La eterna tarea pendiente de la desigualdad
La pandemia no puede ser un nuevo pretexto para dejar de lado, otra vez, uno de los temas que han marcado la historia y que está intrínsecamente relacionado con varias de las deformaciones de la sociedad colombiana.
Diego Guevara *
Una de las definiciones clásicas de la ciencia económica la asocia con el estudio de las leyes de la producción, la distribución y la acumulación, y trasciende con creces la estrecha definición de los manuales universitarios en los que la economía se define, simplemente, como la asignación eficiente de recursos escasos.
Esta última visión de la economía permitió que los debates distributivos dejaran de ser un tema central en la disciplina durante los últimos 50 años. Sin embargo, después de la aparición del libro El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, en 2014, el tema de la distribución y la desigualdad en los ingresos y la riqueza han vuelto a ser protagonistas en el estudio de la economía y han sido discutidos en las agendas políticas de países del norte. De hecho, en la última década se ha hecho común hacer referencia al porcentaje de ingresos o riqueza que captura el top 1 % o el top 0,1 % de los ciudadanos, que, dicho sea de paso, suelen ser los más privilegiados.
A pesar de que el tema de la desigualdad tomó fuerza en el escenario global, en la agenda local no ha tenido la misma importancia y el discurso imperante se sigue asociando con el concepto de equidad.
En la política pública este concepto se vende como igualdad de oportunidades, pero nunca como igualdad de posiciones, lo que modifica completamente el trasfondo de los debates distributivos, pues poco o nada se habla de una mejor distribución del ingreso o de la riqueza.
Las reformas tributarias a las que nos hemos acostumbrado con mayor frecuencia no han tenido un enfoque distributivo y, muy seguramente, la que presente el Gobierno colombiano en 2021 para empezar a cuadrar la caja con los gastos de la pandemia tampoco tendrá un acento en la distribución del ingreso.
Aunque hablar de igualdad de posiciones o de una mejor distribución de la riqueza y el ingreso no necesariamente hacen referencia a la igualdad absoluta, sí permite cerrar brechas en términos de ingresos, acumulación de riqueza y, en el caso colombiano, a la distribución de tierras. Este último punto es crucial, porque en Colombia tenemos un coeficiente de Gini (índice de concentración entre 0 y 1, donde 0 es igualdad absoluta y 1 es desigualdad absoluta) cercano a 0,9 en lo que refiere a la concentración de la propiedad de la tierra.
Los datos de concentración del ingreso en el país tampoco son alentadores, pues si bien hubo una leve mejora en este nuevo siglo, en los últimos años ha vuelto a empeorar. Según el DANE, para 2019 el coeficiente de Gini fue de 0,526 respecto al dato de 0,517 en 2018 y al de 0,508 en 2017.
La tendencia creciente del dato de desigualdad, medido por el coeficiente de Gini, no solo es un factor preocupante en sí mismo, sino que también lo es antes y después del balance de impuestos y subsidios porque cambia muy poco, lo que significa que los impuestos no ayudan a redistribuir.
Poniendo esta idea en contexto, Jorge Iván González y Federico Corredor, en un trabajo de 2016, señalan cómo países como Austria antes de impuestos tienen un Gini de 0,45 y después queda en 0,21. En promedio, los países de la Unión Europea cambian su Gini de 0,5 antes de impuestos a 0,3 después. Para el caso de Colombia, el Gini después de impuestos no está más de dos puntos abajo, lo que quiere decir que después de impuestos y subsidios nuestro Gini a lo sumo cambia de 0,52 a 0,50.
Este punto entonces plantea una profunda reflexión sobre nuestra desigual e ineficiente estructura tributaria, pues incluso desde las perspectivas tradicionales de la macroeconomía los impuestos también cumplen un rol distributivo, y por ello son necesarios los debates alrededor de la importancia de los impuestos progresivos, especialmente a grandes capitales. Pese a que entre los economistas tiene un gran eco la idea de que los impuestos deben ser para las personas y no para las empresas, cuando la estructura económica de un país reposa en grandes grupos económicos hay que tener un mayor grado de detalle y reflexión. Según Luis Jorge Garay y Jorge Espitia, en el libro Dinámica de las desigualdades en Colombia, en las declaraciones de renta presentadas en 2017 el decil más rico de empresas concentró el 95,4 % de la riqueza total, lo que a su vez representa un coeficiente de Gini de 0,974 para el conjunto total de personas jurídicas que declaran. Basta con ver la concentración en la propiedad de los conglomerados financieros locales y su poder de mercado para darse una idea sencilla del contexto empresarial nacional.
Los datos son contundentes y no hay dudas sobre lo trascendental que es la desigualdad como tema para la agenda de los años venideros. Una recuperación económica sin una mejor distribución solo aumentará las tensiones sociales y hará cada vez más inviable el tipo de capitalismo dominante en las últimas décadas, guiado por la deuda. La pandemia no puede ser un nuevo pretexto para dejar de lado, otra vez, uno de los temas que han marcado la historia y que está intrínsecamente relacionado con el conflicto del país, la desigualdad en la distribución del ingreso, la riqueza y la tierra.
* Profesor de la Escuela de Economía, Universidad Nacional. @diegoguevaro.
Una de las definiciones clásicas de la ciencia económica la asocia con el estudio de las leyes de la producción, la distribución y la acumulación, y trasciende con creces la estrecha definición de los manuales universitarios en los que la economía se define, simplemente, como la asignación eficiente de recursos escasos.
Esta última visión de la economía permitió que los debates distributivos dejaran de ser un tema central en la disciplina durante los últimos 50 años. Sin embargo, después de la aparición del libro El capital en el siglo XXI, de Thomas Piketty, en 2014, el tema de la distribución y la desigualdad en los ingresos y la riqueza han vuelto a ser protagonistas en el estudio de la economía y han sido discutidos en las agendas políticas de países del norte. De hecho, en la última década se ha hecho común hacer referencia al porcentaje de ingresos o riqueza que captura el top 1 % o el top 0,1 % de los ciudadanos, que, dicho sea de paso, suelen ser los más privilegiados.
A pesar de que el tema de la desigualdad tomó fuerza en el escenario global, en la agenda local no ha tenido la misma importancia y el discurso imperante se sigue asociando con el concepto de equidad.
En la política pública este concepto se vende como igualdad de oportunidades, pero nunca como igualdad de posiciones, lo que modifica completamente el trasfondo de los debates distributivos, pues poco o nada se habla de una mejor distribución del ingreso o de la riqueza.
Las reformas tributarias a las que nos hemos acostumbrado con mayor frecuencia no han tenido un enfoque distributivo y, muy seguramente, la que presente el Gobierno colombiano en 2021 para empezar a cuadrar la caja con los gastos de la pandemia tampoco tendrá un acento en la distribución del ingreso.
Aunque hablar de igualdad de posiciones o de una mejor distribución de la riqueza y el ingreso no necesariamente hacen referencia a la igualdad absoluta, sí permite cerrar brechas en términos de ingresos, acumulación de riqueza y, en el caso colombiano, a la distribución de tierras. Este último punto es crucial, porque en Colombia tenemos un coeficiente de Gini (índice de concentración entre 0 y 1, donde 0 es igualdad absoluta y 1 es desigualdad absoluta) cercano a 0,9 en lo que refiere a la concentración de la propiedad de la tierra.
Los datos de concentración del ingreso en el país tampoco son alentadores, pues si bien hubo una leve mejora en este nuevo siglo, en los últimos años ha vuelto a empeorar. Según el DANE, para 2019 el coeficiente de Gini fue de 0,526 respecto al dato de 0,517 en 2018 y al de 0,508 en 2017.
La tendencia creciente del dato de desigualdad, medido por el coeficiente de Gini, no solo es un factor preocupante en sí mismo, sino que también lo es antes y después del balance de impuestos y subsidios porque cambia muy poco, lo que significa que los impuestos no ayudan a redistribuir.
Poniendo esta idea en contexto, Jorge Iván González y Federico Corredor, en un trabajo de 2016, señalan cómo países como Austria antes de impuestos tienen un Gini de 0,45 y después queda en 0,21. En promedio, los países de la Unión Europea cambian su Gini de 0,5 antes de impuestos a 0,3 después. Para el caso de Colombia, el Gini después de impuestos no está más de dos puntos abajo, lo que quiere decir que después de impuestos y subsidios nuestro Gini a lo sumo cambia de 0,52 a 0,50.
Este punto entonces plantea una profunda reflexión sobre nuestra desigual e ineficiente estructura tributaria, pues incluso desde las perspectivas tradicionales de la macroeconomía los impuestos también cumplen un rol distributivo, y por ello son necesarios los debates alrededor de la importancia de los impuestos progresivos, especialmente a grandes capitales. Pese a que entre los economistas tiene un gran eco la idea de que los impuestos deben ser para las personas y no para las empresas, cuando la estructura económica de un país reposa en grandes grupos económicos hay que tener un mayor grado de detalle y reflexión. Según Luis Jorge Garay y Jorge Espitia, en el libro Dinámica de las desigualdades en Colombia, en las declaraciones de renta presentadas en 2017 el decil más rico de empresas concentró el 95,4 % de la riqueza total, lo que a su vez representa un coeficiente de Gini de 0,974 para el conjunto total de personas jurídicas que declaran. Basta con ver la concentración en la propiedad de los conglomerados financieros locales y su poder de mercado para darse una idea sencilla del contexto empresarial nacional.
Los datos son contundentes y no hay dudas sobre lo trascendental que es la desigualdad como tema para la agenda de los años venideros. Una recuperación económica sin una mejor distribución solo aumentará las tensiones sociales y hará cada vez más inviable el tipo de capitalismo dominante en las últimas décadas, guiado por la deuda. La pandemia no puede ser un nuevo pretexto para dejar de lado, otra vez, uno de los temas que han marcado la historia y que está intrínsecamente relacionado con el conflicto del país, la desigualdad en la distribución del ingreso, la riqueza y la tierra.
* Profesor de la Escuela de Economía, Universidad Nacional. @diegoguevaro.