La economía de lo Chiviado
Los pasillos de China Town, en Nueva York, uno de los sitios donde más se consiguen imitaciones de ropa y accesorios en Manhattan, el centro de negocios más importante del mundo, parecen estar replicándose en Medellín, Bogotá, Cali, el Eje Cafetero y Cúcuta.
Edwin Bohórquez Aya
Allí, en medio del comercio y sin ningún “chino”, negociantes colombianos promocionan a diestra y siniestra docenas de carteras Channel, varios juegos de gafas Dior, otros tantos de pantalones italianos Diesel, modelos históricos de tenis Nike, camisetas ajustadas Armani y cajas repletas de billeteras Tommy Hilfiger, Guess, Prada, Dolce & Gabbanna y hasta los tradicionales juguetes Disney.
Es el comercio de lo “imitado”, “chiviado”, “no original” o “replicado” que está creciendo en Colombia y que podría mover en el país un promedio de $10.000 millones al año, de acuerdo con los cálculos de la Dijín y los empresarios afectados por el oscuro y lucrativo negocio. Sinnúmero de productos en los que además de ropa, aparecen aparatos electrónicos, calzado, relojes, repuestos para carros, implementos deportivos, maletines, muñecos, lápices y videojuegos. En los segmentos los libros y música la cifra superara los $20.000 millones al año.
Un negocio en el que no sólo se replican las marcas internacionales, sino que la tendencia ya muestra que muchas prendas originales hechas en el país también están en el ojo de los “imitadores”. “Lo que se conoce es que aproximadamente por cada 100 prendas originales Chevignon que son vendidas en lugares autorizados, se comercializan cerca de cinco no originales. Esta cifra se controla por los numerosos y frecuentes operativos de protección de marca que se realizan semanalmente en todo el territorio nacional”, aclara Juan Diego Ramírez, gerente comercial de Chevignon.
Prendas que en un establecimiento autorizado tienen un costo promedio de $220.000 y que en lugares como San Victorino en Bogotá no superan los $50.000, aunque “por su apariencia, telas, insumos, confección y calidad ofrecen menos de la mitad de los beneficios de una original”, agrega Ramírez. En el caso de las gafas, unos lentes de sol Versace en el almacén Multiópticas cuestan aproximadamente $1’128.000, con filtros y diseño exclusivo, mientras que en lugares como en los san andresitos, las imitaciones no superan los $30.000.
Sin embargo, al contrario de los pantalones, los lentes replica, los electrodomésticos y muchos zapatos tenis, son traídos de China. Mercado desde donde también se están importando prendas de vestir que en las fábricas colombianas son marcadas con etiquetas falsificadas, obteniendo productos a costos tan bajos, que un par de zapatillas no supera los $50.000 o una sudadera no pasa de los $70.000. Por eso, el abogado Álvaro Correa Ordoñez, apoderado de la firma Nike en Colombia, tiene claro que “estamos tomando medidas para controlarlo y vamos bien. Colombia está entendiendo el tema de la propiedad intelectual y la está respetando cada vez más”.
Pero en el caso de la industria de juguetes, las compañías productoras de este tipo de entretenimiento han tenido que modificar sus estrategias y reducir el costo de la inversión en sus productos y de esa forma bajar los precios al consumidor final. Algo que confirman los representantes de Ronda, una de las compañías líderes en el país, quienes aclaran que “nuestro juego estrella es Tío Rico, que está en $47.000, pero la versión que se vende en lugares como El Hueco, en Medellín, o La Novena, en Cali, la imitación conocida como Tito El Rico, vale menos de $20.000. Lo complicado es que hace muchos años las copias eran escaneadas y las imágenes eran muy malas, ahora toman fotos digitales y la impresión es de alta calidad”.
Comercio que para el teniente Carlos Guañarita, oficial del Grupo de Investigaciones Generales de la Dijín, tiene a los mayores usurpadores de marcas en “Medellín, Bogotá, Cali, Eje Cafetero y Cúcuta. Estamos trabajando directamente con las
empresas que representan las firmas afectadas. En el 2007 se hicieron 38 capturas y en lo corrido del 2008 ya vamos en 75. En las incautaciones hemos detectado fabricantes con 700 pares de tenis listos para vender y que reciben en promedio $15 millones al mes por ese concepto”.
Mercado que respecto a las últimas estadísticas reveladas en la XII Jornada Mundial contra la Falsificación, realizada a principios de este mes en París, dejó saber que “el mercado mundial de la falsificación mueve unos 200.000 millones de euros al año”, donde lo más imitado son camisetas, pantalones cortos y, sobre todo, calzado: seis de cada diez son de productos deportivos, anunció en el evento Fabrice Ducceshi, director general de Nike France. Entre las conclusiones también aclaró que China fabricó el 58% de los productos decomisados en Europa por ese concepto. Un panorama que coincide con el decomiso esta semana en España de más de 500.000 prendas falsificadas provenientes del país asiático, valoradas en más de 30 millones de euros.
Industria oscura que se mueve en las principales capitales del mundo y que en el caso colombiano, para Guillermo Botero, presidente Nacional de Fenalco, responde directamente “al tamaño de los mercados. Entre más grande sea la ciudad, mayor será el índice de productos imitados”, y aunque asegura que no se puede calcular la cifra exacta de lo que dejan de recibir los comerciantes legales por lo que significa el comercio de las réplicas, las marcas con mayor reconocimiento del público son las que más tienden a ser imitadas.
“El problema llega cuando se tiene una marca aspiracional y bien posicionada. Tristemente, es uno de los altos precios que se paga por los grandes esfuerzos”, apunta Ramírez, de Chevignon, quien además aclara que han logrado identificar que los lugares en donde más se fabrican prendas no originales de su marca es en Itagüí (Antioquia) y Ureña, en Venezuela.
Entre las estrategias más efectivas para combatir a los delincuentes están los sellos de seguridad. Ramírez explica que “hemos experimentado con marquillas especiales, hologramas, cintas de seguridad, pero en la mayoría de los casos son imitadas casi tan perfectas como las originales, para lo cual nuestro mejor distintivo son los altos estándares que tienen nuestros productos, sumados a los lugares donde se comercializa la marca, que son únicamente los mejores y reconocidos del país”.
Panorama que ya es reconocido ampliamente por los empresarios y la Policía, y que a pesar de lo grave, comenta Correa de Nike, “ya hay mucho interés en el país porque la gente tome conciencia del valor de una imagen, se eduque en propiedad intelectual y se den cuenta de que el 80% de los activos de una compañía está en su marca intelectual, algo que en dinero no se puede calcular”.
Las estrategias usadas
La manufactura colombiana es tan bien reconocida, que resulta complicado para el consumidor encontrar las diferencias entres muchas imitaciones y los productos originales. Sin embargo, hay una estrategia usada por algunos comerciantes no formales y consiste en comprar cargamentos de productos robados que luego son vendidos a precios más bajos.
Esta práctica fue usada inicialmente en los años 90 por los “mecheros”, que eran hampones de tiendas estadounidenses que entraban a las grandes tiendas de nueva York y Beverly Hills, sacaban las prendan y vendían un producto valorado en US$700, por menos de US$200. Con esas prendas, se replicaban modelos, colores, costuras y marquillas.
El negocio ahora es tan rentable, que en segmentos como el de la tecnología, los falsificadores asisten a los lanzamientos que se hacen en Asia o Europa. Entonces, replican esos productos y llegan a mercados como el colombiano con mercancía que no está en las tiendas. Por desconocimiento del consumidor, es engañado comprando imitaciones por originales.
Allí, en medio del comercio y sin ningún “chino”, negociantes colombianos promocionan a diestra y siniestra docenas de carteras Channel, varios juegos de gafas Dior, otros tantos de pantalones italianos Diesel, modelos históricos de tenis Nike, camisetas ajustadas Armani y cajas repletas de billeteras Tommy Hilfiger, Guess, Prada, Dolce & Gabbanna y hasta los tradicionales juguetes Disney.
Es el comercio de lo “imitado”, “chiviado”, “no original” o “replicado” que está creciendo en Colombia y que podría mover en el país un promedio de $10.000 millones al año, de acuerdo con los cálculos de la Dijín y los empresarios afectados por el oscuro y lucrativo negocio. Sinnúmero de productos en los que además de ropa, aparecen aparatos electrónicos, calzado, relojes, repuestos para carros, implementos deportivos, maletines, muñecos, lápices y videojuegos. En los segmentos los libros y música la cifra superara los $20.000 millones al año.
Un negocio en el que no sólo se replican las marcas internacionales, sino que la tendencia ya muestra que muchas prendas originales hechas en el país también están en el ojo de los “imitadores”. “Lo que se conoce es que aproximadamente por cada 100 prendas originales Chevignon que son vendidas en lugares autorizados, se comercializan cerca de cinco no originales. Esta cifra se controla por los numerosos y frecuentes operativos de protección de marca que se realizan semanalmente en todo el territorio nacional”, aclara Juan Diego Ramírez, gerente comercial de Chevignon.
Prendas que en un establecimiento autorizado tienen un costo promedio de $220.000 y que en lugares como San Victorino en Bogotá no superan los $50.000, aunque “por su apariencia, telas, insumos, confección y calidad ofrecen menos de la mitad de los beneficios de una original”, agrega Ramírez. En el caso de las gafas, unos lentes de sol Versace en el almacén Multiópticas cuestan aproximadamente $1’128.000, con filtros y diseño exclusivo, mientras que en lugares como en los san andresitos, las imitaciones no superan los $30.000.
Sin embargo, al contrario de los pantalones, los lentes replica, los electrodomésticos y muchos zapatos tenis, son traídos de China. Mercado desde donde también se están importando prendas de vestir que en las fábricas colombianas son marcadas con etiquetas falsificadas, obteniendo productos a costos tan bajos, que un par de zapatillas no supera los $50.000 o una sudadera no pasa de los $70.000. Por eso, el abogado Álvaro Correa Ordoñez, apoderado de la firma Nike en Colombia, tiene claro que “estamos tomando medidas para controlarlo y vamos bien. Colombia está entendiendo el tema de la propiedad intelectual y la está respetando cada vez más”.
Pero en el caso de la industria de juguetes, las compañías productoras de este tipo de entretenimiento han tenido que modificar sus estrategias y reducir el costo de la inversión en sus productos y de esa forma bajar los precios al consumidor final. Algo que confirman los representantes de Ronda, una de las compañías líderes en el país, quienes aclaran que “nuestro juego estrella es Tío Rico, que está en $47.000, pero la versión que se vende en lugares como El Hueco, en Medellín, o La Novena, en Cali, la imitación conocida como Tito El Rico, vale menos de $20.000. Lo complicado es que hace muchos años las copias eran escaneadas y las imágenes eran muy malas, ahora toman fotos digitales y la impresión es de alta calidad”.
Comercio que para el teniente Carlos Guañarita, oficial del Grupo de Investigaciones Generales de la Dijín, tiene a los mayores usurpadores de marcas en “Medellín, Bogotá, Cali, Eje Cafetero y Cúcuta. Estamos trabajando directamente con las
empresas que representan las firmas afectadas. En el 2007 se hicieron 38 capturas y en lo corrido del 2008 ya vamos en 75. En las incautaciones hemos detectado fabricantes con 700 pares de tenis listos para vender y que reciben en promedio $15 millones al mes por ese concepto”.
Mercado que respecto a las últimas estadísticas reveladas en la XII Jornada Mundial contra la Falsificación, realizada a principios de este mes en París, dejó saber que “el mercado mundial de la falsificación mueve unos 200.000 millones de euros al año”, donde lo más imitado son camisetas, pantalones cortos y, sobre todo, calzado: seis de cada diez son de productos deportivos, anunció en el evento Fabrice Ducceshi, director general de Nike France. Entre las conclusiones también aclaró que China fabricó el 58% de los productos decomisados en Europa por ese concepto. Un panorama que coincide con el decomiso esta semana en España de más de 500.000 prendas falsificadas provenientes del país asiático, valoradas en más de 30 millones de euros.
Industria oscura que se mueve en las principales capitales del mundo y que en el caso colombiano, para Guillermo Botero, presidente Nacional de Fenalco, responde directamente “al tamaño de los mercados. Entre más grande sea la ciudad, mayor será el índice de productos imitados”, y aunque asegura que no se puede calcular la cifra exacta de lo que dejan de recibir los comerciantes legales por lo que significa el comercio de las réplicas, las marcas con mayor reconocimiento del público son las que más tienden a ser imitadas.
“El problema llega cuando se tiene una marca aspiracional y bien posicionada. Tristemente, es uno de los altos precios que se paga por los grandes esfuerzos”, apunta Ramírez, de Chevignon, quien además aclara que han logrado identificar que los lugares en donde más se fabrican prendas no originales de su marca es en Itagüí (Antioquia) y Ureña, en Venezuela.
Entre las estrategias más efectivas para combatir a los delincuentes están los sellos de seguridad. Ramírez explica que “hemos experimentado con marquillas especiales, hologramas, cintas de seguridad, pero en la mayoría de los casos son imitadas casi tan perfectas como las originales, para lo cual nuestro mejor distintivo son los altos estándares que tienen nuestros productos, sumados a los lugares donde se comercializa la marca, que son únicamente los mejores y reconocidos del país”.
Panorama que ya es reconocido ampliamente por los empresarios y la Policía, y que a pesar de lo grave, comenta Correa de Nike, “ya hay mucho interés en el país porque la gente tome conciencia del valor de una imagen, se eduque en propiedad intelectual y se den cuenta de que el 80% de los activos de una compañía está en su marca intelectual, algo que en dinero no se puede calcular”.
Las estrategias usadas
La manufactura colombiana es tan bien reconocida, que resulta complicado para el consumidor encontrar las diferencias entres muchas imitaciones y los productos originales. Sin embargo, hay una estrategia usada por algunos comerciantes no formales y consiste en comprar cargamentos de productos robados que luego son vendidos a precios más bajos.
Esta práctica fue usada inicialmente en los años 90 por los “mecheros”, que eran hampones de tiendas estadounidenses que entraban a las grandes tiendas de nueva York y Beverly Hills, sacaban las prendan y vendían un producto valorado en US$700, por menos de US$200. Con esas prendas, se replicaban modelos, colores, costuras y marquillas.
El negocio ahora es tan rentable, que en segmentos como el de la tecnología, los falsificadores asisten a los lanzamientos que se hacen en Asia o Europa. Entonces, replican esos productos y llegan a mercados como el colombiano con mercancía que no está en las tiendas. Por desconocimiento del consumidor, es engañado comprando imitaciones por originales.