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Al terminar el libro sobre Cuba, al que llegué como señalé en la entrega anterior por accidente, quise entender mejor la historia del narcotráfico y consumo de drogas en Colombia desde los años 20. Quería entender también el desarrollo inicial de las redes colombianas en Miami y Nueva York, así como la diplomacia de los narcóticos entre Colombia y los Estados Unidos. Eran temas históricos inexplorados en los cuales nadie había hecho trabajo de archivos. En los últimos años acometí una detallada investigación en archivos colombianos (Archivo General de la Nación, Archivo de la Presidencia, Archivo de la Cancillería) y en más de una docena de archivos norteamericanos: archivos nacionales, archivos judiciales, archivos estatales y archivos presidenciales.
De casi una decena de artículos ya publicados y en varios capítulos en borrador y que eventualmente se constituirán en un libro, quiero compartirles algunos resultados:
1. La marihuana era cultivada y consumida en el país desde los años 20. Y no solamente en la Costa Caribe, sino también en el Viejo Caldas, Valle del Cauca, Antioquia y diferentes regiones del país. En la periodización sobre la historia del narcotráfico se han equivocado muchos, entre ellos Roberto Junguito y Carlos Caballero Argáez, quienes sostuvieron en su artículo sobre la economía subterránea que éste era un fenómeno que se dio sólo a partir de los años 70 y la demanda norteamericana.
2. Mucho antes del boom de la marihuana y la cocaína por la demanda norteamericana, los narcotraficantes colombianos eran muy activos en el negocio. Colombia no se metió en el negocio de las drogas ilegales como un actor pasivo víctima de los vicios del Imperio.
3. Curiosamente, en cuanto a la cocaína, durante los años 60 esta se consumía y negociaba desde Bogotá principalmente, no desde el occidente del país como sucedió pocos años después.
4. La economía del narcotráfico creció en forma paralela a la economía legal y al desarrollo de las comunicaciones y a una mayor integración económica, especialmente con los Estados Unidos.
5. La carrera de muchos narcotraficantes ha corrido paralela a otras actividades criminales: secuestros, falsificación de documentos, hurtos. Esto se dio en Colombia como entre colombianos en Estados Unidos.
6. Los colombianos introdujeron una violencia indiscriminada y hasta entonces desconocida en la economía del narcotráfico, especialmente en el sur de la Florida.
7. Los narcotraficantes norteamericanos y cubanos en el sur de la Florida no utilizaban la violencia en sus negocios. Por tanto se reafirma lo que encontré en el narcotráfico en Cuba: narcotráfico no implica violencia. Únicamente aquellas sociedades acostumbradas a la violencia en la vida cotidiana y en los negocios legales e ilegales, como México y Colombia, toman como algo natural la violencia en el narcotráfico.
8. No es cierto que los narcotraficantes colombianos sean discriminados por las cortes norteamericanas, parte de la idea de percibir a los colombianos como víctimas y no como actores centrales en negocios criminales. He estudiado en detalle miles de casos en las cortes norteamericanas de las décadas de los años 60 y 70 y comienzos de los 80. Las penas impuestas tienen que ver con la importancia del reo en la organización. Por ejemplo, los importadores de marihuana norteamericanos recibían penas larguísimas, mientras que las mulas o los marineros colombianos recibían penas mucho más cortas.
9. El término carteles del narcotráfico no es apropiado. El término Kartell utilizado hace un siglo para describir las empresas alemanas que se reunían para fijar precios y cantidades no aplica al narcotráfico. El narcotráfico es un sector altamente competitivo, de entrada libre, en el que muchos empiezan desde abajo y van construyendo su banda y sus rutas. Por eso no tiene sentido hablar de cartel de Medellín, cartel de Cali, cartel del norte del Valle, aún menos de “cartelitos”. Semántica e históricamente el término no aplica.
10. Estudiando la diplomacia del narcotráfico entre Colombia y los Estados Unidos en los años 70 y 80, uno encuentra una actividad displicente por parte del presidente Alfonso López Michelsen. Durante su gobierno se fortalecieron económica y políticamente los narcotraficantes colombianos. Para López el problema era de los “gringos”. Es cierto que ellos ponían la demanda, pero no se preguntó seriamente por qué países vecinos como Panamá, Ecuador y Venezuela no suplían la oferta que los grupos criminales colombianos asumieron con creatividad, energía y agallas. López estaba más preocupado por temas como los secuestros por parte del crimen común y reaccionaba con soberbia quejándose de la mala imagen que supuestamente se le hacía a Colombia cuando los medios internacionales señalaban la creciente criminalidad y corrupción del narcotráfico.
11. La mala imagen era un reflejo de la realidad. La repatriación de capitales sin preguntar por sus orígenes y conocida como la ventanilla siniestra, fue una lavandería oficial establecida por el gobierno. Mientras tanto, las élites aceptaban el narcotráfico como algo positivo para irrigar la economía nacional. Fabio Echeverri, durante décadas presidente de la ANDI, el poderoso gremio industrial, sugirió que los capitales narcos fueran legalizados para que los traficantes pagaran impuestos y los empresarios legales, o “gente bien”, tuviesen que pagar menos.
12. Ante las constantes acusaciones a funcionarios y políticos colombianos, Julio César Turbay como presidente no tuvo más remedio que militarizar La Guajira y capturar cultivadores y mulas. Sin embargo, no se metió con los narcotraficantes samarios como los Dávila, quienes acopiaban la producción de marihuana y la enviaban a Estados Unidos. La campaña militar de Turbay capturó peces chicos colombianos, así como jóvenes mulas norteamericanas. Mientras tanto, la exportación de cocaína se seguía consolidando.
12. Quiero comentarles un caso sobre el tema de la tolerancia de los colombianos al narcotráfico, al menos hasta el asesinato del ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla en 1984 y la creciente presión norteamericana contra las redes criminales que estaban desestabilizando el país.
A comienzos de 1978, Diego Asencio, embajador norteamericano en Bogotá, se entrevistó con Turbay Ayala, quien estaba en plena campaña presidencial; éste le señaló que los ataques contra él eran “rumores” diseminados por miembros de la campaña presidencial de Carlos Lleras Restrepo. Turbay Ayala por supuesto negó cualquier conexión con el narcotráfico y le señaló a Asencio que Lleras Restrepo tenía el apoyo de narcotraficantes, especialmente entre la élite de Santa Marta, y que a uno de sus principales recaudadores de fondos para la campaña política, el empresario Gustavo Gaviria González, la embajada norteamericana le había retirado la visa de entrada a los Estados Unidos (esto último era cierto; según Asencio: “Tenemos razones para creer que él está involucrado en el narcotráfico”).
13. Entre paréntesis: Gustavo Gaviria González (1924-2012), un riquísimo empresario exportador de café nacido en Pereira, relacionado con la élite económica y política del país y excónsul de Colombia en Nueva York, fue cercano a varios presidentes colombianos, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo, Alfonso López Michelsen, y fue uno de los mentores de las candidaturas presidenciales de Luis Carlos Galán Sarmiento y César Gaviria Trujillo. Para el periódico económico Portafolio, “algunos analistas consideran a Gaviria González el padre ideológico de Luis Carlos Galán”. Cuando Gaviria González murió en 2012, el presidente de la República Juan Manuel Santos expresó: “Lamentamos de corazón la muerte de Gustavo Gaviria. Nuestras más sentidas condolencias a toda la familia. Hizo mucho por esta patria” . Sin comentarios.
14. El embajador norteamericano concluyó después de su charla con Turbay: “Sería fácil concluir… que quizás ambos caballeros [Turbay Ayala y Lleras Restrepo] son unos pícaros y que estaríamos en problemas con quien quiera que gane [la elección a la Presidencia]. Sin embargo, parece más probable que el medio social y político de Colombia ha llegado a un punto tal que es virtualmente imposible organizar un grupo político que no contenga elementos asociados con los traficantes”. Concluyó que dado que Turbay será “probablemente el próximo presidente de Colombia” y que “él es claramente sensible a las acusaciones y rumores de que es el candidato de los narcotraficantes… esta sensibilidad la usaremos a nuestro favor para lograr una cooperación más amplia del gobierno de Colombia si él resultase electo”. De todas formas, Asencio tenía una visión cínica sobre el contexto cultural en el que, según él, florecía el narcotráfico en Colombia: “La alta tasa de criminalidad en Colombia es producto de las circunstancias históricas y culturales que han creado una propensión alta entre los colombianos para violar la ley en búsqueda de ingresos. El número total de oportunidades para la actividad criminal es numeroso […] y dentro de riesgos aceptables” y concluyó: “Muchas de las características de la población colombiana que han llevado al crimen y a la corrupción son las mismas características que en otros ambientes producirían una actividad empresarial vigorosa y legítima”.
15. La posición de Asencio se enmarca en lo que el académico argentino Carlos Escudé calificó como “imperialismo moral” de los norteamericanos . Escudé se refería a la intromisión del presidente Jimmy Carter en el tema de los asesinatos y las violaciones de los derechos humanos de las dictaduras de Jorge Rafael Videla y Augusto Pinochet en el Cono Sur. Pinochet y Videla hicieron llamados al nacionalismo ante el “imperialismo moral” yanqui. Pero imperialismo o no, los hechos denunciados tanto en Argentina como en Chile eran ciertos. Y en cuanto a las acusaciones sobre la corrupción generalizada y el narcotráfico en Colombia, simplemente les pueden preguntar a varios expresidentes de la República. Ellos lo saben muy bien.
* Profesor titular en la Facultad de Ciencias Económicas, Universidad Nacional de Colombia. Ph.D. y M.A. en Historia, M.A. y B.A en Economía. Ha enseñado en las universidades de Harvard y California en Los Ángeles (UCLA) y ha sido investigador visitante en la Universidad de Miami.