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Más de 200 proyectos construidos hablarán por Ernesto Jiménez Losada. Considerado fundamental en la historia de la arquitectura colombiana, Jiménez era con frecuencia descrito como un hombre tranquilo y de pocas palabras. Falleció esta semana a los 87 años y para la posteridad se cumplirá el deseo que manifestó en El Espectador hace exactamente una década: que sus obras hablen por él.
Nació en 1931. Hizo sus estudios de primaria y bachillerato en el Liceo Francés Louis Pasteur de Bogotá, para luego formar parte de la primera promoción de arquitectura de la Universidad de los Andes, en 1949, la misma institución que sería testigo de su trayectoria como docente e incluso como decano de la facultad.
Fue a mediados del siglo pasado que por un intercambio estudiantil llegó a la Universidad de Illinois, en Estados Unidos. Allí pudo viajar y escuchar jazz por montones, pero sobre todo a pioneros de la arquitectura moderna como Mies van der Rohe, de origen alemán, y el estadounidense Frank Lloyd Wright.
“Se vivía la posguerra, el aire se mezclaba con la euforia y el progreso. Para alguien que, como yo, venía de estudiar la teoría de la arquitectura, verla convertida en práctica era sencillamente extraordinario, una maravilla. Los rascacielos se levantaban masivamente y el uso del cristal en las construcciones… La razón convertida en edificios”, le dijo a este diario en 2009.
Ese año la editorial de la Universidad de los Andes publicó un libro con su nombre, exaltando su legado y el de la firma que en 1955 formó junto con Álvaro Cortés Boshell: Jiménez & Cortés Boshell. El texto resalta la especialización de Jiménez y la firma en la construcción de vivienda uni y multifamiliar, a partir de reflexiones alrededor de la “idea de habitar”, fundamentales “para entender la historia de la arquitectura moderna en Colombia”.
Fue pupilo del también arquitecto y exalcalde de Bogotá Jorge Gaitán Cortés. Ejerció como profesor de la Universidad de los Andes desde 1960 y, como contó en un homenaje la revista Axxis, en medio de su humildad no concebía la arquitectura sin la docencia: no era solo otra forma de dejar un legado sino también de aprender y recibir retroalimentaciones sobre su propio trabajo.
En una Bogotá apenas en desarrollo y con varios retos que siguen vigentes hoy, diseñó proyectos en El Chicó, el Antiguo Country y El Lago. En 1996 obtuvo el Premio Nacional de Arquitectura Bienal por el edificio Avenida 82 (en la calle 82 con carrera Séptima). Sin embargo, como registró este diario hace 10 años, puede decirse que entre sus obras favoritas estaban Campoalegre (en la calle 111 con carrera 9ª), por “la unión que se logró entre las viviendas y la naturaleza”, y su finca de descanso en Sutatausa, blanca y de ventanales grandes.
“Una preocupación permanente por la exploración de la forma de habitar, por el acceso a la luz natural, por el estudio de las proporciones y las relaciones entre los espacios” son algunas de las características que resaltó Axxis de la obra de Jiménez.
Este viernes, entre quienes enviaron un mensaje en homenaje al arquitecto y de condolencias a su familias estuvo la Sociedad Colombiana de Arquitectos Bogotá y Cundinamarca. Su hijo, Mauricio Jiménez Pérez, expresó su admiración por el padre que dejó, entre muchas otras, “incontables enseñanzas de integridad, amor y trabajo arduo”. “Seguiremos tu incansable lucha por hacer el bien”, añadió.
El legado de Ernesto Jiménez Losada ocupará no solo el espacio físico, pues, fuerte como el ladrillo, también tendrá un lugar en la historia de la arquitectura y la enseñanza del arte y la técnica en Colombia.