La guerra fría entre las industrias de China y Estados Unidos empeora

El frente de batalla son las empresas de tecnología de ambos países, que compiten por la supremacía de campos como supercomputadores e inteligencia artificial, dos sectores que bien pueden aportar desarrollo para una variedad de sectores económicos.

Raymond Zhong y Paul Mozur - The New York Times
30 de marzo de 2018 - 04:01 p. m.
Broadcom fue vetada en Estados Unidos de comprar a Qualcomm por la posible injerencia que China podría tener en el desarrollo de procesadores y redes 5G, por ejemplo. / Bloomberg
Broadcom fue vetada en Estados Unidos de comprar a Qualcomm por la posible injerencia que China podría tener en el desarrollo de procesadores y redes 5G, por ejemplo. / Bloomberg
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Se está librando una guerra fría entre las industrias más avanzadas del mundo. Y se acaba de congelar mucho más.

Un reciente ajuste de cuentas por medio de acciones comerciales podría profundizar la que se ha convertido en una batalla por el dominio tecnológico a nivel mundial entre Estados Unidos y China, el hogar de la población más grande de usuarios de internet en el mundo y una comunidad floreciente de empresas emergentes y firmas innovadoras.

Lea también: Las grandes empresas de tecnología entran en una era de incertidumbre

Esta semana, cuando propuso cobrar 60.000 millones de dólares en aranceles a los productos chinos y frenar las inversiones del país asiático, el gobierno de Trump acusó a Pekín de haber robado valioso conocimiento tecnológico de las empresas estadounidenses. China respondió con su propia serie de penalizaciones dirigidas a productos de Estados Unidos.

La batalla entre las dos naciones está dividiendo el terreno de la tecnología de punta. Las dos economías más grandes del mundo se han vuelto cada vez más protectoras de sus propias industrias vanguardistas, y más desconfiadas la una de la otra. La reconciliación parece complicada. Y las tensiones en aumento podrían debilitar aún más la influencia estadounidense en un mercado enorme que cambia rápidamente.

Durante años, ambos bandos han construido muros defensivos.

Para mantener su negocio en China, Apple tuvo que montar un centro de datos en ese país con el objetivo de almacenar la información personal de sus clientes chinos. Hace poco tiempo, Amazon se vio en la necesidad de vender equipo a su socio chino de servicios en la nube para cumplir con las nuevas reglas de China. Facebook y Twitter están bloqueadas en el país; las empresas estadounidenses más nuevas, como Snap, ya ni siquiera hacen el intento de entrar.

En Estados Unidos, las autoridades regulatorias han impedido de forma repetida que los grupos tecnológicos de China compren firmas estadounidenses. Además, la preocupación por el espionaje es la razón principal por la que Huawei —uno de los proveedores más grandes del mundo de equipo para las telecomunicaciones y un puntal de la escena tecnológica china— lleva años sin poder entrar en el mercado de Estados Unidos.

El gobierno de Trump asegura que quiere nivelar el campo de juego, imponiendo medidas severas a las empresas chinas de la misma forma en que las han sufrido durante años las compañías estadounidenses en China.

“La capacidad y la ambición de China han elevado mucho más la cadena del valor agregado. Para el sector tecnológico, esto representa nuestras joyas de la corona en términos económicos y es relevante para la seguridad nacional”, comentó Scott Kennedy, un académico del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington. “Por lo tanto, ya no hay forma de evadir el problema”.

No obstante, a pesar de lo mucho que se quejan las empresas estadounidenses respecto de la manera en que las tratan en China, la situación podría empeorar aún más si Pekín amplifica sus represalias más allá de los aranceles por 3000 millones de dólares a productos que anunció el viernes.

China podría solicitar que los nuevos productos de las empresas tecnológicas del extranjero se sometan a pruebas con costos adicionales, o simplemente podría dificultar las operaciones de estas en el país. En el último trimestre de 2017, Apple, cuyos iPhone siguen siendo codiciados por los chinos pudientes, obtuvo cerca de 18.000 millones de dólares en el país. En los años recientes, Qualcomm, el fabricante de chips con sede en San Diego, ha ganado la mitad de sus ingresos en China.

China también podría concebir nuevos desafíos para las empresas extranjeras. El Ministerio de Comercio de China aún no ha aprobado la compra por US$44.000 millones que propuso Qualcomm de NXP Semiconductors, un fabricante holandés de chips. El acuerdo lleva más de un año en proceso y necesita la aprobación de las autoridades antimonopólicas de China porque una gran cantidad de fabricantes de aparatos electrónicos de ese país son clientes de las dos empresas.

Las razones por las que ambos países están intentando trastabillar a los campeones de la tecnología del otro están tan relacionadas con la seguridad nacional como con el poderío económico. Sucede lo mismo con la carrera por el dominio de campos en las fronteras del conocimiento como son la inteligencia artificial, la computación cuántica y la siguiente generación de internet inalámbrico. Recientemente, Trump bloqueó una oferta hostil de Broadcom para comprar Qualcomm. No lo hizo porque el postor fuera chino —Broadcom tiene sus oficinas centrales en Singapur—, sino porque el gobierno estadounidense dijo que el acuerdo debilitaría a Qualcomm y daría más poder a Huawei para que diera forma a la 5G, o tecnología móvil de quinta generación.

Por esta razón las tensiones actuales son tan difíciles de resolver. En una época pasada, Japón fue un rival tecnológico, pero un aliado militar. La Unión Soviética fue un rival tecnológico en defensa, aunque iba muy atrás en la esfera comercial.

“Los sistemas tecnológicos de Estados Unidos y China están muy entrelazados por medio del comercio, las inversiones y la cooperación para la investigación, pero los países se ven y se seguirán viendo como competidores estratégicos y adversarios”, mencionó Adam Segal, un experto en tecnología y seguridad del Consejo de Relaciones Exteriores. “No había pasado antes”.

La ansiedad que le produce a China el dominio extranjero de la tecnología cala hondo.

Durante la mayor parte de la década pasada, Pekín bloqueó muchos de los servicios estadounidenses de internet, entre ellos los de Facebook y Google, para controlar el flujo de información y bloquear movimientos impulsados en las redes sociales como la Primavera Árabe.

Otro gran paroxismo de preocupación llegó en 2013, cuando Edward J. Snowden filtró documentos que mostraban los lazos entre los proveedores de tecnología en Estados Unidos y el vasto programa de vigilancia de la Agencia de Seguridad Nacional.

Para China, “una de las moralejas principales fue la siguiente: ‘Dependemos demasiado de la tecnología estadounidense y tenemos muy poco control sobre ella’”, mencionó Rogier Creemers, un académico especializado en política tecnológica china de la Universidad Leiden en Holanda.

Una revista de noticias vinculada con el Partido Comunista nombró las empresas estadounidenses que, según la publicación, habían penetrado con mayor profundidad en la infraestructura tecnológica de China. Los llamó los “ocho guerreros guardianes” —Apple, Cisco, Google, IBM, Intel, Microsoft, Oracle y Qualcomm— y eran las firmas que habían podido “entrar sin problemas en China”, de acuerdo con el artículo, mientras Huawei y otro fabricante chino de equipo, ZTE, no podían entrar a Estados Unidos.

Pekín puso manos a la obra. Prohibió que las oficinas gubernamentales instalaran la versión más reciente de Windows, y los investigadores antimonopólicos hicieron una redada en las oficinas de Microsoft. Se eliminaron los productos de Cisco, Apple e Intel de las listas del Estado que utilizan los funcionarios como guías para comprar equipos. Qualcomm recibió una dura multa de 975 millones de dólares por comportamiento anticompetitivo.

La presión política obligó a que las empresas estadounidenses se pelearan por encontrar socios chinos, lo cual generó empresas conjuntas del tipo que el gobierno de Trump, y algunos miembros de la comunidad empresarial de Estados Unidos, han denunciado como injustas.

Cisco se asoció con una firma china para vender sistemas de redes. Microsoft, en conjunto con una empresa del Estado con lazos muy cercanos con el ejército chino, desarrolló una versión de Windows más adecuada para el gobierno de ese país. Advanced Micro Devices, Intel y Qualcomm comenzaron a trabajar con organizaciones chinas en microchips, que China importa en inmensas cantidades para que terminen dentro de teléfonos inteligentes, computadoras y otros aparatos electrónicos.

A pesar del estímulo de los gigantes estadounidenses, y las fuertes dosis de financiamiento del Estado, la iniciativa de China en los semiconductores aún está en sus primeras etapas. Sin embargo, la mayoría de los observadores cree que solo es cuestión de tiempo antes de que las fábricas chinas alcancen a las de los líderes de la industria en Estados Unidos, Corea del Sur y Taiwán.

The New York Times

Por Raymond Zhong y Paul Mozur - The New York Times

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