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No es chiste ni rima improvisada, sino la realidad de los últimos años por fallas en la generación y distribución de energía en el vecino país, en el cual los medios de comunicación les atribuyen con insistencia la responsabilidad de los prolongados cortes en el suministro de energía a flagelos como la inseguridad y la desidia política matizados con una que otra palabreja que enfatiza en problemas medioambientales.
Es el estiaje, repetían a finales de 2024 expertos de todas las tendencias políticas y ciudadanos del común, haciendo alusión al caudal mínimo de las aguas de los ríos que surten a sus generadoras de energía.
Pero no solo la sequía sumió a los ecuatorianos en esos prolongados cortes del servicio.
Desde octubre de 2022 hasta diciembre de 2024 Ecuador ha sufrido apagones de hasta 14 horas diarias. Este colapso eléctrico, para los expertos, es resultado de múltiples factores: una matriz eléctrica dependiente en un 72 % de la energía hidráulica, la falta de inversión privada, el deterioro de plantas hidroeléctricas y termoeléctricas, el rápido crecimiento de la demanda energética y las demoras en la puesta en marcha de nuevos proyectos.
Las consecuencias han sido devastadoras. Según cálculos oficiales, Ecuador ha registrado pérdidas de hasta US$12 millones por hora de apagón. Del lado del impacto social se ha presentado un aumento en la inseguridad y la descomposición acelerada de alimentos y fallos en la cadena de frío de medicamentos esenciales. A esto se suma que la falta de inversión y la politización del sector eléctrico han contribuido a la crisis, como explica Stevie Gamboa, socio líder del área de Recursos Naturales de la firma Pino Elizalde Abogados.
“El modelo energético ecuatoriano ha sido históricamente estatizado, impidiendo la entrada de inversión privada en la generación, transmisión y distribución. Y la tarifa eléctrica es fijada por el gobierno, lo que limita la rentabilidad y sostenibilidad del sistema”, dice Gamboa.
También comenta que desde hace unos años el parque termoeléctrico y la generación termoeléctrica han sido atacados por grupos ambientalistas, políticos y opinión pública que considera “desinformada” al desconocer la importancia de contar con un respaldo del parque generador.
Para el experto, Ecuador es un espejo en el que Colombia debe mirarse para evitar un colapso similar. La diversificación de la matriz energética es clave: depender exclusivamente de la hidroenergía es arriesgado en tiempos de sequía. Aunque Colombia tiene una matriz más diversificada, el país debe fortalecer su capacidad térmica y explorar nuevas fuentes de energía para garantizar estabilidad.
“Existe un común denominador en los mercados con mayores racionamientos, y son medidas que intervienen en el funcionamiento y que distorsionan las señales de expansión (…) algunas señales intervencionistas en Colombia como la de modificar el esquema de confiabilidad, forzar una contratación a los agentes y techar los precios de bolsa, sumadas al panorama desalentador del balance entre oferta y demanda de energía, nos preocupan y evidencian la urgencia de tomar decisiones”, señala Natalia Gutiérrez, presidente de Acolgén.
La inversión privada es otro factor fundamental. Mientras Ecuador ha mantenido un modelo predominantemente estatal, Colombia ha permitido mayor participación privada, lo que ha mejorado la eficiencia y la inversión en infraestructura. Sin embargo, para las empresas, la regulación debe mantenerse flexible para atraer más inversión y modernizar las redes de transmisión y distribución.
La interconexión regional también es un aspecto crucial. Gamboa menciona que países como Costa Rica han desarrollado redes eléctricas interconectadas que permiten recibir electricidad de otras naciones en momentos de crisis. Es por ello que considera que Colombia debe fortalecer sus lazos energéticos con países vecinos para asegurar un suministro estable en caso de emergencias.
Durante esos largos y complejos días sin suministro de energía eléctrica, Ecuador vivió dificultades de comunicación, no pudo usar las innovaciones tecnológicas que facilitan la cotidianidad y, obviamente, sintió graves afectaciones en temas de seguridad. Estar sin electricidad es como retroceder varios siglos en la calidad de vida.
“No se debe caer en modas energéticas impuestas por agendas internacionales sin considerar la realidad de cada país. Hay que incrementar, por supuesto, la generación renovable, pero también hay que aumentar, mantener y proteger la inversión térmica, y esa inversión térmica debe ir de la mano de la disponibilidad de recursos de cada país. Nosotros decimos que hay que tropicalizarla. Si soy Colombia y tengo excedentes en carbón y una gran producción de carbón, creo que de gran calidad, pues tener una matriz energética que también incluye térmico y carbón es absolutamente razonable”, precisa.
Al respecto Gutiérrez, de Acolgén, señala que hacia el futuro el país debe incentivar nueva inversión en plantas de generación, para que estas sean de las que aporten más confiabilidad, es decir, hidráulicas y térmicas, y que se eviten intervenciones agresivas al mercado que ahuyenten la inversión y que afecten los derechos adquiridos de actuales operadores.
“Celebramos la decisión del Gobierno Nacional y del Ministerio de Minas y Energía por convocar una nueva subasta de expansión, pero existen retos que deben superarse, como el de tener un proceso de acceso a la red que permita que cualquier tecnología pueda participar, sin restricciones”, concluye la presidenta.
