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Los recientes datos de actividad de Argentina parecen confirmar la peor pesadilla de los inversionistas: la economía está cayendo en una recesión en medio de la aceleración de la inflación y los déficits fiscales y de cuenta corriente. La moneda alcanzó un mínimo histórico la semana pasada.
Los esfuerzos del banco central y del gobierno por frenar la depreciación del peso, incluida una reducción en la liquidez del mercado y un aumento en los vencimientos de deuda, ofrecieron solo un breve respiro. Los mercados parecen haber despertado de nuevo, arrastrando el peso a la baja por quinta sesión consecutiva el viernes, cuando la moneda tuvo el peor desempeño entre los principales mercados emergentes.
Los indicadores económicos fundamentales que han puesto al peso bajo presión durante la mayor parte del año siguen ahí, pero con un nuevo giro: ahora se estima que la economía va camino a una recesión. La actividad económica cayó un 6,7 por ciento en junio frente al mismo mes del año anterior. Posteriormente, Goldman Sachs y Barclays modificaron sus proyecciones de crecimiento para 2018 a una contracción superior al 1 por ciento.
Incluso cuando la mayoría de los analistas aún no han reaccionado a las cifras recientes, se espera que la economía de Argentina se vuelva a expandir menos que sus pares el próximo año. Además, la tasa de interés más alta del mundo del 46,5 por ciento sobre los bonos del gobierno no ha logrado evitar que la inflación se acelere al 31,2 por ciento, casi el doble de la tasa en Turquía.
Es probable que una fuerte expansión del déficit de cuenta corriente de Argentina, junto al déficit fiscal, afecten al peso durante algún tiempo.