Inflación, desempleo y PIB: ¿qué le espera a la economía para el resto de 2023?
Colombia y el resto de América Latina continúan enfrentando retos significativos en materia económica. Un reporte de la Cepal muestra el panorama en inflación, tasas de interés, desempleo y otros aspectos.
Diego Ojeda
El coletazo de la pandemia, el cambio climático y otros elementos mantienen a la economía global en un limbo del que se busca salir. En otras palabras, no solo Colombia y el resto de América Latina están pasando por un escenario complejo en la materia. Parte de lo que pareciera ser un malestar común en la mayoría de los países, y que tiene a muchos dirigentes y expertos pensando en fórmulas para combatirlo, es la alta inflación y el débil crecimiento de la economía.
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El coletazo de la pandemia, el cambio climático y otros elementos mantienen a la economía global en un limbo del que se busca salir. En otras palabras, no solo Colombia y el resto de América Latina están pasando por un escenario complejo en la materia. Parte de lo que pareciera ser un malestar común en la mayoría de los países, y que tiene a muchos dirigentes y expertos pensando en fórmulas para combatirlo, es la alta inflación y el débil crecimiento de la economía.
Un reporte publicado recientemente por la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL) indica que de 2010 a 2019 el crecimiento promedio de la economía global galopó a un ritmo del 3,7 %, mismo que se redujo al 3,5 % en 2022 y que se espera que cierre el año en 3 %, manteniéndose así para 2024. Las previsiones más pesimistas se concentran en países como Estados Unidos y Japón, en donde se proyecta que el Producto Interno Bruto (PIB) no crezca más del 1 % para el próximo año.
La carestía también sigue objeto de sumo cuidado, pues si se compara con el referente pre pandémico, es decir 2019, el grueso de los productos que conforman la canasta básica han experimentado un considerable repunte en sus precios. Para 2024, por ejemplo, el costo de los alimentos y las bebidas habrá escalado un 42 %, mientras que los derivados del petróleo (como la gasolina y el ACPM) un 43 %.
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Sobre esto hay que aclarar que el aumento de la inflación ha manifestado una desaceleración en los últimos meses. En Colombia, según datos del DANE, de enero a julio la variación anual de la carestía ha disminuido 1,24 puntos porcentuales que, aunque es un dato positivo, no puede confundirse con una reducción en los precios (o deflación) ya que estos continúan subiendo, solo que a una menor fuerza.
De hecho, las principales previsiones apuntan a que la inflación continúe desacelerando en los próximos meses. La más reciente encuesta del Banco de la República apunta a que esta cierre el año por debajo del 9 %, mientras que las principales apuestas esperan a que a finales de 2024 el consolidado esté por debajo del 5 %. No sería sino hasta 2025 que se alcanzaría la meta propuesta, que es la de llegar al 3 %.
El panorama que plantea la CEPAL para región es similar, pues el año lo cerraría por el orden del 7,6 %, en 2023 se alcanzaría el 5,1 % y en diciembre de 2025 la cifra ya estaría en el 3,8 %.
Es decir, la lucha contra la inflación continúa y de allí la insistencia del Banco en mantener altas las tasas de interés (que permanecen en 13,25 %). La teoría detrás de esta estrategia (que también implementan otras naciones como Estados Unidos) es que en tiempos de carestía lo que se debe hacer es aumentar el valor del crédito, pues así se disminuye la demanda de los productos y servicios que componen la canasta básica y, por ende, se estabilizan los precios.
Pero esto tiene sus contras, pues al bajar la capacidad de gasto en los hogares sectores como el comercio se ven afectados por las caídas en sus ventas (según Fenalco en lo que va del año este renglón de la economía no ha logrado un solo mes de repunte), además de un impacto negativo en la productividad (algo que explicaría el tímido crecimiento de 0,3 % en el PIB de Colombia durante el segundo trimestre del año, cuando en el mismo periodo del año pasado su aumento fue del 12,2 %). Es decir, se desacelera la inflación, pero también la economía.
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Es por lo anterior que el Ministerio de Hacienda y la Asociación Nacional de Empresarios de Colombia (ANDI) le han solicitado a la junta directiva del Banco de la República que se bajen las tasas, en medio de una apuesta por reactivar la economía. Sin embargo, por el escenario inflacionario, hay quienes creen que mantenerlas altas es una especie de mal necesario.
Aún así, y guardando las particularidades de cada país, el reporte de la CEPAL muestra que hay naciones en América Latina que han comenzado a descolgar sus tasas de interés. Ese es el caso de Brasil, que en agosto redujo sus tasas del 13,75 % al 13,25 %; Chile, en donde pasaron del 11,25 % al 10,25 %; Costa Rica, del 9 % al 6,5 %; República Dominicana del 8,5 % al 7 % y Uruguay, del 11,5 % al 10,75 %.
Parte de lo que también revela este reporte de la CEPAL, y que explicaría todas estas variaciones macroeconómicas, es que la región está experimentando un ciclo económico, es decir, después de todas esas volatilidades experimentadas por la pandemia (con valles y picos marcados en componentes como consumo, tasas de interés, crecimiento del PIB e inflación), las cosas estarían volviendo a niveles “normales”. En otras palabras, venimos de una economía que se enfrió por el confinamiento que obligó la pandemia, que después se recalienta por los estímulos gubernamentales a la reactivación económica (en Colombia están las bajas tasas de interés y los días sin IVA) y que ahora busca estabilizarse.
Puntualmente la CEPAL muestra que elementos como las exportaciones, la Formación Bruta de Capital Fijo (FBCF), el consumo público y el consumo privado están volviendo a esos niveles que se registraban antes de la pandemia.
A estos retos económicos se suman los desafíos que implica el cambio climático, en donde se espera que fenómenos como El Niño golpeen con fuerza este año. Según la CEPAL, los largos tiempos de sequía o lluvia agudizará el bajo crecimiento de la región, especialmente en países de Centro América y El Caribe como El Salvador, Guatemala, Honduras, República Dominicana, Santa Lucía y Barbados.
Aterrizando esto a la economía local se podría experimentar un aumento en el precio de los alimentos por las afectaciones en los cultivos (bien sea por falta de agua o por inundaciones), así como los costos extra que se puedan generar en la logística, debido a los derrumbes que provocan las lluvias. El resultado de esto sería no solo una presión mayor en la inflación de los productos, sino un mayor gasto público en prever y atender estas emergencias.
Para escapar de lo que la CEPAL denomina “la trampa del bajo crecimiento”, la comisión propone invertir en 14 sectores que permitirán dinamizar la economía, muchos de ellos inmersos en el problema del cambio climático.
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Estos 14 sectores son: transición hacia energías renovables con hidrógeno verde y litio; electromovilidad, economía circular; bioeconomía en agricultura sostenible, recursos gen´ricos y bio industrialización; reacomodo geográfico de la producción; industria farmacéutica y de ciencias de la vida; industria de dispositivos médicos; exportación de servicios modernos o habilitados por las TIC; fabricación avanzada; igualdad de género y sociedad del cuidado; gestión sostenible del agua; turismo sostenible; gobierno digital y seguridad alimentaria.
Por último está el reto del desempleo que, si bien ha registrado una disminución en la región, se proyecta un leve repunte para el próximo año. Las estimaciones de la CEPAL apuntan a que en esta materia se cierre 2023 con un promedio del 6,8 %, pero escalando al 7,3 % en 2024.
Aspectos como la informalidad seguirán esperando interés, pues esta continuará cercana al 50 % en los próximos años, mientras que la brecha de género continuará por encima del 22 %, siendo la participación del hombre un 74,6 %, mientras que de la mujer un 52,1 %.
No obstante, y por más alarmantes que puedan parecer estas cifras, lo cierto es que las economías en la región muestran síntomas de resiliencia y estabilidad. De allí que no se hable de escenarios de recesión, que es cuando la economía permanece por los menos dos trimestres consecutivos en terrenos negativos. Aparentemente, exceptuando el cambio climático, se está saliendo de un ciclo económico para volver a entrar a esa “normalidad” que veníamos experimentando antes de que iniciara la pandemia.
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