La historia del mejor café del Tolima: vale casi 30 veces el precio internacional
Adriana Díaz fue comerciante en Bogotá, pero regresó a la ruralidad para producir café y huevos. Ahora recoge los frutos de su esfuerzo, pues tiene el mejor grano pagado de la Feria Internacional de Café realizada en Planadas, Tolima.
En el parque principal de Planadas, Tolima, se escuchaban los gritos de euforia combinados con sonidos de cornetas y pitos. En la pantalla tras la tarima se leía “$69 dólares por libra”, hubo un breve silencio para escuchar el veredicto del subastador: vendido a la paleta 18. Y estallaron los gritos de celebración en la tarima y en el público.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
En el parque principal de Planadas, Tolima, se escuchaban los gritos de euforia combinados con sonidos de cornetas y pitos. En la pantalla tras la tarima se leía “$69 dólares por libra”, hubo un breve silencio para escuchar el veredicto del subastador: vendido a la paleta 18. Y estallaron los gritos de celebración en la tarima y en el público.
Así fue como Adriana Díaz, caficultora de tercera generación, logró el más alto precio para su café lavado, de variedad Geisha, en la subasta realizada en el marco de la Feria Internacional de Café que se desarrolló entre el 1 y 3 de noviembre.
Puede que US$69 por libra sea una cifra que, de entrada, no diga mucho. Mientras se subastaba ese café en Planadas, los precios internacionales se ubicaban en US$2,4 por libra. Visto desde ahí, la cosa cambia.
El grano más disputado de la feria estaba entre empresas de Estados Unidos, Japón y Colombia. Finalmente, la firma colombiana Banexport Café 18 logró quedarse con él.
“Queremos desmitificar el cuento de que todo el café bueno se exporta y el malo se queda acá. Acá también se toma muy buen café. Podemos comprarlo, podemos tomarlo, podemos disfrutarlo. Hay compradores que han viajado hasta 40 horas en avión: si ellos son capaces de hacerlo, ¿por qué nosotros no?”, expresa Daniel Alzate, jefe de logística de exportación de Banexport.
El regreso al campo
Alrededor de ese mismo parque, en el que se había cerrado la venta, Díaz pasó su juventud. “Estas calles nos vieron crecer a mi esposo y a mí, nos vieron montar a caballo, estar borrachos y hacer locuras. Ser premiada en mi pueblo me hace sentir muy orgullosa de mí y de ser mujer”, relata.
A sus 14 años, Díaz dejó el municipio y se fue para Ibagué y luego para Bogotá. En la capital se dedicó, con su esposo, a ser comerciante de prendas de vestir para niños.
En 2014 compraron una finca en el municipio de Icononzo, Tolima, por recomendación de su madre, quien vive allí, mientras siguieron con sus negocios en Bogotá. Cuando se fueron del campo fue porque “no había oportunidades”.
Hasta que se cansaron “del estrés de la bulla, de la ciudad, de todo. “En 2017, a mis 29 años, decidimos cambiar de vida y nos mudamos al campo. Como nosotros, han llegado más personas a invertir porque ya no les da miedo no poder trabajar por temas de orden público”, dice la caficultora.
Aunque Díaz es reconocida por su café, esa no es la actividad principal de su granja de cuatro hectáreas, es la producción de huevo comercial y de allí su nombre: “Avícola el progreso”. El anhelo que ella tiene es el de “vivir en el campo y generar empleo. Hay que ver la finca como una empresa. Yo amo vivir aquí, se puede tener una vida maravillosa y mejor que en la ciudad”.
Un pasatiempo de calidad
Por su parte, el café de variedad Geisha está sembrado en tres de las cuatro hectáreas y dio su primera cosecha en 2020. Este cultivo “es mi pasatiempo, hacerle beneficio me relaja y encima me da dinero, es buenísimo”, cuenta.
Quienes probaron su café le insistieron en que se presentara al concurso departamental de la feria. Participó porque quería saber en qué nivel estaba su producto y el resultado fue un puntaje de cata de 88,3 (por encima de 80 se considera café de especialidad), el premio al mejor café lavado varietal y el primer puesto en la subasta.
Para Díaz, lo que hace que su café sea distinto es el proceso de beneficio. Por eso procura “tratarlo no como un grano cualquiera, sino como un alimento” y darle un manejo cuidadoso para obtener el mejor resultado posible.
La caficultora está convencida de las oportunidades que hay en el campo y busca transmitirle ese amor a sus hijos, mostrarles las posibilidades que ofrece el café respecto al barismo y la catación. Así como lo que implica la administración de una finca y del negocio.
Díaz considera que estas ferias sirven para “abrir puertas para que nosotros podamos mostrar el producto que tenemos y que mis hijos vean que vale la pena hacer lo que hacemos todos los días, tener disciplina y ser constantes”.
¿Qué pasará con el café de Díaz?
El producto está ahora en manos de Banexport (Café 18) y ellos se encargarán de tostarlo en Bogotá y van a sacar una edición especial que se va a poder comprar a nivel nacional. Conseguir el café no fue fácil, en principio se habían fijado como límite los US$50 por libra, pero terminaron pagando los US$69.
“El valor es alto, pero vale la pena. Se nota el trabajo y esfuerzo que ha hecho la caficultora. Eso nos ayuda a empujar nuestra marca y que todas las personas puedan probarlo. La gente nos reconoce por buscar y conseguir los mejores cafés de Colombia”, resalta Alzate, jefe de logística de la empresa.
De acuerdo con Carlos Julián Ruiz, director de la Asociación Colombiana para la Excelencia de Café (ASECC), 200 gramos de un café de especialidad, como el de Adriana Díaz, puede estar entre los $100.000 y $150.000. “Es rentable para el productor, para las tiendas de especialidad y una gran oportunidad para los consumidores de probar los mejores cafés del país”, explica.
Un tinto de ese café en la tienda de Café 18, ubicada en Bogotá, podría estar costando unos $16.000, según las estimaciones de Ruiz.
Para dimensionar el precio pagado en la Feria Internacional de Café en Tolima hay que tener en cuenta que un contenedor de café colombiano está alrededor de los US$100.000 y tiene 17.500 kilos, en la subasta se vendieron 3.950 kilos en US$170.000. El precio promedio del kilo fue de US$41,11.
El 98 % del precio pactado en la subasta va directamente para la productora Adriana Díaz, quien espera seguir capacitándose, aprendiendo de procesos, experimentar con ellos y presentarse a más concursos. “Estoy feliz de poder aportar a esta industria de especialidad un grano de calidad”, concluye.
💰📈💱 ¿Ya te enteraste de las últimas noticias económicas? Te invitamos a verlas en El Espectador.