier obra de ingeniería. El túnel por el que se desvió el río mientras se terminaban las obras centrales colapsó, al parecer por una falla geológica “localizada”. Ese gran hueco en forma de cono que los colombianos vieron en imágenes la semana pasada sobre la montaña que atravesaba el túnel, es evidencia clara de que hubo un proceso de succión, que debilitó la estructura rocosa y la hizo colapsar. Al taponarse el túnel por el que escapaba el agua, el embalse se empezó a llenar, como una tina que no tiene por dónde desaguar, amenazando con producir una tragedia de dimensiones inimaginables.
Por ahora el peligro de ese escenario se ha controlado gracias a que el agua se está evacuando por el único hueco posible: el cuarto de máquinas. De otra manera, era una bomba de tiempo. El caudal promedio del río en esta época era de 1.200 metros cúbicos por segundo. Por culpa del represamiento, cuando se abrió el paso al agua alcanzó el sábado los 6.000 metros cúbicos por segundo. También se produjo un destaponamiento espontáneo y temporal de uno de los túneles. Todo un monstruo de la naturaleza capaz de arrastrar consigo poblaciones ribereñas.
Los ingenieros de EPM, por ahora, están a la expectativa y avanzando en la reapertura de los antiguos túneles para mitigar el riesgo.
Ituango está diseñada para aportar energía “confiable” a Colombia. “Si Ituango no se concreta o se retrasa, esa energía debe llegar de alguna forma”, advierte Ortega. Las principales opciones serían abrir la puerta a más centrales térmicas, que utilizan carbón, pero eso implicaría un gran retroceso en la trasformación de la matriz energética colombiana para ser limpia. La otra, es fortalecer la producción de energías alternativas como solar o eólica. Pero aún en ese segundo caso, advierte Ortega, por tratarse de fuentes intermitentes, Ituango seguiría siendo fundamental, porque sería el plan B de producción.
“Hidroituango es una obra de especialistas”, dice el profesor de ingeniería de la Universidad Nacional en Medellín Jaime Ignacio Vélez, experto en hidráulica, defendiendo a los ingenieros y empresas que trabajan ahí. “Es un tema complejo. Es una situación en que se mezcla algo de accidente y de apostar a probabilidades. En las construcciones se asumen unos niveles de riesgo. A veces ocurren cosas que no deseamos”. Tanto Vélez como sus otros dos colegas son enfáticos en rechazar los juicios apresurados que se están haciendo por estos días contra los ingenieros de la obra. “Es más fácil ser historiador que adivino”, recuerda Ordóñez a los políticos que han aprovechado la situación para lanzar agua sucia a diestra y siniestra.
¿Qué va a ocurrir? “La situación es grave, pero podría ser mucho peor”, responde Ortega, para quien el escenario más catastrófico sería un taponamiento total de la presa y luego un desbordamiento no controlado y su destrucción. Espera que la empresa y las autoridades trabajen para aliviar el riesgo y los daños que la situación les generó a centenares de familias que viven aguas abajo. “Lo que necesitamos es que Hidroituango se haga. Que los problemas se solucionen. Y que empiece a generar energía en el menor tiempo posible”.
Para el profesor Vélez, una vez superada la emergencia “la solución es un tema de costos y me imagino que la empresa lo puede asumir”. En cuanto a las comunidades afectadas, espera que la respuesta sea diligente.
“Mientras que la obra esté en manos de los ingenieros, hay esperanza. No es un parte de tranquilidad, pero es la mejor opción que tenemos”, dice el profesor Ordóñez. Considera que mientras la presa y la casa de máquinas mantengan su integridad, el proyecto seguirá vivo. “Los túneles para desviar el caudal se pueden hacer en otros puntos. El macizo rocoso es manejable”.
“Hidroituango será la batería de Colombia en las próximas décadas”. Así resume la importancia de este proyecto para la seguridad energética del país Santiago Ortega, profesor de la Escuela de Ingeniería de Antioquia. Por eso la emergencia que se presentó en los últimos días, y que ha puesto en riesgo la obra, así como a las comunidades asentadas en las márgenes del río Cauca, debe ser motivo de preocupación para todos los colombianos.
Hidroituango, diseñada para generar 2400 MW, cerca del 16 % de la energía que va a necesitar el país en la próxima década, estaba a punto de concluirse. Por tratarse de una fuente de energía confiable y relativamente limpia en términos ambientales, garantizaría suplir la demanda interna que crece con la población, evitando recurrir a centrales térmicas basadas en carbón, verdaderamente contaminantes.
Pero las cosas no salieron como estaban planeadas. Como lo señala el geólogo y profesor de la Facultad de Minas de la Universidad Nacional en Medellín, Oswaldo Ordóñez, ocurrió algo inesperado, “ese 5 % de incertidumbre”, que es imposible de controlar en cualquier obra de ingeniería. El túnel por el que se desvió el río mientras se terminaban las obras centrales colapsó, al parecer por una falla geológica “localizada”. Ese gran hueco en forma de cono que los colombianos vieron en imágenes la semana pasada sobre la montaña que atravesaba el túnel, es evidencia clara de que hubo un proceso de succión, que debilitó la estructura rocosa y la hizo colapsar. Al taponarse el túnel por el que escapaba el agua, el embalse se empezó a llenar, como una tina que no tiene por dónde desaguar, amenazando con producir una tragedia de dimensiones inimaginables.
Por ahora el peligro de ese escenario se ha controlado gracias a que el agua se está evacuando por el único hueco posible: el cuarto de máquinas. De otra manera, era una bomba de tiempo. El caudal promedio del río en esta época era de 1.200 metros cúbicos por segundo. Por culpa del represamiento, cuando se abrió el paso al agua alcanzó el sábado los 6.000 metros cúbicos por segundo. También se produjo un destaponamiento espontáneo y temporal de uno de los túneles. Todo un monstruo de la naturaleza capaz de arrastrar consigo poblaciones ribereñas.
Los ingenieros de EPM, por ahora, están a la expectativa y avanzando en la reapertura de los antiguos túneles para mitigar el riesgo.
Ituango está diseñada para aportar energía “confiable” a Colombia. “Si Ituango no se concreta o se retrasa, esa energía debe llegar de alguna forma”, advierte Ortega. Las principales opciones serían abrir la puerta a más centrales térmicas, que utilizan carbón, pero eso implicaría un gran retroceso en la trasformación de la matriz energética colombiana para ser limpia. La otra, es fortalecer la producción de energías alternativas como solar o eólica. Pero aún en ese segundo caso, advierte Ortega, por tratarse de fuentes intermitentes, Ituango seguiría siendo fundamental, porque sería el plan B de producción.
“Hidroituango es una obra de especialistas”, dice el profesor de ingeniería de la Universidad Nacional en Medellín Jaime Ignacio Vélez, experto en hidráulica, defendiendo a los ingenieros y empresas que trabajan ahí. “Es un tema complejo. Es una situación en que se mezcla algo de accidente y de apostar a probabilidades. En las construcciones se asumen unos niveles de riesgo. A veces ocurren cosas que no deseamos”. Tanto Vélez como sus otros dos colegas son enfáticos en rechazar los juicios apresurados que se están haciendo por estos días contra los ingenieros de la obra. “Es más fácil ser historiador que adivino”, recuerda Ordóñez a los políticos que han aprovechado la situación para lanzar agua sucia a diestra y siniestra.
¿Qué va a ocurrir? “La situación es grave, pero podría ser mucho peor”, responde Ortega, para quien el escenario más catastrófico sería un taponamiento total de la presa y luego un desbordamiento no controlado y su destrucción. Espera que la empresa y las autoridades trabajen para aliviar el riesgo y los daños que la situación les generó a centenares de familias que viven aguas abajo. “Lo que necesitamos es que Hidroituango se haga. Que los problemas se solucionen. Y que empiece a generar energía en el menor tiempo posible”.
Para el profesor Vélez, una vez superada la emergencia “la solución es un tema de costos y me imagino que la empresa lo puede asumir”. En cuanto a las comunidades afectadas, espera que la respuesta sea diligente.
“Mientras que la obra esté en manos de los ingenieros, hay esperanza. No es un parte de tranquilidad, pero es la mejor opción que tenemos”, dice el profesor Ordóñez. Considera que mientras la presa y la casa de máquinas mantengan su integridad, el proyecto seguirá vivo. “Los túneles para desviar el caudal se pueden hacer en otros puntos. El macizo rocoso es manejable”.